25 de agosto del 2024: vigésimo primer domingo del tiempo ordinario- Ciclo B

 

Una palabra dura y libre


“Desde entonces muchos discípulos se echaron atrás y no volvieron a ir con él”. (Jn 6,66).

¿Jesús lo hizo mal? ¡Por una vez no estaba hablando en parábolas! ¿Fue demasiado claro? ¿Demasiado “efectivo”, como diríamos hoy? “Si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn 6,53). “¡Esta palabra es dura! ¿Quién puede oírlo?» (Jn 6,60).

Jesús no sólo no retrocede ni se disculpa por sus impactantes palabras, sino que pregunta a los Doce: “¿ustedes también quieren irse?” (Jn 6,67).

Jesús es libre. Ya en Nazaret, cuando sus palabras le disgustaron y quisieron arrojarlo desde lo alto de un acantilado, “él, pasando entre ellos, siguió su camino” (Lc 4,30).

El secreto de Jesús es vivir bajo la mirada del Padre y hacer de la voluntad del Padre su alimento. Son duras las palabras de Jesús. Si la Iglesia le es fiel, necesariamente, la palabra de la Iglesia será también dura: hablará de la gracia del Reino, que revela la lógica del príncipe de este mundo.

Es la misma misericordia que Jesús manifiesta tanto al acoger a los pecadores como al anunciar la verdad o exhortar a la conversión.

Es esta misericordia la que la Iglesia tiene la responsabilidad de anunciar al mundo, estando no bajo la mirada de los hombres sino bajo la del Padre.

Como Jesús, ella debe poder decir: “No hago nada por mí misma; lo que digo aquí, lo digo como el Padre me enseñó” (Jn 8,28).

¿Qué libertad tengo para dar cuenta de mi fe cuando se presente la oportunidad?
¿Cómo la meditación en las Escrituras alimenta esta libertad?
 

Emmanuel Schwab, rector del santuario de Lisieux






PRIMERA LECTURA
LECTURA DEL LIBRO DE JOSUÉ 24, 1-2a.15-17.18b




En aquellos días, Josué reunió a todas las tribus de Israel en Siquén y llamó a los ancianos, a los jefes, a los jueces, a los magistrados para que se presentasen ante Dios. Josué dijo a todo el pueblo:
-- Si no os parece bien servir al Señor escoged a quien servir: a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitáis. Yo y mi casa serviremos al Señor.
El pueblo respondió:
--¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de Egipto, de la esclavitud; él hizo a vuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre los pueblos por donde cruzamos. También nosotros serviremos al Señor: ¡Es nuestro Dios!

Palabra de Dios




SALMO RESPONSORIAL
SALMO 33

R.- GUSTAD Y VED QUÉ BUENO ES EL SEÑOR.

Bendigo al Señor en todo momento,
tu alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloria en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.-

Los ojos del Señor miran a los justos;
sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria. R.-

Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y los libra de sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos. R.-

 Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor;
el cuida de todos los huesos,
y ni uno solo se quebrará. R.-

La maldad da muerte al malvado,
y los que odian al justo serán castigados.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él. R.





 SEGUNDA LECTURA
LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS EFESIOS 5, 21-32



Hermanos:
Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus mandos en todo.
Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí, gloriosa, La Iglesia sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. "Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne." Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.

Palabra de Dios



ALELUYA Jn 6, 64b.69b

Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. Tú tienes palabras de vida eterna.



EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 6, 60- 69


En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron:
-- Este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso?
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:
-- ¿Esto os hace vacilar, y si vierais al Hijo del Hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo:
-- Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.
Desde entonces muchos discípulos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce:
-- ¿También vosotros queréis marcharos?
Simón Pedro le contestó:
-- Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos. Y sabemos que eres el Santo consagrado por Dios.

Palabra del Señor





A guisa de introducción:

Decidir quedarse con Jesús:

El capítulo 6 del evangelio de San Juan que hemos leído a lo largo de estos últimos domingos nos ha dado lecciones de gratitud ante la gratuidad y la abundancia (creación, comida) de Dios ; nos ha hecho tomar conciencia de la importancia de alimentarnos pero también de compartir  con los más desfavorecidos los dones con los cuales Dios nos alimenta ; nos ha catequizado y o formado a propósito de la eucaristía (pan partido para la vida del mundo) y finalmente esta Palabra,  como lo hace hoy ,nos invita a decidirnos , a optar o no optar por Jesús y su Proyecto Nuevo (Evangelio o Buena Nueva).

En Jesús tenemos un maestro integro de vida; Cristo no solamente nos lanza consignas para crecer en la vida espiritual y moral sino también que nos incita a ser felices…Pero la felicidad (o salvación) que Él nos propone no es como la que el mundo ofrece; su paz que nos da no es como la que el  mundo da; seguirle no es fácil, entregarle la vida provoca que ésta se complique y entre en conflicto con el “statu quo” ( o la sociedad legal o ilegalmente establecida). Jesús soñó y sigue soñando  la instauración de un mundo nuevo (El Reino de Dios).

Al igual que ayer y  a lo largo de los siglos, después de conocer a Jesús y su propuesta, su pregunta  sigue retumbando en nuestros oídos e invitándonos a OPTAR:  “Acaso ustedes también quieren irse?”

En el fondo hay una invitación a la FIDELIDAD  a Jesús y su proyecto. Nosotros que le hemos conocido (mucho, a medias o muy poco) y nos hemos adherido a Él el día de nuestro bautismo (pequeños o grandes) no podemos quedarnos impávidos e indiferentes ante su llamado.

Pero si decidimos quedarnos con Él, ensayemos o tratemos de redescubrir el por qué…Al menos,  yo les diré que:

Me quedo porque Dios ha hecho una  brecha en el tiempo y Él ha querido venir (en la persona de Jesús) para hablarnos de MISERICORDIA, de perdón, de paz con sabor a eternidad.

Yo me quedo porque el Espíritu Santo actúa todavía en el seno de la Iglesia, haciendo cambios sorprendentes en nuestro mundo y nuestra historia personal.

Yo me quedo porque vivo al interior de una bella familia de creyentes fundada sobre la roca del evangelio.

Yo me quedo porque Jesús es mi hermano y Él es mi confidente en la oración.

Yo me quedo porque Jesús nos ha dejado el más hermoso de los regalos: LA EUCARISTÍA, presencia misteriosa y real del Resucitado.

Me quedo porque María, su madre, ha sido escogida por Dios para iluminar nuestra ruta y acompañarnos al lado de los más pobres, los más pequeños y desfavorecidos.

Yo me quedo, sumando todo, porque Jesús tiene en verdad palabra de vida eterna. A quien otro podríamos ir?

Nosotros que dudamos a veces sobre si permanecer o no en la Iglesia, no olvidemos que somos verdaderos testigos tanto igual como los profetas y los grandes santos.

Josué en la Primera Lectura nos conduce a lo esencial de nuestra alianza o pacto con Dios.

Decidir QUEDARSE. En un mundo descristianizado, muchos han hecho la opción a veces dolorosa y no ser comprendidos. Ellos continúan creyendo y reuniéndose alrededor de la mesa eucarística que les alimenta.

Quedémonos y reafirmemos nuestra alianza con este Dios de la historia, a lo largo de este encuentro comunitario con Cristo quien ha dado el primer paso hacia nosotros.

Agradezcamos al Señor que nos permite el serle todavía y siempre fieles.




Aproximación psicológica al texto  del evangelio:

Jesús pierde discípulos

Hubo algunas ocasiones en que Jesús escandalizó no solamente a auditores ocasionales (que ya andaban prevenidos contra Él) sino también a ciertas personas que habían entrado en una relación de maestro-discípulo con Él.

En toda relación humana, arriban momentos de crisis donde uno se ve confrontado a una alternativa inevitable. O uno se desentiende poco a poco (sutilmente) o bien se consiente una adhesión renovada a través de una fidelidad temporalmente difícil.

Dentro de  una relación,  en  ciertos puntos, se comienza a decir: “esta (experiencia) es  difícil” (v.60), el sentido de las cosas que se hacen se nos escapa, no es claro; esto evoluciona hacia una dirección donde no queremos ir o hace referencia a experiencias interiores que nos parecen extrañas…

El evangelista Juan evoca un momento como el descrito aquí, y como siempre hay decisiones que se toman, es decir,  se hace una opción (o elección). La misma experiencia implica o tiene dos reacciones diferentes: “esta (experiencia) es dura para algunos: esta experiencia es demasiado dura…En consecuencia,  “a partir de ese momento, muchos de sus discípulos lo abandonaron o se fueron” (v.66).

Durante este tiempo, los otros dicen: esta experiencia es dura pero nosotros continuamos. “Hemos creído” (v.69) en esta relación y continuamos invirtiendo (o apostando por)  en ella.

A nivel humano, esto llega a ser una experiencia de fe: fe en el otro, y fe en el valor de lo que él puede hacernos vivir, y fe en nosotros, en nuestra capacidad de crecer a través  de este caminar, fe en la vida y en lo que ella nos reserva.

En el caso de la relación con Jesús, se nos ha dicho que esto puede llegar a ser una experiencia específicamente espiritual.

La relación con Jesús engendra su propio dinamismo (de él) (“las palabras que les he dicho son espíritu y vida”—v.63) , y al mismo tiempo es un dinamismo que se recibe de Dios (“nadie puede venir a mi si el Padre no se lo permite”—v.65).

He aquí quizás lo que es constitutivo de la experiencia espiritual en sí misma: comprometerse a fondo en una experiencia y saborear directamente la dulzura y la fuerza, pero al mismo tiempo recibirla como algo que nos viene de otra parte (o de otro lado) y que se nos es dada.

Estos dos componentes, activo y pasivo, están sin duda presentes en la conciencia de los discípulos de quienes Pedro se hace el portador de la palabra. Nosotros hemos decidido  dejar todo para seguirte, hemos descubierto muchas cosas contigo, y decidimos continuar…seguir para adelante. He aquí el componente activo.

Eres Tú quien nos ha elegido (v.70) y nos has llamado, nosotros no podemos vivir con ningún otro, con nadie más, lo que vivimos contigo (v.68), y nosotros recibimos esto como un don del Padre (v.65). He aquí el componente pasivo.

La unión de los dos componentes da como resultado o producto una fe integrada, hecha de decisiones comprometedoras, pero consciente de ser en todo momento alimentada por el Espíritu.




REFLEXIÓN CENTRAL

1

Opciones (u elecciones) humanas renovables

En muchas ocasiones, a lo largo de nuestra vida, nosotros optamos o elegimos, o nos decidimos por algo o alguien, pero no todas las decisiones tienen la misma importancia o rango. Sólo algunas nos marcan profundamente y nos comprometen por largo tiempo, a veces hasta el final de nuestra existencia. Elegir un marido, escoger una mujer (contraer matrimonio), tener un hijo, optar por una profesión…ordenarse sacerdote, son elecciones o decisiones determinantes.

Uno nunca toma tales decisiones a la ligera.

Para permanecer fieles a  nuestras opciones las más fundamentales, es necesario renovarlas a menudo, de manera implícita o explícita.   Si un esposo y una esposa no se reeligen de manera mutua constantemente, su amor no puede permanecer vivo y de este modo crecer. Igual sucede en el ejercicio de una profesión o de un trabajo.

Una primera elección (u OPCION) –cuando es importante y marca la existencia-llama muchas otras, situadas en la misma línea. Según las circunstancias y las edades de la vida, estas nuevas opciones, vienen a confirmar, a reajustar, prolongar la opción primera y fundamental que se ha hecho. Yo no amo mi marido, mi esposa, a los 50 años como a los 20 años.

Mi amor toma adopta un rostro particular según si  mi cónyuge está aliviado o enfermo. Pero, en todos los casos, si yo amo de verdad, yo vuelvo a elegir la persona a quien he dicho SI la primera vez.


Escoger Dios y a Cristo

Todo lo anterior se aplica a nuestras opciones de orden religioso. Un día, uno decide acoger a Cristo, vivir con Él y dejarse habitar por su Espíritu. Para que permanezca vivo e influya realmente en nuestra existencia, esta primera opción llama a muchas otras que se harán de acuerdo a las circunstancias y las etapas de la vida.

Los textos que leemos y o escuchamos este domingo son interesantes y están de acuerdo con nuestro propósito. Estos pasajes o relatos tienen para nosotros un valor ejemplar. Ellos indican el camino a seguir para unirnos a Cristo y permanecer en comunión con Él.

Ellas nos muestran un Dios que toma la iniciativa, Él mismo es quien invita a los suyos a la renovación de la alianza, deseando que la adhesión (afiliación) sea totalmente libre.

La primera lectura es un pasaje del libro de Josué. Las tribus que han atravesado el desierto llegan a Siquén. Ellas ya habían hecho antes alianza con Dios, en el Sinaí. Y las encontramos acá al final de un largo recorrido. Muy pronto entrarán a la Tierra Prometida. Entonces son invitadas a reiterar su adhesión a Dios o a abandonarle. El llamado a la libertad que Josué lanza a todos es remarcable: “Si no les place servir al señor, escojan (decidan) hoy a quien quieren servir”.  Dios espera que aquellos que se han dado o abandonado libremente  a Él, se entreguen otra vez a Él con la misma libertad. No se trata de hacer un pueblo de esclavos.

El evangelio va en la misma línea. Los discípulos ya habían respondido positivamente al llamado de Cristo. “Ven y  sígueme”, había dicho a cada uno. Y ellos lo han seguido libremente. Hoy, Él les propone de decidirse nuevamente por Él o abandonarle”. “Ustedes también quieren irse?” Al igual que su Padre, Jesús quiere solamente que le sigan personas libres. La respuesta de Pedro es admirable: “A quién podríamos ir? Solo Tú tienes Palabras de Vida Eterna”.

Un día, cuando estábamos plenamente lúcidos y conscientes de lo que hacíamos, acogimos a Cristo en nuestra vida. Si no lo hemos hecho…es que todavía no somos verdaderos cristianos.

Esta primera opción llama a otras muchas. Cada una de nuestras opciones, en todas las circunstancias y en todo momento, deben hacerse en total libertad.

No olvidemos también que las opciones fundamentales que hacemos en la vida son importantes para nosotros e influencia la opción de los otros. La opción de Josué ha jugado un papel muy importante en la toma de decisión de Israel y la opción de Pedro ha influido en la opción de los discípulos que permanecieron fieles a Cristo. Y nuestras decisiones siempre tienen una influencia en nuestra familia y en las personas que nos rodea.

Una opción tan fundamental como la de dejar a Dios entrar en nuestra vida debe confirmarse regularmente y debe estar acompañada de acciones concretas de amor, de caridad y de compartir. Las personas que se aman no se eligen u optan la una por la otra el día de la boda. La opción debe haberse hecho y debe volverse a hacer miles de veces a través de los años, en el tiempo de felicidad y o alegría como en los tiempos o periodos más difíciles.

Pedro al final del evangelio nos ofrece una profesión de fe, verdaderamente bella y emocionante: “A quien iríamos Señor? Tú tienes las Palabras de la vida eterna”. Respuesta modesta, humilde si pero también muy significativa.

En nuestros días, como en tiempos de Jesús y en tiempos de Josué un gran número de cristianos abandonan sus convicciones religiosas para seguir otros dioses y otros ídolos : el dinero, el prestigio, la carrera, los honores, el bienestar, la ciencia, el progreso técnico…No hay  nada de nuevo en todo esto.

Cristo nos pregunta a cada uno de nosotros en este momento (hoy) : « Ustedes también quieren irse?"

La fidelidad al Señor solo será posible si cultivamos o mantenemos el amor y la confianza que le profesamos. “ A quién iríamos  Señor, sólo tú tienes Palabras de Vida eterna!”

La Eucaristía: Gran lugar de Alianza (o de pacto)

Los lugares y los momentos donde es posible renovar nuestra adhesión  a Jesucristo son múltiples. Conviene por tanto subrayar que la EUCARISTÍA es un lugar privilegiado de alianza con el Resucitado. Ella es el “sacramento” de la alianza.

Desde el momento en que dejamos nuestra casa o lugar donde vivimos, el sábado o domingo para venir a la iglesia, iniciamos una marcha que deberá conducirnos a la renovación de nuestra alianza con Jesucristo y con su Padre.

Una vez en la iglesia, unas lecturas bíblicas nos son proclamadas. La homilía del sacerdote las explica. Después somos invitados a proclamar nuestra fe en el padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. Esta profesión de fe-acto plenamente personal y profundamente comunitario-es un tiempo fuerte de nuestra adhesión a la Trinidad con quien hacemos alianza. Debuta enseguida la Plegaria Eucarística, en la cual somos invitados a ir todavía más lejos en la renovación de nuestra alianza con Dios. Es en el centro de esta oración o plegaria,  que en efecto, nosotros nos unimos íntimamente a Cristo con el fin de ofrecernos con Él al Padre.

Viene finalmente el momento de la comunión sacramental. Un ministro nos presenta el pan consagrado diciéndonos: “El cuerpo de Cristo”. Nosotros respondemos “Amen”, es decir, “Si, hoy, de nuevo, yo te acojo Jesucristo Señor Resucitado, y yo te reitero mi deseo de vivir contigo, de caminar con resolución tras tus pasos y mi deseo de construir contigo el Reino”.

Uno lo ve, la EUCARISTÍA es en verdad el sacramento donde, de una manera muy especial, se renueva la alianza establecida de una vez por todas por Jesucristo.

“Ustedes también quieren irse (dejarme)? “ , decía Jesús a sus discípulos después de haberles revelado su presencia bajo el signo del pan de vida.

La misma pregunta se nos es formulada cada vez que venimos a celebrar la EUCARISTÍA. Nosotros conocemos la respuesta de Pedro: “Nos quedamos contigo, porque Tú posees las palabras que hacen vivir eternamente”.

Que nosotros, en cada EUCARISTÍA, también podamos responder con una fe tan inmensa  y de un modo tan libre como lo ha hecho el Jefe de los apóstoles.


2

Fidelidad inquebrantable siempre

 

Entonces Jesús les dijo a los Doce:

-- ¿También vosotros queréis marcharos?

Simón Pedro le contestó:

-- Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos. Y sabemos que eres el Santo consagrado por Dios.

Juan 6:67–69

 

Estas palabras de San Pedro nos presentan la convicción que debemos tener cuando la fidelidad a la voluntad de Dios se hace difícil. Dios es exigente. Quiere todo de nosotros. Solo alcanzaremos el Cielo cuando nos entreguemos por completo a la voluntad del Padre y creamos todo lo que Él nos ha revelado. Si no lo hacemos antes de morir, necesitaremos ser purificados en el Purgatorio. No hay manera de evitarlo. Dios es un Dios exigente en la mayor medida posible.

La verdad es que todo esto está bien. Es bueno que Dios exija una sumisión completa a su voluntad y enseñanza perfectas porque eso es exactamente lo que es mejor para nosotros. De vez en cuando, debido a nuestra naturaleza humana débil y caída, podemos percibir la voluntad de Dios como demasiado exigente y sus enseñanzas como demasiado difíciles.

¿De verdad tengo que perdonar a todos por completo? ¿De verdad tengo que entregar mi vida sin reservas? ¿De verdad tengo que cumplir los Mandamientos a la perfección? ¿De verdad tengo que ser perfecto como lo es el Padre Celestial? Sí. Pero al tratar de hacerlo, experimentaremos muchas tentaciones de rendirnos, pensando que la voluntad de Dios es demasiado dura.

El Evangelio de hoy llega al final del hermoso Discurso del Pan de Vida en el que nuestro Señor enseñó claramente: “En verdad, en verdad les digo: si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes”. Al comienzo del Evangelio de hoy, al escuchar la nueva enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos murmuraron entre ellos diciendo: “Esta palabra es dura; ¿quién la puede aceptar?”

Esta enseñanza de Jesús es “dura” en el sentido de que requiere una fe profunda para comprenderla completamente. Pero el hecho de que algo sea difícil de aceptar no significa que no debamos aceptarlo.

La declaración de Pedro citada anteriormente nos da las palabras que debemos decir siempre que nos resulte difícil aceptar la voluntad de Dios o sus enseñanzas. Cuando eso suceda, debemos escuchar a Jesús hacernos la misma pregunta que les hizo a los Doce: “¿También ustedes quieren irse?” Jesús no tratará de manipularnos. No se echará atrás cuando vea que estamos luchando. No disminuirá el requisito de ser sus fieles seguidores. En cambio, nos dará la libertad de creer o de irnos. Y cuando sintamos ganas de irnos, siempre debemos recordar las palabras de Pedro: “Maestro, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros hemos llegado a creer y estamos convencidos de que tú eres el Santo de Dios”.

La declaración de Pedro dice todo lo que necesitamos saber ante cualquier conflicto interior de fe. Claro, podríamos dejar a nuestro Señor y hacer lo que nos dé la gana. Pero ¿adónde iríamos? ¿A abrazar los placeres pasajeros del mundo? ¿Con qué fin? Si creemos y estamos convencidos de que Jesús es el Santo de Dios, entonces, no importa cuán duro, no importa cuán exigente, no importa cuán difícil sea, debemos abrazar la fidelidad a Dios en todas las cosas.

Ese acto de fidelidad, especialmente cuando luchamos con algún conflicto interior, es la clave para liberar el poder transformador de Dios en nuestras vidas.

Reflexiona hoy sobre las formas en que has sentido que la voluntad de Dios o alguna de sus verdades reveladas son difíciles y exigentes. Cuando enfrentas un desafío interior de ese tipo, ¿qué haces? Si tu respuesta es alejarte de Dios y relajarte en tu fidelidad a Él, entonces reflexiona sobre las palabras de Pedro a Jesús.

Haz de esas palabras tu oración y deja que esa oración fortalezca tu convicción de convertirte en un seguidor inquebrantable y fiel de Dios.

 

Mi exigente Señor, en tu gran amor y misericordia exiges todo de mí. Me pides que te entregue mi vida en total entrega y servicio a tu perfecta voluntad. Cuando sea débil, dame fuerza. Cuando dude, dame fe. Ayúdame, Señor, a profundizar siempre en mi resolución y a seguirte con total fidelidad. Jesús, en Ti confío.




OBJETIVOS DE VIDA PARA LA SEMANA :

·        1. Medito sobre la pregunta de Jesús: “Ustedes también quieren irse?”. Yo le respondo con toda la fe y la fidelidad que hay dentro de mí.

·        2. Me esfuerzo por responder siempre de manera más fiel a mi vocación de discípulo de Jesús, en todos los aspectos de mi vida.




O R A C I Ó N

Señor, Tu abres nuestros horizontes;
y nos muestras los trazos de la vida y la vida sin fin.
Paradójicamente tus palabras que vienen de lejos
Se nos hacen tan lejanas o nos suenan tan familiares
que a veces no les prestamos atención ,
o las recibimos tan distraídos y ocupados
que se nos dificulta descubrir toda su fuerza y provocación.

Ayúdame a comprender la realidad y sentido de la EUCARISTÍA,
que aquellos que la presidimos, la preparamos y participamos en ella,
le demos todo el sentido,
y la convirtamos en el bello gesto de alegría y compartir que debe ser.

No me dejes olvidar que la EUCARISTÍA también me interroga
y me pone de frente la vida que estoy viviendo
y como la estoy asumiendo.
Que no desconozca que compartir el pan y el vino,
aun siendo un gesto frágil, sencillo,
puede de igual modo
abrir el horizonte de nuestras vidas
que tienen su plenitud en Dios.

Oh Dios ayúdame a optar por ti a cada instante.
Que opte por la imagen que sea más fiel a Ti.
Que no siga creyendo que eres un Dios muerto e inmóvil.
O ese juez justiciero y castigador, que nos ensenaron de niños.
Que supere esa imagen de Dios negativa que quizás
me enseñaron mis padres, mis amigos y profesores….
Que yo tenga el coraje y  sepa interrogar esas imágenes sombrías…
Tú no eres un dios abstracto, lejano e indiferente,
Tu eres un Dios capaz de darse en el compartir diario de nuestra vida.

Ayudame a comprender Señor
que mi opción por ti he de renovarla a cada instante;
que en cada momento de mi vida  he de decirte SI
en todos los espacios, en todos los lugares…

Que a pesar de mis dudas, mis irresoluciones y mis temores,
experimentados en mi caminar contigo y en Iglesia,
nunca deje de amarte, que nada ni nadie me separe de Ti.
Que esas dudas y tropiezos en mi caminar,
 no me impidan nunca ver que ante todo mi experiencia  de fe
es una fe en alguien (la Trinidad),  en Ti: Padre-Hijo Y Espíritu,
que es una experiencia de confianza,
de búsqueda de sentido de mi vida.

Amén!




REFERENCIAS


* Pequeño "Prions en Église", edicion quebequense, agosto 2012, Novalis.

* HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.

* Revue Rassembler,  1988.

* LAPOINTE, Guy et PARÉ Simon. Au lever du Soleil. Novalis, 2007


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