viernes, 25 de abril de 2025

Meditaciones diarias de Richard Rohr Desde el Centro de Acción y Contemplación


Volumen  40  I, números 1, 2 y 3 | Publicado : 25 de abril de 2025


El padre Richard Rohr describe por qué los modelos a seguir y los ejemplos personales a menudo inspiran el cambio de manera más efectiva que las ideas y creencias correctas:

Las ideas correctas y los mandatos de la iglesia no pueden provocar el cambio que el alma necesita. El alma necesita modelos vivos para crecer, ejemplos con las energías expansivas del amor. Las personas ansiosas de amar nos transforman profundamente. Solo ellas parecen capaces de abrir el campo de la mente y el corazón al mismo tiempo. Cuando nos encontramos en este estado diferente —y eso es lo que es— nos encontramos abiertos a direcciones o posibilidades que nunca antes hubiéramos permitido ni imaginado.

Cuando estudiaba filosofía escolástica en el seminario, aprendimos que existían causas formales, causas materiales, causas eficientes, causas ejemplares y causas finales. Tras el surgimiento de la física newtoniana, la mayoría pensaba que las causas eficientes eran la única forma en que las cosas podían suceder, como que unos brazos fuertes hicieran que una roca se desprendiera de un campo, pero el tipo de causa que me intrigaba especialmente era la causa ejemplar. Con ese tipo de causalidad, alguien o algún evento, simplemente por ser lo que es, por ser un ejemplo o modelo, "causa" que otras cosas sucedan como resultado.

Las causas finales funcionan de forma muy similar, impulsándonos hacia adelante mediante la atracción y el atractivo. Las causas finales "hacen" que las cosas surjan y evolucionen de cierta manera al ofrecer ideales, modelos y seducciones que nos impulsan hacia adelante. San Buenaventura enseñó que nuestro destino o meta (telos) determina finalmente nuestro significado. Si tenemos claro nuestro objetivo final, tenemos nuestra Estrella Polar para un propósito de vida coherente. Esta, de forma veraz e inevitable, nos impulsará hacia adelante y nos dará una trayectoria clara.

Cuando enseñaba en Sudáfrica, escuché una y otra vez cómo Nelson Mandela dio un salto cultural para muchos hombres africanos, especialmente al ver fotos de él trabajando en los campos, algo que aún consideraban trabajo de mujeres. Fue un buen ejemplo de causa ejemplar y definitiva. Cambió el rumbo y la posibilidad para muchas personas.

Creo que el evangelio mismo, y la visión franciscana del mismo, se comunica principalmente mediante vidas humanas ricamente simbólicas que funcionan como atractivos y ejemplos principales: mediante acciones realizadas visiblemente con amor; mediante un estilo de vida no violento, humilde, sencillo y liberado; mediante una feliz identificación con los pobres y excluidos; mediante la felicidad evidente; y mediante personas concretas y visibles que «dan a otros motivos de alegría espiritual», como dijo Francisco al frotar dos palos para tocar un violín imaginario, y como hizo el papa Francisco al lavar los pies de presos, mujeres y musulmanes. Cuando estas personas hablan o actúan, sus palabras queman y sus acciones condenan.

Seguramente esto es lo que Jesús quiso decir cuando nos dijo que fuéramos «luz en el candelero» o «levadura» y «sal» (Mateo 5:13-15, 13:33). Sabía que la santidad se transmite por contagio.

   

Desde el Centro de Acción y Contemplación

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