Fe concentrada
Pedro se viste antes de saltar
al agua, Jesús cocina el pescado, aunque la pesca aún no ha llegado...
El relato de este domingo
puede parecer torpe en su forma, y, sin embargo, este relato es una
concentración de fe para nuestro camino como creyentes.
Cuando el hombre en la orilla
da órdenes de llenar la red de peces, para los discípulos ya no hay ninguna
duda: es el Señor. Jesús resucitado renueva para ellos la aventura de la pesca
milagrosa y, en la misma invitación a echar la red, renueva la relación que
ahora los une a él. Es ciertamente el Señor, pero todo ha cambiado.
El discípulo a quien Jesús
amaba encuentra palabras para afirmar su fe.
Es en la acción que Pedro
proclama al Resucitado, poniéndose un manto y arrojándose al agua. Uno con la
palabra, el otro con las obras –sin olvidar el equipo de testigos que maniobra
en la barca–, los discípulos nos preceden en esta vida nueva: pasan de la noche
a la mañana, del mar a la orilla, del fracaso a la abundancia.
Éste es el movimiento de
Pascua.
En la orilla, la comida ya
está servida y hay espacio para los peces que los discípulos acaban de contar.
Jesús los reúne en un gesto que les recuerda la Última Cena, pero eso fue
antes. Ahora todos los discípulos reconocen que él es el Señor, el pan vivo
bajado del cielo, el agua viva, la Palabra hecha carne, el Hijo de Dios.
¿Qué otros episodios del Evangelio me recuerdan esta historia?
Y para mí ¿cómo se manifiesta Jesús resucitado?
Karem Bustica, editora jefe de Prions en Église
🕊️ Intención de oración
- Octavo día del novenario por el Papa Francisco
Señor de la vida y Pastor eterno, en este día octavo del
novenario por tu siervo el Papa Francisco, te damos gracias por su testimonio
de fe y esperanza, por su entrega incansable a una Iglesia en salida y su
opción preferencial por los pobres. Concédele gozar de la plenitud de tu Reino
y seguir intercediendo por nosotros, sus hermanos peregrinos de la esperanza.
Que su ejemplo nos anime a anunciar con valentía, como Pedro, que “es necesario
obedecer a Dios antes que a los hombres” y a testimoniar la Resurrección
incluso en medio de las pruebas. Amén.
📖 Comentarios breves a
las lecturas
1. Primera Lectura – Hechos 5,27-32.40b-41
Los
apóstoles han sido arrestados por predicar en nombre de Jesús. Frente al
Sanedrín, Pedro responde con valentía, subrayando su fidelidad a Dios y la
misión de anunciar al Resucitado. Esta lectura nos presenta el primer rostro de
la Iglesia: testigo valiente, perseguida pero gozosa.
2. Salmo 29 (30)
Un
canto de acción de gracias tras haber sido salvado de la muerte. Resuena la
alegría pascual: "Te ensalzaré, Señor, porque me has librado". Es el
eco de la Iglesia que ha pasado del llanto al gozo, como los apóstoles después
de la Pascua.
3. Segunda Lectura – Apocalipsis 5,11-14
La
visión apocalíptica revela al Cordero inmolado y glorioso, digno de recibir
alabanza universal. Es una liturgia celeste que confirma que el Crucificado ha
vencido. En medio del sufrimiento, esta visión ofrece esperanza y sentido.
4. Evangelio – Juan 21,1-19
Jesús
resucitado se manifiesta en la cotidianidad: la pesca, el fuego, el pan. El
triple diálogo con Pedro sana su triple negación. Le confía el pastoreo de su
Iglesia, revelando que el amor es la medida del seguimiento. La Pascua no es
solo gozo; también es envío, misión, reconciliación y entrega.
✝️ Homilía: “Peregrinos
del Amor, Testigos de la Esperanza”
Queridos
hermanos:
Celebramos
el Tercer Domingo de Pascua con el corazón todavía encendido por la Luz del
Resucitado. En este día, la Palabra nos conduce por un hermoso camino pascual:
de la prueba al testimonio,
del fracaso a la esperanza,
de la negación al amor
renovado. Hoy, además, oramos por el eterno descanso del Papa
Francisco, nuestro querido pastor que nos enseñó a vivir como peregrinos de la esperanza,
una esperanza que nace de la Pascua.
Pedro,
en los Hechos de los Apóstoles, proclama valientemente ante los poderosos: “Hay que obedecer a Dios antes que a los
hombres”. Esta frase condensa la esencia de un corazón pascual.
El miedo ha sido vencido por el Espíritu. El mismo Pedro que negó a Jesús ahora
es roca firme. ¿Qué ha cambiado? Ha visto al Resucitado. Ha sido perdonado. Ha
sido amado.
En
el Evangelio de hoy, lo vemos junto al lago, otra vez pescando, tal vez
escapando del peso de su traición. Pero Jesús lo espera con pan caliente y
fuego encendido. No lo reprende, lo ama. No lo cuestiona, lo envía: “Apacienta mis ovejas”.
La Pascua no borra nuestras caídas, las redime. No ignora nuestros fracasos,
los transforma.
Este
Evangelio es profundamente consolador. Nos dice que Jesús resucitado no se
aparece solo en templos o visiones, sino en la orilla de nuestras rutinas, en nuestras noches de
cansancio, en nuestros fuegos apagados. Él viene a reencender
la llama.
Y
como a Pedro, también a nosotros nos pregunta: “¿Me amas?”. No una vez,
sino tres. Porque el amor es lo único que puede sostener una vida pascual. El
seguimiento de Cristo no es una obligación, es una historia de amor. La Pascua
nos convierte en peregrinos
del amor, y ese amor nos lanza como testigos de esperanza.
Queridos
hermanos, hoy oramos por el Papa Francisco. En su vida encarnó ese amor
pascual. Fue Pedro de este tiempo. En sus palabras, gestos, viajes y silencios
nos enseñó que la Iglesia no debe encerrarse en sus miedos, sino salir,
caminar, encontrarse con Cristo en los márgenes. En este año jubilar, su
partida se convierte en semilla de esperanza. Su legado nos impulsa a seguir
caminando.
Nosotros,
como Pedro, tenemos nuestras noches de fracaso, nuestros fuegos apagados,
nuestras negaciones. Pero Jesús sigue esperándonos en la orilla. Nos sigue
preguntando: “¿Me amas?”. Y si respondemos que sí, aunque sea con un amor
imperfecto, Él nos confía su rebaño, nos llama a construir esperanza.
Que
este año jubilar nos renueve como Iglesia “peregrina de la esperanza”, una
Iglesia capaz de amar,
pastorear y testimoniar, incluso en medio del dolor y la
contradicción.
🙏 Oración final
Señor Resucitado, que sanaste el corazón de Pedro con tu
amor y lo convertiste en pastor de tu Iglesia, sana también nuestras negaciones
y renueva nuestro amor por ti. Que, siguiendo el ejemplo del Papa Francisco,
vivamos como verdaderos peregrinos de la esperanza, anunciando tu victoria con alegría,
y edificando tu Reino desde lo pequeño y cotidiano. Amén.
2
Ver
Una
persona adquirió un nuevo teléfono móvil y comenzó a comprobar los ajustes,
funcionamiento de las aplicaciones, descarga de archivos… pero tras un tiempo
algunas cosas empezaron a fallar y se le bloqueó. Un amigo le dijo que le hacía
falta reiniciar el teléfono para que todo eso que tenía abierto ‘se pusiese en
su sitio’. Así lo hizo y el teléfono funcionó correctamente. Esto que ocurre
con los dispositivos electrónicos nos ocurre también a nosotros: vamos
atendiendo las tareas y problemas cotidianos, pero llega un momento en que
estamos muy dispersos y acabamos bloqueándonos, y necesitamos ‘reiniciarnos’
para volver a funcionar bien.
Juzgar
En
el Evangelio hemos escuchado “la tercera vez que Jesús se apareció a los
discípulos después de resucitar de entre los muertos”. Ellos, en los últimos
tres años, han vivido muchas cosas: el encuentro con Jesús, la llamada a ser
sus discípulos, el anuncio del Evangelio, los milagros y signos que Jesús ha
realizado… Sobre todo, los últimos días han sido muy intensos: la pasión y
muerte de Jesús con todo lo que conllevó, la sorpresa del encuentro con Jesús
Resucitado… Tienen muchos frentes abiertos, por eso, no es de extrañar que,
cuando intentan volver a su vida cotidiana (“Simón Pedro les dice: «Me voy a
pescar». Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo»”), estén bloqueados:
“Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada”.
Les hacía falta un ‘reinicio’: la situación que
hoy hemos escuchado en el Evangelio de Juan es muy similar a la que se produjo
cuando Jesús les llamó por primera vez a ser ‘pescadores de hombres’ y que
recogen los Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). Es este reinicio el que les
permite reconocer a Jesús Resucitado: “Es el Señor”, hasta el punto de que
“ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían
bien que era el Señor”.
Y este reinicio es el que les hará reemprender su
vida pero ya no como antes, como una simple vuelta a lo de siempre, sino ahora
como apóstoles, como testigos de Cristo Resucitado.
Como hemos dicho, nosotros necesitamos de vez en
cuando un ‘reinicio’, también en lo referente a nuestra fe. Por una parte, la
mayoría llevamos muchos años como cristianos; por otra parte, además, hemos vivido
la Semana Santa con todo lo que conlleva. Pero estamos ya en el tercer domingo
de Pascua, hemos vuelto a nuestras tareas cotidianas y quizá la celebración de
la Resurrección de Jesús empieza a quedar como algo pasado, y que seguimos
igual que antes, quizá incluso nos sentimos ‘bloqueados’ porque no
experimentamos ningún avance significativo.
Por eso hoy se nos llama a que hagamos un
reinicio. La Pascua debería ser el tiempo verdaderamente ‘fuerte’ para
nosotros, más que la Cuaresma, porque el tiempo Pascual es el tiempo propicio
para hacer un reinicio espiritual, para ‘re-cordar’, para volver a pasar por el
corazón, nuestros primeros pasos en la fe, las personas, las celebraciones,
lecturas, experiencias comunitarias, que fueron significativas para nosotros y
que nos llevaron a seguir al Señor.
La Pascua también es el tiempo propicio para hacer
un reinicio respecto a la Eucaristía, que quizá se nos ha vuelto demasiado
rutinaria, para vivirla como un verdadero encuentro con el Resucitado. Como
“aquel discípulo a quien Jesús amaba” necesitamos redescubrir que “es el Señor”
quien está presente; como “Simón Pedro”, cada domingo debemos ‘echarnos al
agua’, venir con ganas a su encuentro; y no como espectadores pasivos, sino
‘arrastrando la red’, participando de forma activa. Y, sobre todo, necesitamos
la experiencia de que es el mismo Jesús quien, a cada uno, “se acerca, toma, el
pan y se lo da”.
Actuar
¿En
qué aspectos de mi vida me siento bloqueado? ¿Creo que necesito un reinicio,
también en mi vida de fe? ¿Qué me ha quedado de la Semana Santa? ¿Cómo vivo la
Eucaristía dominical?
En un dispositivo electrónico, hacer un reinicio
supone volver a cargar el sistema operativo, es decir, lo básico que permite
que todos los demás programas funcionen. Hagamos también nosotros un reinicio
de nuestra vida de fe para desbloquearla y que todas las demás dimensiones de
nuestra vida funcionen correctamente, y así también podamos llevar adelante
nuestras tareas cotidianas, pero ahora como ‘apóstoles’, como testigos creíbles
de que verdaderamente Jesús ha resucitado.
Recordemos
la primera vez que hubo una pesca milagrosa en los Evangelios. En Lucas 5:1-7 , Jesús predicaba a la gente
en la orilla desde donde estaba sentado en la barca de Pedro, a poca distancia.
Después de predicar, Jesús le dijo a Pedro: «Rema mar adentro y echad vuestras
redes para pescar». Pedro así lo hizo, y la pesca fue tan grande que los
apóstoles necesitaron ayuda para sacarla.
En el Evangelio de hoy, unos tres años después de la Resurrección,
Jesús se apareció a los discípulos desde la orilla y les indicó que echaran las
redes "a la derecha de la barca". Así lo hicieron y pescaron 153
peces grandes. Al comentar estos dos pasajes, san Agustín enseña que la primera
pesca milagrosa fue señal de que el Evangelio sería predicado a todo el mundo,
lo cual se indica con las simples palabras de Jesús: "Echen las
redes". Pero después de la Resurrección, Jesús les dice específicamente a
los discípulos que echen las redes "a la derecha" para indicar que la
gracia ahora se concede a quienes están a su derecha y son separados de los
condenados que están a su izquierda. Así, esta segunda pesca milagrosa
simboliza el fin de los tiempos, cuando buenos y malos serán juzgados.
San Agustín también señala que los 153 peces grandes, capturados a
la derecha de la barca, representan simbólicamente a quienes no solo cumplen
los Diez Mandamientos, sino que también reciben los Siete Dones del Espíritu
Santo por gracia. Explica que 10 + 7 = 17, y si se suman todos los números
entre 1 y 17, se obtiene 153. Por lo tanto, estos 153 peces representan a todos
los que reciben su don de gracia y obtienen la salvación. La barca representa a
la Iglesia, y el don de la salvación lo ofrece Cristo a través de su Iglesia.
Un mensaje claro que debemos extraer de la interpretación de San
Agustín es que la gracia y la misericordia se ofrecen a todos, pero no todos
las reciben. Al final de nuestras vidas y al final del mundo, se llevará a cabo
el juicio. Quienes respondieron a la oferta de gracia y misericordia, se
arrepintieron de sus pecados y entregaron su vida a Cristo participarán
eternamente de la Resurrección. Pero quienes se negaron a seguir sus
mandamientos y se cerraron al poder transformador de los dones del Espíritu
Santo estarán privados de las alegrías eternas.
Enfrentar la realidad del infierno no es agradable, pero es un
mensaje que no debe ignorarse. Es un mensaje real y, por lo tanto, el infierno
es una posibilidad para todos. Por lo tanto, es importante recordarnos de vez
en cuando esta verdad espiritual. ¿Estás entre esos 153 peces grandes que se
encuentran a la derecha de la barca? ¿Permites que los ministros de Cristo en
la Iglesia, representados por los discípulos en la barca, te acerquen a Cristo
mediante la predicación y los sacramentos? Aunque todos podamos responder
rápidamente "Sí" a esta pregunta, nunca debemos dejar de estar
atentos a que la salvación requiere acción de nuestra parte. Requiere que
aceptemos a Cristo Jesús siguiendo sus mandamientos y vivamos por el poder
transformador del Espíritu Santo tal como lo imparte la Iglesia.
Reflexiona hoy sobre el simbolismo de este relato de la
Resurrección. Considera que el Evangelio, en efecto, te ha sido compartido.
¿Has escuchado la Palabra de Dios tal como la predica la Iglesia? ¿Te sumerges
en la gracia que se da a través de los sacramentos? ¿Sigues fielmente los Diez
Mandamientos? ¿Te abres continuamente a los Siete Dones del Espíritu Santo?
Busca ser parte de esa pesca del lado correcto. Nunca dudes de que el infierno
es real y posible. Por eso, nunca flaquees en tu fidelidad a Cristo, para que
permanezcas firmemente arraigado en su gracia y participes algún día de su
Resurrección.
Señor resucitado, has ofrecido tu gracia y misericordia a todos,
pero no todos han respondido. Ruego que siempre esté entre quienes responden
continuamente a tu invitación. Me arrepiento de mi pecado, querido Señor.
Ayúdame a ser fiel a tus mandamientos de amor y a sumergirme a diario en tu
Espíritu transformador. Jesús, confío en ti.
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