10 de mayo del 2025: sábado de la tercera semana de Pascua- San Juan de Ávila, presbítero y Doctor de la Iglesia
Santo del día
San Juan de Ávila
1502-1569. Este sacerdote y
teólogo español, con su ardiente predicación, estuvo en el origen de las
conversiones de San Francisco de Borja y San Juan de Dios. Doctor de la Iglesia
desde 2012.
La cuestión de la fe
Juan 6:60-69
“¿Ustedes también quieren irse?”»
¿Qué se esconde detrás de la
pregunta que Jesús dirige a sus discípulos? ¿Tristeza? ¿Una crítica? ¿Un toque
de provocación? ¿O tal vez un llamado a la confianza? Porque si bien la fe nace
siempre del encuentro gozoso y entusiasta con el Señor, pasa también por el
crisol de la desilusión y de la incomprensión.
De estas situaciones de
estancamiento también puede surgir una respuesta llena de confianza: «Señor,
¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna».
Bertrand Lesoing, sacerdote de
la comunidad de San Martín
(Juan 6, 60-69) Las palabras de Jesús son a veces difíciles de entender. En estos momentos, pensemos en los Doce que no se dejaron detener por estas dificultades. Continuaron caminando tras las huellas de Cristo, elevando la mirada al horizonte de la vida eterna.
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (9,31-42):
EN aquellos días, la Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba construyendo y progresaba en el temor del Señor, y se multiplicaba con el consuelo del Espíritu Santo.
Pedro, que estaba recorriendo el país, bajó también a ver a los santos que residían en Lida. Encontró allí a un cierto Eneas, un paralítico que desde hacía ocho años no se levantaba de la camilla.
Pedro le dijo:
«Eneas, Jesucristo te da la salud; levántate y arregla tu lecho».
Se levantó inmediatamente. Lo vieron todos los vecinos de Lida y de Sarón, y se convirtieron al Señor.
Había en Jafa una discípula llamada Tabita, que significa Gacela. Tabita hacía infinidad de obras buenas y de limosnas. Por entonces cayó enferma y murió. La lavaron y la pusieron en la sala de arriba.
Como Lida está cerca de Jafa, al enterarse los discípulos de que Pedro estaba allí, enviaron dos hombres a rogarle:
«No tardes en venir a nosotros».
Pedro se levantó y se fue con ellos. Al llegar, lo llevaron a la sala de arriba, y se le presentaron todas las viudas, mostrándole con lágrimas los vestidos y mantos que hacía Gacela mientras estuvo con ellas. Pedro, mandando salir fuera a todos, se arrodilló, se puso a rezar y, volviéndose hacia el cuerpo, dijo:
«Tabita, levántate».
Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. Él, dándole la mano, la levantó y, llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva.
Esto se supo por todo Jafa, y muchos creyeron en el Señor.
Palabra del Señor
Salmo
Sal 115,12-13.14-15.16-17
R/. ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?
¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor. R/.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles. R/.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando el nombre del Señor. R/.
Lectura del santo evangelio segun san Juan (6,60-69):
EN aquel tiempo, muchos de los discípulos de Jesús dijeron:
«Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?».
Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:
«¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen».
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar.
Y dijo:
«Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede».
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce:
«¿También vosotros queréis marcharos?».
Simón Pedro le contestó:
«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».
Palabra del Señor
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1
📖 Comentario bíblico
Primera
lectura: Hechos 9,31-42
El
libro de los Hechos nos muestra una Iglesia que, tras la conversión de Pablo y
el sosiego político, vive un tiempo de paz, consolidación y crecimiento. La
acción del Espíritu se manifiesta en signos concretos de sanación, como en el
caso de Eneas y la resurrección de Tabitá. Pedro se convierte en un instrumento
de misericordia y vida nueva. Este texto es una invitación a redescubrir nuestra
vocación como instrumentos de esperanza activa, capaces de levantar, animar y
resucitar lo que parece perdido o sin futuro.
Salmo
116(115)
El
salmista responde con gratitud al amor de Dios, ofreciendo el “cáliz de
salvación” como símbolo de comunión. Es un canto eucarístico y vocacional:
“Cumpliré al Señor mis votos”. La vida consagrada, el ministerio ordenado y la
entrega en la vida laical encuentran aquí eco: vivir como ofrenda agradecida y
testimonio de fidelidad.
Evangelio:
Juan 6,60-69
Jesús
ha hablado del Pan de Vida, y muchos discípulos no comprenden. Se escandalizan.
Ante la dificultad, muchos abandonan. Pedro, en nombre del grupo, da la
respuesta del corazón creyente: “Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras
de vida eterna”. Esta escena es un espejo de nuestras crisis vocacionales,
dudas de fe y momentos de oscuridad. No es ajeno al camino jubilar, donde
muchas veces la esperanza también es probada.
🙏 Homilía
Título:
“¿A quién iremos? Peregrinos de la esperanza con María”
Queridos
hermanos y hermanas:
Nos
encontramos hoy en el corazón de la Semana
de Oración por las Vocaciones, dentro del Tiempo Pascual y bajo la
tierna mirada de María, a quien recordamos especialmente los sábados. En este
año jubilar, llamados a ser Peregrinos
de la Esperanza, la liturgia nos regala una Palabra que
consuela, sacude y llama.
1. Una Iglesia en camino y en crecimiento (Hch 9,31-42)
La
Iglesia primitiva, al igual que nosotros hoy, no siempre tuvo tiempos fáciles.
Pero con la fuerza del Espíritu, y con discípulos disponibles como Pedro, supo
levantar al paralítico y devolver la vida a una mujer querida por todos.
¿Cuántos “Eneas” están hoy postrados por la desesperanza? ¿Cuántas “Tabitas”
necesitan resucitar del anonimato o del abandono?
Vocación
es eso: dejarse enviar para levantar, consolar, reconstruir, y acompañar. Es
permitir que a través nuestro, Cristo actúe.
2. La prueba de la fe y la perseverancia (Jn 6,60-69)
El
discurso del Pan de Vida escandalizó a muchos. Hoy también la fe y el
seguimiento radical de Cristo resultan difíciles. Hay quienes se alejan, dudan,
se cansan. Pero en esa desbandada, Pedro pronuncia una de las más bellas
profesiones de fe: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”.
Esta
es también la palabra de quienes perseveran en la vocación: los esposos que
siguen luchando juntos, los sacerdotes que oran con sus comunidades, los
consagrados que renuevan su sí en lo oculto, los jóvenes que aún buscan
sentido. En medio de la confusión, Pedro nos enseña el camino de la fidelidad
confiada.
3. María, Madre de la Esperanza
María
también escuchó palabras difíciles: “una espada te atravesará el alma”, “no
había lugar para ellos en la posada”, “tu hijo ha sido crucificado”. Pero nunca
dejó de caminar. Como buena peregrina, sostuvo la esperanza de los discípulos.
Hoy sigue caminando con la Iglesia, sosteniendo a quienes responden al llamado
de Dios. Ella es modelo y madre de toda vocación.
4. Peregrinos de la esperanza y sembradores de vocaciones
En
este año jubilar, cada uno de nosotros está llamado a renovar su sí, a dejarse
renovar por la fuerza del Espíritu. Pero también somos responsables de crear
ambientes donde otros puedan descubrir su vocación. La Iglesia necesita
testigos creíbles, comunidades orantes, familias abiertas a la vida y a la
entrega.
🕊️ Aplicaciones pastorales
·
Invitar
a la comunidad a orar por las vocaciones concretas en su parroquia, vicariato o
diócesis.
·
Motivar
testimonios breves de religiosos/as, laicos comprometidos o seminaristas
después de la homilía.
·
En
una adoración o bendición final, consagrar las vocaciones a María, Madre de la
esperanza.
🙌
Oración final sugerida (para después de la comunión o en la bendición final)
"María, Madre de la esperanza, tú que supiste guardar
en el corazón las palabras de tu Hijo, enséñanos a decir 'sí' con generosidad.
Sostén a quienes han sido llamados al sacerdocio, a la vida consagrada, al
matrimonio y al servicio misionero. Que nunca falten en la Iglesia corazones
valientes que sigan a tu Hijo con alegría. Amén."
2
Un misterio duro y profundo
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce:
«¿También vosotros queréis marcharos?».
El evangelio de hoy concluye el hermoso y profundo sermón sobre el pan de vida (ver Juan 6: 22–71 ). Cuando se lee este sermón de principio a fin, se nota que Jesús pasa de declaraciones más generales sobre el Pan de Vida que son más fáciles de aceptar a declaraciones más específicas que son desafiantes. Concluye Su enseñanza justo antes del Evangelio de hoy diciendo muy directamente: "El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él". Después de que Jesús dijo esto, muchos de los que lo habían estado escuchando lo dejaron y ya no lo siguieron.
En general, hay tres actitudes comunes que las personas tienen hacia la Santísima Eucaristía. Una actitud es la de una fe profunda. Otra es la de la indiferencia. Y una tercera es lo que encontramos en el evangelio de hoy: una actitud de incredulidad. Los que se alejaron de Jesús en el evangelio de hoy lo hicieron porque dijeron: “Esta palabra es dura; ¿Quién puede aceptarlo? Qué gran declaración y pregunta para reflexionar.
Es verdad, en cierto modo, que la enseñanza de Jesús sobre la Santísima Eucaristía es un dicho duro. "Difícil", sin embargo, no está mal considerarlo así. Es difícil en el sentido de que creer en la Eucaristía solo es posible a través de una fe que proviene de una profunda revelación interior de Dios. En el caso de aquellos que se alejaron de Jesús, escucharon su enseñanza, pero sus corazones estaban cerrados al don de la fe. Se quedaron estancados en un nivel puramente intelectual y, por tanto, la idea de comer la Carne y la Sangre del Hijo de Dios era algo que no podían comprender. Entonces, ¿Quién podría aceptar tal declaración? Sólo los que escuchan a nuestro Señor cuando les habla interiormente. Sólo esa convicción interior que viene de Dios puede ser prueba de la veracidad de la Sagrada Eucaristía.
¿Cree que cuando consume lo que parece ser sólo "pan y vino", en realidad está consumiendo a Cristo mismo? ¿Entiende esta enseñanza de nuestro Señor sobre el pan de vida? Es un dicho duro y una enseñanza difícil, por eso hay que tomarlo muy en serio. Para aquellos que no rechazan rotundamente esta enseñanza, también existe la tentación de adoptar una actitud indiferente ante la enseñanza. Fácilmente se puede malinterpretar como un simbolismo en la forma en que nuestro Señor habla. Pero el simbolismo es mucho más que simbolismo. Es una enseñanza profunda, desafiante y transformadora de cómo compartimos la vida divina y eterna que nuestro Señor desea conferirnos.
Reflexione hoy sobre cuán profundamente cree en esta dura palabra de Jesús. El hecho de que sea un dicho "difícil" debería hacer que examine seriamente su propia fe o la falta de ella. Lo que Jesús enseña cambia vidas. Es vivificante. Y cuando se entienda claramente, se le desafiará a creer con todo su corazón o alejarse con incredulidad. Permítase creer en la Santísima Eucaristía con todo su corazón y encontrará que está creyendo en uno de los Misterios de Fe más profundos.
Mi glorioso Señor, Tu enseñanza sobre la Santísima Eucaristía está más allá de la comprensión humana. Es un misterio tan profundo que nunca entenderemos completamente este precioso regalo. Abre mis ojos, querido Señor, y habla a mi mente para que pueda escuchar Tus palabras y responder con la fe más profunda. Jesús, en Ti confío.
10 de
mayo:
San
Juan de Ávila, presbítero y doctor de la Iglesia—Memoria opcional
1499–1569 Santo
Patrón de los sacerdotes españoles Canonizado por el Papa Pablo VI el 31
de mayo de 1970
Proclamado
Doctor de la Iglesia por el Papa Benedicto XVI el 7 de octubre de 2012
Cita:
No conozco nada mejor que meditar en que nuestro Señor, con quien debemos
tratar, es Dios y hombre, y reflexionar sobre las razones por las que desciende
al altar. Sin duda, un gesto de amor así debería ser suficiente para despertar
a cualquiera del letargo de la indiferencia. Que esa persona reflexione sobre
este Misterio y se diga a sí misma: «Es Dios Todopoderoso quien descenderá al
altar al oír las palabras de la Consagración: lo sostendré en mis manos,
conversaré con él y lo recibiré en mi pecho». Si tan solo recordamos esto, y
si, con la ayuda del Espíritu Santo de Dios, penetra en nuestra alma, será
suficiente, y más que suficiente, para permitirnos, frágiles mortales como
somos, cumplir este sagrado deber como debemos.
~Carta a un sacerdote sobre la
preparación para la Misa, San Juan de Ávila
Reflexión:
Aunque el santo de hoy lleva
el nombre de Ávila, ese era simplemente su nombre, no su lugar de origen. Juan
de Ávila nació en la ciudad de Almodóvar del Campo, España, menos de una década
después de que España se liberara de casi 800 años de dominio musulmán. Fue
hijo único, nacido en edad adulta, de padres que habían tenido dificultades
para concebir. Sus padres, nobles, adinerados y devotos, atribuyeron el
nacimiento de Juan a la intercesión de Santa Brígida de Suecia. Cabe destacar
que Juan nació en la festividad de la Epifanía.
A los catorce años, Juan fue
enviado a estudiar derecho en la prestigiosa Universidad de Salamanca, pero
nunca terminó la carrera. Tras cuatro años de estudio, tuvo una profunda
conversión, tras lo cual regresó a casa de sus padres para un período de tres años
de oración y discernimiento. Durante ese tiempo, Juan comenzó a sentir el
llamado de Dios al sacerdocio. Buscó consejo espiritual de un fraile
franciscano, quien le dijo que creía que estaba llamado al sacerdocio y que
debía ir. Ese consejo espiritual confirmó su vocación interior, y en 1520
comenzó sus estudios teológicos. Durante su estancia en el seminario, Juan tuvo
la suerte de contar con excelentes maestros, versados en la teología de Santo
Tomás de Aquino. Juan era inteligente, buen estudiante y muy devoto,
especialmente en lo que respecta a la Sagrada Eucaristía. Cuando Juan regresó a
casa en 1526, fue ordenado sacerdote y celebró su primera misa en su parroquia
natal.
Hacia el final de sus
estudios, fallecieron sus padres. Siendo hijo único de padres adinerados, John
recibió una cuantiosa herencia. Aunque podría haber usado parte de ese dinero
para organizar una gran fiesta de ordenación, optó por algo más radical. Salió
a la calle, encontró a doce pobres y los invitó a un banquete con él. Luego
vendió la propiedad que heredó y donó su dinero a los pobres.
Tras la partida de sus padres
y la casa donde vivió durante su infancia, el padre Juan decidió ser misionero
en las Indias Occidentales. Para lograrlo, contactó con el recién nombrado
primer obispo de México, quien esperaba zarpar hacia el Nuevo Mundo. Tras
recibir permiso para viajar con él, el padre Juan fue a Sevilla a esperar un
barco. Mientras esperaba, comenzó a ejercer el ministerio público en Sevilla,
despertando rápidamente admiración por su devota celebración de la misa, su
predicación y su enfoque catequético. Un sacerdote local llamado Padre
Contreras, con quien posiblemente vivía, quedó muy impresionado por el padre
Juan. El padre Contreras habló con el arzobispo de Sevilla, pidiéndole que
interviniera y convenciera al padre Juan de permanecer en la arquidiócesis. El
arzobispo intervino y convenció al padre Juan de que abandonara su deseo de
viajar al Nuevo Mundo para poder permanecer en España y ayudar a reavivar la
fe, tan gravemente dañada por siglos de dominio musulmán, así como por la
confusión que surgía de la Reforma Protestante.
En 1529, a la edad de treinta
años, con tan solo tres de sacerdocio, el Padre Juan de Ávila comenzó su
ministerio en la ciudad de Andalucía. Más tarde sería conocido cariñosamente
como «el apóstol de Andalucía». Continuó sus estudios en la universidad local y
finalmente obtuvo el prestigioso título de «Maestro». El ministerio sacerdotal
del Padre «Maestro» Ávila fue muy fructífero en Andalucía. A menudo predicaba
sobre el arrepentimiento y el valor del sacramento de la Confesión, preparando
sus sermones y la celebración de la misa con largos momentos de oración. Tras
sus sermones ante una congregación abarrotada, solía entrar en el confesionario
y permanecer allí durante horas hasta que todos los que querían confesar sus
pecados podían hacerlo.
La predicación del Padre Juan
no solo dio buenos frutos, sino que también provocó animosidad. El Padre Juan
vivió una vida de pobreza radical y predicó regularmente sobre los peligros de
la riqueza excesiva. Algunos miembros del clero local fueron condenados por su
predicación debido a sus lujosos estilos de vida, por lo que el Padre Juan fue
denunciado ante la Inquisición, posteriormente arrestado y encarcelado. La
acusación fue que había predicado en un sermón que "las puertas del Cielo
están cerradas para los ricos...". Aunque muchos desesperarían durante una
persecución personal como esa, el Padre Juan no lo hizo. Durante su
encarcelamiento de un año se dedicó a la oración, el estudio y la escritura.
Tradujo el libro, Imitación de Cristo, y escribió gran parte de su
libro más famoso Audi, filia (Escucha, oh hija) , una obra
maestra espiritual sobre la perfección cristiana y el llamado universal a la
santidad, escrita a petición de una monja española, dirigida espiritualmente
por el Padre Juan. Tras un año, la Inquisición lo declaró inocente y fue
liberado en 1533. Durante los dieciocho años siguientes, el Padre Juan ejerció
un activo ministerio en Andalucía y los pueblos de los alrededores, donde
consiguió un gran número de seguidores. En 1551 comenzó a sufrir problemas de
salud y vivió una vida semirretirada hasta su muerte en 1569.
A lo largo de su ministerio,
el Padre Juan se convirtió en un santo entre otros santos, ofreciendo dirección
espiritual y consejo a muchos. Se convirtió en mentor de San Ignacio de Loyola
e inspiró a muchos jóvenes a unirse a la recién fundada Compañía de Jesús de
Ignacio. Aconsejó a la gran Santa Teresa de Ávila, quien buscó su consejo sobre
sus escritos. San Juan de Dios se convirtió gracias a la predicación de Juan de
Ávila y fundó los Hermanos Hospitalarios, una congregación religiosa dedicada a
los pobres, enfermos y personas con problemas mentales. Aconsejó a San
Francisco de Borja, tercer Superior General de los Jesuitas, al fraile
franciscano San Pedro de Alcántara, al obispo Santo Tomás de Villanueva, así
como a otros obispos, religiosos, gobernantes civiles y numerosos directores
espirituales. No sólo dejó un legado al afectar a tantas personas durante su
vida, sino que también dejó su clásico espiritual Audi, filia ,
ochenta y dos sermones, comentarios de las Escrituras, 257 cartas y varias
otras obras menores sobre la reforma en la Iglesia en el espíritu del gran
Concilio de Trento en el que participó.
Aunque vivió en el siglo XVI,
San Juan de Ávila no fue canonizado hasta 1970 y nombrado Doctor de la Iglesia
en 2012. ¿Por qué tardó tanto? Quizás una razón sea que la Iglesia del siglo
XXI necesita reconsiderar la predicación de Juan. Necesitamos retomar sus
enseñanzas sobre la sencillez, la pobreza, la llamada universal a la santidad,
sus vigorosos intentos de reformar el clero, su devoción a la santa misa y sus
apasionadas súplicas de arrepentimiento.
Al honrar a este santo del
siglo XVI, considérelo también un modelo a seguir para la Iglesia. Empezó con
el deseo de ser misionero en el extranjero, pero descubrió que su tierra natal
era el campo misionero al que fue llamado. Reflexiona sobre tu propio llamado a
evangelizar a tus seres queridos. Hacer grandes cosas por Dios a menudo
comienza en casa. Comprométete con ese campo misionero y reza para que Dios dé
mucho fruto a través de tus esfuerzos. Si sufres por ello, anímate con el
encarcelamiento de San Juan y recuerda que Dios puede sacar algo bueno de todo
lo que estás llamado a soportar.
Oración:
San Juan de Ávila, Dios te usó
para transformar el sur de España durante un momento muy difícil en la historia
de la Iglesia. Oraste y te dedicaste a la misión de Dios, y como resultado, rendiste
muchos frutos. Por favor, reza por mí, para que vea a quienes me rodean como mi
campo de misión y trabaje incansablemente para dar un ejemplo santo y guiarlos
con las palabras que me inspiras a compartir. San Juan de Ávila, ruega por mí.
Jesús, confío en ti.
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