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22 de mayo del 2025: jueves de la quinta semana de Pascua- Santa Rita de Casia, religiosa


Santo del día:

Santa Rita

1381-1457. Impulsada por un profundo sentido del perdón y una gran paciencia frente al sufrimiento, esta monja agustina de Casia (Italia) es venerada como la santa patrona de las causas perdidas y desesperadas.

 

Sinodalidad

(Hechos 15, 7-21) He aquí a la Iglesia naciente, en los Hechos de los Apóstoles, debatiendo sobre cómo vivir la misión. ¿Es necesario imponer la circuncisión y otras prácticas a los nuevos cristianos venidos del paganismo? La discusión es tensa, las opiniones divergen. Acojamos de este momento eclesial la audacia de la sinodalidad, el valor de superar juntos los muros de separación y de abrirnos a la novedad del Espíritu.


(Juan 15,9-11) Como Hijo de Dios encarnado, Jesucristo obedeció perfectamente al Padre en Su naturaleza humana. El resultado fue que permaneció perfectamente lleno del amor del Padre. Pero eso no es todo. El gozo también se experimenta de una manera “completa” cuando imitamos la perfecta obediencia de Jesús.



Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (15,7-21):

EN aquellos días, después de una larga discusión, se levantó Pedro y dijo a los apóstoles y a los presbíteros:
«Hermanos, vosotros sabéis que, desde los primeros días, Dios me escogió entre vosotros para que los gentiles oyeran de mi boca la palabra del Evangelio, y creyeran. Y Dios, que penetra los corazones, ha dado testimonio a favor de ellos dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros. No hizo distinción entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones con la fe. ¿Por qué, pues, ahora intentáis tentar a Dios, queriendo poner sobre el cuello de esos discípulos un yugo que ni nosotros ni nuestros padres hemos podido soportar? No; creemos que lo mismo ellos que nosotros nos salvamos por la gracia del Señor Jesús».
Toda la asamblea hizo silencio para escuchar a Bernabé y Pablo, que les contaron los signos y prodigios que Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles. Cuando terminaron de hablar, Santiago tomó la palabra y dijo:
«Escuchadme, hermanos: Simón ha contado cómo Dios por primera vez se ha dignado escoger para su nombre un pueblo de entre los gentiles. Con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito:
“Después de esto volveré
y levantaré de nuevo la choza caída de David;
levantaré sus ruinas y la pondré en pie,
para que los demás hombres busquen al Señor,
y todos los gentiles sobre los que ha sido invocado mi nombre:
lo dice el Señor, el que hace que esto sea conocido desde antiguo”.
Por eso, a mi parecer, no hay que molestar a los gentiles que se convierten a Dios; basta escribirles que se abstengan de la contaminación de los ídolos, de las uniones ilegítimas, de animales estrangulados y de la sangre. Porque desde tiempos antiguos Moisés tiene en cada ciudad quienes lo predican, ya que es leído cada sábado en las sinagogas».

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 95,1-2a.2b-3.10

R/.
 Contad las maravillas del Señor
a todas las naciones


Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R/.

Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.

Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente».
 R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (15,9-11):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud».

Palabra del Señor

 

**********


1


Homilía: La Alegría de Amar y la Valentía de Caminar Juntos

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

En este tiempo de Pascua que aún resplandece con la luz del Resucitado, las lecturas que hoy nos ofrece la liturgia son una invitación a mirar con esperanza y valentía el camino que recorremos como Iglesia. Hoy se entrelazan tres ejes fundamentales que definen nuestra identidad jubilar: la sinodalidad como estilo de caminar juntos, el amor como mandato de Cristo, y la evangelización como misión que renueva el mundo.

1. La Sinodalidad: una Iglesia que escucha, discierne y se deja guiar por el Espíritu

La primera lectura (Hch 15, 7-21) nos sitúa en el corazón de un momento crucial de la Iglesia naciente. Ha surgido una crisis: ¿deben los paganos convertidos al cristianismo someterse a la circuncisión y a las leyes mosaicas? Las tensiones afloran, los puntos de vista son variados. Pero, en vez de romper la comunión, los apóstoles y ancianos se reúnen, escuchan, debaten, oran y deciden. Esta es la audacia de la sinodalidad: no tener miedo al conflicto, no imponer desde arriba, sino discernir en comunidad, bajo la guía del Espíritu Santo, aquello que favorece el crecimiento del Evangelio.

¡Cuánto necesita nuestra Iglesia de este estilo sinodal! En el Año Jubilar, el Papa Francisco de grata recordación, nos llamó a ser peregrinos de la esperanza, y ello exige que seamos también peregrinos en comunión, caminando juntos, escuchándonos, superando nuestras diferencias, integrando culturas, tradiciones y realidades diversas en una sola fe viva. ¿Qué muro nos está pidiendo hoy el Espíritu que derribemos? ¿Qué novedad estamos llamados a acoger sin miedo?

2. Permaneced en mi amor: el corazón de nuestra misión

El Evangelio de san Juan (15, 9-11) nos lleva al núcleo del mensaje cristiano: el amor. No se trata de un amor sentimental o pasajero, sino de permanecer en el amor de Cristo, como los sarmientos en la vid. Un amor que implica comunión, obediencia, fidelidad, entrega. Jesús nos asegura: “Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena”.

El amor es la fuente de la alegría pascual, y también de la auténtica vocación cristiana. No hay verdadera vocación –sea al sacerdocio, a la vida consagrada, al matrimonio o al laicado comprometido– sin esta raíz de amor. Por eso, en este día, oramos con fuerza por las vocaciones, especialmente aquellas al servicio de la evangelización. Que surjan corazones dispuestos a amar como Cristo, a dejarse podar por Él, a ser testigos de su gozo en medio de un mundo herido.

3. Evangelizar: anunciar a todos que el Señor reina

El salmo 96 (95), con su tono jubiloso, nos llama a cantar al Señor un cántico nuevo, a proclamar su gloria a los pueblos. Esta es la esencia de la misión de la Iglesia: no anunciar doctrinas frías ni imponer costumbres culturales, sino proclamar que el Señor es Rey, que su Reino es justicia, alegría, perdón, redención.

En este mes de María, queremos mirar a la Virgen como modelo de discípula misionera, como Madre de la Iglesia sinodal. Ella también vivió su propio “Concilio”: desde el anuncio del ángel, pasando por la visita a Isabel, hasta su presencia en Pentecostés, María acogió la novedad de Dios y supo discernir en la fe, sin imponer, sin resistirse, sin cerrar puertas. Ella nos enseña a abrirnos a lo inesperado, a confiar en el Espíritu, a caminar con esperanza.


Conclusión: Un camino que nos desafía y nos llena de gozo

Queridos hermanos:
El mundo nos desafía. Las culturas se cruzan, las ideas se enfrentan, los jóvenes buscan sentido y muchos se alejan de la fe. Pero el Espíritu Santo sigue obrando. Y hoy nos recuerda que la alegría de la Pascua y la fuerza del amor son más grandes que cualquier sombra.

Que este año jubilar no sea un simple recuerdo, sino un compromiso vivo: caminar juntos, amarnos más, anunciar mejor. Que el fruto de esta Eucaristía sea el deseo ardiente de ser una Iglesia más fraterna, más orante, más abierta a la voz de Dios y a las vocaciones que Él sigue sembrando en el corazón de su pueblo.

Cantemos al Señor un cántico nuevo, porque Él ha hecho maravillas. Él reina, y nosotros somos sus testigos. Con María, caminemos como peregrinos de la esperanza. Amén.


2


El buen fruto de la obediencia

 

«Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor»

(Juan 15,10)

 

Cuando Jesús pronunció estas palabras, continuó diciendo: «Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes, y su alegría sea plena». Estas dos frases, puestas una junto a la otra, ofrecen una enseñanza unificada sobre la obediencia santa a Jesús.

Primero, Jesús habla de la necesidad de cumplir sus mandamientos. Para algunos, esta afirmación, si se toma aisladamente, puede parecer una carga, una imposición dictatorial, opresiva o limitante. Pero ¿es así realmente? La respuesta la encontramos claramente al seguir leyendo.

Lo siguiente que enseña Jesús es que el fruto de cumplir sus mandamientos es “permanecer en su amor”. Además, aclara que no nos está pidiendo algo que Él mismo no haya hecho: Él fue obediente a la voluntad del Padre, cumpliendo sus mandamientos a la perfección. Por tanto, debemos escuchar este mandato como una expresión que brota de su propia decisión libre de vivir en obediencia. Como Hijo de Dios encarnado, obedeció perfectamente al Padre en su naturaleza humana. Y el resultado fue que permaneció plenamente colmado del amor del Padre. Pero aún hay más: también experimentó una alegría “completa” cuando vivió esa obediencia perfecta.

A la luz de esta enseñanza del Señor, ¿cómo ves tú la obediencia santa a la voluntad de Dios? Tomemos, por ejemplo, los Diez Mandamientos. ¿Te cuesta obedecerlos sin vacilar? ¿Los experimentas como cargas opresivas o como límites impuestos, en vez de lo que verdaderamente son? Cuando se entienden correctamente, los Diez Mandamientos —y todo lo que forma parte de la voluntad de Dios— son exactamente lo que necesitamos y, aún más, lo que verdaderamente deseamos en lo profundo del corazón. Anhelamos orden interior en vez de caos. Deseamos integridad en lugar de fragilidad. Buscamos alegría, no tristeza. Y deseamos la comunión con el amor de Dios antes que la pérdida de su presencia. El camino hacia esa vida que tanto anhelamos es la obediencia a los mandatos del Señor en todo.

Reflexiona hoy sobre cuál es tu reacción interior inmediata frente a la obediencia santa. Si descubres alguna resistencia a esta enseñanza de Jesús, ese mismo hecho es señal de que necesitas esta enseñanza más de lo que crees. Trata de ver la obediencia a la luz de la verdad. Intenta descubrir que, en lo profundo, tu alma anhela esa obediencia y el orden interior que ella genera. Examina especialmente aquellas áreas en las que te cuesta obedecer, y comprométete con firmeza a vivir una obediencia sin reservas a cada uno de los mandamientos del Señor.

Oración final:


Señor obediente, Tú cumpliste la voluntad de tu Padre celestial a la perfección. A través de esa obediencia, no solo experimentaste el amor y la alegría plena del Padre en tu humanidad, sino que nos dejaste también el ejemplo perfecto de santidad. Ayúdame a ver las áreas de mi vida donde necesito ser más obediente, para que también yo participe de tu vida santa y del amor del Padre. Jesús, en ti confío.


 

3

Obedecer por amor es vivir en la alegría de Dios

 

Queridos hermanos:

Jesús hoy nos entrega una de sus enseñanzas más luminosas:
«Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor».
Y añade inmediatamente:
«Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes, y su alegría sea plena» (Jn 15,10-11).

Estas palabras nos muestran que obedecer a Dios no es una carga, sino una puerta abierta al amor y a la alegría verdadera. Jesús no nos impone normas por capricho ni para controlarnos. Lo que nos ofrece es un camino de plenitud: obedecer como Él obedeció, amar como Él amó, y así vivir una alegría completa.

1. Obedecer no es someterse, es amar

La obediencia que Jesús nos pide no es la de un siervo temeroso, sino la de un hijo que ama. Así como Él obedeció al Padre y permaneció en su amor, nosotros, si cumplimos sus mandamientos, nos mantenemos en esa misma corriente de amor. Es una obediencia libre, generosa, que brota del corazón.

2. La obediencia trae alegría

Puede parecer contradictorio para el mundo moderno, pero Jesús lo dice claramente: la alegría nace de la obediencia. No de hacer lo que queremos, sino de hacer lo que Dios quiere. Cuando nuestra vida está en armonía con la voluntad del Padre, el alma se llena de luz. Esa es la verdadera felicidad: vivir en paz con Dios y con nosotros mismos.

3. Los mandamientos son una guía, no una prisión

Los Diez Mandamientos y todo lo que nos enseña Jesús no son un muro que encierra, sino una guía que orienta. Nos conducen hacia la libertad interior, el orden del alma, la integridad, la comunión con Dios. ¿Quién no desea eso en su vida?

Conclusión: Una invitación a vivir con alegría santa

Querido hermano, querida hermana:

Si hay alguna área de tu vida donde te cuesta obedecer al Señor, hoy es un buen día para mirarla con sinceridad y entregársela a Dios. Él no viene a aplastarte con exigencias, sino a elevarte con su amor. La obediencia cristiana no es renunciar a la libertad, sino descubrir su verdadero sentido: amar, servir y vivir en plenitud.

Que en este Año Jubilar, bajo el manto maternal de María, quien vivió una obediencia perfecta al plan de Dios, descubramos el gozo de seguir al Señor con todo el corazón. Y que muchos jóvenes escuchen también su llamado y se animen a responder con generosidad, sabiendo que obedecer al Señor es el camino seguro a la alegría que no pasa.

Jesús, en ti confío. Amén.

 



22 de mayo: Santa Rita de Casia – Memoria opcional

1386–1457
Patrona de las víctimas de abuso, causas imposibles, enfermedades, heridas, paternidad y viudez.
Invocada contra los problemas matrimoniales, peleas y discordias, e infertilidad.
Canonizada por el Papa León XIII el 24 de mayo de 1900.



Cita:

"Queridos hermanos y hermanas, la devoción mundial a Santa Rita está simbolizada por la rosa. Se espera que la vida de quienes la veneran sea como la rosa recogida en el jardín de Roccaporena en el invierno antes de la muerte de la santa. Es decir, que sea una vida sostenida por un amor apasionado al Señor Jesús; una vida capaz de responder al sufrimiento y a las espinas con el perdón y la entrega total de sí mismo, para difundir por todas partes el buen olor de Cristo (cf. 2 Cor 2,15) mediante una proclamación constante del Evangelio."
~ Discurso de San Juan Pablo II


Reflexión:

Margherita Lotti, conocida como Rita, nació en un pequeño pueblo cerca de Casia, Italia, en el seno de una familia de padres de edad avanzada. Tras años de infertilidad, sus padres vieron en su nacimiento una respuesta directa de Dios. Desde niña, Rita mostró una fe tan profunda que sus padres le construyeron un pequeño oratorio en casa para orar. Su deseo era entrar al convento, pero siguiendo las costumbres de la época, fue entregada en matrimonio a los doce años.

Rita es venerada como patrona de las causas imposibles, en parte debido al matrimonio difícil y doloroso que soportó con paciencia y amor. Su esposo era conocido por su carácter violento y cruel, tanto en lo físico como en lo emocional. Sin embargo, durante los dieciocho años de matrimonio, sus oraciones y su testimonio de virtud suavizaron poco a poco el corazón de su esposo, quien finalmente se acercó a Dios.

Tuvieron dos hijos, posiblemente gemelos, a quienes Rita educó en la fe católica con devoción maternal. En ese tiempo, eran comunes los conflictos entre familias. Su esposo, Paolo, pertenecía a la familia Mancini, enemistada con la familia Chiqui. Rita rezaba a diario por el fin de esa rivalidad. Sus súplicas dieron fruto: Paolo, ya convertido, intentó reconciliarse con los Chiqui, pero fue asesinado con engaño.

En el funeral, Rita perdonó públicamente al asesino de su esposo. Pero su cuñado Bernardo instigó a sus hijos a vengar la muerte del padre. Ante su negativa a perdonar, Rita recurrió a la oración. Pidió a Dios que preservara a sus hijos del pecado mortal del asesinato, incluso si eso significaba llevarlos al cielo antes. Dios la escuchó, y ambos murieron de disentería en el plazo de un año.

Ya viuda y sin hijos, Rita pidió entrar al convento. Fue rechazada por haber sido casada y por el escándalo de la muerte violenta de su esposo. Entonces, se consagró a buscar la paz definitiva entre su familia y los Chiqui. Oró fervientemente por la intercesión de sus santos patronos: san Juan Bautista, san Agustín y san Nicolás de Tolentino. También pidió la ayuda de santa María Magdalena, patrona del convento que deseaba. Finalmente, la reconciliación llegó, y Rita fue admitida en el convento de Santa María Magdalena en Casia. Una antigua tradición piadosa dice que sus tres santos patronos la introdujeron milagrosamente al convento a través de sus puertas cerradas.

Durante los cuarenta años de vida religiosa, Rita vivió en oración profunda, muchas veces durante toda la noche. Aceptó penitencias severas con alegría y se alimentaba solo una vez al día, principalmente del Santísimo Sacramento. Su fama de santidad atrajo a muchos que buscaban su intercesión. Algunos testimonios atribuyen milagros a sus oraciones.

A los 60 años, en oración ante el crucifijo, recibió los estigmas en forma de una herida en la frente, causada por una espina de la corona de Cristo. Este don místico habría ocurrido después de escuchar una predicación de san Jaime de la Marca sobre la corona de espinas. La herida era tan dolorosa y repulsiva que pasó la última década de su vida en reclusión, incluso de las demás religiosas. Solo una vez salió del convento: en una peregrinación a Roma. Milagrosamente, la herida sanó antes del viaje y reapareció al regresar.

Rita murió de tuberculosis a los 70 años. Su cuerpo fue hallado incorrupto al ser exhumado, y hoy reposa en un relicario de cristal en la Basílica de Santa Rita en Casia. Se afirma que a veces su cuerpo se eleva y que un suave perfume inunda el lugar.

Santa Rita sufrió profundamente, pero unió todo ese dolor a los sufrimientos de Cristo. Su deseo de infancia de ser religiosa se cumplió después de una vida marcada por la violencia, la pérdida y la renuncia. Vivió la entrega radical, el perdón heroico, la penitencia amorosa y la obediencia santa.


Invitación final:

Medita en tus propios sufrimientos. Si alguno se asemeja a los de Santa Rita —en el matrimonio, la pérdida, la familia, la salud o las heridas del alma—, une ese dolor al de Cristo crucificado y permite que Él transforme tu cruz en resurrección. Así, como Rita, llevarás el buen olor de Cristo al mundo.


Oración:

Santa Rita, tú que sufriste tanto a lo largo de tu vida, abrazando con amor cada herida y uniéndola a la Pasión de tu Salvador,
intercede por mí,
para que yo también sea fortalecido en la caridad,
acepte con amor toda cruz,
y busque la paz en mi corazón y en los que me rodean.
Santa Rita de Casia, ruega por mí.
Jesús, en Ti confío. Amén.

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