En busca de sentido
(Lc 13,1-9) Galileos masacrados, hombres aplastados por la
caída de una torre…: ¿qué hace entonces Jesús? ¿Por qué no pone un freno
definitivo a estas catástrofes?
En su época como en la
nuestra, el sentido –o más exactamente la falta de sentido– de muchos
acontecimientos deja a hombres y mujeres impotentes y desconcertados. Sin
embargo, en el corazón de la noche resuena siempre un llamado: el llamado a la conversión
para creer y amar en todas las circunstancias.
Bertrand Lesoing, prêtre de la
communauté Saint-Martin
Primera lectura
Rom
8, 1-11
El
Espíritu del que resucitó a Cristo de entre los muertos habita en ustedes
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.
HERMANOS:
No hay condena alguna para los que están en Cristo Jesús, pues la ley del
Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha librado de la ley del pecado y de la
muerte. Lo que era imposible a la ley, por cuanto que estaba debilitada a causa
de la carne, lo ha hecho Dios: enviando a su Hijo en semejanza de carne de
pecado y en orden al pecado, condenó el pecado en la carne, para que la justa
exigencia de la ley se cumpliera en nosotros, los que actuamos no de acuerdo
con la carne, sino de acuerdo con el Espíritu.
Pues los que viven según la carne desean las cosas de la carne; en cambio, los
que viven según el Espíritu, desean las cosas del Espíritu.
El deseo de la carne es muerte; en cambio el deseo del Espíritu, vida y paz.
Por ello, el deseo de la carne es hostil a Dios, pues no se somete a la ley de
Dios; ni puede someterse. Los que están en la carne no pueden agradar a Dios.
Pero ustedes no están en la carne, sino en el Espíritu, si es que el Espíritu
de Dios habita en ustedes; en cambio, si alguien no posee el Espíritu de Cristo
no es de Cristo.
Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu
vive por la justicia. Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los
muertos habita en ustedes, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús
también dará vida a sus cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en
ustedes.
Palabra de Dios.
Salmo
Sal
23, 1b-2. 3-4ab. 5-6 (R.: cf. 6)
R. Esta es la
generación que busca tu rostro, Señor.
V. Del Señor es la
tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R.
V. ¿Quién puede subir al
monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R.
V. Ese recibirá la
bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Esta es la generación que busca al Señor,
que busca tu rostro, Dios de Jacob. R.
Aclamación
R. Aleluya,
aleluya, aleluya.
V. No me complazco en la
muerte del malvado —dice el Señor—, sino en que se convierta y viva. R.
Evangelio
Lc
13, 1-9
Si
no se convierten, todos perecerán lo mismo
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
EN aquel momento se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos,
cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús respondió:
«¿Piensan que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque
han padecido todo esto? Les digo que no; y, si no se convierten, todos
perecerán lo mismo. O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre en Siloé y
los mató, ¿piensan que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén?
Les digo que no; y, si no se convierten, todos perecerán de la misma manera».
Y les dijo esta parábola:
«Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no
lo encontró.
Dijo entonces al viñador:
“Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo
encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?”.
Pero el viñador respondió:
“Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le
echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”».
Palabra del Señor.
1
1)
“Cuando la vida no tiene sentido”: el grito y la pregunta
Hermanos,
hoy el Evangelio (Lc 13,1-9) nos pone delante de dos tragedias: unos galileos
asesinados y la caída de la torre de Siloé. Jesús no entra en teorías
simplistas ni busca culpables; desautoriza
la idea de que el dolor sea un castigo automático por pecados concretos. En
cambio, transforma la noticia en kairós,
en ocasión de gracia: “Si
no se convierten, todos perecerán del mismo modo” (cf. Lc
13,3.5).
No es amenaza; es urgencia
de amor: cuando la vida tambalea y no entendemos, Dios nos
llama a cambiar de
mentalidad, a desplazar el centro: de mí a Él, del miedo a la confianza, de la
esterilidad al fruto.
2)
La higuera estéril: paciencia que urge y urgencia que ama
La
parábola de la higuera (Lc 13,6-9) es una mini-catequesis del corazón de Dios:
·
El
dueño
espera fruto: la fe no es adorno, es vida que da vida.
·
El
viñador
intercede: “Déjala todavía… cavaré, abonaré” (cf. v. 8). Es el rostro de
Cristo, que ruega por
nosotros y nos trabaja por dentro con su Palabra y sus sacramentos.
·
Hay
un plazo:
la paciencia de Dios no es
indiferencia; su misericordia nos da tiempo, pero nos toma en
serio.
En
clave jubilar, somos Peregrinos
de la Esperanza: caminamos no para quedarnos como estamos, sino
para dejarnos podar y
abonar por el Señor, hasta que aparezcan los frutos.
3)
La primera lectura ilumina el proceso interior (Rm 8)
La
liturgia de hoy nos hace escuchar a san Pablo en Romanos 8: “Ninguna condena hay para
los que están en Cristo Jesús… la ley
del Espíritu de la vida te ha liberado” (cf. Rm 8,1-2). He aquí
el secreto de la higuera fecunda:
·
No
es voluntarismo ni culpa estéril; es vida
en el Espíritu.
·
Conversión
no es “apretarse” moralmente, sino dejarse
habitar por el Espíritu que nos hace hijos (cf. Rm 8,15), nos
da paz y
nos mueve al bien.
·
¿Frutos?
Caridad operante, alegría sobria, reconciliación buscada, servicio concreto,
perseverancia en la prueba.
4)
Con María, escuela de fruto y misión (Memoria de la Virgen en sábado)
En
sábado, la Iglesia nos enseña a mirar a María:
·
Ella
guardaba y meditaba
(Lc 2,19): deja que Dios cave la tierra del corazón.
·
Ella
se pone en camino
(Lc 1,39): misión que nace de la escucha.
·
Ella
presenta
nuestras necesidades (Jn 2,3): intercesión perseverante, como el viñador de la
parábola.
Si te parece que llevas “tres años” sin fruto, toma el rosario y entra en la escuela de
María: grano a grano, misterio a misterio, el Espíritu hace su obra.
5)
Octubre: Rosario y Misiones – oración que fecunda el mundo
La
oración del Rosario
no es evasión: es contemplación de Cristo con los ojos de María para encarnarlo en la calle.
Y octubre es también el mes de las Misiones:
·
Rezar
el Rosario “misionero” nos abre a los cinco continentes: que el verde de África, el rojo de América, el blanco de Europa, el azul de Oceanía y el amarillo de Asia sean
memoria viva en nuestro corazón orante.
·
La
misión comienza aquí: en la familia, en la vereda, en el barrio. “Cada Ave María es una semilla”
que Dios sabe regar.
6)
Tres conversiones muy concretas (para hoy)
1.
De la interpretación fatalista a la fe operante
De “¿qué hice para que me pase?” a “Señor, ¿qué fruto quieres sacar de esto?”.
Frente a la tragedia, no culpabilizar ni culpar; acompañar, consolar, servir.
2.
Del aplazo eterno a la decisión hoy
El viñador pide “un año más”, no “toda la vida más”. Pon fecha a tu paso:
confesión sacramental, reconciliación con esa persona, devolución honesta,
inicio de ese servicio postergado.
3.
Del culto sin misión a la misión que nace del
culto
La adoración y el Rosario nos conforman
a Cristo para salir. Decide una obra misionera concreta esta
semana: visita a un enfermo, catequesis a un niño, aporte para una comunidad
necesitada, acompañar un proceso de duelo.
7)
Examen breve con María (pedagogía del cuidado del alma)
·
¿Dónde
me resisto
a que el Señor cave y abone?
·
¿Qué
fruto me
está pidiendo el Señor en mi estado de vida?
·
¿A
quién estoy llamado a interceder
como viñador? Escríbelo y ora un misterio por esa persona.
8)
Señales de fruto jubilar (para la comunidad)
En
clave de Año Jubilar,
miremos frutos verificables:
·
Puertas de reconciliación: familias que vuelven
a hablarse; perdones dados.
·
Puentes de misión: un nuevo servicio
misionero parroquial (cárcel, hospital, orilla, escuela).
·
Taller del Rosario semanal: enseñar a
rezarlo a niños y jóvenes con intenciones misioneras.
·
Economía de la caridad: una “bolsa jubilar”
mensual para casos urgentes de la comunidad.
·
Cuidado de la casa común: sembrar y cuidar (sí,
una “higuera”) como signo de conversión ecológica.
9)
Oración final
Madre de la
Esperanza,
en este Año Jubilar y en el mes del Rosario,
llévanos a Jesús, viñador paciente de nuestras vidas.
Que su Espíritu cave la tierra dura de nuestro corazón,
la abone con su Palabra y la riegue con su misericordia.
Haznos higuera fecunda:
en la familia, en la parroquia, en la isla y hasta los confines.
Que nuestra oración se vuelva misión,
y nuestra misión, canto de alabanza. Amén.
10)
Tarea de la semana (sencilla y misionera)
·
Reza
diariamente
un misterio del Rosario por un continente (orden misionero).
·
Elige
una obra de misericordia
concreta.
·
Lee
y medita Rm 8;
subraya la frase que más te toque y compártela con alguien.
·
Pasa
por el sacramento de la
Reconciliación si hace tiempo que no lo haces.
Cierre pastoral:
Cuando
el mundo parece sin sentido, Dios
no nos deja sin salida: nos regala tiempo de misericordia
para convertirnos y amar. Bajo el amparo de María, tomemos el Rosario, dejemos
que Cristo trabaje la tierra y demos
fruto que permanezca, para gloria de Dios y para la misión de la Iglesia. ✝️🌿📿
2
1️⃣ El
escándalo del dolor y el misterio del sentido
Queridos
hermanos,
el Evangelio de hoy nos enfrenta a dos noticias trágicas: unos galileos
asesinados cruelmente por Pilato y dieciocho personas muertas al desplomarse la
torre de Siloé.
Son hechos reales, como los que vemos hoy en los noticieros: guerras absurdas,
accidentes inexplicables, terremotos, asesinatos, enfermedades injustas.
Y
entonces surge la gran pregunta:
¿Por qué Dios no
interviene? ¿Por qué no pone fin al sufrimiento de los inocentes?
Jesús
no ofrece explicaciones fáciles. No busca culpables ni entra en juicios
morales. Al contrario, aprovecha
el drama para hacer un llamado a la conversión:
“Si
no se convierten, todos perecerán de la misma manera”.
Jesús
no responde al “por qué”
del sufrimiento, sino al “para
qué”: para que despertemos, para que no vivamos dormidos, para que
comprendamos que la vida es frágil y que solo el amor da sentido al tiempo que
nos queda.
2️⃣ La
higuera estéril: parábola de la paciencia divina
La
parábola de la higuera que no da fruto es una imagen profunda de nuestra vida y
de la historia.
Dios Padre busca frutos: frutos de justicia, de misericordia, de servicio, de
fe.
Pero a menudo encuentra sequedad, rutina, indiferencia.
Entonces, interviene Jesús —el Viñador misericordioso— que dice:
“Déjala
todavía este año; cavaré alrededor y le echaré abono, a ver si da fruto...”
¡Qué
ternura la de este Viñador!
No arranca, no destruye, espera.
Pero su paciencia no es pasividad. Es una esperanza activa: cava, abona, riega… es
decir, trabaja nuestro
corazón con la Palabra, los sacramentos, las pruebas y la
oración.
El
Año Jubilar que vivimos es precisamente ese “año de gracia” donde el Señor cava
la tierra endurecida de nuestro corazón para que vuelva a dar fruto.
3️⃣ San
Pablo: “El Espíritu da vida”
La
primera lectura (Rm 8,1-11) completa el mensaje del Evangelio. Pablo nos
recuerda que el hombre no se salva por la ley ni por el miedo, sino por la
acción del Espíritu Santo
que nos libera del pecado y de la muerte.
“El
Espíritu de Dios habita en ustedes... Si el Espíritu de aquel que resucitó a
Jesús habita en ustedes, también dará vida a sus cuerpos mortales.”
Conversión
no es solo “dejar de hacer el mal”, sino dejarse
habitar por el Espíritu, dejar que Él nos renueve desde dentro.
Esa es la auténtica búsqueda de sentido: no tanto entender todo lo que ocurre,
sino vivir cada cosa unidos
a Dios, con el alma iluminada y fecunda.
4️⃣
María, mujer que dio fruto donde otros vieron vacío
Hoy,
memoria de Santa María en
sábado, miramos a la Virgen como modelo perfecto de esa higuera
fecunda.
·
Donde
otros vieron una historia sin salida —una joven pobre, en un pueblo perdido—
ella vio el sentido: “Hágase
en mí según tu palabra”.
·
Donde
otros vieron una cruz sin lógica, ella permaneció de pie: “Guardaba todo en su corazón”.
·
Donde
otros huyeron, ella se quedó: con fe que no explica, pero que ama en todas las circunstancias.
El
Rosario, que en este mes rezamos con tanto fervor, no es una repetición
mecánica. Es entrar en el corazón de María para mirar la historia —la nuestra y
la del mundo— con su misma fe: creer
cuando no se entiende, amar cuando todo parece oscuro.
5️⃣
Octubre misionero: rezar y actuar con esperanza
Este
mes misionero nos recuerda que la conversión personal siempre tiene un
horizonte universal.
La fe no se guarda, se comparte; la conversión no es repliegue, es salida.
Como María, que tras la Anunciación “se levantó y partió sin demora” (Lc 1,39),
también nosotros somos enviados.
Cada
Rosario que rezamos puede ser una semilla misionera:
·
una
decena por los cristianos perseguidos,
·
otra
por los misioneros en tierras difíciles,
·
otra
por los que sufren sin fe,
·
otra
por los jóvenes y las vocaciones,
·
y
una última por nuestra propia conversión.
La oración mueve el mundo cuando brota del amor.
6️⃣ El
llamado del Jubileo: tiempo de abono, no de juicio
El
Jubileo es ese tiempo en que el Señor cava y abona:
·
cava
con su Palabra que nos hiere para sanarnos,
·
abona
con su misericordia que nos levanta,
·
riega
con su Espíritu que da vida nueva.
No
tengamos miedo si el Señor toca la tierra de nuestra vida: si remueve, si
duele, si parece que nos descoloca.
Es señal de que nos ama
demasiado para dejarnos estériles.
7️⃣
Oración final
Señor
Jesús,
cuando la vida parece no tener sentido,
cuando el dolor nos sacude y las torres de nuestras seguridades se derrumban,
danos la gracia de no huir, sino de mirarte.
Cava
nuestra tierra, abónala con tu misericordia,
y haz que demos fruto en la misión que nos confías.
Virgen
María, Madre del Rosario,
enséñanos a creer cuando no entendemos,
a esperar cuando todo parece oscuro,
y a amar siempre, como tú,
para que nuestra vida se vuelva oración y misión.
Amén.

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