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4 de mayo del 2025: tercer domingo de Pascua- Ciclo C

 

Fe concentrada

Pedro se viste antes de saltar al agua, Jesús cocina el pescado, aunque la pesca aún no ha llegado...

El relato de este domingo puede parecer torpe en su forma, y, ​​sin embargo, este relato es una concentración de fe para nuestro camino como creyentes.

Cuando el hombre en la orilla da órdenes de llenar la red de peces, para los discípulos ya no hay ninguna duda: es el Señor. Jesús resucitado renueva para ellos la aventura de la pesca milagrosa y, en la misma invitación a echar la red, renueva la relación que ahora los une a él. Es ciertamente el Señor, pero todo ha cambiado.

El discípulo a quien Jesús amaba encuentra palabras para afirmar su fe.

Es en la acción que Pedro proclama al Resucitado, poniéndose un manto y arrojándose al agua. Uno con la palabra, el otro con las obras –sin olvidar el equipo de testigos que maniobra en la barca–, los discípulos nos preceden en esta vida nueva: pasan de la noche a la mañana, del mar a la orilla, del fracaso a la abundancia.

Éste es el movimiento de Pascua.

En la orilla, la comida ya está servida y hay espacio para los peces que los discípulos acaban de contar. Jesús los reúne en un gesto que les recuerda la Última Cena, pero eso fue antes. Ahora todos los discípulos reconocen que él es el Señor, el pan vivo bajado del cielo, el agua viva, la Palabra hecha carne, el Hijo de Dios.

¿Qué otros episodios del Evangelio me recuerdan esta historia?

Y para mí ¿cómo se manifiesta Jesús resucitado? 

Karem Bustica, editora jefe de Prions en Église


PRIMERA LECTURA
LECTURA DEL LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES 5, 27b-32. 40b-41

En aquellos días, el sumo sacerdote interrogó a los apóstoles, diciendo:
«¿No os habíamos ordenado formalmente no enseñar en ese Nombre? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre».
Pedro y los apóstoles replicaron:
«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen».
Prohibieron a los apóstoles hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Ellos, pues, salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el Nombre.

Palabra de Dios.



SALMO RESPONSORIAL

Salmo 29, 2 y 4. 5 y 6. 11 y l2a y 13b

R. TE ENSALZARÉ, SEÑOR, PORQUE ME HAS LIBRADO.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. R.

Tañed para el Señor, fieles suyos,
celebrad el recuerdo de su nombre santo;
su cólera dura un instante,
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo. R.

Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. R.



SEGUNDA LECTURA
LECTURA DEL LIBRO DEL APOCALIPSIS 5, 11-14

Yo, Juan, miré, y escuché la voz de muchos ángeles alrededor del trono, de los vivientes y de los ancianos, y eran miles de miles, miríadas de miríadas, y decían con voz potente:
«Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza»
Y escuché a todas las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra, en el mar - todo lo que hay en ellos -, que decían:
«Al que está sentado en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos».
Y los cuatro vivientes respondían: «Amén».
Y los ancianos se postraron y adoraron.

Palabra de Dios




EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 21. 1-19

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón
Pedro les dice:
-- Me voy a pescar.
Ellos contestaban:
-- Vamos también nosotros contigo.
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada.
Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice:
-- Muchachos, ¿tenéis pescado?
Ellos contestaron:
-- No.
Él les dice:
-- Echad la red a la derecha de la barca y encontrareis.
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro.
-- Es el Señor.
Al oír que era el Señor. Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaba de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice:
-- Traed de los peces que acabáis de coger.
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice:
-- Vamos, almorzad.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quien era, porque sabían muy bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da; y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.
Después de comer dice Jesús a Simón Pedro:
-- Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?
Él le contestó:
-- Sí, Señor, tu sabes que te quiero.
Jesús le dice:
-- Apacienta mis corderos.
Por segunda vez le pregunta:
-- Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
Él le contesta:
-- Sí, Señor tu sabes que te quiero.
Él le dice:
-- Pastorea mis ovejas.
Por tercera vez le pregunta:
-- Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
-- Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contesto:
-- Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.
Jesús le dice:
-- Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió:
-- Sígueme.

Palabra del Señor


1


🕊Intención de oración - Octavo día del novenario por el Papa Francisco

Señor de la vida y Pastor eterno, en este día octavo del novenario por tu siervo el Papa Francisco, te damos gracias por su testimonio de fe y esperanza, por su entrega incansable a una Iglesia en salida y su opción preferencial por los pobres. Concédele gozar de la plenitud de tu Reino y seguir intercediendo por nosotros, sus hermanos peregrinos de la esperanza. Que su ejemplo nos anime a anunciar con valentía, como Pedro, que “es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” y a testimoniar la Resurrección incluso en medio de las pruebas. Amén.


📖 Comentarios breves a las lecturas

1. Primera Lectura – Hechos 5,27-32.40b-41

Los apóstoles han sido arrestados por predicar en nombre de Jesús. Frente al Sanedrín, Pedro responde con valentía, subrayando su fidelidad a Dios y la misión de anunciar al Resucitado. Esta lectura nos presenta el primer rostro de la Iglesia: testigo valiente, perseguida pero gozosa.

2. Salmo 29 (30)

Un canto de acción de gracias tras haber sido salvado de la muerte. Resuena la alegría pascual: "Te ensalzaré, Señor, porque me has librado". Es el eco de la Iglesia que ha pasado del llanto al gozo, como los apóstoles después de la Pascua.

3. Segunda Lectura – Apocalipsis 5,11-14

La visión apocalíptica revela al Cordero inmolado y glorioso, digno de recibir alabanza universal. Es una liturgia celeste que confirma que el Crucificado ha vencido. En medio del sufrimiento, esta visión ofrece esperanza y sentido.

4. Evangelio – Juan 21,1-19

Jesús resucitado se manifiesta en la cotidianidad: la pesca, el fuego, el pan. El triple diálogo con Pedro sana su triple negación. Le confía el pastoreo de su Iglesia, revelando que el amor es la medida del seguimiento. La Pascua no es solo gozo; también es envío, misión, reconciliación y entrega.

 

Homilía: “Peregrinos del Amor, Testigos de la Esperanza”

Queridos hermanos:

Celebramos el Tercer Domingo de Pascua con el corazón todavía encendido por la Luz del Resucitado. En este día, la Palabra nos conduce por un hermoso camino pascual: de la prueba al testimonio, del fracaso a la esperanza, de la negación al amor renovado. Hoy, además, oramos por el eterno descanso del Papa Francisco, nuestro querido pastor que nos enseñó a vivir como peregrinos de la esperanza, una esperanza que nace de la Pascua.

Pedro, en los Hechos de los Apóstoles, proclama valientemente ante los poderosos: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Esta frase condensa la esencia de un corazón pascual. El miedo ha sido vencido por el Espíritu. El mismo Pedro que negó a Jesús ahora es roca firme. ¿Qué ha cambiado? Ha visto al Resucitado. Ha sido perdonado. Ha sido amado.

En el Evangelio de hoy, lo vemos junto al lago, otra vez pescando, tal vez escapando del peso de su traición. Pero Jesús lo espera con pan caliente y fuego encendido. No lo reprende, lo ama. No lo cuestiona, lo envía: “Apacienta mis ovejas”. La Pascua no borra nuestras caídas, las redime. No ignora nuestros fracasos, los transforma.

Este Evangelio es profundamente consolador. Nos dice que Jesús resucitado no se aparece solo en templos o visiones, sino en la orilla de nuestras rutinas, en nuestras noches de cansancio, en nuestros fuegos apagados. Él viene a reencender la llama.

Y como a Pedro, también a nosotros nos pregunta: “¿Me amas?”. No una vez, sino tres. Porque el amor es lo único que puede sostener una vida pascual. El seguimiento de Cristo no es una obligación, es una historia de amor. La Pascua nos convierte en peregrinos del amor, y ese amor nos lanza como testigos de esperanza.

Queridos hermanos, hoy oramos por el Papa Francisco. En su vida encarnó ese amor pascual. Fue Pedro de este tiempo. En sus palabras, gestos, viajes y silencios nos enseñó que la Iglesia no debe encerrarse en sus miedos, sino salir, caminar, encontrarse con Cristo en los márgenes. En este año jubilar, su partida se convierte en semilla de esperanza. Su legado nos impulsa a seguir caminando.

Nosotros, como Pedro, tenemos nuestras noches de fracaso, nuestros fuegos apagados, nuestras negaciones. Pero Jesús sigue esperándonos en la orilla. Nos sigue preguntando: “¿Me amas?”. Y si respondemos que sí, aunque sea con un amor imperfecto, Él nos confía su rebaño, nos llama a construir esperanza.

Que este año jubilar nos renueve como Iglesia “peregrina de la esperanza”, una Iglesia capaz de amar, pastorear y testimoniar, incluso en medio del dolor y la contradicción.


🙏 Oración final

Señor Resucitado, que sanaste el corazón de Pedro con tu amor y lo convertiste en pastor de tu Iglesia, sana también nuestras negaciones y renueva nuestro amor por ti. Que, siguiendo el ejemplo del Papa Francisco, vivamos como verdaderos peregrinos de la esperanza, anunciando tu victoria con alegría, y edificando tu Reino desde lo pequeño y cotidiano. Amén.



2

Ver

Una persona adquirió un nuevo teléfono móvil y comenzó a comprobar los ajustes, funcionamiento de las aplicaciones, descarga de archivos… pero tras un tiempo algunas cosas empezaron a fallar y se le bloqueó. Un amigo le dijo que le hacía falta reiniciar el teléfono para que todo eso que tenía abierto ‘se pusiese en su sitio’. Así lo hizo y el teléfono funcionó correctamente. Esto que ocurre con los dispositivos electrónicos nos ocurre también a nosotros: vamos atendiendo las tareas y problemas cotidianos, pero llega un momento en que estamos muy dispersos y acabamos bloqueándonos, y necesitamos ‘reiniciarnos’ para volver a funcionar bien. 

Juzgar

En el Evangelio hemos escuchado “la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos”. Ellos, en los últimos tres años, han vivido muchas cosas: el encuentro con Jesús, la llamada a ser sus discípulos, el anuncio del Evangelio, los milagros y signos que Jesús ha realizado… Sobre todo, los últimos días han sido muy intensos: la pasión y muerte de Jesús con todo lo que conllevó, la sorpresa del encuentro con Jesús Resucitado… Tienen muchos frentes abiertos, por eso, no es de extrañar que, cuando intentan volver a su vida cotidiana (“Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar». Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo»”), estén bloqueados: “Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada”.

Les hacía falta un ‘reinicio’: la situación que hoy hemos escuchado en el Evangelio de Juan es muy similar a la que se produjo cuando Jesús les llamó por primera vez a ser ‘pescadores de hombres’ y que recogen los Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). Es este reinicio el que les permite reconocer a Jesús Resucitado: “Es el Señor”, hasta el punto de que “ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor”.

Y este reinicio es el que les hará reemprender su vida pero ya no como antes, como una simple vuelta a lo de siempre, sino ahora como apóstoles, como testigos de Cristo Resucitado.

Como hemos dicho, nosotros necesitamos de vez en cuando un ‘reinicio’, también en lo referente a nuestra fe. Por una parte, la mayoría llevamos muchos años como cristianos; por otra parte, además, hemos vivido la Semana Santa con todo lo que conlleva. Pero estamos ya en el tercer domingo de Pascua, hemos vuelto a nuestras tareas cotidianas y quizá la celebración de la Resurrección de Jesús empieza a quedar como algo pasado, y que seguimos igual que antes, quizá incluso nos sentimos ‘bloqueados’ porque no experimentamos ningún avance significativo.

Por eso hoy se nos llama a que hagamos un reinicio. La Pascua debería ser el tiempo verdaderamente ‘fuerte’ para nosotros, más que la Cuaresma, porque el tiempo Pascual es el tiempo propicio para hacer un reinicio espiritual, para ‘re-cordar’, para volver a pasar por el corazón, nuestros primeros pasos en la fe, las personas, las celebraciones, lecturas, experiencias comunitarias, que fueron significativas para nosotros y que nos llevaron a seguir al Señor.

La Pascua también es el tiempo propicio para hacer un reinicio respecto a la Eucaristía, que quizá se nos ha vuelto demasiado rutinaria, para vivirla como un verdadero encuentro con el Resucitado. Como “aquel discípulo a quien Jesús amaba” necesitamos redescubrir que “es el Señor” quien está presente; como “Simón Pedro”, cada domingo debemos ‘echarnos al agua’, venir con ganas a su encuentro; y no como espectadores pasivos, sino ‘arrastrando la red’, participando de forma activa. Y, sobre todo, necesitamos la experiencia de que es el mismo Jesús quien, a cada uno, “se acerca, toma, el pan y se lo da”.

 

Actuar

¿En qué aspectos de mi vida me siento bloqueado? ¿Creo que necesito un reinicio, también en mi vida de fe? ¿Qué me ha quedado de la Semana Santa? ¿Cómo vivo la Eucaristía dominical?

En un dispositivo electrónico, hacer un reinicio supone volver a cargar el sistema operativo, es decir, lo básico que permite que todos los demás programas funcionen. Hagamos también nosotros un reinicio de nuestra vida de fe para desbloquearla y que todas las demás dimensiones de nuestra vida funcionen correctamente, y así también podamos llevar adelante nuestras tareas cotidianas, pero ahora como ‘apóstoles’, como testigos creíbles de que verdaderamente Jesús ha resucitado.


3


Ciento cincuenta y tres peces grandes


Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice:
-- Muchachos, ¿tenéis pescado?
Ellos contestaron:
-- No.
Él les dice:
-- Echad la red a la derecha de la barca y encontrareis.
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. 


Recordemos la primera vez que hubo una pesca milagrosa en los Evangelios. En Lucas 5:1-7 , Jesús predicaba a la gente en la orilla desde donde estaba sentado en la barca de Pedro, a poca distancia. Después de predicar, Jesús le dijo a Pedro: «Rema mar adentro y echad vuestras redes para pescar». Pedro así lo hizo, y la pesca fue tan grande que los apóstoles necesitaron ayuda para sacarla.

 

En el Evangelio de hoy, unos tres años después de la Resurrección, Jesús se apareció a los discípulos desde la orilla y les indicó que echaran las redes "a la derecha de la barca". Así lo hicieron y pescaron 153 peces grandes. Al comentar estos dos pasajes, san Agustín enseña que la primera pesca milagrosa fue señal de que el Evangelio sería predicado a todo el mundo, lo cual se indica con las simples palabras de Jesús: "Echen las redes". Pero después de la Resurrección, Jesús les dice específicamente a los discípulos que echen las redes "a la derecha" para indicar que la gracia ahora se concede a quienes están a su derecha y son separados de los condenados que están a su izquierda. Así, esta segunda pesca milagrosa simboliza el fin de los tiempos, cuando buenos y malos serán juzgados.

 

San Agustín también señala que los 153 peces grandes, capturados a la derecha de la barca, representan simbólicamente a quienes no solo cumplen los Diez Mandamientos, sino que también reciben los Siete Dones del Espíritu Santo por gracia. Explica que 10 + 7 = 17, y si se suman todos los números entre 1 y 17, se obtiene 153. Por lo tanto, estos 153 peces representan a todos los que reciben su don de gracia y obtienen la salvación. La barca representa a la Iglesia, y el don de la salvación lo ofrece Cristo a través de su Iglesia.

 

Un mensaje claro que debemos extraer de la interpretación de San Agustín es que la gracia y la misericordia se ofrecen a todos, pero no todos las reciben. Al final de nuestras vidas y al final del mundo, se llevará a cabo el juicio. Quienes respondieron a la oferta de gracia y misericordia, se arrepintieron de sus pecados y entregaron su vida a Cristo participarán eternamente de la Resurrección. Pero quienes se negaron a seguir sus mandamientos y se cerraron al poder transformador de los dones del Espíritu Santo estarán privados de las alegrías eternas.

 

Enfrentar la realidad del infierno no es agradable, pero es un mensaje que no debe ignorarse. Es un mensaje real y, por lo tanto, el infierno es una posibilidad para todos. Por lo tanto, es importante recordarnos de vez en cuando esta verdad espiritual. ¿Estás entre esos 153 peces grandes que se encuentran a la derecha de la barca? ¿Permites que los ministros de Cristo en la Iglesia, representados por los discípulos en la barca, te acerquen a Cristo mediante la predicación y los sacramentos? Aunque todos podamos responder rápidamente "Sí" a esta pregunta, nunca debemos dejar de estar atentos a que la salvación requiere acción de nuestra parte. Requiere que aceptemos a Cristo Jesús siguiendo sus mandamientos y vivamos por el poder transformador del Espíritu Santo tal como lo imparte la Iglesia.

 

Reflexiona hoy sobre el simbolismo de este relato de la Resurrección. Considera que el Evangelio, en efecto, te ha sido compartido. ¿Has escuchado la Palabra de Dios tal como la predica la Iglesia? ¿Te sumerges en la gracia que se da a través de los sacramentos? ¿Sigues fielmente los Diez Mandamientos? ¿Te abres continuamente a los Siete Dones del Espíritu Santo? Busca ser parte de esa pesca del lado correcto. Nunca dudes de que el infierno es real y posible. Por eso, nunca flaquees en tu fidelidad a Cristo, para que permanezcas firmemente arraigado en su gracia y participes algún día de su Resurrección.

 

 

Señor resucitado, has ofrecido tu gracia y misericordia a todos, pero no todos han respondido. Ruego que siempre esté entre quienes responden continuamente a tu invitación. Me arrepiento de mi pecado, querido Señor. Ayúdame a ser fiel a tus mandamientos de amor y a sumergirme a diario en tu Espíritu transformador. Jesús, confío en ti.


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