Un silencio embarazoso
(Lucas 14, 1-6) Invitado
a compartir una comida en casa de un destacado fariseo un día de sábado, Jesús
se encuentra frente a un hombre deformado por una enfermedad.
Después de haberlo curado y despedido, se adelanta a las críticas.
¿Estarían dispuestos todos ellos, sin excepción, a dejar que su hijo o su buey
se ahogara por una interpretación estrecha de la Ley?
Se produce entonces un silencio embarazoso, semejante al que acompañará más
tarde a la mujer sorprendida en adulterio.
Bénédicte de la Croix, cistercienne
Primera lectura
Rom
9, 1-5
Desearía
ser un proscrito por el bien de mis hermanos
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.
HERMANOS:
Digo la verdad en Cristo, no miento —mi conciencia me atestigua que es así, en
el Espíritu Santo—: siento una gran tristeza y un dolor incesante en mi
corazón; pues desearía ser yo mismo un proscrito, alejado de Cristo, por el
bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne: ellos son israelitas y a
ellos pertenecen el don de la filiación adoptiva, la gloria, las alianzas, el
don de la ley, el culto y las promesas; suyos son los patriarcas y de ellos
procede el Cristo, según la carne; el cual está por encima de todo, Dios
bendito por los siglos. Amén.
Palabra de Dios.
Salmo
Sal
147, 12-13. 14-15. 19-20 (R.: 12a)
R. Glorifica al
Señor, Jerusalén.
V. Glorifica al Señor,
Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sion.
Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R.
V. Ha puesto paz en tus
fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz. R.
V. Anuncia su palabra a
Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos. R.
Aclamación
R. Aleluya, aleluya,
aleluya.
V. Mis ovejas escuchan
mi voz —dice el Señor—, y yo las conozco, y ellas me siguen. R.
Evangelio
Lc
14, 1-6
¿A
quién se le cae al pozo el asno o el buey y no lo saca en día de sábado?
Lectura del santo Evangelio según san Lucas
EN sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer y
ellos lo estaban espiando.
Había allí, delante de él, un hombre enfermo de hidropesía, y tomando la
palabra, dijo a los maestros de la ley y a los fariseos:
«¿Es lícito curar los sábados, o no?».
Ellos se quedaron callados.
Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió.
Y a ellos les dijo:
«¿A quién de ustedes se le cae al pozo el asno o el buey y no lo saca enseguida
en día de sábado?».
Y no pudieron replicar a esto.
Palabra del Señor.
1
El silencio que cura y la compasión que libera
1.
Introducción: un sábado y un silencio
2. San Pablo:
el dolor del corazón apostólico
3. El salmo:
Dios reconstruye Jerusalén
También
nosotros necesitamos esa reconstrucción interior. Cuántas veces nuestras
comunidades parecen fragmentadas por críticas, indiferencias o miedos. Pero el
Jubileo es un tiempo para dejar
que el Espíritu Santo vuelva a edificar los vínculos entre
nosotros, para sanar el alma y el cuerpo del pueblo de Dios.
4. El
Evangelio: la compasión frente a la rigidez
5. El
Jubileo: tiempo de misericordia activa
Por eso, hoy
nuestra intención orante abraza a quienes sufren en el alma y en el cuerpo:
·       
A
los enfermos que esperan consuelo.
·       
A
los que viven oprimidos por la depresión, el miedo o la soledad.
6. María y
las misiones: el Rosario que vence las tinieblas
Pidamos a
María, Estrella de la Evangelización, que nos enseñe a transformar nuestros
silencios en escucha y
misión, y nuestras oraciones en manos que curan.
7. Discernir
la luz: el cristiano y el Halloween
8. Conclusión
y oración final
Pidamos al
Señor:
Oración:
Señor Jesús,
Tú que callaste ante la hipocresía y hablaste con gestos de amor,
rompe nuestros silencios de miedo e indiferencia.
Enséñanos a poner la compasión por encima de la norma,
la persona por encima del rito,
la vida por encima del legalismo.
Reconstruye nuestra fe como reconstruiste Jerusalén,
y haznos misioneros de ternura en este Año Jubilar.
Que el Rosario de María sea nuestra defensa ante toda oscuridad,
y que nuestros corazones celebren siempre la luz de los santos.
Amén.
2
1. El dolor del apóstol y la compasión de Cristo
En la
primera lectura, san Pablo abre su corazón con una confesión estremecedora: “Tengo
una gran tristeza y un dolor continuo en el corazón” (Rm 9,2). Siente una
herida profunda por sus hermanos de raza, los israelitas, a quienes Dios les
confió la adopción, la gloria, las promesas, la Ley, el culto y los patriarcas.
Pablo carga el sufrimiento espiritual de ver a su pueblo cerrado a Cristo, el
cumplimiento de todo aquello. Su lamento no es una queja, sino una plegaria
intercesora: sufre con los que sufren, intercede por los que no creen, llora
por los que se resisten a la gracia.
En el
marco del Año Jubilar, estas palabras nos invitan a redescubrir el rostro
compasivo de la Iglesia, que no condena, sino que sufre por la indiferencia
y el pecado del mundo. La conversión no nace de la culpa, sino del amor
doliente de quienes oran y esperan por la salvación de los otros.
Hoy,
también nosotros sentimos el peso del dolor humano: los que sufren en el alma,
enfermos de tristeza, de soledad o desesperanza; los que sufren en el cuerpo,
marcados por el hambre, la guerra, el abandono o la enfermedad. El Jubileo es
tiempo para “curar las heridas con el aceite de la consolación”, para
acompañar con ternura a quienes viven crucificados en sus propias historias.
2. El Señor que edifica la paz
El salmo
147 nos invita a alabar al Señor que “reconstruye Jerusalén, reúne a los
deportados de Israel y fortalece los cerrojos de tus puertas”. El salmista
contempla a un Dios constructor, no destructor; un Dios que no margina, sino
que levanta; que no divide, sino que reúne y pacifica.
En una
sociedad herida por la violencia, la superficialidad y la confusión espiritual,
necesitamos dejarnos reconstruir por ese mismo Dios. Solo Él puede edificar el
alma y la comunidad desde dentro. Por eso, en este final de octubre, mes del
Santo Rosario y de las Misiones, invocamos a María, Reina de la Paz y
Estrella de la Evangelización, para que interceda por un mundo que ha cambiado
el sentido de la vida eterna por una caricatura de diversión pasajera.
3. Jesús: el amor que libera de toda rigidez
El
Evangelio de Lucas (14,1-6) nos muestra a Jesús en casa de un fariseo. Está
bajo la mirada escrutadora de quienes lo observan con sospecha, pero Él no se
retrae. Allí, en ese ambiente de tensión, cura a un hombre hidrópico,
símbolo de quienes tienen el corazón hinchado por la acumulación, el miedo o la
falta de amor. Jesús no espera otro día, ni pide permiso a la ley, porque el
amor no conoce horario: actúa en el momento en que el dolor lo reclama.
El
Maestro enseña que la ley de Dios no se opone a la misericordia, sino
que la prepara. La ley que encadena no viene de Dios, sino del corazón humano
endurecido. Cristo recuerda que “el sábado fue hecho para el hombre y no el
hombre para el sábado”. En cada acción suya, Él revela que el Reino
consiste en poner al ser humano por encima del rito, y al amor por encima de
la norma.
4. Llamados a una fe madura y libre
El
Jubileo nos invita a pasar de una religión de costumbre a una fe viva, libre
y misionera. Jesús no rehúye los encuentros con quienes piensan distinto.
Su libertad no es rebeldía, sino amor que busca abrir caminos. También nosotros
debemos salir de nuestros círculos cerrados y atrevernos a dialogar, a servir,
a sanar.
El
discípulo misionero no se encierra en su comodidad, sino que va al encuentro
del herido. La verdadera evangelización no se da solo en los templos, sino
en las casas, las calles, los hospitales, los hogares donde el sufrimiento
reclama una palabra de esperanza.
5. Un llamado a la conversión y al discernimiento
cristiano
Este 31
de octubre, mientras el mundo se disfraza para celebrar el Halloween, la
Iglesia invita a los fieles a mirar con lucidez espiritual. No se trata de
juzgar las costumbres, sino de discernir los signos de la fe auténtica.
El Halloween,
con su exaltación del miedo, de la muerte y de lo tenebroso, no corresponde
al espíritu cristiano. No necesitamos máscaras ni tinieblas para celebrar
la vida. Al contrario, en vísperas de la Solemnidad de Todos los Santos,
estamos llamados a celebrar la luz, la gracia y la vocación
universal a la santidad.
El
Rosario, que concluye hoy su mes especial, es precisamente el antídoto frente a
la cultura del vacío y del miedo. Cada Avemaría es una flor de esperanza, un
rayo de luz que disipa las sombras del mal. Rezar el Rosario y sostener las
misiones es participar de esa corriente de misericordia que el mundo necesita.
6. Oración final
Señor
Jesús,
que en casa de los fariseos enseñaste la libertad del amor,
libéranos de las leyes sin alma y de las costumbres sin fe.
Danos compasión como la de Pablo,
que sufre por quienes no te conocen,
y haznos constructores de paz como el salmista que canta tu misericordia.
Bendice,
en este final del mes del Rosario,
a quienes rezan en silencio, a quienes misionan con alegría,
y a todos los que sufren en el alma y en el cuerpo.
Concédenos mirar más al cielo que a las sombras,
y que la luz de los santos nos inspire a vivir tu Evangelio
sin máscaras ni temores,
sino con el rostro radiante de los hijos del Reino.
Amén.
3
1. Jesús y la
mesa de los incómodos
Hoy, este
pasaje nos enseña algo muy actual: la
fe madura no huye de los ambientes difíciles. Ser discípulo no
significa rodearse solo de los que piensan como nosotros. Significa entrar en
los espacios donde el Evangelio aún no tiene voz, sin agresividad pero con
convicción.
2. San Pablo:
el dolor que impulsa la misión
3. El salmo:
Dios reconstruye lo que se desmorona
4.
Evangelizar en situaciones incómodas
5. Una
intención penitencial y sanadora
6. María, el
Rosario y las Misiones
7. Discernir
la luz: el cristiano ante el “Halloween”
8. Conclusión
y oración final
Oración:
Señor Jesús,
Tú que entraste en la casa del fariseo con valentía y amor,
enséñanos a evangelizar en los lugares difíciles,
a no huir del mundo sino a iluminarlo.
Danos la humildad de Pablo,
el entusiasmo de los misioneros,
y la ternura de María.
Cura a los que sufren en el alma y en el cuerpo,
reconstruye con tu gracia las murallas de nuestra esperanza,
y haz de cada situación incómoda
una oportunidad para compartir tu Evangelio de vida.
Que este Jubileo nos encuentre
con el Rosario en las manos, la misericordia en el corazón
y la luz de los santos en la mirada.
Amén.

 
 
 
 
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