martes, 19 de julio de 2022

20 de julio del 2022: miércoles de la decimosexta semana del tiempo ordinario

 

(Mateo 13, 1-9) Dios da y se da a sí mismo. Está en su naturaleza. Se ofrece a todos y cada uno de nosotros sin juzgar nuestra capacidad para recibirlo y nuestros méritos. Por lo tanto, abramos nuestro corazón de par en par a su generosidad.

 


Primera lectura

Comienzo del profeta Jeremías (1,1.4-10):

Palabras de Jeremías, hijo de Helcías, de los sacerdotes residentes en Anatot, territorio de Benjamín. Recibí esta palabra del Señor: «Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te nombré profeta de los gentiles.»
Yo repuse: «¡Ay, Señor mío! Mira que no sé hablar, que soy un muchacho.»
El Señor me contestó: «No digas: "Soy un muchacho", que adonde yo te envíe, irás, y lo que yo te mande, lo dirás. No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte.» Oráculo del Señor.
El Señor extendió la mano y me tocó la boca; y me dijo: «Mira: yo pongo mis palabras en tu boca, hoy te establezco sobre pueblos y reyes, para arrancar y arrasar, para destruir y demoler, para edificar y plantar.»

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 70

R/. Mi boca contará tu salvación, Señor

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame. R/.

Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R/.

Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R/.

Mi boca contará tu auxilio,
y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,1-9):

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente quedó de pie en la orilla.
Les habló mucho rato en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga.»

Palabra del Señor

 

 

“El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga.»

Mateo 13:8-9

 

 

Los “oídos” de los que habla Jesús son mucho más que nuestros oídos físicos. Está hablando de nuestra vida interior a través de la cual somos capaces de escuchar, comprender, aceptar y elegir su santa voluntad. Él nos habla Su Palabra de muchas maneras. La pregunta que considerar es si estamos escuchando o no y si estamos listos para permitir que Su Palabra se impregne. Solo prestando atención a Su Palabra podemos abrazar Su voluntad.

Nuestras almas deben ser como tierra fértil. Esta es una imagen familiar de las Escrituras, pero es una imagen con la que vale la pena pasar mucho tiempo en meditación. La tierra rica en nuestras almas no es fácil de obtener. Es mucho más fácil ser suelo seco, espinoso, rocoso y poco acogedor. Pero fomentar dentro de nosotros una verdadera riqueza y un suelo fértil requiere mucho cuidado y atención. ¿Cómo se hace esto?

Uno de los lugares más importantes para comenzar, a fin de crear un terreno fértil dentro de nuestras almas, es luchar por la verdadera humildad. En última instancia, la humildad se trata de ver la verdad de quiénes somos y, específicamente, ver la necesidad de la gracia de Dios en nuestras vidas. La humilde admisión de que somos impotentes sin la gracia de Dios es esencial para crear un suelo fértil en nuestro interior.

A partir de ahí, debemos llegar a un punto de total confianza en Dios. Cuando primero nos humillamos y reconocemos nuestra total necesidad de Dios, estaremos en posición de confiar en Él cuando Él habla. Y cuando Él hable, escucharemos y obedeceremos con gozo. Sólo entonces el buen fruto de su misericordia podrá derramarse en nuestra vida y, a través de nosotros, en la vida de los demás.

Reflexiona, hoy, sobre tu vida interior. ¿Qué hay ahí? ¿Es más como suelo rocoso seco? ¿O buscas regularmente nutrir tu alma y prepararla para recibir la santa Palabra de Dios? Busca crear en tu interior una disposición fértil y el Señor se encargará de dar buenos frutos en tu vida.

Señor de la verdadera riqueza, ayúdame a convertirme en terreno verdaderamente fértil para tu santísima Palabra. Que reciba todo lo que Tú dices y que la semilla de la fe sea plantada en lo más profundo. Ayuda a esta fe a crecer y producir las bendiciones que deseas otorgar. Jesús, en Ti confío.

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