27 de noviembre del 2017 Lunes de la 34a semana del TO
(Lucas 21, 1-4) La
viuda del Evangelio de hoy, dona todo sabiendo que es poco. Cuando uno ama, uno
tiene siempre la impresión de no dar lo suficiente. Es por ello que Jesús la
elogia. Ella ama a Dios.
Primera lectura
Comienzo de la profecía de Daniel (1,1-6.8-20):
El año tercero del reinado de Joaquín, rey de Judá, llegó a Jerusalén Nabucodonosor, rey de Babilonia, y la asedió. El Señor entregó en su poder a Joaquín de Judá y todo el ajuar que quedaba en el templo; se los llevó a Senaar, y el ajuar del templo lo metió en el tesoro del templo de su dios. El rey ordenó a Aspenaz, jefe de eunucos, seleccionar algunos israelitas de sangre real y de la nobleza, jóvenes, perfectamente sanos, de buen tipo, bien formados en la sabiduría, cultos e inteligentes y aptos para servir en palacio, y ordenó que les enseñasen la lengua y literatura caldeas. Cada día el rey les pasaría una ración de comida y de vino de la mesa real. Su educación duraría tres años, al cabo de los cuales, pasarían a servir al rey. Entre ellos, había unos judíos: Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Daniel hizo propósito de no contaminarse con los manjares y el vino de la mesa real, y pidió al jefe de eunucos que lo dispensase de esa contaminación.
El jefe de eunucos, movido por Dios, se compadeció de Daniel y le dijo: «Tengo miedo al rey, mi señor, que os ha asignado la ración de comida y bebida; si os ve más flacos que vuestros compañeros, me juego la cabeza.»
Daniel dijo al guardia que el jefe de eunucos había designado para cuidarlo a él, a Ananías, a Misael y a Azarías: «Haz una prueba con nosotros durante diez días: que nos den legumbres para comer y agua para beber. Compara después nuestro aspecto con el de los jóvenes que comen de la mesa real y trátanos luego según el resultado.»
Aceptó la propuesta e hizo la prueba durante diez días. Al acabar, tenían mejor aspecto y estaban más gordos que los jóvenes que comían de la mesa real. Así que les retiró la ración de comida y de vino y les dio legumbres. Dios les concedió a los cuatro un conocimiento profundo de todos los libros del saber. Daniel sabía además interpretar visiones y sueños. Al cumplirse el plazo señalado por el rey, el jefe de eunucos se los presentó a Nabucodonosor. Después de conversar con ellos, el rey no encontró ninguno como Daniel, Ananías, Misael y Azarías, y los tomó a su servicio. Y en todas las cuestiones y problemas que el rey les proponía, lo hacían diez veces mejor que todos los magos y adivinos de todo el reino.
Palabra de Dios
El año tercero del reinado de Joaquín, rey de Judá, llegó a Jerusalén Nabucodonosor, rey de Babilonia, y la asedió. El Señor entregó en su poder a Joaquín de Judá y todo el ajuar que quedaba en el templo; se los llevó a Senaar, y el ajuar del templo lo metió en el tesoro del templo de su dios. El rey ordenó a Aspenaz, jefe de eunucos, seleccionar algunos israelitas de sangre real y de la nobleza, jóvenes, perfectamente sanos, de buen tipo, bien formados en la sabiduría, cultos e inteligentes y aptos para servir en palacio, y ordenó que les enseñasen la lengua y literatura caldeas. Cada día el rey les pasaría una ración de comida y de vino de la mesa real. Su educación duraría tres años, al cabo de los cuales, pasarían a servir al rey. Entre ellos, había unos judíos: Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Daniel hizo propósito de no contaminarse con los manjares y el vino de la mesa real, y pidió al jefe de eunucos que lo dispensase de esa contaminación.
El jefe de eunucos, movido por Dios, se compadeció de Daniel y le dijo: «Tengo miedo al rey, mi señor, que os ha asignado la ración de comida y bebida; si os ve más flacos que vuestros compañeros, me juego la cabeza.»
Daniel dijo al guardia que el jefe de eunucos había designado para cuidarlo a él, a Ananías, a Misael y a Azarías: «Haz una prueba con nosotros durante diez días: que nos den legumbres para comer y agua para beber. Compara después nuestro aspecto con el de los jóvenes que comen de la mesa real y trátanos luego según el resultado.»
Aceptó la propuesta e hizo la prueba durante diez días. Al acabar, tenían mejor aspecto y estaban más gordos que los jóvenes que comían de la mesa real. Así que les retiró la ración de comida y de vino y les dio legumbres. Dios les concedió a los cuatro un conocimiento profundo de todos los libros del saber. Daniel sabía además interpretar visiones y sueños. Al cumplirse el plazo señalado por el rey, el jefe de eunucos se los presentó a Nabucodonosor. Después de conversar con ellos, el rey no encontró ninguno como Daniel, Ananías, Misael y Azarías, y los tomó a su servicio. Y en todas las cuestiones y problemas que el rey les proponía, lo hacían diez veces mejor que todos los magos y adivinos de todo el reino.
Palabra de Dios
Salmo
Dn 3,52.53.54.55.56
R/. A ti gloria y alabanza por los siglos
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres, çbendito tu nombre santo y glorioso. R/.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria. R/.
Bendito eres sobre el trono de tu reino. R/.
Bendito eres tú, que, sentado sobre querubines, sondeas los abismos. R/.
Bendito eres en la bóveda del cielo. R/.
R/. A ti gloria y alabanza por los siglos
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres, çbendito tu nombre santo y glorioso. R/.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria. R/.
Bendito eres sobre el trono de tu reino. R/.
Bendito eres tú, que, sentado sobre querubines, sondeas los abismos. R/.
Bendito eres en la bóveda del cielo. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,1-4):
En aquel tiempo, alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el arca de las ofrendas; vio también una viuda pobre que echaba dos reales, y dijo: «Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el arca de las ofrendas; vio también una viuda pobre que echaba dos reales, y dijo: «Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»
Palabra del Señor
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Por qué leer el libro
de Daniel?
Comenzamos hoy el libro de Daniel. Este corto escrito, quiere
enseñarnos que ante las amenazas y las persecuciones, Daniel y sus amigos
habrían podido abandonar su fe. Cuando todo va mal, es fácil bajar los brazos.
A pesar de todo, estos cuatro jóvenes permanecen fieles a aquel que reconocen
como el Señor del Universo. Confiados, jamás se sienten defraudados o
tristes…Como han podido llegar a mantenerse fieles al Señor?
En la introducción que leemos hoy, vemos que es tiempo de guerra y cuatro chicos
desarraigados de su familia, son exiliados, en territorio enemigo. Daniel,
Ananías, Misael y Azarías, son forzados a vivir costumbres contrarias,
diferentes a los de su pueblo. Por tanto, ellos deciden de manera valiente
llevar una vida acorde con su fe. Para respetar las leyes alimentarias de su
pueblo, se niegan a comer alimentos prohibidos. A través de este gesto, ellos
asumen plenamente su identidad, rechazando todo indicio de compromiso con el enemigo.
Al actuar así, estos jóvenes asumen riesgos. Negarse a obedecer, podría tener
consecuencias dramáticas.
En el Evangelio vemos cómo el comercio, las envidias,
llenan de obstáculos la actividad de los hombres en el Templo. Ellos no son
capaces de reconocer más los verdaderos actos de fe o los gestos de compartir,
como el de esta pobre viuda.
La viuda del evangelio de hoy va más allá de la Ley. En su
generosidad no sólo da todo lo que tiene; ella sólo tiene lo que ha entregado.
Los pobres con frecuencia saben bien cómo dar, porque saben lo que significa
ser pobres y dependientes; saben cómo vivir en las manos de Dios.
Oración
Señor Dios nuestro, Padre generoso:
El pueblo sencillo con frecuencia nos avergüenza
por su total generosidad y sincera lealtad.
Danos, Señor, la gracia de percatarnos
de que, como tu Hijo,
los verdaderamente pobres de corazón
con frecuencia nos muestran quién eres tú:
Un Dios que se da a sí mismo.
Danos también a nosotros
esa clase de lealtad y de amor generoso
por medio de Jesucristo nuestro Señor.
El pueblo sencillo con frecuencia nos avergüenza
por su total generosidad y sincera lealtad.
Danos, Señor, la gracia de percatarnos
de que, como tu Hijo,
los verdaderamente pobres de corazón
con frecuencia nos muestran quién eres tú:
Un Dios que se da a sí mismo.
Danos también a nosotros
esa clase de lealtad y de amor generoso
por medio de Jesucristo nuestro Señor.
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