13 de agosto del 2023: 19o Domingo del Tiempo ordinario (A)
Tomar la mano que Dios nos tiende
Si Dios no nos guarda
de las tempestades de la vida, Él responde a nuestros gritos de socorro de
manera sorprendente e inesperada. Él nos tiende la mano y nos invita a la
confianza.
Cada domingo, el Señor
nos invita a descubrir o a redescubrir su presencia reconfortante en nuestras
vidas. Nuestra celebración es un momento privilegiado que reaviva nuestra
esperanza y nuestra fuerza y nos hace entrar en la acción de gracias.
Primera lectura
Lectura del primer libro de los Reyes
(19,9a.11-13a):
En aquellos días, cuando Elías llegó al Horeb, el monte de Dios, se metió en una cueva donde pasó la noche. El Señor le dijo: «Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va pasar!»
Vino un huracán tan violento que descuajaba los montes y hizo trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva.
Palabra de Dios
En aquellos días, cuando Elías llegó al Horeb, el monte de Dios, se metió en una cueva donde pasó la noche. El Señor le dijo: «Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va pasar!»
Vino un huracán tan violento que descuajaba los montes y hizo trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 84, 9ab-10. 11-12. 13-14
R/. Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación
Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos.»
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra. R/.
La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R/.
El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos. R/.
R/. Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación
Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos.»
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra. R/.
La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R/.
El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san
Pablo a los Romanos (9,1-5):
Digo la verdad en Cristo; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento. Siento una gran pena y un dolor incesante, en mi corazón, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo. Ellos descienden de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes, según la carne, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Amén.
Palabra de Dios
Digo la verdad en Cristo; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento. Siento una gran pena y un dolor incesante, en mi corazón, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo. Ellos descienden de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes, según la carne, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Amén.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san
Mateo (14,22-33):
Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús les dijo en seguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!»
Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.»
Él le dijo: «Ven.»
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame.»
En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» En cuanto subieron a la barca, amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios.»
Palabra del Señor
Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús les dijo en seguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!»
Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.»
Él le dijo: «Ven.»
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame.»
En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» En cuanto subieron a la barca, amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios.»
Palabra del Señor
A guisa de
introducción:
La escena es bien
conocida: los discípulos se encuentran en una barca en medio del lago
Tiberiades. De repente, Jesús viene a su encuentro, caminando sobre
las aguas y ellos creen ver un fantasma. Después de haberles
apaciguado, Cristo invita a Pedro a venir con Él. Este se lanza, pero pronto
comienza a hundirse y es rescatado prontamente por Jesús.
Nos sentimos muchas
veces como Pedro? Decimos SI a un compromiso y a medida que nosotros
constatamos las dimensiones, las exigencias y la grandeza de lo prometido, nos
decimos: “Pero en donde me he embarcado? (“en qué me he metido?”) y
tenemos la impresión de hundirnos como el apóstol…
Con seguridad que no
se trata de estar inconsciente o de empecinarnos en conservar una
responsabilidad que estaría por encima de nuestras fuerzas.
Esto no nos impide
preguntarnos, cuando la duda nos carcome, cuando la confianza se
debilita, cuando los vientos son contrarios y que “la barca” de nuestra vida es
sacudida por todas partes, como reaccionamos? El apóstol Pedro, en medio de su
angustia y miedo, se ha tornado hacia el Señor y en una oración , ha
dejado hablar su pequeña fe.
Convenzámonos y
fijemos en nuestro espíritu que si Jesús nos llama a seguirle, a embarcar con
él en la aventura del evangelio, no es para dejarnos caer en el camino. EL
permanece atento al llamado de los hombres y de las mujeres con poca fe que
somos nosotros.
Aproximación
psicológica al texto del Evangelio:
En la primera escena
se nos dice que Jesús decide alejarse un poco para orar, pues hasta ahora no ha
podido con la multitud que le ha seguido y el compartir milagroso del pan…Es
por ello que decide enviar a sus apóstoles adelante en una barca y les dice que
luego se les sumará, pues reenviara la multitud a sus casas e ira orar solo
sobre la montaña, lugar simbólico del encuentro con Dios…Y con esto Jesús nos
hace caer en cuenta de:
que a veces uno tiene
la impresión que la verdadera oración comienza cuando uno ha
solucionado todos sus problemas, cuando se ha alcanzado la paz interior que
solo permitirá la pura gratuidad delante Dios. Si así fuera, Jesús probablemente habría
orado con menos frecuencia de lo pensado.
En efecto, a pesar de
las apariencias, no es seguro que la noche de oración que Jesús ha vivido
después de la primera multiplicación de los panes no haya consistido más que en
una oración contemplativa de presencia ante Dios.
San Juan nos dice que
lo que paso ese día del compartir del pan, despertó totalmente el entusiasmo
popular, tanto que la gente “venia para ampararse de Jesús para proclamarlo
rey” (Jn 6,15). Juan precisa que una vez Jesús se da cuenta huye a la montaña,
pero antes, Mateo agrega un detalle, obliga sus discípulos a partir.
Estamos acá en una
situación de urgencia. Jesús quiere a cualquier precio impedir a los
apóstoles dejarse contaminar por esta
atmosfera fuera de control, ellos que están desde hace días deseosos de ver que el
poder de su maestro sea abiertamente reconocido. Es por ello que Jesús, les
obliga partir.
Pero hay más. No son
solamente los apóstoles quienes están amenazados por este vértigo del poder. El
relato de las tentaciones conlleva precisamente el esfuerzo que Jesús ha debido
poner para situarse claramente en lo que concierne a la tentación del poder
político. Ahora, varios comentarios son de la opinión que el relato de las
tentaciones comprime artificialmente al comienzo del compromiso y o ministerio
de Jesús toda una serie de pequeñas crisis que Él ha debido asumir a lo largo
de este compromiso.
Si así es, y los
indicadores mencionados más arriba van en este sentido, hay aquí toda una
vivencia humana bajo la oración de Jesús. Jesús tiene necesidad de huir,
necesita estar solo, se ve obligado o necesitado a huir de la fascinación del
poder, tiene necesidad de retomar contacto con su intuición de fondo,
concerniente a aquello a lo que se siente llamado.
Su oración tiene al
menos un punto de partida afectivo, en el sentido que ella surge a partir de
las cuerdas sensibles que acaban de ser tocadas, donde ella ante
todo, toma la forma de una integración emotiva de lo que acaba de ser vivido.
Esto nos vuelve otra
vez para decirnos que hay primero un caminar sicológico seguido de una caminada
espiritual. Es todo lo vivido, su experiencia, que Jesús quiere
asumir bajo la mirada del Padre y es con todo esa vivencia integrada
que Jesús se rencuentra apaciguado, en comunión con Él.
La siguiente escena
está que ni sacada de una película de aventura y suspenso…Aun no ha amanecido,
pero la aurora está cercana. Los primeros rayos de sol tardarán todavía en
aparecer…Los sentimientos propios de la noche, la inseguridad, los nervios, el
miedo, están latentes en cada uno de los 12 hombres montados sobre la
barca…Pero en el fondo también tienen esperanza, muy en el fondo, algo les da
confianza, esperanza que parece tomar forma… y de repente ven una silueta difícil
de reconocer entre la bruma. El Señor viene al encuentro de aquellos,
justo cuando comenzaban a desesperarse y esperaban una asistencia (un auxilio)
. Es bien Él? O es una ilusión? Realidad o fantasma? Ellos esperan…
Los amigos de Jesús
se han embarcado de noche en las agitadas aguas del lago y son
impulsados por un viento contrario que levanta las olas y que amenaza hacerles
naufragar. Ellos tienen mucho miedo, acrecentado por la oscuridad de la noche y
los ruidos del viento y de las olas…
Es la historia mil
veces repetida de tantos dramas que atravesamos en nuestra vida
humana? Poco importa. En todo caso, no perdamos de vista que esta historia es
ante todo, la de toda aquella gente que se siente amenazada por los eventos
(sucesos, hechos) que no pueden más controlar. Ellos sienten y o
experimentan este miedo que despierta la enfermedad, la vejez, la guerra, la
pobreza, la depresión, el sinsentido, la indiferencia de los demás. La
experiencia de una vez, contada acá, llega a ser regla o canon para las otras
veces. Es por eso que cada uno leerá en este relato , aquel de sus propias
dificultades o crisis.
La lección a retener
es que el SEÑOR VIENE, Él siempre está viniendo y buscando cómo montar en
nuestra propia embarcación a pesar que no lo reconozcamos y que su rostro se
confunda con el de todos los fantasmas que crean ilusión. El viene para asumir
nuestros miedos, el avanza a pie sobre nuestro terror, el camina sobre nuestras
angustias como lo hace en este relato, desplazándose con tranquilidad y serenidad
sobre aguas hostiles. El domina así las tempestades que nos aterrorizan. El
milagro de su presencia es una realidad en nuestras vidas, pero no sabemos
siempre descubrirla.
Cuando volvemos la
mirada hacia Él, siempre no lo vemos forzosamente, no percibimos su presencia,
porque mismo no estamos completamente seguros. Y no sentimos más que
nuestro propio dolor, consideramos nada más que nuestras angustias.
No vemos salida a nuestra crisis. No vemos más que la realidad inmediata de lo
que nos atormenta y las dificultades que nos asaltan incesantemente…Dudamos
mismo que el Señor pueda hacer algo cuando todo se derrumba a nuestro paso.
Es sabio decirle al
enfermo que se curará pronto. Es fácil mentirle y decirle que tiene “buen
semblante”…Y el no cree nada. Es igualmente valiente de decirle a aquel que
afronta una prueba tras otra que todos sus problemas en adelante van a
resolverse y que el Señor va a encargarse de todo. La ola dañina de nuestras
preocupaciones nos sumerge. Ella no nos deja indemnes cuando explota y
nos precita al borde de la playa. La voz del Señor, mismo si resuena en
nuestros oídos no nos libera de todo aquello que nos atormenta y no nos libera
de todos los males que nos han caído.
Y por tanto, el señor
no está ausente de nuestro drama, es la aventura de Pedro que nos ayudará ver
más claro y nos posibilitará ponernos en el buen camino para
encontrar la buena respuesta.
En este relato, Pedro
es tal cual como los otros, él tiene miedo. Como los demás, duda y no está
seguro que sea el Señor quien viene hacia ellos en el inicio del alba, pero él
solo, Pedro se permite de retar al señor y o desafiarlo.
“Si eres tú que yo
pueda marchar sobre las aguas”
“Ven”.
El viene y traga
agua. Traga agua hasta el punto de ponerse en peligro de muerte, cuando hasta
hace un momento él estaba a salvo. Ha querido desafiar, tentar a su Señor,
ponerlo a prueba con su fe deficiente, su pequeña fe de creyente aun no puesta
a prueba. EL no cree todavía en el milagro, mas, él quiere que el
Señor haga un prodigio, un truco que burlara las leyes de la naturaleza para
complacerle. EL quiere que el señor haga cualquier cosa inútil, pero
suficientemente espectacular para confortar su fe que tiende fallar…y así no es
cómo funcionan las cosas.
Pero, quien te crees
tú Pedro para que Dios, por la mano de Jesús contradiga sus propias leyes, para
ti, para ti solo?
Todos nos
identificamos acá. En los momentos tal cual como los evocamos aquí,
nos gustaría que el milagro deseado se transformara en prodigio.
Nos gustaría que el
dinero que nos falta entrara o se inscribiera de una, instantáneamente en
nuestra cuenta del banco…Es más, nos gustaría que la enfermedad hasta este
momento incurable, desaparezca sin dejar rastros. Es esto lo que esperamos de
Dios, pero cuando esas ocasiones se producen, ocurren, son raras. No digo que
no se produzcan y que si suceden no son por la intervención de Dios! ¿Quién
sería yo para negar la posibilidad? Pero la experiencia nos muestra que a pesar
de la fe inmensa de millones de personas, no es esta la respuesta que Dios
escoge habitualmente para manifestar su presencia en el mundo.
Volvamos a Pedro, si
ustedes de verdad quieren. Cuando él estaba en la barca compartía la
misma angustia con sus amigos y no estaba en más o un mayor peligro
que ellos, pero él se creía con más capacidad que ellos de obligar a Jesús a manifestar
su poder divino. Él cree que puede atraer al señor para que le siga en sus
caminos y para que cumpla sus deseos. ÉL piensa que el Señor por afecto (amor)
a él puede ponerse al servicio de su falta de fe.
Y no es el caso, el
prodigio no sucede. Por tanto si Pedro se libra de ahogarse es porque el Señor
vigila. Pedro saldrá, pero va a salir todo mojado. Es decir, que la experiencia
no lo dejará indemne, ileso. No ha sido abandonado, pero la intervención divina
que deseaba no se ha dado, su vida ha sido preservada, no por un prodigio, sino
por la mano solida de Jesús. Su vida ha sido preservada y ha tenido la
experiencia al precio de una gran desilusión que habría podido evitar.
Pedro había
confundido Prodigio y milagro. El deseo de prodigio, lo hemos visto, conduce al
fracaso y a la desilusión. El milagro, al contrario lleva con él la certeza que
nuestra vida entera está en las manos de Dios y que su presencia en nosotros es
siempre real, mismo cuando no se siente. Esta presencia provoca en nosotros la
esperanza, y la esperanza funciona en nosotros como un maravilloso motor que
nos permite reaccionar con sabiduría bajo la inspiración del Espíritu Santo.
La esperanza nos
empuja a creer que ninguna salida está definitivamente tapada, que ninguna
puerta está cerrada con llave, y que la muerte, mismo si parece llevarse con
ella la esperanza, nunca tendrá la última palabra.
En los momentos en
que parece perdemos el sentido de la vida, cuando las pruebas y la angustia son
muy fuertes, no es fácil apegarse a la
fe y dejar a la esperanza guiar nuestras acciones. A pesar de todo, nos hace
falta buscar percibir la voz de Dios que nos dice: “Resiste, persevera, no
claudiques”.
Es por ello que el
texto del evangelio de este domingo nos dice que la intervención de
Jesús ocurre en la cuarta vigilia, en el momento cuando el día va
despuntar, porque la presencia de Jesús en nosotros, es siempre como una luz
nueva que se instala en nuestra vida.
En cada momento de
nuestra existencia., cuando invocamos al señor, es como si el día que no vemos
todavía comenzara a despuntar. EL Señor viene, desafiando nuestros miedos. Es
una ilusión? Ninguna respuesta afirmativa, porque es eso la fe. La fe nos dice
en cual dirección es necesario mirar, y esto es ya el comienzo del milagro...
Referencias Bibliográficas:
http://vieliturgique.ca
http://prionseneglise.ca
HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus
http://dimancheprochain.org
y otras fuentes de internet
Reflexión Central:
Descubrir al verdadero Dios
Los textos bíblicos de este domingo
19o Ordinario, nos invitan a corregir la idea o imagen que nos hacemos
(tenemos) de Dios. Es lo que ha debido hacer el profeta Elías en la montaña del
Horeb (El Sinaí). Elías se imaginaba a Dios como un Dios estridente, ruidoso. Pensaba
encontrarlo en el huracán, después en el terremoto. Pero el Señor no estaba ni
en el uno ni en el otro. Después de esto, hubo el susurro o murmullo de una
brisa ligera…Es ahí que Elías descubre al verdadero Dios. Él que creía salvar
su honor masacrando los "infieles", descubre que está en el mal
camino. El verdadero Dios es amor y misericordia. Es amando que decimos
cualquier cosa de él.
El apóstol Pablo también se había
equivocado en su imagen o concepción de Dios. En un primer momento, él
persiguió violentamente a los cristianos. Pero un día, Él encontró a Jesús en
el camino de Damasco. Para él, este fue el punto de partida hacia una verdadera
conversión. Este descubrimiento extraordinario, él quería compartirlo con sus
hermanos de la comunidad judía, pero ellos se han negado a reconocer a Jesús
como el Mesías. Pablo nos comparte su dolor ante la incredulidad de sus
hermanos judíos. Los judíos no han aceptado reconocer que el privilegio del pueblo
elegido está destinado a extenderse a los paganos que han puesto su fe en Dios.
Ellos no comprenden que si Cristo ha entregado su cuerpo y derramado su sangre
es por ellos y por la multitud, por muchos, como decimos en las palabras de la
consagración.
Con el Evangelio, es Jesús mismo que
viene a poner las cosas en su justo lugar. Recordemos: Él acaba de multiplicar
los panes para alimentar a una multitud hambrienta. Imaginemos la excitación de
toda esa gente. Unos y otros piensan que han encontrado por fin al rey que los
liberará del invasor extranjero. Jesús se da cuenta de esta trampa y hace lo
posible porque sus discípulos no entren en ese juego. Es por eso que los manda
urgentemente a la ora orilla. A través de este evento, Él quiere hacernos
comprender que el Reino de Dios no es de este mundo. No corresponde con la idea
que nosotros nos hacemos de él. Para entrar en ese reino, necesitamos dejar
nuestro pequeño confort, nuestra comodidad, nuestras certezas y hábitos. Cristo
nos cita en "la otra orilla", aquella de lo desconocido.
Después de despedir la multitud, Jesús
se retira solo a la montaña para orar. Él nos enseña que es en la oración,
donde podremos ajustarnos a Dios y a su verdadero proyecto de amor.
Como Elías, como Pablo y como los
apóstoles, nosotros tenemos o corremos
el riesgo de hacernos falsas ideas sobre el verdadero Dios, pero si nos
tomamos el tiempo para encontrarlo en la oración, comprenderemos mejor lo que
Él espera de nosotros.
Es en el encuentro de corazón a corazón con Dios como
nuestra fe se purifica.
Mientras que Jesús está en oración
en la montaña, los discípulos atraviesan el mar. Y de repente llega la
tormenta. La barca es sacudida por las olas. "De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua.". Los
discípulos sienten miedo, al ver a Jesús, ellos piensan, que es un fantasma. Nuestra
vida actual se parece a esta travesía por el mar. Jesús nos invita a ir a
"la otra orilla", aquella donde Jesús nos cita. Esta barca de la cual
habla el Evangelio, es la de Pedro, es la Iglesia de Jesucristo. A lo largo de
los siglos, ella ha conocido tempestades, violencias, persecuciones.
El mar agitado simboliza la muerte,
representa el lugar de los poderes del mal. Jesús que camina sobre el agua
viene para hacernos comprender que el mal no tiene poder sobre Él. Él nos
revela al verdadero Dios que es vencedor de la muerte y del pecado. Cuando todo
va mal, corremos el riesgo de creer que Dios nos ha abandonado. Pero Él está
ahí, bien presente, y nos dice: "ven". Él sabe de nuestras dudas, de
nuestros miedos, cuando nos enfrentamos a la tempestad. Pero Él está presente
ahí para darnos seguridad y enseñarnos la esperanza.
Si acogemos a Cristo en la barca de
nuestras vidas, sabremos que podemos contar con Él. Estaremos unidos en la fe
en Él. Cristo sólo pide que lo dejemos acercar a nuestras vidas, que lo
percibamos en medio de nuestras dudas. Jesús no cesa de tendernos la mano. La
Iglesia es esta barca que debe afrontar las dificultades. Lo que la salva no
son las cualidades ni la valentía de sus miembros sino que es la fe lo que
permite avanzar en la oscuridad. La fe nos da la seguridad de la presencia de
Jesús a nuestro lado.
Y sobre todo, no olvidemos: cada
domingo, Jesús nos invita a la Eucaristía. Él nos propone su Cuerpo y su Sangre
para hacernos fuertes en las pruebas , en las dificultades. Con Él, podremos
continuar avanzando con más valentía. Y al final de la misa, nosotros seremos
enviados para ser los testigos y los mensajeros de esta buena noticia. Es
juntos, los unos con los otros como podremos hacer esta bella profesión de fe:
"verdaderamente, Tú eres el Hijo de Dios".
Referencias Bibliográficas:
http://vieliturgique.ca
http://prionseneglise.ca
HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus
http://dimancheprochain.org
y otras fuentes de internet
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