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12 de mayo del 2025: lunes de la cuarta semana de Pascua

 

Testigos de la fe

Santos Nereo y Aquileo.

Siglo IV. Mártires de la Iglesia de Roma, decapitados bajo Diocleciano hacia el año 304.

Estos dos hermanos, alistados en los ejércitos romanos, se negaron a prestar juramento al César y a renunciar a su fe cristiana. 

Mientras servían en el ejército del Emperador, fueron convertidos a la fe por la alegría y el valor de los cristianos. Fueron condenados a muerte.


Relación personal

(Juan 10, 1-10) Si el Buen Pastor conoce a sus ovejas, las llama y viene para que tengan vida, no fuerza la puerta de las conciencias, a diferencia del ladrón que irrumpe, sino que crea una relación eminentemente personal, alejada de cualquier presión que pueda nacer de la ideología o del egocentrismo.

¡Un criterio de discernimiento que supone ejercitar la escucha familiarizándose con lo que suena a Evangelio y, por tanto, dejándose habitar por él!

Emmanuelle Billoteau, ermitaña


(Hechos 11, 1-18) La palabra de Dios no está reservada para nadie. Dios es gratuito con sus dones y su palabra circula donde no pensamos, porque la Palabra al venir a este mundo ilumina a todos. Sus semillas se encuentran por todas partes.

 

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (11,1-18):

EN aquellos días, los apóstoles y los hermanos de Judea se enteraron de que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Cuando Pedro subió a Jerusalén, los de la circuncisión le dijeron en son de reproche:
«Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos».
Pedro entonces comenzó a exponerles los hechos por su orden, diciendo:
«Estaba yo orando en la ciudad de Jafa, cuando tuve en éxtasis una visión: una especie de recipiente que bajaba, semejante a un gran lienzo que era descolgado del cielo sostenido por los cuatro extremos, hasta donde yo estaba. Miré dentro y vi cuadrúpedos de la tierra, fieras, reptiles y pájaros del cielo. Luego oí una voz que me decía: “Levántate, Pedro, mata y come”. Yo respondí:
«De ningún modo, Señor, pues nunca entró en mi boca cosa profana o impura”. Pero la voz del cielo habló de nuevo: «Lo que Dios ha purificado, tú no lo consideres profano”. Esto sucedió hasta tres veces, y de un tirón lo subieron todo de nuevo al cielo.
En aquel preciso momento llegaron a la casa donde estábamos tres hombres enviados desde Cesarea en busca mía. Entonces el Espíritu me dijo que me fuera con ellos sin dudar. Me acompañaron estos seis hermanos, y entramos en casa de aquel hombre. Él nos contó que había visto en su casa al ángel que, en pie, le decía: “Manda recado a Jafa y haz venir a Simón, llamado Pedro; él te dirá palabras que traerán la salvación a ti y a tu casa”.
En cuanto empecé a hablar, bajó sobre ellos el Espíritu Santo, igual que había bajado sobre nosotros al principio; entonces me acordé de lo que el Señor había dicho: “Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo”. Pues, si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿Quién era yo para oponerme a Dios?».
Oyendo esto, se calmaron y alabaron a Dios diciendo:
«Así pues, también a los gentiles les ha otorgado Dios la conversión que lleva a la vida».

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 41,2-3;42,3.4


R/.
 Mi alma tiene sed de ti, Dios vivo

Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío;
mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios? R/.

Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada. R/.

Me acercaré al altar de Dios,
al Dios de mi alegría,
y te daré gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (10,1-10):

EN aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

Palabra del Señor

 

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1


 COMENTARIO BÍBLICO A LAS LECTURAS

Hechos 11,1-18

Pedro explica su experiencia en casa de Cornelio, un pagano. Frente a la crítica de algunos hermanos judíos, él narra cómo Dios mismo lo ha guiado a través de una visión, y cómo el Espíritu Santo descendió sobre los gentiles. La conclusión es poderosa: “Si Dios les ha concedido el mismo don que a nosotros, ¿quién soy yo para ponerme en su camino?”. La esperanza no tiene fronteras. Dios abre caminos nuevos que a veces escandalizan, pero siempre conducen a la vida.

Salmo 42(41) y 43(42)

«Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo». El salmo expresa la sed profunda del alma por encontrarse con Dios, aún en medio de la tristeza. Este anhelo se convierte en canto de esperanza para nosotros, peregrinos en camino, y también en plegaria por nuestros difuntos, cuyas almas anhelaron y ahora esperan ver el rostro de Dios.

Juan 10,1-10

Jesús se revela como la puerta del redil. Él es la entrada segura, el acceso a la salvación, el refugio para las ovejas. Frente a los ladrones que matan y destruyen, Él da vida en abundancia. Sus ovejas escuchan su voz, no siguen a los extraños. Esta imagen del Pastor y la puerta nos consuela al recordar que la esperanza cristiana se funda en la fidelidad de Cristo, quien no abandona a los suyos, ni en esta vida ni en la otra.


HOMILÍA – “Peregrinos con sed de Esperanza”

Queridos hermanos y hermanas:

En este tiempo pascual y en este Año Jubilar que nos llama a vivir como peregrinos de la esperanza, la Palabra de Dios nos presenta tres imágenes que nos acompañan en este caminar: la puerta abierta, la sed del alma, y el Espíritu que derriba barreras.

En los Hechos de los Apóstoles, Pedro nos da una lección de humildad y de discernimiento. No se aferra a tradiciones humanas ni a esquemas cerrados. Al ver la acción del Espíritu en los gentiles, se deja guiar por Dios. Pedro reconoce que la esperanza no está atada a lo que controlamos, sino a lo que Dios hace. Y eso nos anima: Dios sigue derramando su gracia más allá de nuestros límites. Nosotros, como Iglesia, estamos llamados a abrir puertas, no a cerrarlas.

El salmo, con su bello lamento, expresa algo que todos llevamos dentro: el alma tiene sed de Dios. Esa sed no desaparece ni siquiera en la muerte. Por eso, hoy recordamos a nuestros hermanos difuntos. Ellos también fueron peregrinos de la esperanza; bebieron del agua de la fe, y ahora descansan en la espera de contemplar el rostro del Dios vivo. Nuestra oración por ellos no es tristeza, sino confianza: que el Buen Pastor los haya conducido a los pastos eternos.

En el Evangelio, Jesús dice: “Yo soy la puerta”. No cualquier puerta, sino la única que conduce a la vida en abundancia. Entrar por Cristo es dejar atrás lo que destruye: el egoísmo, la desesperanza, la autosuficiencia. Y es caminar con la certeza de que Él nos guía, nos cuida y nos conduce. La esperanza cristiana no es ilusión: es certeza de que el Señor resucitado va delante de nosotros, también en el misterio de la muerte.

Queridos hermanos: en este tiempo jubilar, peregrinemos con esperanza. Y que esa esperanza sea también solidaria con quienes ya no caminan con nosotros en esta tierra, pero que viven en la memoria del amor, en la comunión de los santos y en la esperanza de la resurrección.

Amén.


ORACIÓN DE LOS FIELES (sugerencia)

R. Señor, nuestra esperanza, escúchanos.

1.    Por la Iglesia, para que, como Pedro, sepa leer los signos del Espíritu y abrir caminos nuevos de comunión y salvación.

2.    Por los que guían al pueblo de Dios, en especial nuestro Papa León XIV, para que conduzcan con la voz del Buen Pastor.

3.    Por los que han perdido la esperanza, los que viven en soledad, enfermedad o duelo, para que encuentren consuelo en el Resucitado.

4.    Por todos los peregrinos de la fe, para que vivamos este Año Jubilar como tiempo de reconciliación, caridad y misión.

5.    Por nuestros hermanos difuntos (se pueden mencionar nombres), para que el Señor les abra la puerta del Reino eterno y vivan en la paz del Resucitado.


 2

 Reconociendo la voz de Dios


…el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz:

Juan 10: 2-4

 

¿Reconoces la voz del Pastor? ¿Te guía todos los días, guiándote hacia Su santa voluntad? ¿Cuán atento estás a lo que Él habla cada día? Estas son algunas de las preguntas más importantes para reflexionar.

Reconocer la voz de Dios es algo con lo que muchas personas luchan. A menudo hay muchas “voces” en competencia que nos hablan todos los días. Desde las últimas noticias en los titulares, a las opiniones de amigos y familiares, a las tentaciones que nos rodean dentro del mundo secular, a nuestras propias opiniones auto-dibujadas, estas "voces" o "ideas" que llenan nuestras mentes pueden ser difíciles. para clasificar. ¿Qué es de Dios? ¿Y qué es de otras fuentes?

Reconocer la voz de Dios es posible. En primer lugar, hay muchas verdades generales que Dios ya nos ha dicho. Por ejemplo, todo lo que contienen las Sagradas Escrituras es la voz de Dios. Su Palabra está viva. Y cuando leemos las Escrituras, nos familiarizamos cada vez más con la voz de Dios.

Dios también nos habla a través de suaves inspiraciones que resultan en Su paz. Por ejemplo, al considerar una determinada decisión que quizás debas tomar, si presentas esa decisión a nuestro Señor en oración y luego permaneces abierto a lo que Él quiera de ti, a menudo Su respuesta llega en la forma de una profunda y segura paz de corazón.

Aprender a reconocer la voz de Dios en tu vida diaria se logra construyendo un hábito interior de escuchar, reconocer, responder, escuchar un poco más, reconocer y responder, etc. Cuanto más escuches la voz de Dios, más reconocerás Su voz de la manera más sutil, y cuanto más llegues a escuchar las sutilezas de Su voz, más podrás seguirlo. Al final, esto solo se logra mediante un hábito continuo de oración profunda y sustentadora. Sin eso, será muy difícil reconocer la voz del Pastor cuando más lo necesites.

Reflexiona hoy sobre lo atento que estás a Dios en la oración. ¿Cómo es tu oración diaria? ¿Pasas tiempo cada día, escuchando la dulce y hermosa voz de nuestro Señor? ¿Buscas formar un hábito mediante el cual Su voz se vuelva cada vez más clara? Si no es así, si te cuesta reconocer Su voz, entonces toma la decisión de establecer un hábito más profundo de oración diaria para que sea la voz de nuestro amoroso Señor quien te guíe todos los días.


Jesús, mi Buen Pastor, me hablas todos los días. Constantemente me revelas tu santísima voluntad para mi vida. Ayúdame a reconocer siempre Tu suave voz para que pueda ser guiado por Ti a través de los desafíos de la vida. Que mi vida de oración se vuelva tan profunda y sostenida que tu voz siempre resuene en mi corazón y en mi alma. Jesús, en Ti confío.


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Santos Nereo y Aquileo, mártires
Principios del siglo II

 

Los soldados romanos fueron buenos mártires

El manuscrito más antiguo que prueba la existencia del emperador romano Julio César, una copia de una de sus obras, data del siglo IX d.C.

César fue muerto a puñaladas en el año 44 a. C. Así que aproximadamente novecientos años separan la vida de César de la primera tangible, copia física en papel de una de sus obras escritas. El manuscrito más antiguo que describe a César, pero no escrito por él, data de después del siglo IX, por lo que está aún más alejado del hombre que describe. Nada de esto significa que Julio César no existiera o que no compusiera las obras que se le atribuyen. Las monedas romanas del siglo I a. C. prueban, inequívocamente, que Julio César existió.

Ninguna moneda romana prueba la existencia de los mártires de hoy. En cambio, algo miles de veces más grande que una moneda prueba que existieron. Hay una iglesia. De hecho, hay dos iglesias en Roma dedicadas a los santos Nereo y Aquileo. Estas iglesias no son difíciles de encontrar. Puedes tocar sus paredes, abrir sus puertas y sentarte en sus bancos. No hay una estructura, y mucho menos dos, en Roma o en cualquier otro lugar, dedicada a Julio César. Incluso la ubicación exacta de su asesinato es materia de conjeturas.

Casi nada se puede decir con certeza sobre las vidas y muertes de Nereo y Aquileo. Hay tradiciones contradictorias sobre cuándo vivieron, dónde vivieron y cómo murieron. Pero… están esas iglesias. Dos de ellas en Roma. 

Una es una basílica del siglo IV dentro de las antiguas catacumbas de Domitilla. La otra, del siglo VI, fue construida en el sitio donde una antigua tradición cristiana dice que San Pedro se encontró con Cristo cuando el Príncipe de los Apóstoles abandonaba Roma.

Una piedra es una valiosa forma de testimonio. Es más permanente que el papel. Una piedra no se deteriora fácilmente. Una piedra es pesada y permanece donde la colocó su constructor. Su ubicación en sí proporciona pistas importantes. Las piedras de las dos iglesias romanas dedicadas a los santos de hoy dan un testimonio poderoso, aunque silencioso. Las iglesias están plantadas en la tierra como lápidas gigantes que indican quién se puede encontrar dentro o debajo de ellas. ¿Quién asumiría que las palabras grabadas en una lápida eran mentira? ¿Quién pensaría que un nombre tallado en granito no describe a nadie? ¿Quién imaginaría que el suelo debajo de un monumento estaba vacío, sin tumba, ni ataúd, ni cuerpo? Solo un tonto creería tales cosas. Pero los cristianos no son tontos.

Un enorme monumento a la muerte, en forma de iglesia, fue construido por cristianos dedicados en el siglo IV en honor a los santos de hoy. Nereo y Aquileo, probablemente fueron soldados que fueron ejecutados por su creencia en Jesucristo. Una lista oficial de mártires romanos del siglo V nombra, concretamente a Nereo y Aquileo, y afirma, concretamente, que están enterrados en las Catacumbas de Santa Domitilla. El Papa San Gregorio Magno, que reinó entre 590 y 604, pronunció una homilía, debidamente registrada y preservada, en la misma tumba de los Santos Nereo y Aquileo: “Estos santos ante cuya tumba estamos reunidos…,

Las reliquias de los santos de hoy fueron trasladadas desde su antigua basílica subterránea en las catacumbas a su “nueva” iglesia en algún momento del siglo VI. Para el siglo IX, la Basílica había sido olvidada a medida que ola tras ola de invasiones y plagas, saqueos y disturbios diezmaron la Ciudad Eterna hasta convertirla en una sombra de su gloria imperial. Pero en 1874, un arqueólogo pionero llamado Giovanni de Rossi comenzó a excavar las catacumbas de Domitilla. Allí, en las ruinas de una basílica subterránea, encontró dos pilares, uno de los cuales tenía grabado el nombre “Achilleus”. ¡De Rossi también descubrió trozos de la misma losa de mármol con la dedicación del Papa Dámaso a Nereo y Aquileo! Este descubrimiento demostró que los manuscritos medievales que describen la dedicación eran precisos. Las piedras hablaron. Los fieles escucharon. Las tradiciones son verdaderas. La Iglesia conservó su historia sagrada, y hoy perdura la gran tradición de honrar a los que derramaron su sangre por Cristo.

 

Santos Nereo y Aquileo, poco sabemos de vosotros, excepto las cosas más importantes: que vivisteis, que os convertisteis y que preferisteis no seguir viviendo antes que negar vuestra fe en Cristo. Sabemos estas cosas, y son suficientes. Oren por nosotros.

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