30 de junio del 2024: domingo 13o del tiempo ordinario del ciclo B
En manos de otro
¿Qué
podemos aprender de los dos episodios de sanación relatados en el pasaje del
evangelio de este domingo? Dos mujeres vuelven a la vida. Una, enferma desde
hace doce años, pierde su sangre y sus bienes, sin duda también su fertilidad y
su dignidad. La otra, en plena adolescencia, parece dejar la vida al mismo
tiempo que la infancia: tiene doce años. Inicialmente, una petición de fe. La
de un padre desesperado, Jairo, un notable que cae a los pies de Jesús, su
último recurso ante la inminente muerte de su hija. Y la búsqueda de una mujer
sin nombre, arrastrada tanto por la multitud como por su enfermedad, cuya fe la
inspira con un gesto: tocar el manto de Jesús. Jesús se deja tocar. No sólo por
la mano de esta mujer, sino por la fe que nuestros dos personajes tienen en él,
hasta el punto de esperarlo todo de él, cada uno a su manera. Todo ? La vida.
Muchas veces nos resulta difícil pedirle a Jesús la vida. Depender de alguien,
confiar en alguien que no sea uno mismo son actitudes que van muy en contra de
las tendencias del mundo contemporáneo. Sin embargo, nuestra salvación está en
juego. Sólo Jesús puede darnos vida, sólo él puede salvarnos. Primero,
comencemos por identificar qué es vital para nosotros física, psicológica,
emocional y espiritualmente. Entonces, inspirados por Jairo y por invitación de
Jesús, pasemos del “temor” a la fe.
¿Qué me inspiran las lecturas de este domingo? ¿A quién me siento más
cercano? ¿De Jairo? ¿De la mujer sangrando?
¿Qué le preguntaré hoy a Jesús?
Karem Bustica, editora jefe de Orar en la Iglesia
**Aproximación Psicológica a las Lecturas
**Primera Lectura: Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24**
En la primera lectura, se nos recuerda que Dios no creó la muerte ni se complace en la destrucción de los vivientes. Esta afirmación subraya la intención divina de vida y plenitud para todos los seres humanos.
**Enfoque Psicológico:**
- **Perspectiva Positiva:** Esta lectura nos invita a adoptar una perspectiva positiva sobre la vida. La psicología positiva enfatiza la importancia de cultivar una visión optimista y resiliente. Al reconocer que nuestra existencia tiene un propósito y que estamos destinados a la plenitud, podemos encontrar motivación para superar las adversidades y buscar el bienestar.
- **Sentido y Propósito:** Sentir que nuestra vida tiene un propósito divino puede aumentar nuestra sensación de sentido y dirección. Viktor Frankl, en su teoría del "logoterapia", destaca la importancia de encontrar un significado en la vida, incluso en las situaciones más difíciles.
**Salmo Responsorial: Salmo 29**
El salmo habla de cómo Dios ha transformado la tristeza en alegría, dando gracias y alabanza por su misericordia y amor.
**Enfoque Psicológico:**
- **Transformación Emocional:** El salmo refleja un proceso de sanación emocional. La psicología sugiere que expresar gratitud puede tener efectos positivos en nuestro bienestar mental. Practicar la gratitud puede ayudarnos a reestructurar nuestras emociones y encontrar alegría incluso en tiempos difíciles.
- **Resiliencia:** Reconocer y agradecer las bendiciones en nuestra vida puede fortalecer nuestra resiliencia. Este enfoque nos permite recuperar la esperanza y la positividad después de enfrentar desafíos emocionales.
**Segunda Lectura: 2 Corintios 8, 7.9.13-15**
San Pablo exhorta a los corintios a ser generosos y a compartir sus recursos, resaltando la importancia de la igualdad y la solidaridad.
**Enfoque Psicológico: **
- **Generosidad y Bienestar:** La psicología ha demostrado que actos de generosidad no solo benefician a los receptores, sino también a los donantes. Ser generoso puede aumentar nuestra felicidad, reducir el estrés y mejorar nuestra sensación de conexión social.
- **Equidad y Justicia Social:** La llamada a la igualdad resuena con los principios de justicia social. La psicología comunitaria enfatiza la importancia de crear comunidades equitativas donde todos los miembros tengan acceso a los recursos necesarios para su bienestar.
**Evangelio: Marcos 5, 21-43**
En el Evangelio, Jesús realiza dos milagros: cura a una mujer que sufría de hemorragias y resucita a la hija de Jairo. Estos milagros destacan la compasión y el poder sanador de Jesús.
**Enfoque Psicológico: **
- **Sanación y Restauración: ** Los actos de sanación de Jesús simbolizan la restauración tanto física como emocional. En términos psicológicos, la sanación puede entenderse como el proceso de recuperación y crecimiento después de experiencias traumáticas. La psicoterapia, por ejemplo, busca ayudar a las personas a sanar heridas emocionales y encontrar un nuevo equilibrio.
- **Compasión y Empatía: ** La compasión mostrada por Jesús es un modelo para nuestras propias relaciones. La empatía, la capacidad de comprender y compartir los sentimientos de otros, es fundamental para construir relaciones saludables y de apoyo. Practicar la empatía puede mejorar nuestras conexiones sociales y nuestro bienestar emocional.
- **Fe y Esperanza: ** La fe de Jairo y de la mujer en el poder de Jesús resalta la importancia de la esperanza y la confianza en momentos de crisis. La fe, en un sentido psicológico, puede proporcionar una base sólida para afrontar el estrés y las incertidumbres de la vida.
**Aplicación Práctica: **
1. **Cultivar la Gratitud: ** Dedique tiempo cada día para reflexionar sobre las cosas por las que está agradecido. Esto puede ayudar a mejorar su bienestar emocional y aumentar su resiliencia.
2. **Practicar la Generosidad: ** Encuentre maneras de ser generoso con su tiempo, recursos y atención. La generosidad no solo beneficia a los demás, sino que también puede enriquecer su propia vida.
3. **Fomentar la Empatía: ** Trabaje en desarrollar una mayor empatía hacia los demás. Escuchar activamente y tratar de comprender las perspectivas de los demás puede fortalecer sus relaciones.
4. **Buscar Sanación: ** Si está enfrentando dificultades emocionales, considere buscar ayuda profesional. La terapia puede ser una herramienta valiosa para la sanación y el crecimiento personal.
**Conclusión: **
Las lecturas de hoy nos invitan a reflexionar sobre la importancia de la vida, la gratitud, la generosidad y la sanación. Al integrar estos principios en nuestra vida diaria, podemos promover nuestro propio bienestar psicológico y emocional, así como el de nuestra comunidad. Que este mensaje nos inspire a vivir con mayor compasión, esperanza y propósito.
Amén.
Dios no hizo la muerte
Las tres lecturas de este domingo, así como el salmo son un canto a la vida: Dios no hizo la muerte; él es el Dios de la vida. Esto es lo que leemos en el Libro de la Sabiduría: “Dios no hizo la muerte, no se alegra de ver morir a los seres vivientes”. Si entró al mundo fue por los celos del demonio. Es él quien nos introduce en la tentación y el pecado; esta ruptura con Dios lleva a la muerte; pero el amor de Dios es mucho más fuerte que todas las fuerzas del mal.
Es verdad, Dios nos quiere vivos. Es por eso que nos invita incansablemente a rechazar el pecado. El Evangelio nos muestra a Jesús que ha llegado “a la otra orilla”, la del mundo pagano; a su llegada, se encuentra allí con personas azotadas por la desesperación, el sufrimiento y el dolor; Es primero Jairo quien viene a suplicarle: “Mi hija, aún muy pequeña, está en el último extremo. Ven y pon tus manos sobre ella para que se salve y viva”.
Entonces Jesús se pone en marcha. Pero en este ambiente ruidoso, una mujer que sufre hemorragias se acerca a él para ser curada. Jesús no le dice: “estás curada”, sino “estás salvada”. Por lo tanto, podrá reintegrarse a su comunidad y encontrar allí el lugar que le corresponde. Cristo se presenta ante nosotros como el que salva y el que resucita.
Luego es la llegada a casa de Jairo. Le
dicen que su hija acaba de morir y que ya no tiene sentido molestar al Maestro.
Pero Jesús lo invita a un acto de fe. Esta chica está durmiendo y él la
despertará y la recogerá. Es como cuando recoges a alguien que se ha ido a la
cama. Jesús entra a la casa. Él saca a todos. Sólo se queda con el padre y la
madre del niño y unos pocos discípulos. No realiza ningún gesto curativo a la
joven.
Le tomó la mano y le dijo: "Levántate". En el lenguaje del Nuevo
Testamento, el verbo “levantarse” es sinónimo de resurrección.
Así Jesús se revela al mundo como Salvador de todos. Si vino al mundo es para que todos los hombres tengan vida en abundancia. El domingo pasado comprendimos que Jesús partió hacia el otro lado para unirse al mundo pagano. Nos hace comprender que el amor de Dios no tiene fronteras. No acepta la discriminación. Posteriormente, Jesús enviará a sus apóstoles por todo el mundo. Es para responder a esta llamada que sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos han dejado sus familias, su país, para anunciar a Jesucristo a quienes no lo conocen.
Pensamos en todos estos encuentros con personas probadas por la enfermedad, las dolencias y la soledad. Estas noches que nunca terminan, son muy difíciles. Entonces entendemos que no basta con orar POR los enfermos sino EN A FAVOR de aquellos que ya no tienen fuerzas para orar. En ese momento somos como Jairo que viene a rogarle a Jesús por su hija.
Hay una palabra de Jesús en este Evangelio que corre el riesgo de pasar desapercibida: “Les dijo que le dieran de comer”. Sí, por supuesto, necesita recuperar fuerzas. Pero lo que no debemos olvidar es que el Señor vino a “resucitarnos” en la fe. Él nos pone de nuevo en pie. Pero si queremos vivir su vida, debemos nutrirnos de su Palabra y de los sacramentos. Si no lo hacemos, la debilidad se apoderará de nosotros y retrocederemos.
El gran deseo del Señor es que seamos despertados de nuestra mediocridad, de nuestro egoísmo y de nuestra desesperación. Quiere involucrarnos a todos en su misión. Al alimentarnos con su Palabra y su Cuerpo, quiere darnos el dinamismo que transforma a los “salvados” en “salvadores”. Con él podremos conducir a los enfermos hacia la Fuente de la Vida. Y como él, extenderemos las manos a los que duermen para ayudarlos a levantarse y caminar. Así podrán ir al encuentro de Aquel que es vida y resurrección.
Si puedo tocar su manto, seré salvo.
Después del capítulo de las parábolas (4, 1-34), el evangelio de Marcos nos presenta a Jesús que continúa la formación de sus discípulos a través de una serie de milagros. El primero es el de la tormenta que calma, el segundo la liberación del poseso de Gerasa y hoy la curación de la mujer que había sufrido durante doce años y la resurrección de la hija de Jairo. Estos milagros muestran la bondad de Dios y sirven como lección de aprendizaje, como pedagogía pastoral para los apóstoles y para nosotros.
Las enfermedades crónicas, los cánceres de todo tipo, la muerte prematura hace añicos todas nuestras ilusiones y todas nuestras pretensiones de controlar nuestra vida. Cuanto más envejecemos, más nos damos cuenta de que tenemos poco control sobre nuestra salud física y mental. A pesar de nuestros mejores esfuerzos, el envejecimiento, la enfermedad y la muerte nos alcanzan inexorablemente.
Recuerdo haber administrado el sacramento de los enfermos a una persona de unos sesenta años. Los médicos le dieron 48 horas de vida. El hombre había trabajado incansablemente toda su vida. Se había jubilado recientemente y planeaba aprovecharlo al máximo. Había desarrollado toda una serie de planes para sus años de jubilación. Un virulento cáncer se lo llevó en menos de tres meses. Durante mi visita se mostró tranquilo y resignado. Con el sacramento de los enfermos se reconcilió con su Dios y, pocas horas después, falleció tranquilamente, rodeado de su familia.
La enfermedad y la muerte son grandes maestras y nos invitan a no apegarnos demasiado a los bienes de este mundo, a prepararnos para afrontar al final del camino estas realidades que muchas veces intentamos ignorar. Nos negamos a pensar en ellos y actuamos como si sólo existieran para los demás. La enfermedad y la muerte son momentos importantes en nuestras vidas.
Hoy el evangelio nos habla de una mujer que sufre una enfermedad debilitante. Para ella es no sólo sufrimiento y desventaja, sino también causa de rechazo y discriminación. El paciente “que había sufrido pérdida de sangre durante doce años ” era considerado impuro. Tenía que mantenerse alejada de los demás. Si tocaba a alguien, esa persona se volvía impura. ¡Tabúes y prejuicios, resultados de la ignorancia médica! Respecto a la hija de Jairo, Jesús sabía que, en su cultura, tocar un cadáver hacía impura a la persona. Jesús no tuvo miedo de luchar contra tabúes y prejuicios de todo tipo, él que comió con leprosos y pecadores y no tuvo miedo de entrar en contacto con ellos.
El texto de hoy subraya de manera especial el verbo tocar: la mujer toca a Jesús y queda curada, Jesús toma a la niña de la mano y le devuelve la vida. San Marcos subraya aquí la importancia del contacto con el Señor. En un capítulo anterior escribe que todos los que tenían enfermedades corrieron hacia Jesús para tocarlo (3:10). Más adelante añade: “Dondequiera que entraba, aldeas, pueblos o caseríos, metían a los enfermos en las plazas; le rogaron que les dejara tocar sólo el borde de su manto; y los que lo tocaban quedaban todos curados” (6, 56). S. Lucas, en el capítulo 6, 19 escribe: “toda la multitud buscaba tocarle, porque de él salía una fuerza que sanaba a todos”. Para los evangelistas, esta fuerza no es mágica. Es el poder de Dios que actúa a través de Jesús y, si hay un milagro, es en respuesta a un acto de fe.
Todos cargamos con nuestro sufrimiento físico y moral. Nuestras vidas son frágiles. Pero nuestras carencias, nuestras debilidades, nuestros vacíos son motivos para querer tocar a Cristo, para entrar en contacto con él. No necesariamente hará desaparecer nuestras enfermedades y nuestras sillas de ruedas. Pero tiene el poder de calmar nuestras ansiedades y reavivar nuestra esperanza.
El
evangelio de hoy resalta dos cosas importantes:
a) la necesidad de revisar nuestros prejuicios y tabúes. ¡Todos los tenemos!
Estamos invitados, siguiendo el ejemplo de Cristo, a no tener miedo de
acercarnos a los que sufren, a los enfermos y abandonados.
b) la importancia de la fe. A la enferma, Cristo le dijo: “Hija mía, tu fe
te ha salvado; ve en paz y queda sana de tu enfermedad”. Y al líder de
la sinagoga: “No tengas miedo; solo ten fe."
Podemos cuestionar la calidad de nuestra propia fe y preguntarnos qué estamos haciendo para que esta fe progrese, crezca y alcance una mayor madurez. Durante el periodo estival tenemos un poco más de tiempo a nuestra disposición para disfrutar de la naturaleza, leer, meditar y orar. Pidamos al Señor, en este domingo de verano, que aumente nuestra fe.
Este evangelio, en verso, suena así:
Señor, con gozo admiramos
dos ejemplos de fe viva:
el de una “mujer enferma”
y el del “padre de una niña”.
La “mujer” gastó sus bienes
en cuantiosas medicinas.
Al no poder tener hijos
se sintió triste y herida.
La “niña” al cumplir doce años,
pareció que se moría.
Ya no podría casarse
ni formar una familia.
La “mujer”, Señor, con fe,
marchaba en tu comitiva.
Su mano tocó tu manto
y recobró la alegría.
El padre también creyó
en tus palabras divinas:
“No temas. Ten fe. Tu “niña”
no está muerta. Está dormida”
Siempre nos queda al creyente,
Señor, una alternativa:
Cuando todo está perdido,
nos tiendes tu mano amiga
Hoy, Señor, te haces Palabra
Y Pan en la Eucaristía.
Comulgaremos contigo:
Camino, Verdad y Vida.
(Compuso estos versos José Javier Pérez Benedí)
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