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24 de mayo del 2025: sábado de la quinta semana de Pascua

 

Amistad

Jesús acaba de llamar a sus discípulos "amigos", y no ya "siervos", haciéndolos entrar en la intimidad de su vida.

Él establece relaciones no basadas en una sumisión servil, sino en una amistad recíproca.

Es por esto que el envío al mundo para servirlo nos sitúa al mismo nivel que Cristo, con el riesgo de ser rechazados, pero también con la gracia, mediante el amor mutuo, de dar testimonio.

Colette Hamza, xavière


(Hechos 16, 1-10) Lo que da valor a Pablo y su compañero es la certeza de responder al llamado de Dios. Cuando nuestros proyectos no se concretan ni producen los resultados deseados, preguntémonos si están inspirados por el Señor. A veces, sin darnos cuenta demasiado, lo que pasa es que estamos tratando de satisfacer nuestras propias necesidades.



Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (16,1-10):

EN aquellos días, Pablo llegó a Derbe y luego a Listra. Había alli un discípulo que se llamaba Timoteo, hijo de una judía creyente, pero de padre griego. Los hermanos de Listra y de Iconio daban buenos informes de él. Pablo quiso que fuera con él y, puesto que todos sabían que su padre era griego, por consideración a los judíos de la región, lo tomó y lo hizo circuncidar.
Al pasar por las ciudades, comunicaban las decisiones de los apóstoles y presbíteros de Jerusalén, para que las observasen. Las iglesias se robustecían en la fe y crecían en número de día en día.
Atravesaron Frigia y la región de Galacia, al haberles impedido el Espíritu Santo anunciar la palabra en Asia. Al llegar cerca de Misia, intentaron entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo consintió. Entonces dejaron Misia a un lado y bajaron a Tróade.
Aquella noche Pablo tuvo una visión: se le apareció un macedonio, de pie, que le rogaba: «Pasa a Macedonia y ayúdanos».
Apenas tuvo la visión, inmediatamente tratamos de salir para Macedonia, seguros de que Dios nos llamaba a predicarles el Evangelio.

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 99,1-2.3-5

R/.
 Aclama al Señor, tierra entera

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R/.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R/.

El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades. R
/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (15,18-21):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros.
Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.
Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo”. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.
Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió».

Palabra del Señor

 

 *****************


1


“La fuerza del testimonio en la amistad con Cristo”


Lecturas: Hch 16, 1-10 / Sal 100 (99) / Jn 15, 18-21
Memoria de la Virgen María en Sábado

1. Introducción: María, modelo de amistad fiel

En este sábado en el mes mariano y dentro del tiempo pascual, la Iglesia nos propone contemplar el misterio del seguimiento de Cristo desde la perspectiva de la amistad. Una amistad verdadera, como la de María con su Hijo, que la lleva a acompañarlo en la misión, a compartir su destino y a ofrecer su vida por amor. El Evangelio de hoy nos recuerda que ser amigos de Jesús es un llamado exigente, pero profundamente fecundo.


2. Evangelio: Una amistad que transforma el mundo (Jn 15, 18-21)

Jesús ha elevado a sus discípulos a la categoría de amigos. Este cambio no es una simple fórmula: es un nuevo estilo de relación con Dios. No se trata ya de una obediencia basada en el miedo o en normas impuestas, sino de una entrega libre, nacida del amor. Sin embargo, advierte: esta amistad con Él nos pone en contraposición con el mundo. El discípulo, por ser amigo del Crucificado, puede esperar incomprensión, rechazo, incluso persecución.

Aplicación pastoral:

  • La amistad con Cristo nos compromete a actuar como Él: con ternura, pero también con firmeza frente a las injusticias.
  • En el Vicariato Apostólico, esta amistad debe movernos a ser testigos creíbles en medio de los desafíos culturales, sociales y ecológicos de nuestras islas.

3. Primera lectura: El Espíritu guía a los amigos de Cristo (Hch 16, 1-10)

Pablo y Timoteo emprenden el viaje misionero guiados por el Espíritu Santo. No se trata de una estrategia humana, sino de una obediencia confiada a la voz de Dios que los conduce, incluso cerrando puertas para abrir otras. La amistad con Cristo no significa controlarlo todo, sino dejarse conducir por el Espíritu.

Elementos para la reflexión:

  • ¿Nos dejamos guiar por el Espíritu en nuestras decisiones pastorales y vocacionales?
  • ¿Sabemos discernir cuándo Dios nos llama a detenernos y cuándo a avanzar?

4. Salmo: Servir con alegría (Sal 100/99)

Este canto jubiloso nos recuerda que pertenecer al Señor es motivo de alegría. Somos su pueblo, el rebaño que Él guía con amor. El amigo de Dios no es un siervo temeroso, sino alguien que sirve desde el gozo de haber sido elegido.

Resonancias litúrgicas:

  • La alegría del servicio es clave en la vida cristiana, especialmente en este Año Jubilar, donde se nos llama a ser peregrinos de la esperanza.
  • La amistad con Jesús renueva nuestro modo de vivir la vocación, no como carga sino como don.

5. María, icono de la amistad fiel

Celebramos en este sábado a la Virgen María, quien fue la amiga perfecta del Señor. Ella escuchó, creyó, acompañó y permaneció. En ella vemos lo que significa estar en comunión con Cristo incluso en el rechazo, como al pie de la cruz. Su presencia maternal acompaña hoy a los discípulos-misioneros que, como Pablo, salen al encuentro de los nuevos pueblos y culturas.


6. Conclusión: Discípulos y amigos

Queridos hermanos y hermanas, el cristiano no es un esclavo sino un amigo de Dios. Esta amistad nos da identidad y misión. Pero no estamos solos: el Espíritu nos guía, y María, la Madre de Jesús y nuestra Madre, intercede por nosotros para que podamos vivir esta amistad con valentía, alegría y fidelidad.


Sugerencia para oración final:

Señor Jesús, gracias por llamarnos amigos.
Haznos testigos tuyos en el mundo, aún en medio del rechazo.
Que el Espíritu nos guíe como a Pablo y Timoteo.
Y que la Virgen María, amiga fiel, nos enseñe a caminar contigo hasta la cruz y la gloria.

Amén.


2

El odio del mundo y la fidelidad al Evangelio

“Si el mundo los odia, sepan que a mí me ha odiado antes que a ustedes.
Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya; pero el hecho es que no son del mundo, sino que yo los he escogido y sacado del mundo. Por eso el mundo los odia.”

(Juan 15, 18-19)

 

1. Una advertencia profética y consoladora

Estas palabras de Jesús, lejos de ser una amenaza o una sentencia amarga, son una advertencia llena de misericordia. El Señor no esconde la verdad a sus discípulos: quien lo sigue fielmente, tarde o temprano encontrará rechazo, críticas o incluso persecución. Pero ese odio del mundo no es una señal de fracaso espiritual, sino de comunión con Él.

Nadie desea ser odiado. Nadie quiere ser ridiculizado, atacado o despreciado. Sin embargo, Jesús nos recuerda que, si permanecemos firmes en su verdad y en su amor, esa resistencia del mundo es esperable. Y más aún: es una señal de que ya no pertenecemos al sistema de valores que este mundo propone.


2. El mundo y sus falsas promesas

Jesús habló de tres grandes enemigos del alma: la carne, el demonio y el mundo. En este pasaje, se refiere al "mundo" no como la creación de Dios, que es buena, sino como esa estructura de pensamiento, valores y costumbres que se opone a la verdad del Evangelio.
Este mundo propone una vida centrada en la apariencia, el placer, el éxito superficial, el relativismo y el rechazo a toda verdad absoluta. Nos dice que la felicidad está en el tener, en el aparentar, en la autosuficiencia. Nos empuja a abandonar los principios cristianos para encajar en una sociedad líquida, que cambia sus ideales según las modas.

Los medios de comunicación, la cultura popular, las ideologías dominantes, a menudo nos presentan una visión distorsionada del ser humano y de su destino. Nos quieren hacer creer que todo es relativo, que todo se negocia, incluso la verdad y la dignidad humana.


3. La cruz del discípulo fiel

Cuando el cristiano se mantiene fiel a Cristo y a su Evangelio, incluso en medio de este clima adverso, aparece inevitablemente la incomprensión. El discípulo que defiende la vida, la familia, la verdad, la justicia y la castidad puede ser tildado de intolerante, retrógrado o fanático. Hoy no se asesina con piedras, pero sí con burlas, desprecios, cancelaciones y silencios.

Jesús, sin embargo, no nos abandona. Él nos da su Palabra para que no caigamos en el desconcierto. Sus palabras son luz que disipa la confusión. Son fuerza que nos libra de la manipulación del mundo. En el fondo, nos está diciendo: “No te sorprendas si eres rechazado. Eso significa que estás unido a mí. Y si estás unido a mí, también gozarás de mi victoria”.


4. ¿Qué hacer ante el odio del mundo?

Ante el odio del mundo, el cristiano no responde con odio, ni con miedo, ni con violencia. Responde con amor firme, con fidelidad sin concesiones, con esperanza invencible.
Jesús nos invita a vivir nuestra fe sin ocultarla, sin maquillarla, sin negociarla. Y si eso trae consecuencias, entonces debemos alegrarnos, porque estamos siendo configurados con el mismo Cristo.
Si no experimentamos nunca resistencia del mundo, quizás debamos preguntarnos si realmente estamos viviendo de acuerdo con el Evangelio. Y si somos perseguidos o incomprendidos, debemos recordar que eso nos asemeja más al Maestro, y que bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia (Mt 5,10).


5. Oración final

Señor Jesús,
Tú fuiste odiado por aquellos que se resistieron a la verdad,
pero nunca dejaste de amar.
Enséñanos a no temer el rechazo, ni a desear la aprobación del mundo.
Danos la gracia de mantenernos fieles a Ti,
aún cuando eso implique la cruz.
Que sepamos vivir como hijos de la luz,
aunque caminemos en medio de la oscuridad.
Y que nuestra mayor alegría sea saber que somos tuyos,
escogidos y enviados por Ti.
Jesús, en Ti confío. Amén.


3

SENSIBILIDAD AL ESPÍRITU SANTO COMO REQUISITO PREVIO PARA EL DISCERNIMIENTO

LECTURAS BÍBLICAS: [Hechos 16, 1-10; Juan 15, 18-21]

No podemos dejar de notar el papel del Espíritu Santo en el desarrollo de la Iglesia primitiva y en la expansión de la misión hacia lugares lejanos, a pesar de la persecución. Si el Espíritu Santo tuvo un papel tan activo en la expansión de la fe cristiana, fue porque los primeros cristianos tenían su radar espiritual sintonizado con el Espíritu Santo. Eran conscientemente sensibles a sus inspiraciones, ya fuera en la predicación o en la sanación. Sobre todo, en todo lo que hacían, no solo lo hacían en nombre del Señor, sino siempre en consulta con el Espíritu Santo.

Un ejemplo de ello lo vemos en la primera lectura de hoy. Leemos cómo las comunidades cristianas crecían en fortaleza y en número. Y mientras san Pablo y Timoteo recorrían las iglesias en su misión, permanecían dóciles a las mociones del Espíritu Santo, incluida la decisión de no predicar el Evangelio en Asia: “cuando llegaron a la frontera de Misia intentaron pasar a Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió, así que atravesaron Misia y bajaron a Tróade.” Fue en la oración donde san Pablo recibió una visión que lo enviaba a Macedonia. San Lucas escribió: “Después de haber tenido la visión, inmediatamente buscamos cómo pasar a Macedonia, convencidos de que Dios nos llamaba para anunciarles la Buena Nueva.” Tal era la claridad del llamado y del mensaje de Dios para ellos. Nunca intentaban nada sin la convicción de que era la voluntad del Señor.

Nosotros también debemos aprender de ellos si queremos permanecer fieles al Señor en nuestra misión o ministerio. Con frecuencia, muchas de nuestras iniciativas o incluso proyectos se basan más en cálculos humanos, planificación, técnicas y ambiciones, que en una verdadera inspiración del Espíritu Santo. Por supuesto, no todas surgen de motivos egoístas o ulteriores; la mayoría proviene de la buena voluntad de las personas. Sin embargo, no podemos tener verdadero éxito en el ministerio a menos que sea el Señor quien construya. Tampoco debemos dejarnos engañar por éxitos inmediatos o a corto plazo, pues el demonio puede simular tales éxitos temporales para darnos la impresión de que estamos haciendo lo correcto. Si nuestro éxito no perdura, no es obra del Espíritu Santo. Así que, antes de felicitarnos como si la batalla ya estuviera ganada, estemos atentos y seamos discernientes. ¡Hay muchas falsificaciones de la obra de los espíritus malignos!

Esto es cierto incluso cuando sentimos que enfrentamos oposición en la obra que realizamos. Con frecuencia, saltamos a la conclusión de que, como somos rechazados, se trata de una obra del maligno. Pero a veces, el mal que hay en nosotros mismos es el que está causando la oposición aparente o la supuesta persecución. No toda oposición proviene de los espíritus malignos. Por el contrario, puede que el Espíritu bueno sea quien esté obrando, si somos nosotros quienes necesitamos una purificación de nuestras intenciones. Dios puede enviar al Espíritu bueno para despertarnos, desafiarnos e incluso sacudirnos de nuestra complacencia, de nuestros modos mediocres de actuar y de nuestras tradiciones obsoletas. Por tanto, antes de afirmar que Dios está de nuestro lado porque nos rechazan o se nos oponen, debemos discernir una vez más entre las obras de los espíritus buenos y las de los espíritus contrarios.

Claro está que, con frecuencia, debido a los celos y la inseguridad, incluso cuando hacemos el bien, enfrentamos mucha persecución, oposición y críticas duras, no solo del mundo, sino desde nuestro propio entorno, y aún peor, de nuestros colaboradores, pastores y sacerdotes. Nada resulta tan desalentador como que nuestras buenas obras sean puestas en duda por los de nuestra propia familia espiritual. Ser malinterpretado y ridiculizado por nuestros propios hermanos y hermanas es posiblemente el peor tipo de persecución que uno puede experimentar en el ministerio. Nuestros enemigos externos no nos harán abandonar el ministerio, pero nuestros enemigos internos sí pueden hacerlo. En lugar de ofrecer apoyo y aliento, intentan socavar el bien que hacemos con críticas sin entender lo que estamos haciendo, y muchas veces, basadas en información parcial o no verificada. En otras palabras, ¡se nos juzga por rumores! Esto resulta impactante, porque solemos pensar que el “mundo” del que habla Jesús en el Evangelio se refiere solo a quienes están fuera de los límites de la Iglesia. No es así; el mundo no se define por un lugar, sino por el estado de nuestra mente y alma. Cualquiera que tenga una “mentalidad mundana” pertenece al mundo.

Y como Jesús nos advirtió: “Si el mundo os odia, sabed que antes me ha odiado a mí. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.” 

Obviamente, el maligno busca destruir la obra de Cristo a toda costa, incluyendo a nosotros, sus discípulos. Esto se ve claramente en el mundo secular de hoy, donde nuestros valores —especialmente los valores morales, como la permanencia del matrimonio entre un hombre y una mujer, la vida familiar, la justicia en la política y la economía, la dignidad de los pobres, los no nacidos, los ancianos, y la santidad del cuerpo humano (sea en relación a la sexualidad o a la manipulación del cuerpo con fines científicos)— están en desacuerdo con un mundo científico, individualista, materialista y relativista. Por eso debemos tomar en serio lo que Jesús ya nos preparó para esperar: “Acordaos de la palabra que os dije: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Pero todo esto os lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.”

Hablando a la Academia Pontificia de Ciencias Sociales en 2011, el Papa Benedicto XVI advirtió que la libertad religiosa está siendo objeto de un nuevo ataque comparable a “la negación sistemática de los regímenes ateos del siglo XX”, como el comunismo y el nazismo. Derechos humanos tan fundamentales, especialmente el derecho a la libertad religiosa y de culto, están “de nuevo amenazados por actitudes e ideologías que impiden la libre expresión religiosa.” En muchos lugares, “las minorías religiosas que aspiran a vivir en paz con sus conciudadanos y participar plenamente en la vida civil y política de la nación” no son respetadas. En verdad, el mundo, es decir, todos aquellos que se oponen al derecho de adorar a Dios y a la libertad religiosa, sigue actuando no en favor de Dios, sino contra el Espíritu de Dios. Tertuliano “enfatizaba que a Dios debe adorársele en libertad, y que está en la naturaleza de la religión no admitir la coacción.”

Ahora bien, no toda persecución del mundo obra en nuestra contra. A veces, nuestros enemigos aparentes, que buscan destruirnos dañando la credibilidad de la Iglesia, pueden ser instrumentos inconscientes del Señor para purificar nuestra fe, nuestra integridad moral y nuestro compromiso con los valores del Evangelio. Por eso, aunque nos veamos tan vulnerables y en riesgo de perder credibilidad ante el mundo, el Espíritu Santo usa estas persecuciones como una espada de doble filo para llevarnos de vuelta al Señor con verdad y amor. Es en acontecimientos como los escándalos cometidos por líderes religiosos donde la Iglesia saldrá más fuerte y más pura, caminando en el Espíritu y en la verdad prístina del Evangelio.

Por consiguiente, si queremos escuchar correctamente al Espíritu, es urgente que recuperemos nuestra sensibilidad a la acción del Espíritu Santo en nuestra vida personal y en nuestras comunidades eclesiales. Esto solo puede suceder si fortalecemos nuestra vida de oración, aumentamos nuestra exposición a la Palabra de Dios mediante el estudio y la contemplación, y sobre todo, mediante el compartir mutuo de la Palabra.

Con una comprensión más profunda de nuestra fe y de nuestros valores, deberíamos entonces, con caridad y humildad, buscar el diálogo con quienes no están de acuerdo con nosotros, ya sean detractores dentro de nuestra misma Iglesia o fuera de ella. Solo a través del diálogo —y nunca mediante la violencia en ninguna de sus formas— podemos difundir el Evangelio. En la mayoría de los casos, nuestros detractores, si no están movidos por celos o inseguridad, están simplemente desinformados. Por eso la caridad hacia nuestros enemigos y perseguidores debe expresarse en el diálogo y, sobre todo, en el perdón. Como Jesús en la cruz, aunque nuestros adversarios nos odien y rechacen el diálogo, debemos perdonarlos de corazón y orar por ellos, para que el Espíritu Santo los ilumine, los lleve al reconocimiento y al arrepentimiento. Jamás debemos tomar las cosas en nuestras propias manos, sino encomendarlo todo a la acción del Espíritu Santo, que obrará de forma invisible y convertirá todo mal en un bien para su propósito divino.

Cardinal William SC Goh,

Roman Catholic Archbishop of Singapore

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