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19 de mayo del 2025: lunes de la quinta semana de Pascua

 

RAM

(Juan 14:21-26) En este capítulo 14 del Evangelio de Juan, Jesús prepara delicadamente a sus discípulos para su partida. Él no los deja solos, sino que les promete el Espíritu Santo que será su memoria. Ningún recuerdo congelado en el pasado o en la repetición de ritos. En cambio, es una memoria viva, alimentada por la Palabra, nueva cada mañana. Una memoria que nos hace “cohabitantes” de una nueva creación con el Padre y el Hijo.

Colette Hamza, Xavière


(Hechos 14, 5-18) Cuando la vida me trae su parte de sufrimiento, de fracasos, de soledad, ¡qué difícil es confiar! Pero es el camino a la liberación, a la curación.


Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (14,5-18):

EN aquellos días, cuando en Iconio se produjeron conatos de violencia de parte de los gentiles y de los judíos, con sus autoridades, para maltratar a Pablo y a Bernabé y apedrearlos; al darse cuenta de la situación, huyeron a las ciudades de Licaonia, a Listra y Derbe y alrededores, donde se pusieron a predicar el Evangelio.
Había en Listra, sentado, un hombre impedido de pies; cojo desde el seno de su madre, nunca había podido andar. Estaba escuchando las palabras de Pablo, y este, fijando en él la vista y viendo que tenía una fe capaz de obtener la salud, le dijo en voz alta:
«Levántate, ponte derecho sobre tus pies».
El hombre dio un salto y echó a andar. Al ver lo que Pablo había hecho, el gentío exclamó en la lengua de Licaonia:
«Los dioses en figura de hombres han bajado a visitarnos».
A Bernabé lo llamaban Zeus, y a Pablo, Hermes, porque se encargaba de hablar. El sacerdote del templo de Zeus que estaba a la entrada de la ciudad trajo a las puertas toros y guirnaldas y, con la gente, quería ofrecerles un sacrificio.
Al oírlo los apóstoles Bernabé y Pablo, se rasgaron el manto e irrumpieron por medio del gentío, gritando y diciendo:
«Hombres, ¿qué hacéis? También nosotros somos humanos de vuestra misma condición; os anunciamos esta Buena Noticia: que dejéis los ídolos vanos y os convirtáis al Dios vivo “que hizo el cielo, la tierra y el mar y todo lo que contienen”. En las generaciones pasadas, permitió que cada pueblo anduviera su camino; aunque no ha dejado de dar testimonio de sí mismo con sus beneficios, mandándoos desde el cielo la lluvia y las cosechas a sus tiempos, dándoos comida y alegría en abundancia».
Con estas palabras, a dura penas disuadieron al gentío de que les ofrecieran un sacrificio.

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 113B,1-2.3-4.15-16

R/. No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria


No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria,
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios»? R/.

Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas. R/.

Benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (14,21-26):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; al que me ama será amado mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».
Le dijo Judas, no el Iscariote:
«Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?»
Respondió Jesús y le dijo:
«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho».

Palabra del Señor

 



🟡 1

RAM – Juan 14, 21-26

En este capítulo 14 del Evangelio de Juan, Jesús prepara delicadamente a los suyos para su partida. No los deja solos, sino que promete el Espíritu Santo, quien será su memoria.
No se trata de una memoria congelada en el pasado o encerrada en la repetición de ritos. Sino una memoria viva, alimentada por la Palabra, renovada cada mañana.

Una memoria que nos hace "cohabitantes" de una nueva creación junto al Padre y al Hijo.

🟢 Comentario:

La imagen del RAM (memoria de acceso aleatorio de una computadora) hace referencia a esa memoria activa y operativa, que no archiva solamente datos pasados, sino que permite el funcionamiento presente y dinámico. El Espíritu Santo es esa “memoria viva” que no conserva el Evangelio como museo, sino que lo hace resonar en el aquí y ahora.

🟡 2. "Una memoria viva que enciende el corazón"

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

En estos días del tiempo pascual, seguimos acompañando a Jesús en su discurso de despedida según el Evangelio de San Juan. Hoy, en el capítulo 14, el Señor nos promete algo precioso: el Espíritu Santo, el Defensor, quien será enviado por el Padre en su nombre.

Jesús no promete solamente un recuerdo emotivo de su presencia, sino algo infinitamente más poderoso: una memoria viva, un fuego que arde en lo íntimo y nos mantiene en movimiento.
No es una nostalgia ritual, ni una fe de museo. Es una fe RAM: una memoria activa, siempre encendida, que traduce la Palabra de Dios en decisiones, gestos y misión concreta.

Así como el RAM de una computadora mantiene activas las funciones esenciales del sistema y permite la operación diaria, así el Espíritu Santo mantiene activa la fe, no como archivo muerto, sino como impulso de vida.

“El Defensor, el Espíritu Santo... les enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho” (Jn 14,26).

1. El Espíritu Santo, memoria dinámica de la Iglesia

Esta memoria viva no es mera repetición. Es memoria creativa, como dijo el Papa Francisco. Cada mañana se renueva y nos permite actualizar el Evangelio en la realidad que vivimos.

Por eso, la fe no se hereda como un simple dato cultural. Se transmite como fuego, como presencia, como inspiración.
Jesús nos dice que el que lo ama, guarda su palabra, y en él el Padre y el Hijo vienen a habitar. Es decir, vivimos en una comunión trinitaria, movidos por el Espíritu.

2. Pablo y Bernabé: evangelizadores con Espíritu y discernimiento (Hechos 14,5-18)

En la primera lectura, Pablo y Bernabé son testigos de un milagro en Listra. Un paralítico es curado y la gente, desconcertada, los confunde con dioses. Ellos reaccionan con humildad y firmeza, devolviendo la gloria a Dios.

Esto nos enseña que la memoria viva del Espíritu no solo nos hace recordar lo que Jesús dijo, sino que también nos enseña a discernir los signos de los tiempos y a rechazar los falsos honores o idolatrías modernas.

Pablo no aprovechó la admiración de la gente para engrandecerse. Fue instrumento de la verdad. Así debemos ser nosotros: testigos, no protagonistas.

3. No a nosotros, Señor, sino a tu Nombre la gloria (Salmo 115)

El Salmo de hoy responde con precisión al riesgo vivido en Listra: “No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu Nombre da la gloria”.

Cuando dejamos que el Espíritu Santo sea nuestra memoria viva, Dios ocupa su lugar en nuestra vida, y nosotros reconocemos que todo don, todo milagro, toda palabra de vida tiene una sola fuente: Él.

Conclusión: vivir RAM, vivir Pentecostés

Querida comunidad, en este tiempo pascual, cuando nos acercamos a la fiesta de Pentecostés, esta Palabra nos invita a vivir conectados al Espíritu como memoria RAM del alma:

  • Memoria que no olvida lo esencial.
  • Memoria que mantiene encendida la fe y operativa la esperanza.
  • Memoria que nos recuerda que somos templo del Espíritu, enviados como Pablo y Bernabé, sin buscar gloria, sino siendo lámparas de la Luz verdadera.

Invitación final:

Pidamos hoy al Espíritu Santo que refresque nuestra memoria espiritual, que borre los virus del egoísmo, que actualice el sistema de nuestra fe y que nos mantenga en línea con el Evangelio, para ser testigos en esta nueva creación donde Dios quiere habitar en nosotros.


2

Recordando las Revelaciones de Dios


Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho».

Juan 14:25–26

 

A veces olvidamos todo lo que Dios nos ha dicho. Por ejemplo, podemos tener una experiencia clara de la presencia de Dios en nuestras vidas, como una poderosa percepción espiritual obtenida a través de la oración, una profunda convicción de Su voz hablada a través de un sermón, la libertad transformadora que se encuentra a través del Sacramento de la Reconciliación, o alguna forma de inconfundible claridad impartida a través de la lectura de las Sagradas Escrituras. 

Cuando Dios nos habla, impartiéndonos Su Verdad, Su fuerza, Su perdón y toda otra forma de gracia, nos consolamos espiritualmente al sentir Su cercanía. Pero cuando surgen problemas, esos momentos de claridad pueden perderse fácilmente.

Los discípulos habrían tenido muchas experiencias esclarecedoras durante los tres años del ministerio público de Jesús. Se maravillaron de la autoridad espiritual que encontraron en Sus sermones, fueron testigos de innumerables milagros, vieron cómo los pecadores eran liberados, vieron a Jesús transfigurado en gloria y vieron a nuestro Señor entrar profundamente en oración con el Padre. 

Cada vez que encontraron el poder de Dios en acción, habrían crecido en su convicción de que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios, el Salvador del mundo. Pero Jesús también sabía que estos discípulos pronto perderían su fe en Él. Él sabía que mientras miraban desde la distancia con miedo mientras arrestaban, golpeaban y mataban a Jesús, comenzarían a olvidar todo lo que habían experimentado anteriormente. 

El miedo puede causar confusión, y Jesús sabía que sus discípulos pronto caerían en esa trampa. Por esta razón, Jesús pronunció las palabras anteriores a sus discípulos. Les prometió que el Espíritu Santo pronto vendría sobre ellos para enseñarles todo y recordarles todo lo que Él les había dicho.

Qué bueno sería si cada lección que aprendimos de Dios permaneciera al frente y al centro de nuestras vidas. Qué lindo sería si nunca permitiéramos que el miedo nos confunda y nos haga olvidar todo lo que Dios nos ha dicho de diversas maneras. 

Así como Jesús sabía que los discípulos necesitarían la ayuda del Espíritu Santo para recordar, también sabe que nosotros necesitamos la misma ayuda del Espíritu Santo. Por lo tanto, las palabras dichas a los discípulos arriba también se nos dicen a nosotros. “El Abogado, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todo y os recordará todo lo que os he dicho”.

¿Qué lecciones de fe has aprendido en el pasado que necesitas recordar? Es el papel del Espíritu Santo traer esas lecciones a la mente cada vez que las necesitemos. Por lo tanto, a medida que nos acercamos a la gloriosa celebración de la Solemnidad de Pentecostés, es un buen momento para orar al Espíritu Santo y pedir el don de recordar las muchas formas en que Dios se ha revelado a nosotros. 

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo trabajan en perfecta armonía entre sí, pero cada uno tiene un papel distinto en nuestras vidas. 

El papel del Espíritu Santo es especialmente conducirnos día a día al cumplimiento de la voluntad del Padre de llegar a ser perfectamente conformes a la Persona de Jesucristo.

Reflexiona hoy sobre esta poderosa promesa que nuestro Señor hizo a sus discípulos y a nosotros. Ora al Espíritu Santo. Ábrete a la dirección continua del Espíritu en tu vida y nunca permitas que el miedo te lleve a la confusión. En cambio, permite que Dios disipe toda confusión y te recuerde todo lo que te ha hablado a lo largo de tu vida.

 

Glorioso Señor Jesús, Tú prometiste a los discípulos y a todo Tu pueblo que el Espíritu Santo sería enviado a nosotros para recordarnos todo lo que Tú has revelado. Espíritu Santo, por favor desciende continuamente sobre mí, enséñame y guíame. Ayúdame a nunca olvidar las muchas lecciones que me han enseñado para que nunca deje que el miedo me lleve a la confusión. Jesús, en Ti confío.

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