Qué bueno cuando se tiene hambre!
Jesús ha saciado de pan una multitud numerosa y ella quiere todavía más. Sobre la otra orilla del lago, Él ofrece a su gente que tiene hambre OTRO PAN, aquel que viene del cielo y da la vida al mundo. Este pan, es Jesús mismo.
Si no tenemos hambre, no vengamos al encuentro del Señor, ya que Él no puede alimentar aquellos que se creen satisfechos. Al contrario, con los ojos de la fe, reconozcamos que el Señor Jesús es el Pan de Vida, de la Vida presente y de la Vida Eterna.
Primera Lectura
Lectura del libro del Éxodo (16,2-4.12-15):
En aquellos días, en el desierto, comenzaron
todos a murmurar contra Moisés y Aarón, y les decían: «¡Ojalá el Señor nos
hubiera hecho morir en Egipto! Allí nos sentábamos junto a las ollas de carne,
y comíamos hasta hartarnos; pero vosotros nos habéis traído al desierto para
matarnos a todos de hambre.»
Entonces el Señor dijo a Moisés: «Voy a hacer que os llueva comida del cielo.
La gente saldrá a diario a recoger únicamente lo necesario para el día. Quiero
ver quién obedece mis instrucciones y quién no.»
Y el Señor se dirigió a Moisés y le dijo: «He oído murmurar a los israelitas.
Habla con ellos y diles: «Al atardecer comeréis carne, y por la mañana comeréis
hasta quedar satisfechos. Así sabréis que yo soy el Señor vuestro Dios.»»
Aquella misma tarde llegaron codornices, las cuales llenaron el campamento; y
por la mañana había una capa de rocío alrededor del campamento. Después que el
rocío se hubo evaporado, algo muy fino, parecido a la escarcha, quedó sobre la
superficie del desierto.
Los israelitas, no sabiendo qué era aquello, al verlo se decían unos a otros:
«¿Y esto qué es?»
Moisés les dijo: «Éste es el pan que el Señor os da como alimento.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 77
R/. El Señor les dio un trigo celeste
Lo que oímos y aprendimos,
lo que nuestros padres nos contaron,
lo contaremos a la futura generación:
las alabanzas del Señor, su poder. R/.
Dio orden a las altas nubes,
abrió las compuertas del cielo:
hizo llover sobre ellos maná,
les dio un trigo celeste. R/.
Y el hombre comió pan de ángeles,
les mandó provisiones hasta la hartura.
Los hizo entrar por las santas fronteras,
hasta el monte que su diestra había adquirido. R/.
Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
Efesios (4,17.20-24):
En el nombre del Señor os digo y encargo que no
viváis más como los paganos, que viven de acuerdo con sus vanos pensamientos.
Pero vosotros no conocisteis a Cristo para vivir de ese modo, si es que
realmente oísteis acerca de él; esto es, si de Jesús aprendisteis en qué
consiste la verdad. En cuanto a vuestra antigua manera de vivir, despojaos de
vuestra vieja naturaleza, que está corrompida por los malos deseos engañosos.
Debéis renovaros en vuestra mente y en vuestro espíritu, y revestiros de la
nueva naturaleza, creada a imagen de Dios y que se manifiesta en una vida recta
y pura, fundada en la verdad.
Palabra de Dios
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 6, 24- 35
En aquel tiempo, cuando la gente vio que no estaban allí ni Jesús ni sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Lo encontraron al otro lado del lago, y le dijeron:
--Maestro, ¿cuándo has venido aquí?
--Os aseguro que no me buscáis porque habéis visto milagros, sino porque habéis comido pan hasta hartaros. Procuraos no el alimento que pasa, sino el que dura para la vida eterna; el que os da el hijo del hombre, a quien Dios Padre acreditó con su sello
--¿Qué tenemos que hacer para trabajar como Dios quiere?
--Lo que Dios quiere que hagáis es que creáis en el que él ha enviado.
--¿Qué milagros haces tú para que los veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo».
--Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo; mi Padre es el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo
--Señor, danos siempre de ese pan.
--Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás.
A guisa de introducción:
El valor de un regalo!
1. Cuando un niño recibe un regalo que esperaba, sea por su cumpleaños u otro motivo, es difícil distraer su atención del regalo recibido. No es raro que su madre deba arrancarlo de su fascinación para invitarlo a decir “Gracias”, para ayudarlo a reconocer que hay algo más importante que el mismo regalo: el amor y la persona de aquel o aquella que le ha ofrecido el regalo.
Cuando se trata de enamorados que se regalan mutuamente, es totalmente diferente. El aspecto material, utilitario del regalo pierde entonces rápidamente su importancia; uno busca la significación del presente, los sentimientos que lo han inspirado; lo que revela de la persona que lo ha dado.
2. Como el niño, podemos quedarnos en el regalo, no mirar que el pan de la multiplicación y mismo no mirarlo que como un regalo más entre otros posibles. Jesús entonces pasa al segundo plano; sin exagerar, podríamos decir que Él tiene importancia sólo como hacedor de milagros para nuestro provecho personal. Es otra cosa totalmente, si tomamos la actitud de los enamorados. Aquello que Jesús ha dado en abundancia, no es cualquier cosa, es un alimento que Él ha escogido por su rico valor de signo: pan, pan que alimenta; es Él mismo donando el amor, la Vida de Dios.
Aproximación psicológica del evangelio:
Cuidado con lo que comen!
Dios se preocupa del ser humano y quiere verlo crecer. Él se inquieta de verlo agotándose en actividades y preocupaciones que lo hacen dar vueltas. “por qué gastan el dinero en lo que no es pan, y su trabajo en lo que no sacia?”, demanda Dios por intermedio del profeta Isaías (Isaías 55,2).
Esta cuestión nos parece que hoy tiene una gran actualidad en un mundo donde efectivamente gastamos nuestro dinero en diversos productos de consumo que además de nunca saciarnos (o llenarnos) también nos dejan en la superficie de nuestro ser y alejados más que antes de nuestros recursos o fuentes espirituales.
Jesús retoma acá la misma pista cuando nos dice: “es necesario que se pongan a trabajar no para obtener este alimento o comida que perece, sino la comida que permanece para la vida eterna” (v.27). “Ustedes me buscan porque han comido pan hasta saciarse” (v.26).
Ustedes se interesan en mí porque yo les he alimentado su sed de lo mágico, de milagros (uno podría agregar hoy: de religiosidad). Pero todo esto no les permite avanzar mucho, y lo que yo quiero, es justamente hacerles avanzar, abarcar y unirme a ustedes en sus verdaderas hambres y su verdadera sed, de ponerlos en camino a este nivel.
Mateo 5,6 sería un buen eco de esta palabra: “Bienaventurados (o felices) aquellos que tienen hambre y sed de justicia”…Felices los que no trabajan por la “comida que se acaba (o perece)”: bienes de consumo, reconocimiento social, seguridad y confort ilimitados, religiosidad, espiritualidad comprometida con la inconsciencia social…
Felices aquellos que están en búsqueda de la “comida que permanece”, bienaventurados aquellos cuya hambre y sed de justicia les hace semejantes a Jesús, para quien “su alimento era el de hacer la voluntad de Aquel que le había enviado” (Juan 4,34).
Esta “sed de justicia”, esta “voluntad de Dios”, miren cómo la expresa el profeta Isaías: “romper las cadenas injustas (…) romper todos los yugos, compartir tu pan con el hambriento, y recibas en casa a los pobres sin hogar; para que cuando veas al desnudo lo cubras, y no te escondas de tu semejante..? (Isaías 58,6-7).
Esta “sed de justicia”, era ya visible en las prácticas de Jesús, pero Él lamenta que no se vuelva una norma de vida y uno no se apropie de ella: “En verdad les digo que ustedes me buscan, no porque hayan visto las señales” (v.26). Ustedes se apegan a los detalles superficiales de mi acción, sin dejarse interpelar (o cuestionar) por lo esencial…”Pónganse a la obra” (v.27)! mejor dicho “a trabajar!”
1
Hambre
de Dios
--Maestro, ¿cuándo has venido aquí?
Jesús les contestó:
--Os aseguro que no me buscáis porque habéis visto
milagros, sino porque habéis comido pan hasta hartaros. Procuraos no el
alimento que pasa, sino el que dura para la vida eterna; el que os da el hijo
del hombre, a quien Dios Padre acreditó con su sello
Juan 6:25-27
El día anterior, Jesús
alimentó a las multitudes en el milagro de la multiplicación de los panes y los
peces. Al día siguiente, la gente volvió a tener hambre, así que fueron a
buscar a Jesús pensando que podría alimentarlos milagrosamente de nuevo. En el
pasaje anterior, Jesús usa el hambre física de las personas para señalarles una
realidad espiritual más profunda.
Cada uno de nosotros tiene
hambre. Constantemente tenemos antojos que queremos saciar. Sin duda, la comida
y la bebida están entre nuestros antojos, pero el anhelo más profundo que
tenemos cada uno es espiritual. El problema es que a menudo tratamos de saciarnos
de maneras que nunca nos satisfacen. Por lo tanto, cada uno de nosotros
necesita escuchar a Jesús decir: “No trabajen por el alimento que perece, sino
por el alimento que permanece para la vida eterna, el cual el Hijo del Hombre
les dará”. ¿Cuál es ese alimento que el Hijo del Hombre nos dará? Por supuesto,
es Su propio Cuerpo y Sangre, Alma y Divinidad. Es la Santísima Eucaristía.
Este pasaje da inicio al
extenso “Discurso sobre el Pan de Vida”, que leeremos durante los próximos tres
domingos. A lo largo de este discurso, Jesús deja en claro que Su carne es
verdadero alimento y Su sangre es verdadera bebida. Comer la carne y la sangre
de Jesús es el único camino hacia la vida eterna. Algunos de los que escuchan
esta enseñanza encuentran que es demasiado difícil de aceptar y, como
resultado, rechazan a Jesús y Su enseñanza. El discurso termina con Jesús
preguntando a los Doce si ellos también quieren irse. Pedro da la respuesta
perfecta al decir: “Maestro, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida
eterna. Nosotros hemos llegado a creer y estamos convencidos de que tú eres el
Santo de Dios”.
Mientras reflexionamos sobre
esta enseñanza de Jesús durante los próximos fines de semana, es importante
comenzar con el fundamento. El fundamento es nuestra hambre espiritual. Todos
la experimentamos. Todos somos conscientes de ella. No podemos escapar de ella.
Por esa razón, mire dentro de su propia alma. ¿Qué ve? ¿Ve cierta inquietud y
deseo insatisfecho? ¿Siente los antojos dentro de su propia alma? Cuando vea
esto, sepa que ha descubierto el punto de partida de la vida de plenitud. A
menos que pueda ver esa hambre en su interior, no podrá recurrir a la fuente de
la saciedad.
La Eucaristía es la fuente de
todo lo que anhelamos en la vida; sin embargo, con demasiada frecuencia no nos
damos cuenta de ello. Podemos caer fácilmente en la trampa de ver la Eucaristía
como una obligación que debemos cumplir cada semana. A veces, la Misa puede
incluso verse como un inconveniente. Si esta es su lucha, trate de utilizar los
próximos domingos para reexaminar su comprensión de la Santísima Eucaristía.
La misa dominical, más que
cualquier otra cosa en la vida, debe entenderse como la fuente de nuestra
satisfacción más profunda en la vida. Debe verse como la respuesta a cada
anhelo e inquietud interior que tengamos. No es el dinero, el reconocimiento, el
estatus, el poder ni ninguna otra cosa en la vida lo que nos llena. Es Dios. Y
Dios viene a nosotros en primer lugar y sobre todo en la celebración de la
misa. ¿Cree esto? ¿Lo entiende?
Reflexione hoy y durante las
próximas semanas sobre el don de la Santísima Eucaristía. Mientras lo hace,
trate de verlo como la respuesta a cada anhelo y hambre interior que tiene en
la vida. Intente hacer un acto de fe en esta verdad espiritual. Si no
experimenta regularmente la saciedad que ofrece el consumo de la Eucaristía,
pregúntese por qué no. Crea en todo lo que Jesús enseña en este discurso
sagrado del Pan de Vida. Si lo hace, también comenzará a recibir el alimento
que nuestro Señor promete.
Señor Eucarístico, Tú eres el
Pan de Vida y la fuente de toda satisfacción en la vida. Tu Cuerpo y Tu Sangre,
que me fueron dados a través de mi participación en la Santa Misa, es el Don
más grande que jamás podría recibir. Por favor, renueva y profundiza mi amor
por Ti en este Don para que pueda encontrar plena satisfacción y realización
sólo en Ti. Jesús, en Ti confío.
Continuamos hoy meditando el capítulo 6 del evangelio de San Juan. A partir de este evangelio, vemos a Jesús actuar en otro nivel. El domingo pasado, el evangelio nos relataba una acción exterior y visible de Jesús: “La multiplicación de los panes”.
Ahora Jesús trata de actuar en los corazones, en los espíritus. Trata de encaminar su auditorio más lejos. Su punto de partida obligado son los sentimientos, los pensamientos, la mentalidad de estos judíos que han venido con Él al desierto.
El milagro del pan ha iniciado en ellos un proceso de esperanza y de sueños. Ellos ven en Jesús al nuevo Moisés que dona el “maná” de los tiempos últimos, el Eliseo enviado por Dios para realizar maravillas todavía más grandes o mayores que aquellas de las cuales fueron testigos los ancestros. He aquí el punto de partida de Jesús.
Su punto de culminación o final? Es llevar esta gente a comprender que Él, Jesús a la vez es y no es el Mesías esperado. Él es, bien claro, el enviado de Dios en quien se cumplen todas las promesas pero no a la manera como lo sueñan los judíos: no a partir de maravillas en el cielo, no por la fuerza política, no por la abundancia material, sino por una respuesta más radical a las verdaderas necesidades del ser humano. Cristo debe entonces a su vez, llevar a descubrir a esta gente su verdadera hambre, mucho más profunda que el hambre de pan y de lo mágico o maravilloso, y hacerles descubrir que Él es el solo pan dado por el Padre para alimentar la humanidad. Es necesario creer para percibir el misterio de Cristo. Desafortunadamente, los judíos exigen ver para creer cuando es necesario creer para ver.
Otra hambre (u otros apetitos)…
A las numerosas definiciones existentes del ser humano, yo agregaría otra: “la persona es un cumulo de hambres!” (otros dicen “un animal de eternas insatisfacciones”) Todos nuestros sentidos tienen hambre: los ojos tienen hambre de ver, los oídos de oír, la boca de gustar, la nariz de oler, el cuerpo de tocar…
Físicamente, todos nosotros tenemos necesidad de ser alimentados por todo tipo de sensaciones. A menudo ellas son tan ricas, tan variadas, tan intensas, que parecen colmar nuestra vida. En efecto, algunas personas lo hacen a lo largo de toda su vida. Ellas se convierten en prisioneras de sus apetitos físicos. No pueden tomar más distancia con respecto a esas hambres. Ellas viven sobre la epidermis del ser. De igual modo, ellas no pueden percibir otras hambres.
Porque hay otras hambres más radicales, más exigentes, que son preferiblemente necesidades de la persona toda entera que de su cuerpo solamente. Podríamos resumir estas hambres en tres necesidades fundamentales:
La PRIMERA es la necesidad de seguridad. Ya sea uno un niño pequeño, un adulto o un anciano, uno siente la necesidad de proteger su vida de la enfermedad, del hambre, de la muerte. Si esta seguridad no es asegurada (valga la redundancia), uno no funciona bien. Es sino mirar los destrozos sicológicos que provoca en un individuo y su familia el desempleo, o simplemente la amenaza de llegar a quedarse sin trabajo.
La segunda necesidad es aquella de REALIZARSE, de llegar a la plenitud. Cada ser humano porta en su interior riquezas, potencialidades que quieren ganar su lugar, su sitio en el gran día. Un siempre quiere “ganar o tener su sitio en el mundo gracias a sus talentos y potencialidades”. Como una semilla traza o dibuja su camino a través de la tierra y mismo en las piedras para poder estirarse y ser frondosa, la persona puede a veces desplegar o gastar energías considerables para poder realizarse. Ya sea que uno piense en la adolescencia, este periodo de la vida donde uno despliega tantos esfuerzos para afirmarse y uno se rebela contra la autoridad, o donde uno rechaza de ser encerrado o clasificado en un rol de dependencia así se le ofrezca la seguridad.
La tercera necesidad es la de ser reconocido. Es esencial para un ser humano que los otros digan SI a su presencia, a su existencia. Todos tenemos necesidad de sentir que somos importantes para alguien, que otros se den cuenta que existimos y que acojan nuestra existencia en la de ellos.
Como canta en una letra de música tropical el venezolano Pecos Kanvas : “Todo el mundo necesita amor…” Cada uno de nosotros lleva en su corazón esta inmensa hambre de ser mirado amorosamente por los otros, de ser reconocido, de sentir que los demás son felices de que uno exista.
Tales son las hambres fundamentales del ser humano, pero como lo subraya R. Blondin en su libro “La felicidad posible”, el problema de las gentes de occidente es que su corazón es una selva de 1000 deseos que esconden las verdaderas hambres. Somos como los niños que caminan en un lugar entre montañas de juguetes y que lloran porque no pueden llevárselos todos a su casa. Una cosa que es simplemente útil o agradable se convierte con facilidad en algo esencial para nuestro bienestar o felicidad. Si no me compro tal mueble o tal carro, si no hago tal viaje, si me pierdo tal o cual salida, mi vida es destrozada o demolida. Cómo vuelve uno la tan felicidad frágil! Como dice San Pablo en la segunda lectura escuchada hoy, uno tiene fácilmente el corazón habitado por “deseos engañosos”.
En el evangelio, Jesús denuncia aquellos que no esperan de Él nada más que el pan que alimenta el vientre. Hoy aun, nosotros estamos tentados a utilizar a Jesús para que responda nuestras hambres superficiales. Hay gente que ora, encienden lámparas para que haga buen tiempo en el momento de su picnic, o que tal asunto o negocio interesante se cierre bien, o para que la cosecha (de café) de cualquier producto sea buena…
Jesús entonces puede volvernos a decir lo que le decía a sus contemporáneos:“no me busquen porque hayan comido pan hasta saciarse. No trabajen por la comida que perece, sino por la comida que permanece” (v. 26 y 27).
Jesús va aun más lejos. Él denuncia todos aquellos quienes, conscientes de su verdadera hambre, tratan sin embargo de saciarlas por sí mismos. Él condena los fariseos ya que ellos tratan de responder a su necesidad de ser reconocidos por sus solos esfuerzos, cumpliendo actos religiosos. Solo Dios puede reconocerlos, les dirá Jesús. Es necesario buscar la Gloria que viene de Dios y no de los hombres. Jesús denuncia aquellos que buscan realizarse en el solo éxito material, cuando el destino del ser humano llama a un ideal mucho más rico y pleno.
El denuncia aquellos que fundan y o ponen su seguridad en el dinero, cuando este no puede darles una milésima de segundo más de vida.
Pero si Jesús rompe así las ilusiones de las personas, es para irrigar su deseo hacia su verdadera fuente, es para ofrecer a su hambre el solo pan verdadero, su propia persona: “Mi padre les da el verdadero pan, el que desciende del cielo». Esto quiere decir que nuestra verdadera seguridad no puede venir de nosotros mismos. Ella no puede venir sino de OTRO. Ella no puede venir sino de Dios. Jesús se nos propone como aquel que en su ser lleva la fuerza para vencer a la misma muerte. Él es el médico de la vida. Él es el solo remedio contra la muerte. Ya que lo esencial de la muerte, no es totalmente la desaparición de los cuerpos, es la desaparición de los lazos y la ruptura de las relaciones. Háblenle a cualquiera que vive sus últimos momentos, en la agonía de su vida. Lo que le da miedo, no es encontrarse muerto, no, es la de encontrarse o verse solo! Ahora la relación por la cual Cristo quiere unirnos a Él es tan fuerte que la muerte misma no puede romperla. Y esta fuerza de Cristo ha estallado en la resurrección. Esta es la victoria de la relación sobre la ruptura, es la unión al Padre que sobrevive a la fractura de la muerte.
“Yo quiero vivir mi vida”. Así se resume a menudo la necesidad de realizarse o sentirse colmado. Y es necesario mucho camino o recorrido de madurez para descubrir que el solo éxito que cuenta de verdad es antes que todo interior. Éste consiste en llegar a ser plenamente uno mismo, preferible que realizar muchas cosas. Entonces, Cristo es el ser humano totalmente exitoso, realizado, aquel que ha actualizado todas nuestras virtualidades (potencias o capacidades). Y por tanto, en términos materiales Él ha realizado poco: Él no ha construido nada, Él no ha amasado fortuna. Él se ha realizado en esta dimensión donde el hombre es la máxima imagen de Dios: en la dimensión de un ser relacional abierto a todos los demás seres y abierto al totalmente Otro (Dios).
Y Él se nos ofrece como el camino que conduce al verdadero cumplimiento o realización de nosotros mismos. Si somos imagen de Dios en nuestro nacimiento, es un poco a la manera por la cual somos imágenes de nuestro padre o de nuestra madre: en potencia. Nosotros debemos entonces llegar a ser imagen de Dios a la manera de Cristo, quien es el camino y el término de esta realización.
“Yo soy el pan de vida que dona la vida al mundo”. En el evangelio si uno ve a Jesús hacer volver a la vida algunas personas (Lázaro, la niña del jefe de la sinagoga, el hijo de la viuda), se le ve sobre todo resucitar la esperanza y la dignidad en el fondo de sus corazones. Esto es particularmente impactante en su encuentro con las personas que ya no son más nada a los ojos de los otros.
A los ojos de todos, Zaqueo no es más que un ladrón. Mateo es un explotador: Magdalena, una prostituta, y la mujer adultera, una pecadora. Todas estas personas no atraen nada más para sí que desprecio. Pero he aquí que sobre su camino, ellos viven un encuentro que los sacude, que les resucita. Si Jesús quiso morir entre dos ladrones, no es para revelarnos en el supremo momento de su vida que Él siempre está dispuesto a acogernos? La diferencia entre los dos ladrones no reside en la gravedad de sus crímenes: tanto el uno como el otro es culpable. La diferencia reside en el hecho que uno ha sabido percibir esa mirada de amor depositada en él y lanzarse, pleno de confianza en los brazos de Cristo. Él ha sabido ver, tomar y comer este pan roto, esta presencia de amor a su lado. Solo Cristo nos ama lo suficiente para venir a nosotros a pesar de nuestros pecados, para venir hacia nosotros a pesar de nuestros fracasos, y darnos todo lo que Él es.
Ser creyente, es entonces primero que todo aceptar ser incomodado o cuestionado por la Palabra de Dios que denuncia o descubre nuestros deseos engañosos, revela la fragilidad de nuestras satisfacciones o alegrías y nos llama a descubrir en nosotros nuestras hambres las más verdaderas, las más profundas.
Ser creyente, es descubrir en la fe el verdadero pan que no es un objeto sino una persona, Cristo. Él se nos propone o se nos presenta para salvar nuestra vida de la muerte, para conducirnos al cumplimiento o realización de todo nuestro ser, para depositar en nosotros su mirada de amor y vestirnos de dignidad.
En conclusión con respecto a la Eucaristía
Al mencionar el mana del desierto, Jesús hace alusión al estatuto del hombre pecador en el libro del Génesis (capitulo 3). “Comerás el pan con el sudor de tu frente”. Alimento obtenido para un trabajo agotador, comida que no llega a conjurar la vejez y la muerte, comida sembrada o cultivada, que monta de la tierra que implica el trabajo agotador y el sudor de la frente.
En el texto de San Juan, todos estos términos son puestos a la inversa. Jesús anuncia un pan que no sube de la tierra sino que desciende o baja del cielo. Un pan que no es el fruto del trabajo ya que el solo esfuerzo exigido para recibirlo es aceptarlo en la fe. Lo que Dios espera de nosotros es que creamos que Cristo es nuestro pan de vida.
La Eucaristía o (santa cena o misa) no es simplemente una comida, una liturgia donde todo debe desenvolverse según las normas o las rúbricas, o donde cada quien cumple el papel asignado. No se trata de un acto donde el sacerdote se pone lujosos vestidos litúrgicos, con suntuosas decoraciones, música inspiradora, homilías bien preparadas…Se trata de un encuentro comunitario que acrecienta nuestra fe en Jesús, el Pan venido del cielo.
Cuando yo compartía mi fe en Camerún, recuerdo haber presidido la Eucaristía utilizando como altar piedras planas y alargadas bajo los árboles o bajo una improvisada enramada. Mas, la comunidad cristiana estaba presente y participaba activamente, con alegría y convicción. Cristo estaba presente, como lo está hoy en nuestras grandes iglesias y catedrales.
REFERENCIAS Bibliográficas:
http://paroissesaintefamilledevalcourt.org
· Pequeño misal “Prions en Église”, edición quebequense, Novalis, 2012.
· HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.
· Revue Liturgique « Célébrer « , Canada
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