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2 de mayo del 2025: viernes de la segunda semana de Pascua- San Atanasio, obispo y Doctor de la Iglesia

 

Santo del día:

San Atanasio

siglo IV

«El Verbo de Dios se hizo hombre para hacer de nosotros Dios», escribió este obispo de Alejandría, exiliado cinco veces por haber defendido con valentía la divinidad de Cristo. Doctor de la Iglesia.

 

Una gran brecha

(Juan 6:1-15) Leyendo el Evangelio de hoy, nos encontramos a años luz de la sociedad del espectáculo en la que estamos inmersos. Después de haber alimentado a miles de personas multiplicando los panes y los peces, Jesús «se retiró al monte», «solo» como especifica el texto. Se aleja para permanecer en la verdad de una realeza que no es de este mundo. Una brecha fecunda que lo reencuentra en su trayectoria filial, abandonado en las manos de su Padre.

Benedicta de la Cruz, cisterciense


(Hechos 5, 34-42) ¿Cuál es el plan de Dios que tanta alegría da a los Apóstoles sino dar a conocer su misericordia y su amor por todos? ¿No es esa la Buena Noticia por la que están dispuestos a soportar cualquier cosa?


(Juan 6, 1-15) A menudo nos invade un sentimiento de impotencia ante la magnitud de los problemas ambientales y sociales. Sin embargo, todo comienza con pequeños gestos. Pero, tomados uno a uno y cumpliéndolos en su totalidad, estos pequeños gestos tarde o temprano terminan moviendo montañas.



Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (5,34-42):

EN aquellos días, un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, respetado por todo el pueblo, se levantó en el Sanedrín, mandó que sacaran fuera un momento a los apóstoles y dijo:
«Israelitas, pensad bien lo que vais a hacer con esos hombres. Hace algún tiempo se levantó Teudas, dándoselas de hombre importante, y se le juntaron unos cuatrocientos hombres. Fue ejecutado, se dispersaron todos sus secuaces y todo acabó en nada.
Más tarde, en los días del censo, surgió Judas el Galileo, arrastrando detrás de sí gente del pueblo; también pereció, y se disgregaron todos sus secuaces.
En el caso presente, os digo: no os metáis con esos hombres; soltadlos. Si su idea y su actividad son cosa de hombres, se disolverá; pero, si es cosa de Dios, no lograréis destruirlos, y os expondríais a luchar contra Dios».
Le dieron la razón y, habiendo llamado a los apóstoles, los azotaron, les prohibieron hablar en nombre de Jesús, y los soltaron. Ellos, pues, salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el Nombre. Ningún día dejaban de enseñar, en el templo y por las casas, anunciando la buena noticia acerca del Mesías Jesús.

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 26,1.4.13-14

R/.
 Una cosa pido al Señor: habitar en su casa



El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R/.

Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. R/.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,1-15):

EN aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.
Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:
«¿Con qué compraremos panes para que coman estos?».
Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó:
«Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo».
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?».
Jesús dijo:
«Decid a la gente que se siente en el suelo».
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:
«Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda».
Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:
«Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».
Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.


Palabra del Señor

 


1

 

I. Comentario a las Lecturas

Primera lectura – Hechos 5,34-42

Los apóstoles son liberados por el consejo prudente de Gamaliel, quien intuye que, si su causa es humana, perecerá, pero si es de Dios, nadie podrá detenerla. A pesar de ser azotados, los discípulos se alegran de sufrir por el Nombre de Jesús y no cesan de anunciarlo.

Comentario: Este pasaje resuena con fuerza en contextos de persecución y sufrimiento. Nos habla de una esperanza que no se apaga, incluso cuando se sufre injustamente. Los apóstoles se convierten en peregrinos de la esperanza, no por caminar sin obstáculos, sino por avanzar con gozo en medio del dolor.

Salmo 27(26)

“El Señor es mi luz y mi salvación”. Es una oración confiada en la protección divina. Habla del deseo de habitar en la casa del Señor, de ver su bondad aun en esta vida, y de esperar con valentía.

Comentario: Este salmo da voz a quienes sufren: enfermos, perseguidos, abatidos. Es un canto de resistencia espiritual, que invita a la espera activa, no resignada, sino confiada.

Evangelio – Juan 6,1-15

Jesús alimenta a una multitud con cinco panes y dos peces. Este signo manifiesta su compasión, su poder creador, y anticipa la Eucaristía. La gente quiere proclamarlo rey, pero Jesús se retira al monte.

Comentario: Cristo no responde al hambre con poder, sino con servicio. Da esperanza no dominando, sino entregándose. El signo del pan compartido es una promesa de consuelo para los que padecen: Él no es ajeno al sufrimiento humano.

 

II. Homilía: “El Pan del que espera contra toda esperanza”

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy es viernes penitencial, día en que la Iglesia nos invita a mirar el sufrimiento del mundo a la luz del sufrimiento redentor de Cristo. En este marco, oramos especialmente por los enfermos y por todos los que sufren, corporal o espiritualmente. Y lo hacemos como verdaderos peregrinos de la esperanza, en este Año Jubilar que nos llama a caminar, no con los ojos en la oscuridad, sino en la promesa de la Pascua.

La Palabra de Dios nos ofrece hoy un camino concreto de esperanza en medio del dolor.

En los Hechos de los Apóstoles, vemos a los discípulos golpeados, pero llenos de alegría. No porque les guste sufrir, sino porque su sufrimiento tiene un sentido: han sido considerados dignos de padecer por Cristo. ¿Cómo es posible que alguien sufra y aún así se alegre? Sólo el que ha encontrado a Cristo vivo puede entenderlo. Solo el que se sabe acompañado en la noche puede esperar el amanecer.

El Salmo que cantamos es un verdadero bálsamo para el alma: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?” Esa luz no es sólo la del cielo prometido, sino también la luz que atraviesa las grietas de nuestras vidas heridas. Esta esperanza no es ilusoria, es concreta. Y está alimentada por el deseo de "habitar en la casa del Señor", es decir, vivir bajo su presencia, incluso en la enfermedad o en la cruz.

Y en el Evangelio, contemplamos a Jesús rodeado de una multitud hambrienta. No se limita a predicarles, los alimenta, con un gesto profundamente humano y divino. La multiplicación de los panes nos recuerda que el Reino de Dios comienza con el acto humilde de compartir, y que el milagro ocurre cuando alguien —un niño, un insignificante— ofrece lo poco que tiene.

Jesús no se deja coronar como rey político. Él no viene a resolver nuestros problemas con poder externo, sino a transformarlos desde dentro, ofreciéndonos el pan que sacia el corazón. El pan que es su propia vida.

En este día de oración por los enfermos y quienes sufren, podemos reconocer en Jesús al que no pasa de largo, al que se sienta junto al lecho, al que multiplica el consuelo cuando parece que no hay nada.


III. Alusión a San Atanasio

Celebramos hoy a San Atanasio, defensor de la fe en tiempos turbulentos. Fue perseguido, exiliado, calumniado... y sin embargo, no renunció a la verdad de Cristo. En él vemos un ejemplo de esperanza activa, de fidelidad firme en medio de la adversidad. Él también fue, en su tiempo, un peregrino de la esperanza, luchando por la pureza de la fe en la divinidad de Cristo, cuando muchos se inclinaban por caminos fáciles.

San Atanasio, al igual que los apóstoles, no fue aclamado en su tiempo. Pero supo confiar en que la causa de Dios prevalecería.


IV. Aplicación y oración final

Queridos hermanos:

Hoy, el Señor nos invita a mirar el dolor con ojos nuevos. No como peso sin sentido, sino como camino posible hacia la vida plena, si lo vivimos con Cristo. En este Año Jubilar, pidamos la gracia de ser peregrinos de la esperanza, no sólo por nosotros, sino por tantos hermanos que no pueden orar, que no tienen fuerzas, que no tienen paz.

Y en silencio, pensemos ahora en un enfermo que conocemos, en una persona que sufre, y encomendémoslo a Jesús, el Pan Vivo, que nunca nos deja con las manos vacías.

 

Oración final (puede incluirse al final de la homilía o antes de la bendición):

Señor Jesús,
que no rehúyes a la multitud ni al sufrimiento humano,
danos tu luz cuando la enfermedad nos agobia,
tu paz cuando la injusticia nos hiere,
tu esperanza cuando el camino parece cerrado.

Te encomendamos a los enfermos,
a quienes sufren en el cuerpo o en el alma,
y a los que les cuidan con amor escondido.

Que el ejemplo de San Atanasio nos inspire fidelidad valiente,
y que nosotros, como tus discípulos,
podamos ser testigos de una alegría que nace del dolor redimido.

Haznos, Señor, peregrinos de la esperanza,
alimentados por tu Pan y sostenidos por tu Cruz.
Amén.

 

 



2

¡Lo que sobró!

 

«Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda».
Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.

Juan 6: 12-13


El evangelio de Juan está lleno de muchos signos y o símbolos. El pasaje anterior concluye la historia del milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Después de alimentar a la multitud con solo cinco panes de cebada y dos pescados, se pudieron llenar doce canastos de mimbre con lo que quedaba. ¿Cuál fue el motivo de las sobras?

San Agustín, al comentar este pasaje, explica que Jesús proporcionó más de lo que la gente podía comer como una forma de representar simbólicamente verdades espirituales que estaban más allá de lo que las grandes multitudes podían comprender. Por lo tanto, las enseñanzas de Jesús alimentaron espiritualmente a las multitudes hasta el punto de que quedaron completamente satisfechas. Pero a pesar de que la multitud en general estaba satisfecha con lo que Jesús les enseñó, todavía había mucho más que Él tenía que enseñar. Estas verdades espirituales más profundas están representadas por los doce canastos adicionales.

Los doce canastos representan a los Doce Discípulos. Ellos fueron los elegidos especialmente por Jesús para recibir mucho más. Recuerde los momentos en que Jesús enseñó a las multitudes en parábolas y luego, más tarde, explicaría el significado a los Doce en privado. Les reveló ciertas verdades que la mayoría de la gente no podía entender ni aceptar.

Es útil considerar tres grupos diferentes de personas en este milagro y aplicar esos grupos a nosotros hoy. 

El primer grupo de personas son los que ni siquiera estuvieron presentes para el milagro. Aquellos que no hicieron el viaje para estar con Jesús en el desierto. Este es el grupo más grande de personas dentro de la sociedad que llevan a cabo su vida diaria sin siquiera buscar el mínimo alimento de nuestro Señor.

El segundo grupo de personas es esta "gran multitud" que siguió a Jesús hasta el lado más remoto del mar de Galilea para estar con él. Estos representan a aquellos que buscan diligentemente a nuestro Señor todos los días. Son los que son fieles a la celebración de la Misa, a la lectura de la Escritura, a la oración y al estudio diarios. A esta agrupación de personas, nuestro Señor les enseña muchas cosas y se nutren de su santa Palabra y sus sacramentos.

El tercer grupo de personas, los Doce Discípulos que están representados por los Doce canastos de mimbre que sobraron, son aquellos que son excepcionalmente fieles a nuestro Señor y continúan siendo alimentados por Él de manera sobreabundante. Estos son aquellos que buscan comprender y abrazar las verdades espirituales más profundas para nutrirse y transformarse en el nivel más profundo.

Reflexione hoy sobre el hecho de que el alimento espiritual que nuestro Señor desea ofrecerle es, con mucha frecuencia, mucho más de lo que puede aceptar y consumir inmediatamente. Pero comprender ese hecho es el primer paso para disponerse a recibir aún más. Mientras reflexiona sobre esta sobreabundancia de alimento espiritual de nuestro Señor, vuelva a comprometerse especialmente a buscar los “doce canastos de mimbre” restantes de verdades espirituales. Si lo hace, descubrirá que realmente no hay fin para las profundidades transformadoras de los dones de la gracia que nuestro Señor desea concederle.

 

Mi generoso Señor, no solo das alimento espiritual a tu pueblo, sino que lo das en superabundancia. Mientras te busco a diario y estoy lleno de Tu misericordia, ayúdame a no cansarme nunca de deleitarme con el regalo sobreabundante de Tu gracia. Por favor, aliméntame, querido Señor, y ayúdame a consumir Tu santa Palabra. Jesús, en Ti confío.


San Atanasio, Obispo y Doctor
c. 295–373

 


2 de mayo: San Atanasio, Obispo y Doctor—Memoria


C. 296–373 Patrono de los teólogos 

 Proclamado Doctor de la Iglesia por el Papa San Pío V en 1568 


Ahora bien, cuando Arrio y sus compañeros hicieron estas afirmaciones y las confesaron descaradamente, reunidos con los obispos de Egipto y Libia, casi cien en número, los anatematizamos a ellos y a sus seguidores. Pero Eusebio y sus compañeros los admitieron a la comunión, deseosos de mezclar la falsedad con la verdad, y la impiedad con la piedad. Pero no podrán hacerlo, porque la verdad debe prevalecer; ni hay comunión de la luz con las tinieblas, ni concordia de Cristo con Belial. 

~San Atanasio

 

¿Puede algo ser 100% negro y 100% blanco al mismo tiempo? Ciertamente no. Fue una lógica similar a esta la que creó una feroz controversia conocida como arrianismo en la Iglesia del siglo cuarto. Entre los mayores opositores al arrianismo se encontraba San Atanasio, a quien hoy honramos.

Arrio era un sacerdote de Alejandría, el actual Egipto. La creencia de que Jesús era 100% humano y 100% divino le parecía lógicamente incompatible. Como resultado, Arrio enseñó que el Padre creó al Hijo, haciendo al Hijo subordinado al Padre y ni coeterno ni coigualcon Él. 

El debate finalmente se resolvería en un concilio de la Iglesia en Nicea, convocado por el emperador romano Constantino el Grande. La respuesta vino a través de la formulación del Credo de Nicea, que seguimos profesando hoy como Iglesia. El Credo de Nicea lo hizo bien, y el santo de hoy se aseguró de ello. 

Poco se sabe sobre la vida temprana de San Atanasio, pero se sabe mucho sobre su liderazgo inquebrantable, coraje y profundidad de fe, debido a los voluminosos escritos que dejó. Una historia relata que cuando Atanasio era solo un niño, él y dos amigos estaban jugando en la playa cuando el obispo de Alejandría los notó. El obispo observó que el joven Atanasio fingía bautizar a los otros niños, a imitación del propio obispo. Después de examinar la fe y la comprensión del sacramento de Atanasio, el obispo declaró que los bautismos de los otros niños por parte de Atanasio eran verdaderamente válidos. El obispo entonces tomó a Atanasio bajo su protección y se encargó de que recibiera la mejor educación que la floreciente ciudad cristiana de Alejandría podía ofrecerle. Llegó a ser un excelente estudiante y se sumergió especialmente en las Sagradas Escrituras.

En ese momento, Alejandría era un importante centro comercial, con una mezcla de cultura griega y romana. La fe era fuerte y las escuelas de la ciudad eran renombradas. Lo que salió de Alejandría afectó a toda la Iglesia. En 311, el obispo de Alejandría fue martirizado en una de las últimas persecuciones romanas de la fe. 

En 313, el emperador Constantino emitió el Edicto de Milán, legalizando la práctica de la fe cristiana. Al completar su educación, Atanasio fue ordenado diácono en Alejandría. Como diácono, su conocimiento de la Escritura se daría a conocer especialmente a través de su primera gran obra, Sobre la Encarnación del Verbo, en la que articula poderosamente que Jesús es la Palabra divina y eterna del Padre. 

Con la legalización del cristianismo y el fin de las persecuciones externas a la Iglesia, comenzó un nuevo ataque a la Iglesia, esta vez desde adentro. Hacia el año 318, Arrio, sacerdote de una rica parroquia de Alejandría, pronunció desde el púlpito que su obispo era hereje. Promovió su creencia de que el Hijo de Dios estaba subordinado al Padre, no participaba de Su divinidad y, por lo tanto, no era ni eterno ni coeterno. 

El obispo de Alejandría trabajó duro para reconciliar a Arrio, pero fue en vano. En 321 se celebró en Alejandría un sínodo de casi 100 obispos, y rechazaron las enseñanzas de Arrio. Posteriormente, Arrio rechazó a los obispos y huyó a Palestina, donde continuó difundiendo sus errores. Con el cristianismo legal en todo el imperio, Arrio emprendió una campaña de prédicación…,

En 325, Constantino convocó el primer concilio ecuménico de la Iglesia en la ciudad de Nicea, cerca de Constantinopla, con la cooperación del Papa Silvestre. 

A medida que los obispos se reunían de todo el imperio, muchos de ellos mostraban las marcas físicas de la persecución por parte de los emperadores romanos que habían soportado durante toda su vida. Ahora, se enfrentaron a un nuevo enemigo, uno que buscaba negar la divinidad de Cristo. En el consejo, a Arrio se le dio la libertad de presentar su caso ante la audiencia de todos. El obispo de Alejandría también expuso su caso. Testimonios posteriores también afirman que el diácono Atanasio fue una de las voces más claras y convincentes en apoyo de la divinidad de Cristo, basando sus argumentos en su obra Sobre la Encarnación del Verbo de Dios…De los más de 300 obispos presentes, solo dos se negaron a apoyar la posición articulada por el obispo de Alejandría y el diácono Atanasio. Se formuló un credo para articular clara y concisamente la fe pura de la Iglesia: el Credo de Nicea. Esos dos obispos que se negaron a aceptarlo, junto con Arrio, fueron exiliados. Poco después del concilio, murió el obispo de Alejandría y Atanasio, de treinta años, fue elegido su sucesor, para deleite de todo el pueblo.

Uno podría pensar que el Concilio de Nicea, con la emisión del Credo de Nicea, habría puesto fin a los problemas, pero no fue así. Poco después, los obispos exiliados que apoyaban a Arrio ganaron el apoyo del emperador Constantino y lo convencieron de exiliar al obispo Atanasio de Alejandría. Este fue el primero de cinco exilios que el obispo Atanasio soportaría de cuatro emperadores romanos diferentes. De hecho, diecisiete de sus cuarenta y ocho años como obispo de Alejandría los pasó en el exilio.

Romanos 8:28 dice: “Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Esta Escritura ciertamente se cumplió en la vida de San Atanasio. Durante sus cinco exilios, escribió más de cincuenta cartas que se han conservado, numerosas obras sobre la fe y la primera biografía detallada de un santo, San Antonio del Desierto. Su libro sobre San Antonio se basó en su conocimiento de primera mano de la vida de este monje del desierto. Se cree que Atanasio pasó al menos un año con Antonio antes de la muerte de este, y luego pasó cinco o seis años más con la comunidad de monjes del desierto que Antonio había ayudado a formar. 

El conocimiento de Atanasio de esta vocación única, así como su participación en ella, proporcionó a la Iglesia primitiva un poderoso testimonio de la vocación a la soledad y la oración. 

Su libro se convirtió en uno de los libros más copiados de esa época y sigue siendo muy popular en la actualidad. No hay duda de que ese trabajo contribuyó en gran medida a la comprensión de la vida contemplativa no solo de los monjes del desierto, sino también de los religiosos, el clero y los laicos. Además, las otras obras de Atanasio no solo condujeron finalmente al repudio total de la herejía arriana, sino que también han brindado a los teólogos desde entonces valiosos conocimientos sobre la fe, especialmente sobre la Encarnación y la divinidad de Cristo.

Mientras honramos a este gran Doctor de la Iglesia, reflexionemos especialmente sobre su inquebrantable devoción a la verdad, a pesar de soportar una persecución de por vida por ella. Hubiera sido más fácil para él permanecer en silencio, pero no lo hizo. Si a veces te encuentras comprometiendo tu fe, inspírate en San Atanasio y busca su intercesión hoy.

 

San Atanasio, tu fe, conocimiento de la verdad y compromiso inquebrantable con la proclamación de la verdad resultaron en mucho sufrimiento en tu vida. Sin embargo, Dios usó ese sufrimiento y tu coraje para purificar a la Iglesia y ponerla en un camino glorioso. Ora por mí, para que imite tu fe y valor en mi propia vida para que Dios pueda usarme para dejar un legado duradero para aquellos a quienes estoy llamado a amar y servir. San Atanasio, ruega por mí. Jesús, en Ti confío.


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