lunes, 27 de noviembre de 2023

27 de noviembre del 2023: lunes de la trigésima cuarta semana del tiempo ordinario

 Compartir la pobreza

 

(Lucas 21, 1-4) ¿Qué tenemos para compartir? ¿Bienes, talentos, carisma, conocimientos? ¡Ciertamente! Pero quizás lo más importante es que tenemos que compartir nuestra pobreza, como la viuda del evangelio que asume “sobre su indigencia”. Cuando nos sentimos impotentes ante determinadas situaciones, cuando, desde una perspectiva humana, ya no hay esperanza, el gesto de la viuda resuena como una llamada al compartir, a la acción y a la esperanza. ■

Bertrand Lesoing, sacerdote de la comunidad de Saint-Martin


(Lucas 21, 1-4) La viuda del Evangelio de hoy, dona todo sabiendo que es poco. Cuando uno ama, uno tiene siempre la impresión de no dar lo suficiente. Es por ello que Jesús la elogia. Ella ama a Dios.



Primera lectura
Comienzo de la profecía de Daniel (1,1-6.8-20):

El año tercero del reinado de Joaquín, rey de Judá, llegó a Jerusalén Nabucodonosor, rey de Babilonia, y la asedió. El Señor entregó en su poder a Joaquín de Judá y todo el ajuar que quedaba en el templo; se los llevó a Senaar, y el ajuar del templo lo metió en el tesoro del templo de su dios. El rey ordenó a Aspenaz, jefe de eunucos, seleccionar algunos israelitas de sangre real y de la nobleza, jóvenes, perfectamente sanos, de buen tipo, bien formados en la sabiduría, cultos e inteligentes y aptos para servir en palacio, y ordenó que les enseñasen la lengua y literatura caldeas. Cada día el rey les pasaría una ración de comida y de vino de la mesa real. Su educación duraría tres años, al cabo de los cuales, pasarían a servir al rey. Entre ellos, había unos judíos: Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Daniel hizo propósito de no contaminarse con los manjares y el vino de la mesa real, y pidió al jefe de eunucos que lo dispensase de esa contaminación.
El jefe de eunucos, movido por Dios, se compadeció de Daniel y le dijo: «Tengo miedo al rey, mi señor, que os ha asignado la ración de comida y bebida; si os ve más flacos que vuestros compañeros, me juego la cabeza.»
Daniel dijo al guardia que el jefe de eunucos había designado para cuidarlo a él, a Ananías, a Misael y a Azarías: «Haz una prueba con nosotros durante diez días: que nos den legumbres para comer y agua para beber. Compara después nuestro aspecto con el de los jóvenes que comen de la mesa real y trátanos luego según el resultado.»
Aceptó la propuesta e hizo la prueba durante diez días. Al acabar, tenían mejor aspecto y estaban más gordos que los jóvenes que comían de la mesa real. Así que les retiró la ración de comida y de vino y les dio legumbres. Dios les concedió a los cuatro un conocimiento profundo de todos los libros del saber. Daniel sabía además interpretar visiones y sueños. Al cumplirse el plazo señalado por el rey, el jefe de eunucos se los presentó a Nabucodonosor. Después de conversar con ellos, el rey no encontró ninguno como Daniel, Ananías, Misael y Azarías, y los tomó a su servicio. Y en todas las cuestiones y problemas que el rey les proponía, lo hacían diez veces mejor que todos los magos y adivinos de todo el reino.

Palabra de Dios


Salmo
Dn 3,52.53.54.55.56

R/.
 A ti gloria y alabanza por los siglos

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres, çbendito tu nombre santo y glorioso. R/.

Bendito eres en el templo de tu santa gloria. R/.

Bendito eres sobre el trono de tu reino. R/.

Bendito eres tú, que, sentado sobre querubines, sondeas los abismos. R/.

Bendito eres en la bóveda del cielo. R/.



Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,1-4):

En aquel tiempo, alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el arca de las ofrendas; vio también una viuda pobre que echaba dos reales, y dijo: «Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»

Palabra del Señor

1

Por qué leer el libro de Daniel?

Comenzamos hoy el libro de Daniel. Este corto escrito, quiere enseñarnos que ante las amenazas y las persecuciones, Daniel y sus amigos habrían podido abandonar su fe. Cuando todo va mal, es fácil bajar los brazos. A pesar de todo, estos cuatro jóvenes permanecen fieles a aquel que reconocen como el Señor del Universo. Confiados, jamás se sienten defraudados o tristes…Como han podido llegar a mantenerse fieles al Señor?

En la introducción que leemos hoy, vemos que  es tiempo de guerra y cuatro chicos desarraigados de su familia, son exiliados, en territorio enemigo. Daniel, Ananías, Misael y Azarías, son forzados a vivir costumbres contrarias, diferentes a los de su pueblo. Por tanto, ellos deciden de manera valiente llevar una vida acorde con su fe. Para respetar las leyes alimentarias de su pueblo, se niegan a comer alimentos prohibidos. A través de este gesto, ellos asumen plenamente su identidad, rechazando todo indicio de compromiso con el enemigo. Al actuar así, estos jóvenes asumen riesgos. Negarse a obedecer, podría tener consecuencias dramáticas.

En el Evangelio vemos cómo el comercio, las envidias, llenan de obstáculos la actividad de los hombres en el Templo. Ellos no son capaces de reconocer más los verdaderos actos de fe o los gestos de compartir, como el de esta pobre viuda.
La viuda del evangelio de hoy va más allá de la Ley. En su generosidad no sólo da todo lo que tiene; ella sólo tiene lo que ha entregado. Los pobres con frecuencia saben bien cómo dar, porque saben lo que significa ser pobres y dependientes;  saben cómo vivir en las manos de Dios.


Oración

Señor Dios nuestro, Padre generoso:
El pueblo sencillo con frecuencia nos avergüenza
por su total generosidad y sincera lealtad.
Danos, Señor, la gracia de percatarnos
de que, como tu Hijo,
los verdaderamente pobres de corazón
con frecuencia nos muestran quién eres tú:
Un Dios que se da a sí mismo.
Danos también a nosotros
esa clase de lealtad y de amor generoso
por medio de Jesucristo nuestro Señor.


2

Una ofrenda total a Dios

 

«Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»

Lucas 21:3–4

 

Todos debemos vernos a nosotros mismos como esta viuda pobre al ofrecer “todo nuestro sustento” a Cristo. Todo lo que tenemos es un regalo de Dios, y debemos ofrecerlo de nuevo a Dios, en sacrificio, como nuestro regalo para Él. La ofrenda material que hizo esta pobre viuda fueron dos moneditas de muy poco valor. La verdad es que incluso si fueras la persona más rica del mundo y donaras todo lo que tienes a Dios, palidecería mucho en comparación con el regalo que nos dio nuestro Señor. Todos somos pobres en el panorama general de la gracia de Dios y Su Reino. Lo máximo que cada uno de nosotros puede ofrecer está simbolizado por estas dos pequeñas monedas.

Al mirar tu propia vida, ¿qué tan dispuesto estás a darle todo lo que tienes a nuestro Señor para Su gloria y servicio? La única “ofrenda” apropiada que estamos llamados a darle a nuestro Señor es el “sacrificio” de toda nuestra vida. Esta verdad espiritual es algo muy difícil para quienes son muy ricos en las cosas de este mundo. La riqueza material ofrece una manera fácil de vivir cómodamente. El dinero puede proporcionar todas las comodidades modernas, entretenimiento, diversión, seguridad mundana y mucho de lo que este mundo tiene para ofrecer. Pero el dinero no puede comprar la satisfacción. No puede satisfacernos en el sentido más verdadero. Ésta es la razón por la que muchas personas que viven vidas muy lujosas no son verdaderamente felices.

La felicidad se encuentra en el sacrificio. Específicamente, se encuentra en el amor sacrificial por el cual dedicamos todo lo que somos y todo lo que tenemos al único propósito de la gloria de Dios y el avance de Su Reino. Lamentablemente, cuando uno es rico en las cosas de este mundo, es fácil pensar que ofrecer una parte de su riqueza, como un diezmo, significa que puede quedarse y usar el resto como quiera. Pero eso no es cierto. Entregarnos completamente a Dios y a Su servicio no significa necesariamente que donemos todo nuestro dinero a la Iglesia. Pero sí significa que ofrecemos todo a Dios. Para muchos, cuando se haga esta ofrenda completa todos los días, Dios los guiará a usar sus recursos materiales para criar a su familia, atender sus necesidades básicas y, en ocasiones, incluso disfrutar de diversas comodidades en la vida. Pero la verdadera pregunta es si realmente vives o no como si todo lo que tienes y todo lo que eres fuera de Dios y fuera usado para Su gloria y el avance de Su voluntad.

Reflexiona hoy sobre esta pobre viuda. Tuvo la gran suerte de tener muy poco. Esto le facilitó permanecer alejada del dinero y otras formas de riqueza material. Y en ese desprendimiento, ella lo entregó todo a Dios. Ella le confió todo a Él, y Jesús la notó y la alabó. Reflexiona sobre la reacción de nuestro Señor hacia ti y ante el ofrecimiento de tu vida a Él. Si te estás alejando de nuestro Señor, entonces usa el testimonio de esta pobre viuda para inspirarte a dedicar todo diariamente al servicio de Dios de acuerdo con Su santa voluntad.

Mi rico Señor, Tus riquezas son lo único que importa en la vida. Tú concedes las riquezas de la salvación eterna y otras innumerables gracias a quienes te lo han dado todo. Te entrego mi vida, querido Señor. Doy todo lo que tengo y todo lo que soy. Por favor recibe la ofrenda de mi vida y úsame de acuerdo con Tu santa voluntad. Jesús, en Ti confío.

 

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