Donde menos lo esperas
(Juan 6:22-29) ¡Una
verdadera persecución! Las multitudes oyeron hablar de los milagros y acudieron
al lugar; Al no encontrar a Jesús, se embarcan para cruzar el mar. Aunque sus
motivaciones son mixtas, su perseverancia inspira admiración.
Estos hombres y mujeres
entendieron que Jesús no siempre está donde lo esperamos. Cuando el Señor
parezca ausente, no imaginemos que nos ha abandonado, sino escuchemos la
llamada a remar mar adentro y cruzar a la otra orilla.
Bertrand Lesoing, sacerdote de la comunidad de San Martín
(Hch 6, 8-15) Llevamos, como Esteban, una esperanza: ¡el Resucitado ha abierto el cielo! ¿Se ve su presencia en mi familia, mis relaciones, mi vida de fe? ¿Estoy permitiendo que su gracia llene mi corazón e ilumine la forma en que actúo, amo y sirvo?
(Juan 6, 22-29) Recibir a los familiares para una comida es una forma de demostrarles nuestro cariño o nuestra amistad. La comida se convierte entonces en una celebración y el hambre queda en un segundo plano. Es un poco lo mismo para Jesús: su pan es mucho más que pan; es prenda de vida eterna.
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (6,8-15):
EN aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba.
Entonces indujeron a unos que asegurasen:
«Le hemos oído palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios».
Alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas, y, viniendo de improviso, lo agarraron y lo condujeron al Sanedrín, presentando testigos falsos que decían:
«Este individuo no para de hablar contra el Lugar Santo y la Ley, pues le hemos oído decir que ese Jesús el Nazareno destruirá este lugar y cambiará las tradiciones que nos dio Moisés».
Todos los que estaban sentados en el Sanedrín fijaron su mirada en él y su rostro les pareció el de un ángel.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 118,23-24.26-27.29-30
R/. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor
Aunque los nobles se sienten a murmurar de mí,
tu siervo medita tus decretos;
tus preceptos son mi delicia,
tus enseñanzas son mis consejeros. R/.
Te expliqué mi camino, y me escuchaste:
enséñame tus mandamientos;
instrúyeme en el camino de tus mandatos,
y meditaré tus maravillas. R/.
Apártame del camino falso,
y dame la gracia de tu ley;
escogí el camino verdadero,
deseé tus mandamientos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,22-29):
DESPUÉS de que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.
Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo has venido aquí?».
Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios».
Ellos le preguntaron:
«Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?».
Respondió Jesús:
«La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado».
Palabra del Señor
1
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MONICIÓN INICIAL:
Queridos
hermanos y hermanas, sean todos bienvenidos a esta celebración de la Eucaristía
en este lunes de la tercera semana de Pascua. Seguimos dejándonos iluminar por
la luz del Resucitado, que nos acompaña como peregrinos de la esperanza en este
Año Jubilar.
Hoy, de manera especial, elevamos nuestra oración por el eterno descanso del
Papa Francisco, al cumplirse el novenario de su fallecimiento. Oramos también
por todos nuestros seres queridos difuntos: familiares, amigos, bienhechores y
aquellos que ya han partido con la esperanza de la resurrección.
Con
el corazón abierto a la Palabra, dejémonos tocar por el testimonio de san
Esteban y por la enseñanza de Jesús sobre el verdadero pan que da la vida
eterna.
✦
MONICIÓN A LAS LECTURAS:
En
la primera lectura, san Esteban nos muestra el poder del Espíritu Santo en
medio de la persecución: su rostro resplandece como el de un ángel. Es un
modelo de esperanza firme y palabra valiente.
El salmo nos recuerda que la fidelidad a la Palabra de Dios es fuente de gozo
aun en medio de la aflicción.
Y en el evangelio, Jesús nos invita a no buscar solamente el pan que perece,
sino el pan verdadero: Él mismo, que da sentido y plenitud a nuestra vida.
✦
HOMILÍA
Queridos hermanos y hermanas:
Estamos
en el tiempo pascual, donde la liturgia nos conduce paso a paso hacia una fe
más profunda en el Resucitado. Hoy, las lecturas nos presentan dos caminos
inseparables en la vida cristiana: el de la confianza esperanzada en medio de la tribulación,
y el de la búsqueda
auténtica de Dios.
1. Esteban, testigo valiente de la esperanza
En
el libro de los Hechos, encontramos a Esteban, lleno de gracia y poder. Su
sabiduría no viene de la formación humana, sino del Espíritu Santo que lo
habita. Frente al juicio, su rostro resplandece como el de un ángel. En su
figura vemos al discípulo que, como el Maestro, enfrenta la persecución con
mansedumbre y firmeza.
Esteban
no se defiende con argumentos humanos, sino con la verdad que nace de su
comunión con el Resucitado. Es el rostro de la esperanza pascual: la certeza de
que la muerte no tiene la última palabra, porque Cristo ya ha vencido.
También
nosotros, como Iglesia, estamos llamados a ser testigos de la esperanza, incluso en
contextos de incomprensión, rechazo o dolor.
2. “Trabajad no por el alimento que perece…”
En
el evangelio, la multitud busca a Jesús porque ha comido pan. Pero Él los
confronta: “ustedes me buscan porque comieron hasta saciarse”. Les invita a ir
más allá de las necesidades inmediatas: a desear el pan que da la vida eterna.
Ese
pan no es otra cosa que Él
mismo, que se dará por nosotros. Y este evangelio nos introduce
en el gran discurso del Pan de Vida, que escucharemos en los próximos días.
Nos
interpela: ¿Qué buscamos realmente? ¿A Jesús o solo sus beneficios? ¿A Dios o
sus dones?
Buscar
al Señor como alimento
verdadero es abrazar su Palabra, su estilo de vida, su entrega
total. Es dejarnos transformar por Él para convertirnos también nosotros en pan
partido para el mundo.
3. Peregrinos de la Esperanza: con los ojos fijos en el Cielo
Hoy,
al recordar con cariño y gratitud al Papa Francisco, quien nos condujo con
sencillez, coraje evangélico y amor preferencial por los pobres, unimos nuestra
oración por su descanso eterno. Fue él quien nos dejó como legado este Año
Jubilar con el lema: “Peregrinos
de la Esperanza”.
Y
¿qué es ser peregrinos de la esperanza sino caminar con la mirada en el Cielo,
los pies en la tierra, y el corazón abierto al otro?
La
esperanza cristiana no es evasión, es compromiso. Es sembrar vida, incluso en
tierras secas. Es no dejarnos robar la alegría ni la fe en medio de las
pruebas. Es vivir como Esteban, con el rostro iluminado por la certeza de que
Dios está con nosotros.
También
recordamos hoy a nuestros familiares, amigos y benefactores fallecidos. Pedimos
por ellos con esperanza: que vivan para siempre en la gloria del Resucitado, y
que nosotros sigamos su ejemplo de fe, servicio y amor.
✦
ORACIÓN DE LOS FIELES (breve ejemplo):
1.
Por
la Iglesia, para que sea siempre signo de esperanza en medio del mundo,
roguemos al Señor.
2.
Por
el eterno descanso del Papa Francisco, pastor fiel y testigo de la
misericordia, roguemos al Señor.
3.
Por
nuestros familiares, amigos y benefactores difuntos, para que el Señor les
conceda gozar del banquete eterno, roguemos al Señor.
4.
Por
los que peregrinamos aún en este mundo, para que el Señor nos conceda el pan
verdadero que sacia toda hambre, roguemos al Señor.
✦
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN (adaptada):
Señor,
que nos has alimentado con el Pan de Vida, te pedimos que, fortalecidos por
este sacramento, caminemos con alegría como peregrinos de la esperanza. Te
confiamos, en tu misericordia, al Papa Francisco y a todos nuestros seres
queridos difuntos: concédeles la plenitud de tu paz y resurrección. Por Cristo
nuestro Señor. Amén.
2
Buscando a Jesús
Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre ».
Esta Escritura va directo al corazón de nuestras prioridades en la vida. ¿Para qué estás trabajando? ¿Estás trabajando duro por el “alimento que perece” y solo trabajas levemente por el “alimento que permanece para vida eterna”? ¿O viceversa?
Por alguna razón, podemos obsesionarnos fácilmente con trabajar por las “cosas” de este mundo. En el pasaje anterior, la gente buscaba a Jesús porque les había dado de comer el día precedente y tenían hambre de nuevo. Estaban buscando comida, literalmente. Jesús los reprende suavemente, tomando esto como una oportunidad para señalar la verdadera razón por la que deberían buscarlo. La verdadera razón es que Él quiere proveer el alimento espiritual de la vida eterna. ¿Cuál es el alimento que Jesús quiere que busques? Esa es una pregunta que debes dejar que nuestro Señor responda en tu corazón.
Hay dos preguntas clave que debemos reflexionar aquí para dejar que Él nos responda. Primero, “¿Qué quiero en la vida?” Pasa tiempo con eso. Pasa tiempo solo y trata de ser honesto con esta pregunta. ¿Qué quieres? ¿Cuál es el deseo de tu corazón? Si eres honesto y te permites enfrentar tus deseos, lo más probable es que encuentres que tienes algunos deseos, o incluso muchos, que Cristo no ha puesto en tu corazón. Reconocer cuáles son estos deseos es el primer paso para descubrir cuál es el verdadero alimento que Jesús quiere darte.
La segunda pregunta clave es esta: “¿Estás buscando a Jesús por la razón correcta?” Cuando estamos enfermos buscamos un médico para una cura. Cuando un niño está lastimado, este niño a menudo corre hacia uno de sus padres en busca de consuelo. Esto está bien. Hacemos lo mismo. Cuando estamos perdidos y confundidos, a menudo recurrimos a Dios en busca de respuestas y ayuda. Pero, idealmente, eventualmente buscaremos a Dios por algo más que sanación o consuelo. En última instancia, buscaremos a Dios por la razón del amor. Lo buscaremos simplemente porque lo amamos y queremos amarlo aún más.
Reflexiona, hoy, sobre tu deseo de buscar o no a Jesús.
Cuando puedas comenzar a buscar a Jesús simplemente porque lo amas y quieres amarlo más, estás en el camino correcto. Y mientras caminas por ese camino, descubres que es un camino del mayor deleite y satisfacción.
Jesús, ayúdame a buscarte. Ayúdame a buscarte por la ayuda y la sanación que necesito. Pero más que eso, ayúdame a buscarte por amor. Jesús mío, te amo. Ayúdame a amarte más. Jesús, en Ti confío.
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