miércoles, 9 de agosto de 2023

10 de agosto del 2014 : 19o Domingo del Tiempo Ordinario A


 De qué tenemos miedo?

El Señor Jesús, el Hijo de Dios, en quien hemos puesto nuestra fe, es Aquel que camina sobre las aguas, es decir Aquel que domina las fuerzas del mal.
Hoy,  viene a nuestro encuentro para eliminar nuestros miedos y volvernos a dar confianza en nuestro caminar por el mundo.



Lectura del santo evangelio según san Mateo (14,22-33):
Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. 

Jesús les dijo en seguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!» 

Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.» 

Él le dijo: «Ven.» 

Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame.» 

En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» En cuanto subieron a la barca, amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios.»


Palabra del Señor


A guisa de introducción:

Vencer el miedo con la confianza

Si alguno  de ustedes ha experimentado ya el miedo, ha podido darse cuenta también que no es un sentimiento fácil de controlar, de superar y de vencer.

Yo recuerdo un pequeño hecho gracioso que me sucedió justamente en la excursión de grado (de bachillerato) y que a menudo cuando encuentro a mis compañeros de promoción y de paseo me recuerdan y de paso me “gozan”. Enero de 1988. Caía la tarde cuando hacíamos una caminata alrededor de la hacienda que era nuestro centro de salida para diferentes lugares del Magdalena Medio en Colombia…De pronto el grupo de unos 10 chicos y chicas que atravesábamos un potrero donde había un hato en ese momento, nos vimos asediados y o amenazados por unas vacas bravas que al parecer querían “embestirnos” …yo iba delante, y visto mi poco conocimiento sobre el comportamiento de las reses, grité sugiriendo a mis compañeros “no corran, no corran” (porque sabíamos todos en el fondo, que al vernos correr eso excitaría las vacas y se lanzarían a perseguirnos); pero lo cómico y “charro” fue que de manera inconsciente  y diciendo eso fui el primero en salir corriendo y provocando la persecución de los animales que se lanzaron como lanza en ristre tras nosotros…Afortunadamente fuimos mas rápidos que el ganado y salimos avante de la situación sin ser ninguno lastimado.

Los miedos son múltiples: uno encuentra gente que siente miedo de los animales pequeños, de los accidentes, del sufrimiento, de la muerte y de los muertos, de las personas conocidas y desconocidas; uno se encuentra con personas que le tienen miedo a los extranjeros (a la gente que no es de su país, de su cultura o de su misma religión, por ejemplo) que le temen a los grupos,  que les asusta montar en ascensor, temen a las alturas, a hablar en público, a trabajar, a comprometerse, a verse demasiado solicitadas u ocupadas, que tienen miedo de las criticas, de los oponentes y sobre todo de ellas mismas…

Miedos irracionales, fruto de la imaginación o miedos razonables, provenientes de un peligro real.  Cuando yo era un “pelao”, tuve miedo irracional a las brujas, a los seres míticos de las leyendas, todo porque leía demasiados tebeos del Santo o Juan sin Miedo, o visionaba películas de terror no propias para mi edad en tv o cine (qué adultos irresponsables!) donde me mostraban que esos seres de fantasía,  eran malos y asesinos, o come-gentes…Imagínense crear miedos basados en seres inexistentes, míticos…esos son miedos irracionales.

 Cuando uno se siente agotado de haber hecho todo lo posible por salir, y que el miedo se hace cada vez mayor, viene el Pánico…

El pánico ocurre también, cuando uno es abordado o tomado por sorpresa y uno reacciona de mala manera ante la circunstancia y así el miedo aumenta los mecanismos para defenderse…o cuando un peligro supera los medios humanos ordinarios…

“También existe el miedo de afrontar un mundo que no nos comprende; el miedo de hacerle frente a la indiferencia, a la burla, hay el miedo de denunciar la mentira, la injusticia, miedo de mostrar nuestra fe”.

En toda circunstancia o momento es necesario aprender a vencer el miedo. Si uno se deja dominar por el miedo no puede disfrutar cada momento de la vida, pues verá una amenaza permanentemente en todo. El peligro es eminente en todo lado, en el agua, sobre una montaña; eso si lo importante es siempre la prevención, la seguridad pero sin maniatar tanto la confianza.

En nuestros días se proponen maneras o formas cuyo objetivo es controlar las emociones personales, y tener confianza en sí mismo. La ayuda o medio espiritual que se propone hoy a la gente es la FE-CONFIANZA, en acción.

En el evangelio de este domingo, vemos como Pedro está a punto de hundirse y grita a Jesús: “Señor sálvame!”  La fe viva es oración de petición, de súplica en medio de las dudas y de la angustia.

Respecto a la fe y a la oración, varias personas después de un grave peligro personal, dieron testimonio un día: y una decía: “yo no sabía nadar; yo traté de flotar y conservé la confianza”; otra declaraba en las mismas circunstancias: “yo no sabía nadar y yo me dejé flotar e hice una oración: “Señor sálvame”. Antes de lanzarse al agua, una tercera ha gritado: “Dios mío, haz que pueda salir de ahí”.

Estas tres personas no se contentaron con decir: “Dios es muy bueno, Él no puede hacernos eso”.

Si Pedro hubiera dicho a Jesús: “Tú eres muy bueno, Tú no puedes dejarme hundir y ahogar”, qué le hubiera respondido Jesús?  “Esa es toda la fe que tienes en mi? Por qué dudas?

Si uno se arriesga el todo por el todo en la confianza, quizás Dios permitirá un evento especial? Muchos prodigios hemos constatado luego o después de muchas tragedias: milagros patentes de hombres, mujeres y niños sobrevivientes de terremotos, tsunamis, de  accidentes de aviones, de derrumbes en minas, de edificios venidos abajo…lo que pasa es que la mente olvida esas pequeñas cosas tan simples, pero a la vez tan grandiosas y esperanzadoras…signos de que hay algo más…


La fe es viva y dinámica en alguien, si ese hombre o mujer reconoce el poder que Dios ha puesto en él o ella  y si se abandona totalmente a Dios, gritándole que le (la) salve y asumiendo el riesgo de la FE.





APROXIMACIÓN PSICOLÓGICA AL TEXTO DEL EVANGELIO

Oración emotiva y contemplativa  (o milagro y prodigio)

En la primera escena se nos dice que Jesús decide alejarse un poco para orar, pues hasta ahora no ha podido hacerlo por la multitud que le ha seguido y el compartir milagroso del pan…Es por ello que decide enviar a sus apóstoles adelante en una barca y les dice que luego se les unirá, ya que reenviara la multitud a sus casas e irá orar sólo sobre la montaña, lugar simbólico del encuentro con Dios…Y con esto Jesús nos hace dar cuenta:

que a veces uno tiene la impresión de que la verdadera oración comienza cuando  uno ha solucionado todos sus problemas, cuando se ha alcanzado la paz interior que solo permitirá la pura gratuidad delante Dios. Si así fuera, Jesús probablemente  habría orado con menos frecuencia de lo pensado.

 En efecto, a pesar de las apariencias, no es seguro que la noche de oración que Jesús ha vivido después de la primera multiplicación de los panes no haya consistido más que en una oración contemplativa de presencia ante Dios.

San Juan nos dice que lo que pasó ese día del compartir del pan, despertó totalmente el entusiasmo popular, tanto que la gente “venia para ampararse de Jesús para  proclamarlo rey” (Jn 6,15). Juan precisa que una vez Jesús se da cuenta huye a la montaña, pero antes, Mateo agrega un detalle, el maestro obliga sus discípulos a partir.
Estamos acá en una situación de urgencia. Jesús quiere a cualquier  precio impedir a los apóstoles dejarse contaminar por esta atmósfera fuera de control, ellos que desde hace días están deseosos de ver que  el poder de su maestro sea abiertamente reconocido. Es por ello que Jesús, les obliga a partir.

Pero hay más. No son solamente los apóstoles quienes están amenazados por este vértigo del poder. El relato de las tentaciones nos hace entrever precisamente el esfuerzo que Jesús ha debido poner para situarse claramente en lo que concierne a la tentación del poder político. Ahora, varios comentarios son de la opinión que el relato de las tentaciones al comienzo del compromiso y o ministerio de Jesús, comprime artificialmente toda una serie de pequeñas crisis que Él ha debido asumir a lo largo de este compromiso.

Si esto es así, y los indicadores mencionados más arriba van en este sentido, hay aquí toda una vivencia humana detrás la oración de Jesús. Jesús tiene necesidad de huir, necesita estar solo, se ve obligado o necesitado a huir de la fascinación del poder, tiene necesidad de retomar contacto con su intuición de fondo, concerniente a aquello a lo que se siente llamado.

Su oración tiene al menos un punto de partida afectivo, en el sentido que ella surge a partir de las cuerdas sensibles que acaban de ser tocadas, donde ella  ante todo, toma la forma de una integración emotiva de lo que acaba de ser vivido.

Esto no vuelve otra vez para decirnos que hay primero un caminar sicológico seguido de una caminada espiritual. Es todo lo vivido, su experiencia,  que Jesús quiere asumir bajo la mirada del Padre  y es con todo esa vivencia integrada que Jesús se rencuentra apaciguado, en comunión con Él.

La siguiente escena está que ni sacada de una película de aventura y suspenso…Aun no ha amanecido, pero la aurora está cercana. Los primeros rayos de sol tardaran todavía en aparecer…Los sentimientos propios de la noche, la inseguridad, los nervios, el miedo, están latentes en cada uno de los 12 hombres montados sobre la barca…  Los amigos de Jesús se han embarcado de noche en las agitadas aguas del lago  y son impulsados por un viento contrario que levanta las olas y que amenaza hacerles naufragar. Ellos tienen mucho miedo, acrecentado por la oscuridad de la noche y los ruidos del viento y de las olas…

Pero en el fondo también tienen esperanza, muy en el fondo, algo les da confianza, esperanza que parece tomar forma… y de repente ven una silueta difícil de reconocer entre la bruma. El Señor viene a su encuentro justo cuando comenzaban a desesperarse y esperaban una asistencia (un auxilio) . Es bien Él? O es una ilusión? Realidad o fantasma? Ellos esperan…


Es la historia mil veces repetida  de tantos dramas que atravesamos en nuestra vida humana? Poco importa. En todo caso, no perdamos de vista que esta historia es ante todo, la de toda aquella gente que se siente amenazada por los eventos (sucesos, hechos)  que no pueden más controlar. Ellos sienten y o experimentan este miedo que despierta la enfermedad, guerra, la pobreza, la depresión, el sinsentido,  la indiferencia de los demás.  La experiencia de una vez, contada acá, llega a ser regla o canon para las otras veces. Es por eso que cada uno leerá en este relato, aquel de sus propias dificultades o crisis.

La lección a retener es que el Señor VIENE, Él siempre está viniendo y buscando cómo montar en nuestra propia embarcación a pesar que no lo reconozcamos y que su rostro se confunda con el de todos los fantasmas que crean ilusión. El viene para asumir nuestros miedos, el avanza a pie sobre nuestro terror, el camina sobre nuestras angustias como lo hace en este relato, desplazándose con tranquilidad y serenidad sobre aguas hostiles. El domina así las tempestades que nos aterrorizan. El milagro de su presencia es una realidad en nuestras vidas, pero no sabemos siempre descubrirla.

Cuando volvemos la mirada hacia Él, siempre no lo percibimos con facilidad, no percibimos su presencia, porque mismo no estamos completamente seguros.  Y al no sentir más que nuestro propio dolor,  consideramos solamente nuestras angustias. No vemos salida a nuestra crisis. No vemos más que la realidad inmediata de lo que nos atormenta y las dificultades que nos asaltan incesantemente…Dudamos mismo que el Señor pueda hacer algo cuando todo se derrumba a nuestro paso.

Es sabio decir al enfermo que se curará pronto. Es fácil de mentirle y decirle que tiene “buen semblante”…Y el no cree nada. Es igualmente valiente decirle a aquel que afronta una prueba tras otra que todos sus problemas en adelante van a resolverse y que el Señor va a encargarse de todo. La ola dañina de nuestras preocupaciones nos sumerge. Ella no nos deja indemnes cuando explota  y nos precipita al borde de la playa. Mismo si la voz del Señor resuena en nuestras orejas, ella no nos libera de todo aquello que nos atormenta y no nos libera de todos los males que nos han caído.

Y por tanto, el señor no está ausente de nuestro drama, es la aventura de Pedro que nos ayudará ver más claro y nos posibilitará ponernos en el buen camino  para encontrar la buena respuesta.

En este relato, Pedro es tal cual como los otros, él tiene miedo. Como los demás, duda y no está seguro que sea el Señor quien viene hacia ellos en el inicio del alba, pero él solo, Pedro se permite de retar al señor y o desafiarlo.

“Si eres tú que yo pueda marchar sobre las aguas”
“Ven”.

El viene y traga agua. Traga agua hasta el punto de ponerse en peligro de muerte, cuando hasta hace un momento él estaba a salvo. Ha querido desafiar, tentar a su Señor, ponerlo a prueba con su fe deficiente, con su pequeña fe de creyente aun no puesta a prueba. ÉL no cree todavía en el milagro, pero quiere que el Señor haga un prodigio, un truco que burlará las leyes de la naturaleza para complacerle. ÉL quiere que el señor haga cualquier cosa inútil, pero suficientemente espectacular para confortar su fe que tiende a fallar…y así no es como las cosas funcionan.

Pero, quien te crees tú Pedro para que Dios, por la mano de Jesús contradiga sus propias leyes, para ti, para ti solo?

Todos nos identificamos acá. En los momentos  tal cual como los evocamos aquí, nos gustaría que el milagro deseado se transformara en prodigio.

Nos gustaría que el dinero que nos falta, entrara o se inscribiera instantáneamente en nuestra cuenta del banco…Es más, nos gustaría que la enfermedad hasta este momento incurable, desaparezca sin dejar rastros. Es esto lo que esperamos de Dios, pero cuando esas ocasiones se producen, ocurren, son raras… No digo que no se produzcan y que si suceden no son por la intervención de Dios!  ¿Quién sería yo para negar la posibilidad? Pero la experiencia nos muestra que a pesar de la fe inmensa de millones de personas, no es esta la respuesta que Dios escoge habitualmente para manifestar su presencia en el mundo.

Volvamos a Pedro, si ustedes de verdad quieren.  Cuando él estaba en la barca compartía la misma angustia con sus amigos y no estaba en más o un mayor  peligro que ellos, pero él se creía con más capacidad que ellos de obligar a Jesús a  manifestar su poder divino. Él cree que puede atraer al señor para que le siga en sus caminos y para que cumpla sus deseos. ÉL piensa que el Señor por afecto (amor) a él, puede ponerse al servicio de su falta de fe.

Y no es el caso, el prodigio no sucede. Por tanto si Pedro se libra de ahogarse es porque el Señor vigila. Pedro saldrá, pero va a salir todo mojado. Es decir, que la experiencia no lo dejará indemne, ileso. No ha sido abandonado, pero la intervención divina que deseaba no se ha dado, su vida ha sido preservada, no por un prodigio, sino por la mano solida de Jesús. Su vida ha sido preservada y ha tenido la experiencia al precio de una gran desilusión que habría podido evitar.

 Pedro había confundido Prodigio y milagro. El deseo de prodigio, lo hemos visto, conduce al fracaso y a la desilusión. El milagro, al contrario lleva con él la certeza que nuestra vida entera está en las manos de Dios y que su presencia en nosotros es siempre real, mismo cuando no se siente. Esta presencia provoca en nosotros la esperanza, y la esperanza funciona en nosotros como un maravilloso motor que nos permite reaccionar con sabiduría bajo la inspiración del Espíritu Santo.

La esperanza nos empuja a creer que ninguna salida está definitivamente tapada, que ninguna puerta está cerrada con llave, y que la muerte, mismo si parece llevarse con ella la esperanza, nunca tendrá  la última palabra.

En los momentos en que parece perdemos el sentido de la vida, cuando las pruebas y la angustia son muy fuertes, no es fácil apegarse a la fe y dejar que la esperanza guíe nuestras acciones. A pesar de todo, nos hace falta buscar percibir la voz de Dios que nos dice: “Resiste, persevera, no claudiques”.

Es por ello que el texto del evangelio  de este domingo nos dice que la intervención de Jesús ocurre en la cuarta vigilia, en el momento cuando el día va despuntar, porque la presencia de Jesús en nosotros, es siempre como una luz nueva que se instala en nuestra vida.

En cada momento de nuestra existencia., cuando invocamos al señor, es como si el día que no vemos todavía, comenzara a despuntar. El Señor viene, desafiando nuestros miedos. Es una ilusión? Ninguna respuesta afirmativa, porque es eso la fe. La fe nos dice en cuál dirección es necesario mirar, y esto es ya el comienzo del milagro...


OTRO COMENTARIO MUY INCLUSIVE!
¡ÁNIMO, NO TENGÁIS MIEDO!

Hace poco me contaron de un joven que se iba a ir como voluntario durante un mes en compañía de su novia y que había escrito una carta a un amigo diciéndole que aquello iba a ser la “prueba de fuego”. Para él era todo un riesgo la convivencia con su novia durante un mes. ¿Qué pensaría del matrimonio? Otro joven, más joven que el otro, que conocí deseaba ir como voluntario a un país en desarrollo. Su padre no le dejó porque “¿y si le pasaba algo?”.

La realidad es que nuestra capacidad de asumir riesgos es cada vez menor. Nuestro mundo, nuestra cultura, está obsesionada por la seguridad. Seguridad frente a la amenaza terrorista. Seguridad frente a los peligros de la naturaleza. Seguridad en las relaciones interpersonales. Seguridad frente a todo lo imaginable. Multiplicamos las medidas de protección hasta límites inimaginables. 

El Evangelio de hoy es todo lo contrario. Jesús invita a Pedro a salir de la seguridad de la barca y adentrarse en el mar, en lo desconocido, allí donde no tiene la seguridad de la tierra firme debajo de sus pies. Jesús invita a Pedro a arriesgarse, a saltar sin red, a confiar simplemente en la presencia y en la fuerza de Jesús. 

Fuera de la barca está Jesús que ofrece a Pedro, y a todos nosotros, una forma diferente de vivir caminando sobre las aguas. Se trata de salir de las pequeñas fronteras que nos hemos marcado, de lo habitual, de los prejuicios, de la forma común de pensar y de abrirnos a lo desconocido, al Padre de Jesús que envía su lluvia sobre todos, buenos y malos, que es compasivo y misericordioso, que nos convoca y compromete a hacer de este mundo su Reino, su familia, su casa, donde todos encuentren un lugar donde sentirse acogidos. 

 No es fácil salir de lo nuestro, de nuestra casa, de lo de siempre. No es fácil asumir el riesgo de poner los pies fuera de la tierra firme, en la que nos sentimos seguros. Hay que confiar. En el fondo es una vieja historia. Ya se lo pidió Dios a Abraham, cuando le dijo: “Sal de tu tierra y vete a la tierra que yo te mostraré”. Por esa experiencia pasó el pueblo de Israel al salir de la tierra segura de Egipto (eran esclavos pero tenían seguros los ajos y las cebollas) y meterse en una peregrinación por el desierto que les llevaría a la tierra prometida.

Hoy el Evangelio nos llama a confiar en Jesús, a salir de nuestra tierra firme, dejar de lado nuestros prejuicios y abrirnos a la vida comprometidos a formar con todos la familia de Dios, la comunidad cristiana. Hoy el Evangelio nos invita a asumir riesgos, a vivir sin temor, a relacionarnos con las manos abiertas en signo de amistad. Sin dudar, porque Jesús está con nosotros

Asumir riesgos es parte de la vida. El que sólo busca la seguridad renuncia a lo mejor de la vida. 

Como me dijo un sacerdote cuando era seminarista y había roto un montón de platos preparando las mesas del comedor, “sólo el que trabaja con platos los rompe”. Asumir riesgos es también asumir que nos podemos equivocar, que podemos cometer y cometeremos errores, pero es mucho mejor que quedarnos arrinconados en el fondo de la barca. Jesús no nos quiere ahí sino que nos invita a salir, a caminar sobre las aguas, a poner nuestra confianza y seguridad en él y no en nuestras ideas o fuerzas.
 
Asumir riesgos no es sólo una idea bonita. Significa, por ejemplo, asumir el riesgo de comprometerse con otro/a a formar una familia y ser testigos del amor de Dios o dedicar nuestro tiempo libre a servir a los hermanos desde una asociación o entrar en política para intentar mejorar nuestra sociedad u optar por la vida religiosa para ser testigos del Evangelio de una manera diferente. 

Siempre con la confianza puesta en Jesús que nos invita a salir de la barca y a ir más allá de donde nuestras fuerzas y nuestras prudencias nos aconsejarían. 


Referencias:

1. Pequeño misal “Prions en Eglise”.

2. HÉTU, Jean-Luc. Les options de Jesús.

3. (traducción del p. Jean Drome) tomado de  su blog sermón du dimanche matin 

4. Fernando Torres en su blog    


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