29 de agosto del 2022: Martirio de San Juan Bautista
Testigo de la fe
Martirio de San Juan Bautista
El profeta Juan no
limitó sus valores a los fines nacionalistas de los fanáticos. Propuso una
conversión radical de toda la vida: un ideal de justicia, de compartir, de
rectitud moral en todos los ámbitos. Pagó con su vida sus vigorosas
protestas al mundo de los poderosos.
(Jeremías
1, 17-19) Al final, la esperanza que reconfortaba a Jeremías y a Juan Bautista,
no residía en el triunfo sobre sus verdugos, sino en el Señor mismo.
Cuando
nosotros oramos, no obtenemos siempre el objeto de nuestras demandas, pero
tenemos la seguridad que Jesús nos escucha y nos sostiene.
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(Marcos 6,17-29) Es imposible escuchar a alguien que es justo y santo decirnos la verdad, y no estar de acuerdo con él interiormente. Mas, desgraciado el profeta que fustiga los poderosos: arriesga su cabeza.
Pidámosle hoy al Señor por los profetas de nuestro tiempo y atrevámonos a pedirle que nos de su audacia y su valentía.
Primera lectura
Lectura del libro de Jeremías
(1,17-19):
En aquellos días, recibí esta palabra del Señor: «Cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando. No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos. Mira; yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo. Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte.» Oráculo del Señor.
Palabra de Dios
En aquellos días, recibí esta palabra del Señor: «Cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando. No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos. Mira; yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo. Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte.» Oráculo del Señor.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 70,1-2.3-4a.5-6ab.15ab.17
R/. Mi boca contará tu auxilio
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame. R/.
Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú, Dios mío,
líbrame de la mano perversa. R/.
Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R/.
Mi boca contará tu auxilio,
y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R/.
R/. Mi boca contará tu auxilio
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame. R/.
Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú, Dios mío,
líbrame de la mano perversa. R/.
Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R/.
Mi boca contará tu auxilio,
y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R/.
Lectura del santo evangelio según san
Marcos (6,17-29):
En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados.
El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo doy.»
Y le juró: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.»
Ella salió a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?»
La madre le contestó: «La cabeza de Juan, el Bautista.»
Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista.»
El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.
Palabra del Señor
1
En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados.
El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo doy.»
Y le juró: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.»
Ella salió a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?»
La madre le contestó: «La cabeza de Juan, el Bautista.»
Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista.»
El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.
Palabra del Señor
1
Yo estoy contigo!
En la primera lectura de Jeremías, podemos entender estas
palabras dirigidas al precursor San Juan Bautista, de quien celebramos su
martirio hoy.
Dos versículos que son la conclusión de lo que Dios le anuncia a Jeremías, la promesa de una compañía, de un sostén en su ministerio de cara a los enemigos y las dificultades que se encontrarán ambos profetas.
Dios conoce las dificultades con las que se encontrará su profeta.
Jeremías corre el riesgo de claudicar, de tirar la toalla, pero Dios le asegura que en toda circunstancia, él podrá apoyarse en Él, el Señor.
Dos versículos que son la conclusión de lo que Dios le anuncia a Jeremías, la promesa de una compañía, de un sostén en su ministerio de cara a los enemigos y las dificultades que se encontrarán ambos profetas.
Dios conoce las dificultades con las que se encontrará su profeta.
Jeremías corre el riesgo de claudicar, de tirar la toalla, pero Dios le asegura que en toda circunstancia, él podrá apoyarse en Él, el Señor.
Misión peligrosa
En el Evangelio escuchamos hoy la versión de la muerte de San
Juan Bautista según san Marcos que es común con Mateo y Lucas. Una vez más
concluimos que la palabra de todo verdadero profeta, de todos los enviados de
Dios, incomoda. La misión de los discípulos corre el riesgo de ser peligrosa.
Como testigo de integridad y de honesta verdad, Juan el
Bautista perdió su vida frente a la astucia, el rencor y la violencia.
Pero él tenía que hablar, arrostrando las consecuencias. La palabra de Dios no
puede amordazarse. ¿Tiene la Iglesia -y nosotros- este coraje hoy?
Oración:
Señor Dios nuestro:
San Juan Bautista
preparó y siguió el camino de tu Hijo Jesús
tanto en su nacimiento como en su muerte.
Murió como mártir
porque se alzó con valentía
en favor de la integridad y de la verdad.
Te pedimos nos des la valentía
para hablar claro cuando sea necesario
en el nombre del evangelio
y para dar testimonio de palabra y de acción
de Jesucristo nuestro Señor.
2
San Juan Bautista
preparó y siguió el camino de tu Hijo Jesús
tanto en su nacimiento como en su muerte.
Murió como mártir
porque se alzó con valentía
en favor de la integridad y de la verdad.
Te pedimos nos des la valentía
para hablar claro cuando sea necesario
en el nombre del evangelio
y para dar testimonio de palabra y de acción
de Jesucristo nuestro Señor.
2
Fidelidad en el sufrimiento
"Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista.»
El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan."
Marcos 6, 25-27
Fidelidad
en el sufrimiento
Esta triste historia, de la
decapitación de Juan el Bautista, nos revela mucho. Revela, sobre todo, el
misterio del mal en nuestro mundo y la voluntad permisiva de Dios al dejar que el mal, a veces, florezca.
¿Por qué permitió Dios que
decapitaran a San Juan? Él era un gran hombre. Jesús mismo dijo que
nadie nacido de mujer es mayor que Juan el Bautista. Y, sin embargo,
permitió que Juan sufriera esta gran injusticia.
Santa Teresa de Ávila dijo una
vez a nuestro Señor: “Querido Señor, si así es como tratas a tus amigos, ¡no es
de extrañar que tengas tan pocos!”. Sí, Dios claramente ha permitido que
aquellos a quienes ama sufran mucho a lo largo de la historia. ¿Qué nos
dice esto?
En primer lugar, no debemos
olvidar el hecho evidente de que el Padre permitió que el Hijo sufriera mucho y
fuera asesinado de una manera espantosa. La muerte de Jesús fue brutal e
impactante. ¿Significa esto que el Padre no amó al Hijo? Ciertamente
no. Entonces, ¿qué significa esto?
El quid de la cuestión es que
el sufrimiento no es una señal del desagrado de Dios. Si sufres y Dios no
te da alivio, no es porque Dios te haya abandonado. No es que no te
ame. De hecho, lo más probable es que te ame mucho.
El sufrimiento de Juan el
Bautista es, de hecho, el mayor sermón que pudo haber predicado. Es un
testimonio de su amor inquebrantable por Dios y su compromiso incondicional con
la voluntad de Dios. El “sermón” de la pasión de Juan es poderoso porque
eligió permanecer fiel a nuestro Señor a pesar de la persecución que
soportó. Y, desde la perspectiva de Dios, la fidelidad de Juan es
infinitamente más valiosa que su vida física continua o los sufrimientos
físicos que soportó.
Reflexiona hoy sobre tu propia
vida. A veces cargamos una cruz pesada y le rogamos a nuestro Señor que
nos la quite. En cambio, Dios nos dice que Su gracia es suficiente y que
desea usar nuestros sufrimientos como testimonio de nuestra
fidelidad. Entonces, la respuesta del Padre a Jesús, Su respuesta a Juan y
Su respuesta a nosotros es un llamado a entrar en el misterio de nuestros
sufrimientos en esta vida con fe, esperanza, confianza y fidelidad.
Nunca dejes que las
dificultades de la vida te desanimen de tu fidelidad a la voluntad de Dios.
Señor, que pueda tener la
fuerza de Tu Hijo y la fuerza de San Juan Bautista mientras llevo mis propias
cruces en la vida.
Que pueda permanecer
fuerte en la fe y lleno de esperanza mientras te escucho llamándome a abrazar
mi cruz.
Jesús, en Ti confío.
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