El eterno presente
(Juan 6:44-51) “El
que cree en Él, tiene vida eterna”: vida eterna se conjuga en
presente, no en futuro. No es una promesa vaga y lejana, es un don, un presente
en todo el sentido de la palabra, que hay que recibir cada día. Detrás de las
sombras y los días grises de esta vida, poco a poco va tomando forma. Cuando
realizamos gestos de reconciliación y fraternidad, cuando sembramos esperanza y
damos testimonio de la llegada del Reino, acogemos en nosotros el don de la
vida eterna.
Bertrand Lesoing, sacerdote de
la comunidad de San Martín
(Juan 6, 44-51) El Padre nos atrae al Hijo y el Hijo nos atrae al Padre. El mismo movimiento de amor a través del cual la vida de Dios se nos da una y otra vez sin cesar y en abundancia.
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (8,26-40):
EN aquellos días, un ángel del Señor habló a Felipe y le dijo:
«Levántate y marcha hacia el sur, por el camino de Jerusalén a Gaza, que está desierto».
Se levantó, se puso en camino y, de pronto, vio venir a un etíope; era un eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía e intendente del tesoro, que había ido a Jerusalén para adorar. Iba de vuelta, sentado en su carroza, leyendo al profeta Isaías.
El Espíritu dijo a Felipe:
«Acércate y pégate a la carroza».
Felipe se acercó corriendo, le oyó leer el profeta Isaías, y le preguntó:
«¿Entiendes lo que estás leyendo?».
Contestó:
«Y cómo voy a entenderlo si nadie me guía?».
E invitó a Felipe a subir y a sentarse con él. El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era este:
«Como cordero fue llevado al matadero,
como oveja muda ante el esquilador,
así no abre su boca.
En su humillación no se le hizo justicia.
¿Quién podrá contar su descendencia?
Pues su vida ha sido arrancada de la tierra».
El eunuco preguntó a Felipe:
«Por favor, ¿de quién dice esto el profeta?; ¿de él mismo o de otro?».
Felipe se puso a hablarle y, tomando píe de este pasaje, le anunció la Buena Nueva de Jesús. Continuando el camino, llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco:
«Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?».
Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su camino lleno de alegría.
Felipe se encontró en Azoto y fue anunciando la Buena Nueva en todos los poblados hasta que llegó a Cesarea.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 65,8-9.16-17.20
R/. Aclamad al Señor, tierra entera
Bendecid, pueblos, a nuestro Dios,
haced resonar sus alabanzas,
porque él nos ha devuelto la vida
y no dejó que tropezaran nuestros pies. R/.
Los que teméis a Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo:
a él gritó mi boca
y lo ensalzó mi lengua. R/.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica
ni me retiró su favor. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,44-51):
EN aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, Y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.
No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».
Palabra del Señor
¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨
1
🕊 Comentario bíblico
Primera Lectura – Hechos 8,26-40
La escena del eunuco etíope es un ícono de la
universalidad de la salvación y de la acción misionera de la Iglesia. Felipe,
dócil al Espíritu, es enviado al encuentro de quien busca con sinceridad. El
encuentro entre la Escritura, la predicación y el bautismo revela cómo la
Palabra de Dios se hace carne en la historia concreta. El bautismo del eunuco,
extranjero y marginado, nos recuerda que el Evangelio no tiene fronteras. Es un
llamado a toda la Iglesia a salir, a escuchar, a caminar junto con los que
están buscando a Dios.
Salmo 66 (65)
Este himno es un canto de gratitud por la acción
salvadora de Dios. “Aclama al Señor, tierra entera”: el Evangelio está llamado
a llegar hasta los confines del mundo. Dios escucha el clamor del justo y no
aparta su misericordia. Es una invitación a confiar en la acción divina incluso
en momentos de incertidumbre como el que vive hoy la Iglesia, en espera de un
nuevo Sucesor de Pedro.
Evangelio – Juan 6,44-51
Cristo se presenta como el Pan Vivo bajado del
cielo, que da vida eterna. Solo el que es atraído por el Padre puede acercarse
al Hijo. En este contexto pascual, este texto se convierte en una afirmación
radical del misterio de la Eucaristía y de la fe como don. Jesús no solo da el
pan, Él es el pan. La comunión con Él no es una idea, es una experiencia
viva que transforma. En tiempos de discernimiento eclesial, este Evangelio
recuerda que el alimento que sostiene a la Iglesia no son las estrategias
humanas, sino Cristo mismo.
🙏 Intenciones especiales para esta
celebración:
1. Por el Cónclave, para que los cardenales,
guiados por el Espíritu Santo, elijan al Pastor que el mundo necesita hoy:
humilde, sabio, evangelizador y abierto a los desafíos del presente.
2. Por las vocaciones, especialmente al sacerdocio, la
vida consagrada y la misión, para que muchos jóvenes escuchen la llamada del
Señor y se conviertan en peregrinos de la esperanza.
3. Por la obra evangelizadora de la
Iglesia, para
que cada comunidad, con el ardor del Espíritu, anuncie a Cristo con valentía y
ternura, como Felipe al eunuco.
4. Por todos los fieles, para que alimentados por el Pan
de Vida, seamos testigos de una Iglesia que no teme salir, escuchar y acoger.
🕯️ Homilía
Queridos
hermanos:
Estamos en un tiempo de gracia. La Pascua continúa
derramando su luz sobre la Iglesia. Al mismo tiempo, vivimos un momento
histórico: la Iglesia está reunida en oración, esperando al nuevo Papa. Y, como
si el Espíritu nos lo hubiera preparado así, celebramos también la Semana de
Oración por las Vocaciones, bajo el lema jubilar: “Peregrinos de la
Esperanza”.
Hoy, la Palabra nos guía en este camino de
discernimiento y misión.
En los Hechos de los Apóstoles, vemos a
Felipe, que no espera que las personas vengan a él, sino que se deja enviar. Va
al encuentro del eunuco, un hombre sediento de Dios, aunque no lo entienda del
todo. ¡Qué imagen tan hermosa de la Iglesia que sale, que escucha, que explica
las Escrituras y que bautiza con gozo!
¿No es ese el perfil del pastor que la Iglesia
necesita hoy? Un hombre como Felipe: disponible, cercano, que camina junto a la
gente, que no se impone, sino que explica con paciencia, y que al final, deja
que el Espíritu tome la delantera.
En el Evangelio, Jesús nos revela el corazón de su
misión: Él es el Pan de Vida. Y no dice que nos dará pan… sino que Él es el
Pan. Nos da su carne, su vida, su presencia real. En cada Eucaristía,
Cristo se hace el alimento que nos sostiene como Iglesia. En este momento,
donde oramos por una nueva guía para el Pueblo de Dios, recordamos que el
verdadero centro no está en Roma ni en una figura humana, sino en Jesús, Pan
vivo bajado del cielo.
Queridos hermanos, oramos hoy por el Cónclave.
Oramos con la certeza de que el Espíritu Santo no ha dejado ni dejará sola a su
Iglesia. Pero también oramos con la responsabilidad de ser una comunidad que
sabe escuchar, que sabe discernir, que sabe alimentar su fe en el Pan
Eucarístico.
El Año Jubilar nos llama a ser peregrinos de la
esperanza. ¿Y qué significa eso? Que no caminamos con miedo, sino con
alegría; no nos dejamos paralizar por las sombras del mundo, sino que avanzamos
con la certeza de que Cristo está vivo y camina con nosotros.
Y en esta Semana por las Vocaciones, preguntémonos
con humildad: ¿somos una Iglesia que inspira a los jóvenes a dar su vida por
Cristo? ¿Somos testigos creíbles de un amor que vale la pena entregar
completamente?
Que esta Eucaristía nos una en una sola intención:
ser una Iglesia que camina, que acompaña, que comparte el Pan y que, como
Felipe, sabe decir: “Si crees con todo tu corazón, puedes…”
Amén.
2
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».
Jesús estaba comenzando a despertar las emociones de algunos entre la multitud. Comenzaron a ridiculizarlo porque había dicho que él era el "pan que había bajado del cielo". Por lo tanto, muchos de los que habían buscado a Jesús con la esperanza de recibir otra milagrosa comida gratis comenzaron a murmurar entre sí y a ridiculizarlo. Como resultado, Jesús comenzó a hablar de manera aún más clara y sorprendente. Luego fue aún más lejos y dijo que Él no solo es el "pan vivo que descendió del cielo", sino que aquellos que quieran "vivir para siempre" también deben comer Su "Carne".
¿Cómo habrías reaccionado a tal declaración si hubieras estado entre la multitud? Considera el hecho de que recientemente habrías visto, con tus propios ojos, el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Por lo tanto, te habrías dado cuenta de que Jesús era alguien especial, por decir lo mínimo. Pero ¿cómo habrías reaccionado a esta declaración de Jesús, “y el pan que daré es mi Carne para la vida del mundo”, si lo hubieras escuchado en ese momento? Lo más probable es que tu reacción hubiera sido la misma que tienes ahora mismo ante la enseñanza de la Santísima Eucaristía.
Muchos de los que escucharon a Jesús hablar de esta manera tal vez pensaron que era algo inusual decirlo. Algunos habrían reaccionado con fuerza, mientras que otros habrían reaccionado con indiferencia. Pero algunos habrían tenido una reacción completamente diferente. Algunos habrían escuchado a Jesús pronunciar estas nuevas e impactantes palabras, se habrían dado cuenta de que no entendían completamente lo que Él quería decir, pero habrían creído profundamente a causa del don de la fe. De alguna manera habrían sabido, en lo más profundo de sus conciencias, que realmente necesitaban comer la Carne de Aquel que descendió del Cielo, ya que Él era en verdad el Pan de Vida.
Creer en la Eucaristía, en el hecho de que estos dones tangibles y visibles de la Sagrada Hostia y de la Preciosa Sangre son, de hecho, Cuerpo y Sangre, Alma y Divinidad del Eterno Hijo de Dios, sólo puede suceder por el interior y la transformación. don de fe. ¿De qué otra manera puedes creer en tal enseñanza? ¿De qué otra manera podrías creer que estas palabras del evangelio de hoy se han hecho realidad? ¿Y que la recepción de la Santísima Eucaristía es el camino hacia la vida eterna? El don de la fe en la Santísima Eucaristía es la única manera de comprender, aceptar y creer profundamente lo que nuestro Señor ha dicho en este Santo Evangelio.
Reflexiona hoy sobre Jesús pronunciando estas santísimas palabras por primera vez: "... el pan que yo daré es mi Carne para la vida del mundo". Al reflexionar con espíritu de oración sobre estas palabras, reflexiona sobre cuán profundamente las crees. ¿Qué tan profunda es tu fe en la Santísima Eucaristía? La Eucaristía es el cumplimiento de este pasaje, y nuestro divino Señor te invita no solo a creer en Sus santas palabras, sino a permitir que esta verdad te transforme de tal manera, más allá de lo que puedas imaginar.
Mi Señor de la Eucaristía, Tú eres verdaderamente el Pan de Vida, y todos los que comen Tu Carne y beben Tu Sangre heredarán la vida eterna. Yo sí creo esto, querido Señor. Creo que la Santísima Eucaristía eres Tú, Tu Alma y Divinidad, entregada a mí para que pueda participar de Tu santa vida. Dame la gracia que necesito para profundizar mi fe en la Santísima Eucaristía para que pueda ser atraído más plenamente a las alegrías de Tu Reino Eterno. Jesús, en Ti confío.
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por visitar mi blog, Deje sus comentarios que si son hechos con respeto y seriedad, contestaré con mucho gusto. Gracias. Bendiciones