24 de junio del 2024: Natividad de San Juan Bautista, Solemnidad
Chisme feliz
(Lucas 1, 57-66.80) Los rumores pueden envenenar nuestras vidas cuando se difunden de forma insidiosa y maliciosa. Pero una vez que ellos se abren al asombro y al gozo compartido, se convierten en una fuente de bendición para todos. Como en el nacimiento de Juan el Bautista, cuando “corrió la noticia por toda la montaña de Judea”. ¿Qué pasaría si nosotros también asumiéramos el desafío de hablar sobre el bien que sucede a nuestro alrededor? ■
Bertrand Lesoing, sacerdote de la comunidad de Saint-Martin
Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: «Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso.» Mientras yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas», en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios. Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel –tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza–: «Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.»
Palabra de Dios
R/. Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente
Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares. R/.
Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hasta el fondo de mi alma. R/.
No desconocías mis huesos,
cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra. R/.
En aquellos días, dijo Pablo: «Dios nombró rey a David, de quien hizo esta alabanza: “Encontré a David, hijo de Jesé, hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos.” Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús. Antes de que llegara, Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión; y, cuando estaba para acabar su vida, decía: “Yo no soy quien pensáis; viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias.” Hermanos, descendientes de Abrahán y todos los que teméis a Dios: A vosotros se os ha enviado este mensaje de salvación.»
Palabra de Dios
A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre.
La madre intervino diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan.»
Le replicaron: «Ninguno de tus parientes se llama así.»
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.
Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: «¿Qué va a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.
Formado por la Mano del Señor
Hoy celebramos con gran alegría la fiesta de San Juan Bautista, una figura fundamental en la historia de nuestra fe. Juan Bautista es conocido como el precursor de Cristo, el que preparó el camino para la venida del Mesías. En este día, reflexionemos sobre su vida y su misión, y cómo su ejemplo puede inspirarnos en nuestra propia vida de fe.
La Misión de Juan Bautista
Juan Bautista fue un profeta enviado por Dios con una misión clara: preparar a la gente para la venida de Jesús. Su mensaje central era el arrepentimiento y la conversión. Juan llamaba a las personas a arrepentirse de sus pecados y a ser bautizados como signo de ese cambio interior. Él no buscaba su propia gloria, sino que siempre apuntaba hacia aquel que vendría después de él, más poderoso y digno.
En el Evangelio de hoy, escuchamos cómo Juan, incluso desde el vientre de su madre, reconoce la presencia de Jesús en el seno de María. Esta escena, conocida como la Visitación, nos muestra la profunda conexión entre Juan y Jesús desde antes de su nacimiento. Juan es consciente de su papel y lo acepta con humildad y fidelidad.
Humildad y Servicio
Una de las grandes virtudes de San Juan Bautista es su humildad. A pesar de su gran influencia y de ser considerado un profeta por muchos, Juan nunca se atribuyó el rol de Mesías. Su famosa frase "Yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias" (Lucas 3:16) muestra su profunda humildad y su reconocimiento del verdadero Salvador.
Esta humildad de Juan Bautista es un recordatorio para todos nosotros. Vivimos en un mundo que a menudo valora el poder, el éxito y la fama, pero Juan nos enseña que la verdadera grandeza se encuentra en el servicio humilde y desinteresado a los demás y a Dios. Nos invita a poner a Jesús en el centro de nuestras vidas y a vivir de acuerdo a su voluntad, no la nuestra.
Preparar el Camino
Así como Juan Bautista preparó el camino para la primera venida de Cristo, nosotros estamos llamados a preparar el camino para su regreso glorioso. Esto implica vivir una vida de santidad, justicia y amor. Nos invita a ser testigos valientes de la fe, a anunciar el Evangelio con nuestras palabras y acciones, y a ser faros de esperanza en un mundo que a menudo parece perdido y oscuro.
Preguntémonos hoy: ¿Cómo podemos, en nuestra vida cotidiana, ser heraldos de Cristo? ¿Qué cambios necesitamos hacer en nuestra vida para ser verdaderos discípulos de Jesús?
La fiesta de San Juan Bautista es una oportunidad para renovar nuestro compromiso con Cristo y con su misión.
Conclusión
Hoy, al celebrar la vida de San Juan Bautista, pidamos su intercesión para que podamos ser valientes como él en la proclamación del Evangelio. Que su ejemplo de humildad y servicio nos inspire a vivir una vida más centrada en Cristo. Recordemos siempre sus palabras: "Él debe crecer, pero yo debo disminuir" (Juan 3:30).
Que el Señor nos conceda la gracia de ser auténticos mensajeros de su amor y de preparar con alegría y esperanza el camino para su venida. Amén.
Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: «¿Qué va a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.
Juan Bautista fue formado por la mano del Señor. Santo Tomás de Aquino llega incluso a decir que Juan fue santificado en el vientre de su madre, Isabel, como está escrito: “Será lleno del Espíritu Santo ya desde el vientre de su madre” ( Lucas 1,15 ). Desde el momento en que la Santísima Virgen María saludó a Isabel y Juan saltó de alegría, la mano del Señor estuvo sobre Juan, santificándolo y conduciéndolo al cumplimiento de la santa voluntad de Dios.
Los primeros años de vida de Juan no están registrados para nosotros, excepto en el pasaje citado anteriormente. Se nos dice que “creció y se hizo fuerte en espíritu, y estuvo en el desierto hasta el día de su manifestación a Israel”. Deberíamos ver en este pasaje la verdad de que Juan no sólo fue santificado en el vientre de su madre, sino que, durante toda su niñez y hasta su edad adulta, permaneció profundamente unido a Dios y fue lleno del Espíritu Santo.
Hoy honramos un aspecto particular de la vida de Juan: su nacimiento. Sabemos que tuvo la bendición no sólo de nacer en la bendita familia de Isabel y Zacarías, sino que la Santísima Virgen María, la Madre de Dios, también era su pariente y estuvo presente en su nacimiento. Zacarías, su padre, le puso el nombre de “Juan”, aunque habría sido costumbre llamarlo Zacarías en honor a su padre. Zacarías hizo esto en obediencia al arcángel Gabriel, quien se le apareció antes del nacimiento de Juan y le ordenó que lo hiciera.
Un gran misterio y emoción rodearon el nacimiento de Juan, y no hay duda de que aquellos que estuvieron presentes en su nacimiento se habrían visto atrapados en la intriga y la esperanza de quién sería. Y Juan no decepcionó. Fue de él de quien Jesús un día diría: “Os digo que entre los nacidos de mujer, nadie es mayor que Juan…” ( Lucas 7:28 ).
Aunque es posible que no hayas tenido el privilegio de ser santificado en el vientre de tu madre, o que tu padre haya recibido una revelación del Arcángel Gabriel antes de tu nacimiento, estás, no obstante, llamado a ser guiado por la mano del Señor todos los días. Dios quiere que te vuelvas “fuerte en espíritu” para que puedas cumplir la voluntad única que se te ha dado. Honramos a los grandes santos, en parte, porque nos dan un ejemplo de cómo vivir. Por eso debemos ver en cada una de sus vidas el modelo al que debemos ajustarnos. El principal testimonio de San Juan Bautista es que fue inquebrantablemente obediente a Dios y fue formado por su mano. El resultado fue el glorioso cumplimiento de su misión única en la vida, hasta dar su vida como mártir.
Reflexiona hoy sobre el hecho muy real de que, aunque no fuiste santificado en el útero, sí fuiste santificado por el Bautismo. A partir de ahí, fuiste fortalecido por el Espíritu a través de la Confirmación y estás alimentado regularmente por la Santísima Eucaristía. En muchos sentidos, eres tan bendecido como Juan. Reflexiona sobre el hecho simple pero profundo de que Dios quiere usarte para Su santa misión. Él te da una misión particular que no ha confiado a otro. Di “Sí” a esa misión hoy para que tú también seas visto como “grande” en el Reino de los Cielos.
Señor de toda grandeza, santificaste a San Juan Bautista en el vientre y continuaste derramando sobre él tu gracia durante toda su vida. Él te respondió y cumplió su gloriosa misión. Te agradezco por la santificación que me dio mi Bautismo y fue fortalecida a través de la Confirmación y la Sagrada Eucaristía. Ayúdame a estar abierto a todas las gracias que deseas concederme para que pueda cumplir la misión única que me ha sido confiada. Jesús, en Ti confío.
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