15 de agosto del 2023: Solemnidad de la Asunción de María al Cielo

 

La Asunción de María nos muestra a qué esperanza somos llamados por la salvación de Cristo. 

María, la primera, conoció la gloria eterna en su cuerpo y en su alma.




(Apocalipsis 11, 19a; 12, 1-6a.10ab) De igual manera si subir una montaña es una prueba física y mental difícil, ello vale la pena. ¡Porque desde la cima, tenemos una vista extraordinaria! Cristo ha entreabierto el cielo para nosotros y nos lleva consigo. ¿Qué realidad a futuro nos permite Él ver?



(1 Corintios 15, 20-27a) El cuerpo de María es preservado de la degradación de la muerte porque él ha portado al Hijo de Dios. 
Celebrar la Asunción de la Virgen, es también celebrar el misterio Pascual de Cristo. Si yo vivo con Él, yo resucitaré con Él.


(Lucas 1, 39-56) El paraíso abrió sus puertas a los que creyeron en el cumplimiento de las palabras del Señor. Como ella, expresemos nuestra alegría y gratitud a Dios. Acojámoslo en nuestra vida y dejémoslo guiar e inspirarnos como lo hizo María, en la confianza y la humildad.



Primera lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (11,19a;12,1.3-6a.10ab):

Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario apareció el arca de su alianza. Después apareció una figura portentosa en el cielo: Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas. Apareció otra señal en el cielo: Un enorme dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en las cabezas. Con la cola barrió del cielo un tercio de las estrellas, arrojándolas a la tierra. El dragón estaba enfrente de la mujer que iba a dar a luz, dispuesto a tragarse el niño en cuanto naciera. Dio a luz un varón, destinado a gobernar con vara de hierro a los pueblos. Arrebataron al niño y lo llevaron junto al trono de Dios. La mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar reservado por Dios.
Se oyó una gran voz en el cielo: «Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo.»

Palabra de Dios




Salmo

Sal 44,10bc.11-12ab.16

R/. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir

Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir. R/.

Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu señor. R/.

Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real. R/.



Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (15,20-27a):

Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza. Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Porque Dios ha sometido todo bajo sus pies.

Palabra de Dios


Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,39-56):

En aquellos días, Maria se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de Maria, saltó la criatura en su vientre.
Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»
María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia –como lo había prometido a nuestros padres– en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.»
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

Palabra del Señor



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1

La Pascua de María

Hoy nos regocijamos porque uno de nosotros ha alcanzado su destino definitivo. 
Hoy es la gran fiesta de María, la fiesta de su Pascua, la Asunción de Nuestra Señora. 
En la tierra siguió el camino de Jesús, vivió sin reservas las Bienaventuranzas, y ahora comparte la gloria de su Hijo. 
La Asunción es para nosotros un signo de esperanza. 
Nos recuerda que nosotros también estamos llamados a participar con ella de la victoria de Jesús, si es que estamos dispuestos a compartir con ella en la fe humilde, en el servicio a los pobres y humillados en el reino de Dios. ¡Celebremos con alegría!

Madre Nuestra ,gracias por tu SI 
sincero y fuerte al Padre Eterno,
Tú posibilitaste el trascendental plan de Dios con la humanidad,
Gracias María por engrandecer nuestra condición humana.

Que tu ejemplo de fe, caridad y 
obediencia a los designios divinos, 
inspiren nuestra vida de cada día
y que nuestros gestos y palabras
aboguen siempre por la vida, la justicia y el amor.

Gracias por mostrarnos que la vida vale la pena de ser vivida,
y que a pesar de nuestra condición mortal, 
la esperanza nos empuja a la inmortalidad segura;
mientras la fe nos hace actuar, 
trabajar por un mundo más justo y más humano.

Gracias por tu oración y súplica ante tu Hijo y el Padre
por nosotros  y por nuestro mundo...
 María Madre de Gracia y Madre de Misericordia!
EN la vida y en la muerte, ampáranos Madre Nuestra !


Feliz fiesta de la Asunción!



2


La Asunción de la Madre de Dios

«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo”

Lucas 1:46–49

 


Hoy celebramos uno de los diecisiete diferentes memoriales, fiestas y solemnidades en honor de la Santísima Virgen María que se encuentran en el Calendario Litúrgico Romano. 

La celebración de hoy es una de las cuatro grandes Solemnidades en las que se honra a nuestra Santísima Madre. Obviamente, ninguna otra persona que no sea nuestro Señor es honrada y celebrada con tanta solemnidad como la Madre de Dios.

La Solemnidad de la Asunción honra el hecho de que la Santísima Virgen María, cuando completó su vida en la tierra, fue llevada en cuerpo y alma al Cielo para estar con su Hijo resucitado y adorar por siempre a la Santísima Trinidad. 

Es un hecho asombroso considerar que Ella conserva su cuerpo y su alma, unidos como uno solo en el Cielo, en espera de ese día glorioso en que serán creados los nuevos Cielos y Tierra y en que todos los fieles resucitarán para vivir en una nueva forma de corporalidad para siempre con Dios.

Aunque este dogma de nuestra fe había sido sostenido y creído por los fieles desde los primeros tiempos de nuestra Iglesia, especialmente desde que fue presenciado por los más cercanos a nuestra Santísima Madre en el momento de su gloriosa Asunción, no fue sino hasta el 1 de noviembre de 1950, que el Papa Pío XII lo proclamó solemnemente, elevando esta enseñanza de nuestra fe a la categoría de dogma, es decir, debe ser mantenida y creída por todos. 

En parte, el Santo Padre declaró, “…pronunciamos, declaramos y definimos como dogma divinamente revelado: que la Inmaculada Madre de Dios, la siempre Virgen María, habiendo cumplido el curso de su vida terrena, fue asumida cuerpo y alma a la gloria celestial”.

El pasaje evangélico de hoy proviene del comienzo del canto de alabanza de María, su Magníficat, con el que no sólo da la mayor gloria a Dios, sino que también revela quién es ella. 

Ella es a quien “todas las generaciones” llamarán “bienaventurada”. 

Ella es aquella por quien “el Todopoderoso ha hecho grandes cosas”. 

Ella es la que proclamará eternamente “la grandeza del Señor” y cuyo espíritu se regocijará por siempre en Dios su Salvador. 

Y ella es la más humilde de las siervas a quien Dios ha elevado a la mayor gloria.

Reflexionemos hoy con toda la Iglesia sobre la Santísima Virgen María, que fue concebida sin pecado, permaneció sin pecado durante toda su vida y fue llevada en cuerpo y alma al Cielo donde ahora adora a la Santísima Trinidad e intercede por nosotros y por toda la Iglesia. 

¡Esta es una Solemnidad de gran regocijo! 

¡Compartamos esta alegría con toda la Iglesia y con todos los santos del Cielo!

Gloriosa y siempre Virgen María, me regocijo hoy contigo y con toda la Iglesia por las cosas más gloriosas que Dios ha hecho por ti. 

Eres belleza más allá de la belleza, Inmaculada en todos los sentidos y digna de nuestro amor más profundo. 

Ahora que compartes en cuerpo y alma las glorias del Cielo, ora por mí y por todos tus queridos hijos en la tierra. 

Cúbrenos con tu manto de amor y derrama siempre sobre nosotros la misericordia de Dios. 

Madre María, asunta al Cielo, ruega por nosotros que recurrimos a ti. Jesús, en Ti confío.

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