“La casa de Dios”
Jesús prepara a los discípulos para su partida.
Pronto, desaparecerá de su vista, pero su presencia habitará para siempre en
sus corazones. El final del tiempo pascual está marcado por la Ascensión y
Pentecostés. La paz y la alegría serán sus signos. Nuestra paz viene de Aquel
que atravesó el sufrimiento y la muerte para alcanzarnos allí donde estamos.
Proviene del Espíritu Santo que camina a nuestro lado. Nuestra alegría será ver
al Hijo regresar al Padre. En Jesús, nuestro hermano, cada uno podrá compartir
la intimidad del Padre.
«Si alguien me ama, guardará mi palabra; mi Padre
lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.»
El Éxodo ha terminado. Dios ya no está en la
Tienda, caminando en medio del pueblo hacia la Tierra Prometida. Ya no está
confinado en el Templo de Jerusalén, en el Santo de los santos, donde solo unos
pocos podían entrar. Ahora el Señor habita en cada uno de nosotros. Pero para
ello, debemos seguir la enseñanza de Jesús y atrevernos a amar.
Los discípulos de Jesús tuvieron esa audacia de comunicar
la vida de Dios. Recibieron la fuerza de creer que nuestras vidas y nuestras
comunidades se habían convertido en su santuario.
«El que ama no se cansa. Y si siente cansancio, ama incluso su cansancio»,
escribió san Agustín. Amar es entregarse a Dios y descansar en su verdad.
¿Cuáles son los encuentros y acontecimientos donde
percibo la presencia de Dios en mi vida?
La paz y la alegría no siempre reinan en nuestras
relaciones humanas. ¿Cómo dejar que Dios se convierta en nuestra paz y nos
enseñe a amar?
Vincent Leclercq, prêtre assomptionniste
Primera lectura
Hemos
decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponerles más cargas que las
indispensables.
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles
EN aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los
hermanos que, si no se circuncidaban conforme al uso de Moisés, no podían
salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y
Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más de entre ellos subieran
a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre esta controversia.
Entonces los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron elegir a
algunos de ellos para mandarlos a Antioquía
con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas llamado Barsabás y a Silas, miembros
eminentes entre los hermanos, y enviaron por medio de ellos esta carta:
«Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía,
Siria y Cilicia provenientes de la gentilidad. Habiéndonos enterado de que
algunos de aquí, sin encargo nuestro, los han alborotado con sus palabras,
desconcertando
sus ánimos, hemos decidido, por unanimidad, elegir a algunos y enviárselos con
nuestros queridos Bernabé y Pablo, hombres que han entregado su vida al nombre
de nuestro Señor Jesucristo. Les mandamos, pues, a Silas y a Judas, que les
referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y
nosotros, no imponerles más cargas que las indispensables: que se abstengan de
carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de
uniones ilegítimas. Harán bien en apartarse de todo esto. Saludos».
Palabra de Dios
Salmo
R. Oh,
Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
O bien:
Aleluya.
V. Que
Dios tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R.
V. Que
canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia
y gobiernas las naciones de la tierra. R.
V. Oh, Dios,
que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
todos los confines de la tierra. R.
Segunda
lectura
Me mostró la
ciudad santa que descendía del cielo
Lectura del libro del Apocalipsis.
EL ángel me llevó en espíritu a un monte grande y elevado, y me mostró
la ciudad santa de Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, y tenía
la gloria de Dios; su resplandor era semejante a una piedra muy preciosa, como
piedra de jaspe cristalino.
Tenía una muralla grande y elevada, tenía doce puertas y sobre las puertas doce
ángeles y nombres grabados que son las doce tribus de Israel.
Al oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, al
poniente tres puertas, y la muralla de la ciudad tenía doce cimientos y sobre
ellos los nombres de los doce apóstoles del Cordero.
Y en ella no vi santuario, pues el Señor, Dios todopoderoso, es su santuario, y
también el Cordero.
Y la ciudad no necesita del sol ni de la luna que la alumbre, pues la gloria
del Señor la ilumina, y su lámpara es el Cordero.
Palabra de Dios.
Aclamación
V. El
que me ama guardará mi palabra -dice el Señor-, y mi Padre lo amará, y
vendremos a él. R.
Evangelio
El Espíritu
Santo les irá recordando todo lo que les he dicho
Lectura del santo Evangelio según san Juan.
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y
haremos morada en él.
El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que están oyendo no es
mía, sino del Padre que me envió.
Les he hablado de esto ahora que estoy a su lado, pero el Paráclito, el
Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien se lo enseñe todo
y les vaya recordando todo lo que les he dicho.
La paz les dejo, mi paz les doy; no se la doy yo como la da el mundo. Que no se
turbe su corazón ni se acobarde. Me han oído decir: “Me voy y vuelvo al lado de
ustedes”. Si me amaran, se alegrarían de que vaya al Padre, porque el Padre es
mayor que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda
crean».
Palabra del Señor.
La Energía Espiritual: Fuerza del Espíritu Santo en el corazón del creyente
1. Las energías del mundo material
Vivimos en un mundo movido por diversas formas de
energía. La ciencia ha identificado y clasificado al menos cuatro grandes
tipos:
- Energía
natural: Es
la que brota de la creación. La vemos en el viento que mueve las hojas, en
el agua que corre por los ríos, en el fuego que da calor y transforma.
Incluye también las energías presentes en los vegetales, los animales y en
el ser humano, quien, a través de su cuerpo, corazón y espíritu, puede
expresar y transformar el mundo.
- Energía
mecánica:
Generada por la reacción de elementos físicos como el vapor, el agua a
presión, la gasolina o el gas. Esta energía mueve máquinas, vehículos,
industrias.
- Energía
eléctrica y electrónica: Hoy esencial en la vida moderna. Ilumina
nuestras casas, alimenta nuestros dispositivos, conecta continentes a
través de las redes.
- Energía
atómica:
Potente y peligrosa si se mal utiliza. Esta energía, contenida en los
átomos, es capaz de generar grandes beneficios o grandes desastres.
2. La energía espiritual: un don de lo alto
Pero hay una energía que no es visible ni
mensurable con instrumentos humanos: la energía espiritual.
No es material, pero es real. No la vemos, pero la
sentimos. No la fabricamos, pero la recibimos. Es una fuerza que mueve el
corazón, eleva la voluntad, fortalece el espíritu y transforma el mundo desde
dentro.
La energía espiritual:
- Nos
impulsa a amar incluso cuando hay razones para odiar.
- Nos
mueve a perdonar cuando todo clama por venganza.
- Nos
da fuerzas cuando las fuerzas físicas fallan.
- Nos
hace capaces de esperar aún en medio del dolor.
Es la fuerza del Espíritu Santo, derramada
en nuestros corazones (cf. Rm 5,5), que actúa por medio de la fe de los
creyentes.
3. Frutos de la energía espiritual
Cuando oramos al Espíritu Santo, algo nuevo sucede
en nosotros. Recibimos una energía divina, que:
- Ilumina
la inteligencia,
haciéndonos recordar y comprender la Palabra de Dios.
- Fortalece
la voluntad,
para que podamos vivir esa Palabra en lo concreto de nuestra vida.
- Transforma
nuestro corazón,
haciéndonos morada del mismo Dios.
- Colma
nuestro ser de paz, no como la da el mundo, sino como la da Cristo (cf. Jn 14,27).
- Nos
llena de alegría y amor, frutos del Espíritu (cf. Gál 5,22).
Cuando vivimos animados por esta energía
espiritual, nos convertimos en testigos luminosos del Evangelio, canales
de gracia, sembradores de esperanza en medio de un mundo fatigado y muchas
veces sin rumbo.
Conclusión
Así como el mundo necesita energías materiales para
funcionar, el alma necesita la energía del Espíritu para vivir
plenamente. Que el Espíritu Santo nos conceda esta fuerza espiritual cada día,
para que podamos avanzar por los caminos del Evangelio con esperanza, fidelidad
y amor.
Ven, Espíritu Santo, y enciende en nosotros el
fuego de tu amor.
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Aproximación
psicológica-pastoral al evangelio
EVANGELIO Y PSICOLOGÍA DEL CAMINO
INTERIOR: UN PROGRAMA DE CRECIMIENTO
“La paz les dejo, mi paz les doy… No se turbe su
corazón ni sea cobarde” (cf. Jn 14, 27)
En el Evangelio de hoy, Jesús nos deja algo más que
palabras: nos ofrece un programa integral de maduración espiritual. Nos
habla de paz, fe, amor, fidelidad y libertad. Pero no como metas ya logradas,
sino como procesos en construcción, como realidades que deben madurarse
con el tiempo, en la historia concreta de cada creyente.
Como afirma San Pablo:
“Cristo nos ha liberado para que vivamos en
libertad. No se sometan otra vez al yugo de esclavitud” (Gál 5,1).
1. La fe: un camino más que una
certeza
Jesús nos deja su Palabra, pero nos recuerda que
esta necesita ser escuchada, entendida y creída a lo largo del tiempo.
Él mismo dice: “cuando esto suceda, creerán”. La fe no es simplemente un
acto puntual, sino una experiencia en evolución, un encuentro progresivo con
la verdad de Dios en los eventos de la vida. En lenguaje psicológico,
podríamos decir que la fe madura a medida que se integra emocional y
racionalmente, cuando el creyente relee su vida a la luz del Espíritu y
descubre el sentido que antes le resultaba oculto.
2. La fidelidad: del afecto al
compromiso
Jesús insiste: “El que me ama guardará mi
palabra”. La fidelidad, como la fe, no es automática. Requiere un esfuerzo
consciente de comprensión, recuerdo, y finalmente, de práctica. Aquí se
muestra un paso decisivo en el crecimiento humano: pasar del afecto inicial a
la acción sostenida. En términos de madurez psicológica, esto implica integrar
la palabra en el comportamiento, es decir, vivir lo que se cree, y ser
coherente en todas las dimensiones del ser.
3. La paz: más que ausencia de
conflicto
Cristo promete su paz, pero la ofrece en medio
del miedo, de la inquietud, del desconcierto. Esta paz no es evasiva ni
frágil, sino que brota de un proceso interior profundo: es el fruto de una vida
en orden, armonizada por dentro, en relación consigo mismo, con los demás y con
Dios.
Es la paz que experimentan quienes han aprendido a distinguir entre lo
esencial y lo pasajero, y han unificado sus deseos con los de Dios.
Psicológicamente, esta paz representa una autorregulación
emocional sana, nacida de una confianza profunda en el amor divino. No
niega los conflictos, pero los abraza desde la esperanza.
4. El amor: el gran dinamismo
transformador
El amor que Jesús propone no es espontaneísmo
afectivo. Es una fuerza de comunión, un proceso de apertura a Dios y al otro,
una opción radical que implica darse por entero. “Vendremos a él y haremos
morada en él”, dice el Señor. Es un amor que construye vínculos duraderos,
que transforma al creyente en morada de la Trinidad.
Aquí el amor deja de ser emoción para convertirse
en relación transformadora: unión libre, comprometida y progresiva, como
lo sería en una psicología del apego saludable, donde el amor madura y
fortalece sin dominar ni desaparecer.
5. La libertad: una conquista
diaria
Así como la fe y la fidelidad se construyen,
también la libertad cristiana es un proceso de crecimiento, no una condición
estática. Ser verdaderamente libres implica liberarse de los
automatismos, del miedo, de la esclavitud del ego. Y esto se da poco a
poco, bajo la guía del Espíritu, que nos hace recordar lo que Jesús dijo y
vivirlo en nuestra historia concreta.
La libertad cristiana, psicológicamente hablando,
es madurez: capacidad de elegir lo bueno incluso cuando cuesta, de amar con
libertad y no por necesidad o compulsión.
Conclusión: una sola realidad,
cinco rostros
Todo esto nos conduce a una convicción: cuando el
creyente madura en su proceso interior, cuando se deja trabajar por el Espíritu
y reconfigura su existencia desde la Palabra, llega un momento en que FE,
AMOR, FIDELIDAD, PAZ Y LIBERTAD dejan de ser dimensiones separadas y se
convierten en una sola experiencia vital:
la comunión con Dios.
Entonces sí, como dice Jesús, la Trinidad habita
en nosotros:
- El
Padre nos sostiene,
- El
Hijo nos enseña,
- El
Espíritu nos transforma desde adentro.
Y el alma, unificada, ya no se dispersa entre
emociones superficiales, dudas vacilantes o compromisos inconsistentes, sino
que late al ritmo del Evangelio.
Propuesta de contemplación para
esta semana:
¿En qué momento de tu vida espiritual sientes que
estás?
¿Estás comenzando a descubrir la fe?
¿Necesitas madurar en la fidelidad?
¿Anhelas una paz interior más profunda?
¿Quieres amar mejor?
¿Buscas vivir con libertad?
Pide al Espíritu Santo que te enseñe a leer tu
historia, y deja que la Palabra de Cristo te ilumine desde dentro.
(Reflexión basada en las disertaciones del evangelio, por Jean-Luc-Hétu, psicólogo canadiense)
Homilía 1
“Haremos morada
en él”
Queridos
hermanos y hermanas en Cristo:
Seguimos caminando en
este tiempo pascual como Peregrinos de la
Esperanza,
iluminados por el Resucitado que nos abre el camino hacia la verdadera vida.
Hoy la Palabra de Dios nos habla de una
presencia nueva y transformadora, de una paz
verdadera,
de un Dios que ya no habita en lugares lejanos o inaccesibles, sino en lo más
íntimo del corazón humano.
1. La morada de Dios
está en nosotros
El Evangelio de san
Juan nos ofrece hoy una de las promesas más íntimas y bellas de Jesús:
“Si
alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y
haremos morada en él.” (Jn 14, 23)
Este versículo nos
revela que Dios no desea sólo ser adorado en templos
de piedra, sino en el templo vivo del corazón humano. Ya no es necesario
peregrinar al antiguo Santuario de Jerusalén ni levantar tiendas en el
desierto. Ahora, por la acción del Espíritu Santo, el
corazón del creyente se convierte en casa, en morada de la Trinidad.
Esto nos habla de una Iglesia
viva y sinodal,
como lo comprendieron los apóstoles en el Concilio de Jerusalén (Hech 15), al
decidir no imponer cargas innecesarias a los gentiles. Es el Espíritu Santo quien
los guía y abre nuevas moradas para el Evangelio. También en nuestro Vicariato,
Dios desea morar en nuestras comunidades afrodescendientes, raizales,
migrantes, isleñas y continentales, donde el amor sea la norma, y no la ley por
la ley.
2. Una paz que no es del
mundo
Jesús también nos deja
su paz, esa paz que “no es como la del mundo” (Jn 14, 27). No es evasión ni
ausencia de conflictos, sino una paz que nace del
amor profundo y confiado, incluso en medio de las tormentas.
En este Año Jubilar,
cuando muchos buscan sentido y dirección, el Señor nos recuerda que la
verdadera paz no se encuentra en el tener, sino en el ser habitados por Él. Él es el que atraviesa
con nosotros el dolor, la enfermedad, el abandono. También aquí, en nuestras
islas, donde la pobreza, la migración, la falta de oportunidades y los
conflictos sociales pueden sembrar desesperanza, el Espíritu nos susurra: “No
se turbe su corazón.”
3. La alegría de ver al
Hijo con el Padre
Jesús anuncia su
partida con una serena alegría. Regresa al Padre, pero no nos deja huérfanos.
El Espíritu Santo, el Paráclito, viene a enseñarnos, a recordarnos todo lo que
Él nos dijo.
Así como María guardaba
en su corazón todo lo que vivía junto a su Hijo, también
nosotros estamos llamados a cultivar la interioridad, a reconocer las
huellas de Dios en nuestra vida. ¿Cuándo fue la última vez que sentiste su
presencia en un gesto sencillo, en un rostro amigo, en una Palabra, leída con
fe?
La Virgen María,
estrella del mar, patrona de los caminantes, nos
enseña a vivir con un corazón en escucha, disponible para el amor y abierto al
Espíritu.
Ella, primera morada de Cristo, nos acompaña en este mes de mayo a abrir
nuestra casa a Dios.
4. Comunidades como
santuarios vivos
La segunda lectura, del
Apocalipsis, nos habla de la Jerusalén celestial, donde ya
no hay templo porque el Cordero mismo es su santuario. Esto es lo que estamos
llamados a construir: comunidades que ya no
necesitan adornos exteriores, sino corazones inflamados de amor.
San Agustín decía: “El
que ama no se cansa. Y si se cansa, ama incluso su cansancio.” En
nuestras parroquias, en la emisora comunitaria, en las pequeñas comunidades
eclesiales de base, en los grupos juveniles o de mujeres, en las visitas a los
enfermos o en el servicio pastoral, Dios
está haciendo su morada.
🙏 Invitación final
Querida comunidad del
Vicariato Apostólico, en este Año Jubilar de la
Esperanza,
seamos casa para Dios. No temamos amar, aunque duela. No temamos servir, aunque
canse. La paz y la alegría que Él nos da superan toda fatiga.
Pidamos a María,
Nuestra Señora del Rosario y de los Caminos, que nos ayude a ser
fieles a la Palabra de su Hijo, para que Dios Padre y su Espíritu puedan
habitar en nosotros.
Que el Resucitado, que
vive en cada rincón de nuestra isla, nos
transforme en morada suya, en faro de esperanza y en casa de reconciliación
para todos.
Amén.
Queridos
hermanos y hermanas:
Nos acercamos al final
del tiempo pascual y la liturgia de este VI Domingo de Pascua nos conduce a
contemplar el rostro de la Iglesia naciente, su camino de
discernimiento, la promesa del Espíritu Santo y la paz como don pascual.
En el centro del
Evangelio de hoy, Jesús pronuncia estas palabras tan necesarias para nuestro
tiempo:
“La
paz les dejo, mi paz les doy; no se la doy como la da el mundo. Que no se turbe
su corazón ni sea cobarde.” (Jn 14,27)
Paz, fidelidad a la
Palabra, presencia del Espíritu, discernimiento comunitario y la esperanza de
la Jerusalén celestial se entrelazan hoy en las lecturas para enseñarnos cómo
construir la morada de Dios en el corazón humano y en la comunidad eclesial.
🧭 1. Discernimiento: el Espíritu guía a la
Iglesia (Hechos 15,1-2.22-29)
La primera lectura nos
lleva al Concilio
de Jerusalén, un momento decisivo en la historia de la Iglesia
primitiva. Se había generado una gran tensión: ¿los cristianos de origen pagano
debían cumplir la Ley de Moisés para ser salvos?
La solución no vino de
una votación democrática ni de la imposición de un grupo sobre otro, sino de un
proceso espiritual y sinodal, guiado por el Espíritu Santo. Por eso pueden
decir con profunda fe:
“Hemos
decidido el Espíritu Santo y nosotros…” (Hch 15,28)
¡Qué expresión tan
poderosa y actual! También hoy, en medio de las tensiones del mundo y de la
Iglesia, estamos llamados a discernir juntos, no con ideologías,
sino con docilidad al Espíritu Santo, que guía, consuela y
fortalece.
📖 2. Fidelidad y presencia: guardar la
Palabra (Juan 14,23-29)
Jesús no pide
simplemente obediencia exterior, sino una relación íntima:
“Si
alguien me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y
haremos morada en él.” (Jn 14,23)
Guardar
su Palabra
es más que memorizarla: es abrazarla, vivirla, dejar que transforme nuestros
pensamientos y acciones. Como la abuela que tejía escuchando el Evangelio, y
decía: “Cada
vez, la Palabra se teje distinto en mi corazón.”
Y el Señor promete
entonces hacer
su morada en nosotros. ¿No es eso lo que anhelamos? Ser morada
viva de Dios. Que nuestro corazón, nuestras familias y comunidades sean casa de
Dios, tierra de paz, lugar de encuentro y reconciliación.
🕊️ 3. La paz de Cristo: distinta a la del
mundo
Jesús aclara: “No
les doy la paz como la da el mundo.”
¿Cuál es esa paz del mundo? Muchas veces es solo ausencia de
conflicto superficial, basada en el silencio del miedo o en el
control social. Pero la paz de Cristo es ardiente,
como el fuego de Pentecostés: transforma, libera, consuela, no destruye.
La paz que da Cristo no
se basa en que todo esté bien afuera, sino en que Dios esté presente
dentro.
Como decía un sabio
campesino: “La
paz de Dios es como una lámpara encendida en medio de la tormenta. Puede que
haya viento, pero la luz no se apaga.”
🏠 4. La familia: escuela de paz verdadera
El Espíritu Santo no
solo habla en los concilios, sino también en las cocinas
humildes, en los patios donde los niños aprenden a compartir, en los gestos de
perdón entre esposos, padres e hijos.
La paz comienza en la
familia cuando allí se vive la verdad, el respeto, la responsabilidad,
la fe, cuando aprendemos no solo a reclamar derechos, sino a
asumir deberes, a resolver conflictos sin violencia.
Una familia que ora
unida, que escucha la Palabra, que se reconcilia… es un taller de
Evangelio.
🌅 5. Una ciudad sin templo: la visión de
Apocalipsis (Ap 21,10-14.22-23)
La segunda lectura nos
presenta la Jerusalén celestial, figura de la Iglesia
gloriosa. Lo más llamativo es que no hay templo, porque el Señor mismo es
su templo, y el Cordero su luz.
¡Qué hermoso! Donde
Dios habita plenamente, ya no se necesita mediación,
porque Él
lo es todo: templo, luz, presencia.
Esto nos habla de
nuestra meta
final, pero también del camino de la fe: mientras caminamos en
la historia, construyamos comunidades que reflejen esta luz, donde Dios sea el
centro, y donde ya no haya oscuridad de odio, de mentira ni de muerte.
🌹 6. María, Reina de la Paz
Y no podemos concluir
sin recordar que este mes de mayo lo vivimos de la mano de María. Ella es la
mujer que guardó la Palabra, que vivió en paz aún bajo la cruz, y que acompañó
a la Iglesia naciente en el Cenáculo.
San Pablo VI dijo de
ella:
“María
ofrece al hombre contemporáneo la victoria de la comunión sobre la soledad, de
la paz sobre la turbación, de la vida sobre la muerte.”
A ella encomendamos
nuestras familias, nuestras comunidades, nuestro país y al mundo entero, tantas
veces confundido entre paz aparente y guerra solapada.
🙏 Conclusión
Queridos hermanos:
Hoy el Señor nos invita
a ser:
·
Morada de su presencia, guardando su Palabra
con amor.
·
Constructores de paz
verdadera,
con la luz del Espíritu Santo.
·
Familias firmes y
reconciliadas,
que testimonien el Evangelio en lo cotidiano.
·
Comunidades
discernientes,
donde se escuche al Espíritu más que a las pasiones.
·
Iglesia luminosa, reflejo de la
Jerusalén celestial, donde Dios lo sea todo.
Y que en este caminar
pascual, María,
Reina de la Paz, camine con nosotros como Madre, modelo y
compañera.
Amén.
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