16 de junio del 2024: decimoprimer domingo del tiempo ordinario (ciclo B)

 

La desproporción del regalo

 

La comparación con el trabajo del sembrador puede inducir a una representación imaginaria del Reino, que sería construido casi sin la participación del hombre, presenciando tranquilamente el surgimiento de la cosecha, contento de sembrar y cosechar.

Jesús parece ignorar las perturbaciones de la naturaleza, las ráfagas de vida que hacen muy complicado creer en una sobreabundancia que se produciría mientras dormimos. ¿Cómo entonces entrar en el asombro, agudizar la mirada, escuchar la sorpresa inscrita en lo ordinario de la vida?

El Señor habla en parábolas y así revela algo del misterio.

Este crecimiento espectacular no se da sin el cuidado de todos de arar, mantener y cooperar de esta manera en este trabajo silencioso de una vida que se da en la más pequeña semilla que se convertirá en refugio de las aves del cielo.

Construyendo sobre una realidad cotidiana visible, Jesús nos conduce a la realidad invisible de un Reino que está por llegar.

¡Lo más pequeño, lo más ordinario de nuestras vidas, como la semilla que lleva en sí el poder de la vida, se convierte en el árbol pájaro!

Esta desproporción es, en efecto, la firma de Dios, que sólo conoce la sobreabundancia del don.

Dejémonos unir por el misterio de una vida que no viene de nosotros pero que no se da sin nosotros, preparándonos interiormente para entrar más en la confianza.

¿Qué me ayuda a entrar en esta visión de la fe en nuestro mundo atribulado?
¿Cómo podemos ayudar a otros a acoger los signos que el Señor nos da para confiar en el poder de la vida?
 

Anne Da, Javiera


Primera Lectura

Lectura del Profeta Ezequiel (17,22-24):

Esto dice el Señor Dios: «Arrancaré una rama del alto cedro y la plantaré. De sus ramas más altas arrancaré una tierna y la plantaré en la cima de un monte elevado; la plantaré en la montaña más alta de Israel; para que eche brotes y dé fruto y se haga un cedro noble. Anidarán en él aves de toda pluma, anidarán al abrigo de sus ramas. Y todos los árboles silvestres sabrán que yo soy el Señor, que humilla los árboles altos y ensalza los árboles humildes, que seca los árboles lozanos y hace florecer los árboles secos. Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré.»

Palabra de Dios

 

Salmo

Sal 91,2-3.13-14.15-16

R/. Es bueno darte gracias, Señor

Es bueno dar gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad. R/.

El justo crecerá como una palmera,
se alzará como un cedro del Líbano;
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios. R/.

En la vejez seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
que en mi Roca no existe la maldad.
 R/.

 

Segunda Lectura

Lectura de la segunda carta de san Pablo a los Corintios (5,6-10):

Siempre tenemos confianza, aunque sabemos que, mientras vivimos en el cuerpo, estamos desterrados, lejos del Señor. Caminamos guiados por la fe, sin ver todavía. Estamos, pues, llenos de confianza y preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Señor. Por eso procuramos agradarle, en el destierro o en la patria. Porque todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo, para recibir el premio o el castigo por lo que hayamos hecho en esta vida.

Palabra de Dios

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (4,26-34):

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: «El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha.»
Les dijo también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra.»

Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.

Palabra del Señor



A guisa de introducción:


Caminamos guiados por la fe, sin ver todavía”, dijo Pablo a sus amigos corintios. Con demasiada frecuencia, el hombre moderno corre el riesgo de olvidar que todo lo que vive y respira proviene de más lejos y más grande que él. Se arriesga a querer explotar la naturaleza a su antojo, como si fuera su dueño, cuando sólo es su administrador. Ciertamente los árboles secos y marchitos vuelven a reverdecer (1ª lectura) y el verdor es abundante. Las semillas sembradas en primavera, semillas muy pequeñas como la mostaza, superarán a todas las demás plantas vegetales. Lo mismo ocurre con el reino de Dios, con el mundo según Dios. Jesús es el sembrador de estas semillas al mismo tiempo que es esta semilla misma. Así Él da vida en abundancia y debemos confiar en él. ¡Coraje! Aunque enterrada en la tierra, arraigada en el corazón del mundo y en la vida de los hombres, la Iglesia, que debe ser signo de Jesús y no de sí misma, no tiene que buscar ser numerosa y poderosa.

Su misión es ser sólo una semilla, una semilla de paz y de justicia, una semilla de amor y de misericordia. También debe preparar la tierra que recibirá sus semillas. La germinación es lenta. Dios nunca entra en lo espectacular, su omnipotencia no causa sensación.

Las parábolas de la naturaleza utilizadas por Jesús conllevan una teología de la Creación. El reino de Dios no es fruto únicamente de los esfuerzos del hombre. La fertilidad no es culpa suya. Hace todo lo posible para que crezca, pero el resultado no le pertenece.


Aproximación psicológica al texto del Evangelio

Análisis Psicológico

1. El Proceso de Crecimiento y la Fe

En ambas parábolas, Jesús subraya el crecimiento gradual y misterioso del Reino de Dios, que puede compararse con el desarrollo psicológico de una persona. La semilla que crece por sí sola sin que el agricultor sepa cómo, refleja el crecimiento interior y la maduración que ocurren dentro de una persona a través de procesos internos y externos muchas veces inconscientes. Carl Jung, por ejemplo, habla de la individuación, el proceso por el cual una persona se convierte en la totalidad de sí misma. Este crecimiento no siempre es visible, pero es continuo y puede llevar a un florecimiento integral del individuo.

2. Paciencia y Confianza en el Proceso

Las parábolas también enseñan la importancia de la paciencia y la confianza en los procesos naturales de desarrollo. Desde una perspectiva psicológica, esto puede relacionarse con la confianza en los procesos terapéuticos y de crecimiento personal. En terapia, los cambios no siempre son inmediatos ni visibles, y requieren tiempo y paciencia. La fe en que el proceso de sanación y crecimiento dará sus frutos es crucial, similar a cómo el agricultor debe confiar en que su semilla crecerá.

3. El Poder de lo Pequeño

La parábola del grano de mostaza ilustra cómo algo muy pequeño puede convertirse en algo grande y significativo. Psicológicamente, esto puede ser interpretado como el poder de pequeños cambios o actos en la vida de una persona. Las pequeñas decisiones y hábitos pueden tener un impacto profundo y transformador a largo plazo. Esta idea es coherente con el enfoque de la psicología positiva, que subraya cómo los pequeños momentos de alegría y los actos de bondad pueden mejorar significativamente el bienestar general.

4. El Reino de Dios y el Bienestar Psicológico

Desde una perspectiva psicológica, el Reino de Dios puede ser visto como un estado de plenitud y bienestar interno. Las enseñanzas de Jesús invitan a las personas a cultivar un espacio interno donde la paz, la justicia y el amor puedan crecer y florecer. Este concepto se alinea con la idea de encontrar un sentido de propósito y significado en la vida, que es un componente central del bienestar psicológico según teorías de psicología existencial y humanista.

Conclusión

El Evangelio del 11º domingo del Tiempo Ordinario, Año B, ofrece ricas metáforas para reflexionar sobre el crecimiento y desarrollo humano desde una perspectiva psicológica. Las parábolas de Jesús nos invitan a confiar en los procesos internos, a valorar las pequeñas acciones y a ser pacientes con nosotros mismos mientras buscamos un crecimiento integral y significativo. Esta integración de fe y psicología puede proporcionar una comprensión más profunda y holística del viaje humano hacia la plenitud y el bienestar.





Hoy, en este 11º domingo del Tiempo Ordinario, las lecturas nos invitan a reflexionar sobre el misterio del crecimiento del Reino de Dios. A través de imágenes sencillas pero profundas, Jesús nos enseña sobre la naturaleza del Reino y cómo nuestra fe y nuestras acciones participan en su expansión.


Primera Lectura: Ezequiel 17:22-24

En la primera lectura, el profeta Ezequiel utiliza la metáfora del árbol para describir cómo Dios toma una rama y la planta en un lugar alto y prominente, haciendo que crezca y florezca. Este acto simboliza el poder de Dios para traer vida y esperanza incluso de lo que parece insignificante. Esta promesa de crecimiento y renovación es un recordatorio de la fidelidad de Dios a su pueblo.


Evangelio: Marcos 4:26-34

En el Evangelio de hoy, Jesús nos presenta dos parábolas sobre el Reino de Dios. La primera, sobre la semilla que crece secretamente, y la segunda, sobre el grano de mostaza. Ambas parábolas nos ofrecen enseñanzas valiosas sobre la naturaleza del Reino y nuestra participación en él.

1.   Parábola de la semilla que crece secretamente:

Jesús dice: "El Reino de Dios es como un hombre que siembra la semilla en la tierra. Ya duerma o se levante, de noche y de día, la semilla brota y crece sin que él sepa cómo." 

Esta parábola nos enseña que el crecimiento del Reino de Dios es un misterio que ocurre de manera silenciosa y continua. Nuestra tarea es sembrar la semilla, pero el crecimiento depende de Dios. Esto nos llama a confiar en los procesos de Dios, incluso cuando no podemos ver resultados inmediatos.

2.   Parábola del grano de mostaza:

Jesús continúa: "Es como un grano de mostaza, que es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra. Sin embargo, una vez sembrada, crece y se convierte en la mayor de todas las plantas del jardín." 

Aquí, Jesús subraya el poder de lo pequeño. El Reino de Dios comienza con actos pequeños y aparentemente insignificantes, pero con el tiempo, estos actos pueden tener un impacto enorme. Esta parábola nos invita a valorar y no subestimar las pequeñas acciones de amor, justicia y misericordia.


Reflexión:

Las lecturas de hoy nos invitan a reflexionar sobre cómo participamos en el crecimiento del Reino de Dios. A menudo, podemos sentirnos desanimados cuando nuestros esfuerzos parecen no dar frutos inmediatos. Sin embargo, Jesús nos recuerda que el crecimiento del Reino es un proceso misterioso y gradual que ocurre bajo la providencia de Dios.

«Si la gente pudiera ver que el cambio se produce como resultado de millones de pequeñas acciones que parecen totalmente insignificantes, entonces no dudarían en realizar esos pequeños actos»: esta es una frase del historiador Howard Zinn (1922-2010).

"Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo" (Eduardo Galeano, escritor uruguayo).

En nuestras vidas cotidianas, esto significa que debemos ser pacientes y perseverantes. Nuestros actos de bondad, nuestras oraciones y nuestras pequeñas acciones de servicio son como semillas plantadas en el suelo. Aunque no siempre vemos los resultados, Dios está obrando en el trasfondo, haciendo crecer estas semillas en algo mucho más grande de lo que podemos imaginar.


Aplicación:

1.   Confianza en Dios: Debemos confiar en que Dios está trabajando en nuestras vidas y en el mundo, incluso cuando no podemos verlo. Nuestra tarea es sembrar semillas de amor, paz y justicia.

2.   Paciencia y Perseverancia: No debemos desanimarnos por la aparente falta de progreso. El Reino de Dios crece en su tiempo y de maneras que a menudo no comprendemos.

3.   Valor de lo Pequeño: Debemos recordar que nuestras pequeñas acciones pueden tener un gran impacto. Cada acto de bondad y misericordia contribuye al crecimiento del Reino.


Conclusión:

Queridos hermanos y hermanas, las parábolas de hoy nos ofrecen una profunda esperanza y nos llaman a una fe activa y confiada. Que podamos sembrar diligentemente las semillas del Reino en nuestras vidas y en el mundo, confiando en que Dios, en su infinita sabiduría y amor, las hará crecer y florecer de maneras que superan nuestra imaginación. Amén.

2


 El misterioso crecimiento del Reino de Dios


Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy meditamos en las parábolas de Jesús que nos hablan del misterioso crecimiento del Reino de Dios. Estas parábolas son simples pero profundas y revelan la naturaleza paciente y progresiva de la obra de Dios en nuestras vidas y en el mundo.

En el Evangelio según Marcos, Jesús utiliza dos parábolas para describir el Reino de Dios: la de la semilla que crece sola y la de la semilla de mostaza. Estas parábolas nos enseñan varias lecciones importantes.

1. Paciencia y confianza en la obra de Dios:

Jesús comienza diciendo: “El reino de Dios es semejante a un hombre que siembra semilla en la tierra. De noche y de día, duerma o se levante, la semilla germina y crece sin que él sepa cómo” (Marcos 4:26-27). Esta imagen nos recuerda que el crecimiento del Reino de Dios es muchas veces imperceptible y misterioso. No siempre vemos los resultados de nuestros esfuerzos u oraciones de inmediato, pero eso no significa que no pase nada. Dios obra en los corazones, a menudo de manera oculta. Nos llama a confiar en su plan y en su temporalidad, incluso cuando no lo entendemos todo.

2. El poder de la pequeña semilla:

También es muy significativa la parábola del grano de mostaza. Jesús dijo que la semilla de mostaza es la más pequeña de todas las semillas, pero al ser sembrada se convierte en la más grande de todas las plantas vegetales, con grandes ramas donde las aves del cielo pueden hacer sus nidos (Marcos 4, 31-32). Esto nos enseña que los pequeños actos de bondad, los pequeños gestos de amor y las pequeñas oraciones pueden tener efectos enormes. El Reino de Dios a menudo comienza de una manera humilde e insignificante, pero llega a ser una bendición para muchos.

3. Humildad y sencillez:

Estas parábolas también nos recuerdan la importancia de la humildad y la sencillez en nuestra vida de fe. Jesús utiliza imágenes sencillas de la vida cotidiana para enseñar verdades profundas. Asimismo, estamos llamados a vivir nuestra fe de manera sencilla, cultivando la bondad y sembrando semillas de justicia y paz a nuestro alrededor. No es a través de medios espectaculares ni de acciones grandiosas como se manifiesta el Reino de Dios, sino a través de la fidelidad en las pequeñas cosas.

4. Esperanza y perseverancia:

Finalmente, estas parábolas nos invitan a la esperanza y la perseverancia. Incluso cuando no vemos inmediatamente los frutos de nuestros esfuerzos, estamos llamados a seguir sembrando en la fe. El Reino de Dios crece a su propio ritmo y debemos ser pacientes y persistentes, sabiendo que Dios está obrando.

En conclusión, queridos hermanos y hermanas, las parábolas de Jesús sobre la semilla que crece sola y la semilla de mostaza nos recuerdan la naturaleza misteriosa y progresiva del Reino de Dios. Nos llaman a la paciencia, la confianza, la humildad y la perseverancia. Que nosotros, en nuestra vida diaria, sembremos con fe y esperanza en el crecimiento invisible pero seguro de la obra de Dios en nosotros y a nuestro alrededor.

Que el Señor nos ayude a ser fieles sembradores de su amor y justicia, y haga crecer en nosotros y en el mundo su Reino de paz y alegría.

Amén.

3

El Crecimiento Oculto y Gradual del Reino de Dios


Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Mientras nos reunimos hoy para celebrar el undécimo domingo del Tiempo Ordinario, las lecturas nos presentan poderosas imágenes sobre el crecimiento del Reino de Dios. A través del profeta Ezequiel, el apóstol Pablo y las parábolas de Jesús, se nos invita a reflexionar sobre la naturaleza misteriosa y gradual de cómo se desarrolla el reino de Dios en nuestro mundo y en nuestros corazones.

1. Confía en la Providencia de Dios:

La primera lectura del profeta Ezequiel (17,22-24) utiliza la imagen de un brote tierno tomado del alto cedro y plantado en un monte alto. A pesar de su humilde comienzo, este brote crece hasta convertirse en un majestuoso cedro, que brinda refugio a las aves y la vida silvestre. Esta visión habla de la promesa de Dios de establecer Su Reino, no mediante la fuerza o la grandeza, sino mediante comienzos aparentemente pequeños e insignificantes. Se nos recuerda que debemos confiar en la providencia de Dios y en su capacidad para llevar a cabo sus planes de maneras que tal vez no siempre sean evidentes para nosotros.

2. Vivir por fe, no por vista:

En la segunda lectura (2 Corintios 5,6-10), San Pablo nos anima a vivir por fe y no por vista. Nos recuerda que mientras estamos en casa en el cuerpo, estamos lejos del Señor y nuestro viaje requiere fe en las promesas de Dios. Esta fe nos asegura que nuestros esfuerzos, aunque parezcan pequeños o inadvertidos, son parte de un plan divino más amplio. Nuestras acciones, motivadas por el amor y la fe, contribuyen al crecimiento del Reino de Dios, aunque no veamos los resultados inmediatos.

3. La parábola de la semilla que crece:

En la lectura del Evangelio (Marcos 4:26-34), Jesús comparte dos parábolas que ilustran el misterioso y constante crecimiento del Reino de Dios. La primera parábola trata de un hombre que esparce semilla en el suelo y luego sigue con su rutina diaria. La semilla brota y crece sin la comprensión ni la intervención del hombre. Esta parábola enfatiza que el Reino de Dios crece en formas que van más allá del entendimiento humano. Nuestro papel es plantar las semillas (a través de actos de amor, bondad y justicia) y confiar en que Dios las hará fructificar.

4. La parábola del grano de mostaza:

La segunda parábola describe la semilla de mostaza, la más pequeña de todas las semillas, que crece hasta convertirse en la más grande de las plantas del jardín. Esta pequeña semilla, casi invisible al principio, se transforma en un árbol lo suficientemente grande como para servir de refugio a los pájaros. Esta parábola subraya el poder de los pequeños comienzos. En el Reino de Dios, incluso los actos más pequeños de fe y servicio pueden conducir a resultados tremendos. Esto debería animarnos, ya que a menudo subestimamos el impacto de nuestras contribuciones.

Conclusión:

Las lecturas de hoy nos invitan a abrazar el misterio del Reino de Dios y a confiar en su crecimiento gradual y a menudo oculto. Estamos llamados a vivir por fe, reconociendo que nuestros pequeños esfuerzos, nuestros actos diarios de amor y bondad, contribuyen a algo mucho más grande de lo que podemos imaginar. Al igual que el tierno brote de la profecía de Ezequiel o el grano de mostaza de la parábola de Jesús, nuestros humildes comienzos y nuestras acciones aparentemente insignificantes son parte del tapiz divino que Dios está tejiendo en nuestro mundo.

A medida que continuamos nuestro camino de fe, mantengamos paciencia y esperanza, confiados en que Dios está obrando, realizando Su Reino en formas que sobrepasan nuestro entendimiento. Que seamos fieles sembradores de las semillas del amor, la justicia y la paz, confiando que en el tiempo de Dios darán una cosecha abundante.

Amén.

Todo lo grande comienza pequeño

El profeta Ezequiel y el evangelio de Marcos hablan del reino de Dios en parábolas.

Ambos tenían como oyentes a una mayoría de campesinos, gente de la tierra. El mundo actual, mayoritariamente urbano, no conoce o ya no conoce el ritmo. Germinaciones lentas y sorpresas naturales…

También el ser humano nace de una pequeñísima semilla, en la que se esconde una promesa de grandeza humana. Sólo el Espíritu Santo permite a nuestros espíritus humanos entenderlo.

Dos comparaciones- El de la semilla arrojada a la tierra y el de la semilla de mostaza.

La primera está dirigida a todos, universal, evidente; el segundo parece más misterioso.

“El reino de Dios es semejante a un hombre que siembra semilla en la tierra; De noche y de día, ya sea que duerma o se levante, la semilla germina y crece. »

Estamos aquí en las raíces de una historia de paciencia y esperanza: sembrar. Los agricultores antiguos o los actuales mecanizados, el proceso siempre será el mismo:

Se necesitan días y noches, sol y lluvia, para la cosecha esperada, el hombre adulto, la historia cumplida. La gracia ha llegado a la tierra de los hombres, el Verbo se hizo carne, arrojado en la tierra y puesto en el sepulcro: la piedra será rodada por los jóvenes brotes de nueva vida. El grano arrojado debe morir enterrado. El resto pertenece al Dios de las promesas y de la eternidad. Todo es gracia.

Ésta es la primera parábola para quienes creen en el cielo y creen en la tierra.

El segundo es más misterioso y particular. Nótese la desproporción: los más pequeños.

Las semillas crecerán hasta convertirse en un árbol muy grande. Entonces hay sorpresas en la historia, que van desde unos comienzos casi invisibles hasta un desenlace inesperado.

Así Jesús, que dio su vida en la cruz, que fue sepultado, pero que arrojó en el mundo las promesas de vida y de amor.

Desde Jesús, ¿cuántos (a menudo pequeños, pobres, conversos, etc.) han hecho ¡Hacen todo lo posible para anunciar la Buena Nueva hasta hoy! Podemos nombrar algunos... Son guías geniales para nosotros hoy,. Sin embargo, es Dios que siempre hace crecer y madurar los frutos.

La obra de Dios hoy

La historia de los hombres es a veces oscura, más laborada por el sufrimiento que cubierta por las cosechas… Es bueno ser conscientes  de lo que nos toca para para que se cumpla la obra de Dios. Un ejemplo actual: mientras que hay niños que mueren antes de haber crecido y adultos que sobreviven a las hambrunas sin esperanza de envejecer, los más ricos debaten cuestiones y asuntos complejos del respeto a la vida en su comienzo y su finitud.

La búsqueda del mal menor es fundamental para todos nosotros, recordando que somos nacidos del amor y hechos para experimentar el amor. Sólo esto importa, lo que nos es prometido y permitido. ¿Cómo podríamos convertirnos en los jardineros del Maligno si ponemos nuestra fe y esperanza en un Dios sembrador de amor?

Padre Serge Lemière

Diócesis de Coutances (50)


5   

Solo Dios puede dar el crecimiento

“Noche y día, ya sea que el sembrador duerma o se levante, la semilla germina y crece, y él no sabe cómo”.  Se ha llamado a esta parábola: “La de la semilla que crece por si sola”. Efectivamente, todo ocurre como si nadie se ocupara de este grano arrojado en tierra, como si el campesino se desinteresara de este trigo que él ha sembrado. 

Esta es una de las parábolas más optimistas que tenemos. Marcos es el solo evangelista que nos la ha reportado. Es necesario hacer volar nuestra imaginación y recomponer el proceso imperceptible de este crecimiento, que es incomprensible tanto en nuestros días como en el tiempo de Jesús.

Nuestros científicos y sabios han progresado bastante en el análisis y fenómenos de la vida, pero ninguno de ellos no sabe todavía con exactitud lo qué es la vida. Desde que una semilla es arrojada por tierra, ella comienza en lo secreto de la tierra una fantástica alquimia de la materia, una serie de maravillas invisibles. Que el hombre se preocupe o no, ella brota y se desarrolla. Aquello que crece y  que es lo más importante  en esta vida no depende de él. Una vez que él ha sepultado los granos, una relación dinámica se establece entre la semilla y la tierra. Los esfuerzos del granjero  no son más requeridos.

Esperando el “tiempo de la cosecha”, un proceso de crecimiento está operándose. Es una ilusión pensar que nada se produce. Uno no ve lo que ocurre, mas la vida se desarrolla verdaderamente. “Lo esencial es invisible a nuestros ojos”, decía el zorro al Pequeño Príncipe (El principito) de Saint-Exupéry. Lo que nos ocurre y ocurre alrededor de nosotros está  a menudo dentro este orden: una fuerza escondida, imperceptible, que se activa sin que nosotros seamos conscientes.

Jesús indica también que nuestro esfuerzo es parecido y va en la misma esencia cuando esparcimos la semilla del mensaje de la Buena Nueva. Él mismo, genial predicador como lo era, no logró convertir a sus contemporáneos y a su propia familia. Por tanto, con una audacia loca, Él creía no haber perdido su tiempo al esparcir la semilla de la esperanza del Reino. Y la historia le ha dado la razón.

Esta pequeña parábola nos recuerda que mientras que la vida brota y se manifiesta por todas partes alrededor nuestro, hemos de aprender a estar calmados, a no agitarnos, a dormir con tranquilidad. San Pablo decía que en lugar de construirse a sí mismo, el cristiano debe dejarse moldear por la gracia de Dios. El Señor es como el escultor que no apila piedra sobre piedra pero que saca o bota lo que está de más en el bloc de mármol que trabaja. Así el cristiano debe dejarse modelar en toda confianza. Él debe también comprometerse y trabajar por el desarrollo de la fe alrededor de él. “Yo he sembrado, Apolos ha irrigado, pero es Dios quien da el crecimiento”, afirmaba San Pablo.

Nadie puede salvarse gracias a sus propias obras. Son la fe y la gracia que nos dan la salvación. El grano de trigo contiene una fuerza de crecimiento interno que le es dada por Dios. 

Yo pienso a los granos de trigo descubiertos por Howard Carter en la tumba de Tutankamon, en 1922. Puestas en tierra, ellas han comenzado a germinar después de 3000 años en la tumba del joven hijo del faraón.

Gracias a esta corta parábola de San Marcos, comprendemos una vez más, que el evangelio no es ante todo una “lección de moral”. Él es revelación de Dios que nos ha creado y ha dado a la naturaleza sus leyes de desarrollo y de crecimiento.

El relato del grano de trigo que germina y se desarrolla solo, mientras que el cultivador duerme, es una de las más bellas parábolas de los cuatro evangelios. Como lo decía el profeta Isaías : “la lluvia y la nieve que descienden del cielo y no vuelven a él sin haber irrigado o empapado  la tierra, sin haberla fecundado y haberla hecho germinar, para dar la semilla al sembrador y el pan a aquel que come; así mi palabra, que sale de mi boca, no volverá a mi sin resultado, sin haber hecho lo que yo quiero, sin haber cumplido su misión” (Isaías 55,10-11).

La acción de Dios está presente, igualmente y mismo si nosotros no la vemos.

ORACION:

Sobre el terreno pedregoso de mi vida

Ha caído una semilla tuya.

Es un grano de lu

Un germen de vida, una pepita de alegría.

Que sorprendente jardinero

Para ensayar una tal aventura

Cuando mi tierra es pobre

Y mi corazón bastante frio!

Señor, Tu palabra anima la esperanza!

Ella labora nuestros surcos y aviva nuestra fe.

Tu verbo rompe nuestras resistencias,

El aclara nuestros deseos y afirma nuestras opciones.

Y he aquí que se levanta una plántula nueva!

Ella se alimenta de una fuente,

Donde las aguas se derraman en mi.

El grano llega a ser una planta magnifica,

Su tallo se extiende y su follaje se despliega.

Muy pronto es un bosque que canta tus alabanzas

Y el mundo se transfigura, un brote o botón a la vez.

Quién es entonces este artista con dedos de luz

Por quien la semilla florece

En el corazón que la recibe?

OBJETIVO-VIDA DE LA SEMANA:

Encuentro una manera de ser semilla de evangelio esta semana:

*compartiendo mi fe con alguien.

*Ayudando una persona necesitada.

*Apoyando un organismo que combate el hambre en el mundo.

*Comprometiéndome con la protección de tierras agrícolas.

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