10 de agosto del 2014 : 19o Domingo del Tiempo Ordinario A
De qué tenemos miedo?
El Señor
Jesús, el Hijo de Dios, en quien hemos puesto nuestra fe, es Aquel que camina
sobre las aguas, es decir Aquel que domina las fuerzas del mal.
Hoy, viene a nuestro encuentro
para eliminar nuestros miedos y volvernos a dar confianza en nuestro caminar por el
mundo.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (14,22-33):
Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús les dijo en seguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!»
Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.»
Él le dijo: «Ven.»
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame.»
En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» En cuanto subieron a la barca, amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios.»
Palabra del Señor
A guisa de introducción:
Vencer el miedo con la confianza
Si alguno de ustedes ha experimentado ya el miedo, ha
podido darse cuenta también que no es un sentimiento fácil de controlar, de
superar y de vencer.
Yo recuerdo un pequeño hecho gracioso
que me sucedió justamente en la excursión de grado (de bachillerato) y que a
menudo cuando encuentro a mis compañeros de promoción y de paseo me recuerdan y
de paso me “gozan”. Enero de 1988. Caía
la tarde cuando hacíamos una caminata alrededor de la hacienda que era nuestro
centro de salida para diferentes lugares del Magdalena Medio en Colombia…De
pronto el grupo de unos 10 chicos y chicas que atravesábamos un potrero donde había
un hato en ese momento, nos vimos asediados y o amenazados por unas vacas
bravas que al parecer querían “embestirnos” …yo iba delante, y visto mi poco
conocimiento sobre el comportamiento de las reses, grité sugiriendo a mis compañeros
“no corran, no corran” (porque sabíamos todos en el fondo, que al vernos correr
eso excitaría las vacas y se lanzarían a perseguirnos); pero lo cómico y
“charro” fue que de manera inconsciente y diciendo eso fui el primero en salir
corriendo y provocando la persecución de los animales que se lanzaron como
lanza en ristre tras nosotros…Afortunadamente fuimos mas rápidos que el ganado
y salimos avante de la situación sin ser ninguno lastimado.
Los miedos son múltiples: uno
encuentra gente que siente miedo de los animales pequeños, de los accidentes,
del sufrimiento, de la muerte y de los muertos, de las personas conocidas y
desconocidas; uno se encuentra con personas que le tienen miedo a los
extranjeros (a la gente que no es de su país, de su cultura o de su misma
religión, por ejemplo) que le temen a los grupos, que les asusta montar en ascensor, temen a
las alturas, a hablar en público, a trabajar, a comprometerse, a verse
demasiado solicitadas u ocupadas, que tienen miedo de las criticas, de los
oponentes y sobre todo de ellas mismas…
Miedos irracionales, fruto de la
imaginación o miedos razonables, provenientes de un peligro real. Cuando yo era un “pelao”, tuve miedo
irracional a las brujas, a los seres míticos de las leyendas, todo porque leía
demasiados tebeos del Santo o Juan sin Miedo, o visionaba películas de terror no
propias para mi edad en tv o cine (qué adultos irresponsables!) donde me
mostraban que esos seres de fantasía, eran malos y asesinos, o
come-gentes…Imagínense crear miedos basados en seres inexistentes, míticos…esos
son miedos irracionales.
Cuando uno se siente agotado de haber hecho
todo lo posible por salir, y que el miedo se hace cada vez mayor, viene el Pánico…
El pánico ocurre también, cuando uno
es abordado o tomado por sorpresa y uno reacciona de mala manera ante la
circunstancia y así el miedo aumenta los mecanismos para defenderse…o cuando un
peligro supera los medios humanos ordinarios…
“También existe el miedo de afrontar
un mundo que no nos comprende; el miedo de hacerle frente a la indiferencia, a
la burla, hay el miedo de denunciar la mentira, la injusticia, miedo de mostrar
nuestra fe”.
En toda circunstancia o momento es
necesario aprender a vencer el miedo. Si uno se deja dominar por el miedo no
puede disfrutar cada momento de la vida, pues verá una amenaza permanentemente
en todo. El peligro es eminente en todo lado, en el agua, sobre una montaña;
eso si lo importante es siempre la prevención, la seguridad pero sin maniatar
tanto la confianza.
En nuestros días se proponen maneras
o formas cuyo objetivo es controlar las emociones personales, y tener confianza
en sí mismo. La ayuda o medio espiritual que se propone hoy a la gente es la
FE-CONFIANZA, en acción.
En el evangelio de este domingo,
vemos como Pedro está a punto de hundirse y grita a Jesús: “Señor
sálvame!” La fe viva es oración de
petición, de súplica en medio de las dudas y de la angustia.
Respecto a la fe y a la oración,
varias personas después de un grave peligro personal, dieron testimonio un día:
y una decía: “yo no sabía nadar; yo traté
de flotar y conservé la confianza”; otra declaraba en las mismas
circunstancias: “yo no sabía nadar y yo
me dejé flotar e hice una oración: “Señor sálvame”. Antes de lanzarse al
agua, una tercera ha gritado: “Dios mío,
haz que pueda salir de ahí”.
Estas tres personas no se contentaron
con decir: “Dios es muy bueno, Él no puede hacernos eso”.
Si Pedro hubiera dicho a Jesús: “Tú eres muy bueno, Tú no puedes dejarme
hundir y ahogar”, qué le hubiera respondido Jesús? “Esa es
toda la fe que tienes en mi? Por qué dudas?
Si uno se arriesga el todo por el
todo en la confianza, quizás Dios permitirá un evento especial? Muchos
prodigios hemos constatado luego o después de muchas tragedias: milagros
patentes de hombres, mujeres y niños sobrevivientes de terremotos, tsunamis,
de accidentes de aviones, de derrumbes
en minas, de edificios venidos abajo…lo que pasa es que la mente olvida esas
pequeñas cosas tan simples, pero a la vez tan grandiosas y esperanzadoras…signos
de que hay algo más…
La fe es viva y dinámica en alguien,
si ese hombre o mujer reconoce el poder que Dios ha puesto en él o ella y si se abandona totalmente a Dios, gritándole
que le (la) salve y asumiendo el riesgo de la FE.
APROXIMACIÓN PSICOLÓGICA AL TEXTO DEL
EVANGELIO
Oración emotiva y contemplativa (o milagro y prodigio)
En la primera escena se nos
dice que Jesús decide alejarse un poco para orar, pues hasta ahora no ha podido
hacerlo por la multitud que le ha seguido y el compartir milagroso del pan…Es
por ello que decide enviar a sus apóstoles adelante en una barca y les dice que
luego se les unirá, ya que reenviara la multitud a sus casas e irá orar sólo
sobre la montaña, lugar simbólico del encuentro con Dios…Y con esto Jesús nos
hace dar cuenta:
que a veces uno tiene la
impresión de que la verdadera oración comienza cuando uno ha
solucionado todos sus problemas, cuando se ha alcanzado la paz interior que
solo permitirá la pura gratuidad delante Dios. Si así fuera, Jesús
probablemente habría orado con menos frecuencia de lo pensado.
En efecto, a pesar de
las apariencias, no es seguro que la noche de oración que Jesús ha vivido
después de la primera multiplicación de los panes no haya consistido más que en
una oración contemplativa de presencia ante Dios.
San Juan nos dice que lo que pasó ese día del compartir del pan,
despertó totalmente el entusiasmo popular, tanto que la gente “venia para ampararse de Jesús
para proclamarlo rey” (Jn 6,15). Juan precisa que una vez Jesús
se da cuenta huye a la montaña, pero antes, Mateo agrega un detalle, el maestro
obliga sus discípulos a partir.
Estamos acá en una situación
de urgencia. Jesús quiere a cualquier precio impedir a los apóstoles
dejarse contaminar por esta atmósfera fuera de control, ellos que desde hace
días están deseosos de ver que el poder de su maestro sea
abiertamente reconocido. Es por ello que Jesús, les obliga a partir.
Pero hay más. No son solamente
los apóstoles quienes están amenazados por este vértigo del poder. El relato de
las tentaciones nos hace entrever precisamente el esfuerzo que Jesús ha debido
poner para situarse claramente en lo que concierne a la tentación del poder
político. Ahora, varios comentarios son de la opinión que el relato de las
tentaciones al comienzo del compromiso y o ministerio de Jesús, comprime
artificialmente toda una serie de pequeñas crisis que Él ha debido asumir a lo
largo de este compromiso.
Si esto es así, y los
indicadores mencionados más arriba van en este sentido, hay aquí toda una
vivencia humana detrás la oración de Jesús. Jesús tiene necesidad de huir,
necesita estar solo, se ve obligado o necesitado a huir de la fascinación del
poder, tiene necesidad de retomar contacto con su intuición de fondo,
concerniente a aquello a lo que se siente llamado.
Su oración tiene al menos un
punto de partida afectivo, en el sentido que ella surge a partir de las cuerdas
sensibles que acaban de ser tocadas, donde ella ante todo, toma la
forma de una integración emotiva de lo que acaba de ser vivido.
Esto no vuelve otra vez para
decirnos que hay primero un caminar sicológico seguido de una caminada
espiritual. Es todo lo vivido, su experiencia, que Jesús quiere
asumir bajo la mirada del Padre y es con todo esa vivencia integrada
que Jesús se rencuentra apaciguado, en comunión con Él.
La siguiente escena está que
ni sacada de una película de aventura y suspenso…Aun no ha amanecido, pero la
aurora está cercana. Los primeros rayos de sol tardaran todavía en aparecer…Los
sentimientos propios de la noche, la inseguridad, los nervios, el miedo, están
latentes en cada uno de los 12 hombres montados sobre la barca… Los amigos de Jesús se han
embarcado de noche en las agitadas aguas del lago y son impulsados
por un viento contrario que levanta las olas y que amenaza hacerles naufragar.
Ellos tienen mucho miedo, acrecentado por la oscuridad de la noche y los ruidos
del viento y de las olas…
Pero en el fondo también
tienen esperanza, muy en el fondo, algo les da confianza, esperanza que parece
tomar forma… y de repente ven una silueta difícil de reconocer entre la bruma.
El Señor viene a su encuentro justo cuando comenzaban a desesperarse y
esperaban una asistencia (un auxilio) . Es bien Él? O es una ilusión? Realidad
o fantasma? Ellos esperan…
Es la historia mil veces
repetida de tantos dramas que atravesamos en nuestra vida humana?
Poco importa. En todo caso, no perdamos de vista que esta historia es ante
todo, la de toda aquella gente que se siente amenazada por los eventos
(sucesos, hechos) que no pueden más controlar. Ellos sienten y o
experimentan este miedo que despierta la enfermedad, guerra, la pobreza, la
depresión, el sinsentido, la indiferencia de los
demás. La experiencia de una vez, contada acá, llega a ser regla o
canon para las otras veces. Es por eso que cada uno leerá en este relato, aquel
de sus propias dificultades o crisis.
La lección a retener es que el
Señor VIENE, Él siempre está viniendo y buscando cómo montar en nuestra propia
embarcación a pesar que no lo reconozcamos y que su rostro se confunda con el
de todos los fantasmas que crean ilusión. El viene para asumir nuestros miedos,
el avanza a pie sobre nuestro terror, el camina sobre nuestras angustias como
lo hace en este relato, desplazándose con tranquilidad y serenidad sobre aguas
hostiles. El domina así las tempestades que nos aterrorizan. El milagro de su
presencia es una realidad en nuestras vidas, pero no sabemos siempre
descubrirla.
Cuando volvemos la mirada
hacia Él, siempre no lo percibimos con facilidad, no percibimos su presencia,
porque mismo no estamos completamente seguros. Y al no sentir más
que nuestro propio dolor, consideramos solamente nuestras angustias.
No vemos salida a nuestra crisis. No vemos más que la realidad inmediata de lo
que nos atormenta y las dificultades que nos asaltan incesantemente…Dudamos
mismo que el Señor pueda hacer algo cuando todo se derrumba a nuestro paso.
Es sabio decir al enfermo que
se curará pronto. Es fácil de mentirle y decirle que tiene “buen semblante”…Y
el no cree nada. Es igualmente valiente decirle a aquel que afronta una prueba
tras otra que todos sus problemas en adelante van a resolverse y que el Señor
va a encargarse de todo. La ola dañina de nuestras preocupaciones nos sumerge.
Ella no nos deja indemnes cuando explota y nos precipita al borde de
la playa. Mismo si la voz del Señor resuena en nuestras orejas, ella no nos
libera de todo aquello que nos atormenta y no nos libera de todos los males que
nos han caído.
Y por tanto, el señor no está
ausente de nuestro drama, es la aventura de Pedro que nos ayudará ver más claro
y nos posibilitará ponernos en el buen camino para encontrar la
buena respuesta.
En este relato, Pedro es tal
cual como los otros, él tiene miedo. Como los demás, duda y no está seguro que
sea el Señor quien viene hacia ellos en el inicio del alba, pero él solo, Pedro
se permite de retar al señor y o desafiarlo.
“Si
eres tú que yo pueda marchar sobre las aguas”
“Ven”.
El viene y traga agua. Traga
agua hasta el punto de ponerse en peligro de muerte, cuando hasta hace un
momento él estaba a salvo. Ha querido desafiar, tentar a su Señor, ponerlo a
prueba con su fe deficiente, con su pequeña fe de creyente aun no puesta a
prueba. ÉL no cree todavía en el milagro, pero quiere que el Señor haga un
prodigio, un truco que burlará las leyes de la naturaleza para complacerle. ÉL
quiere que el señor haga cualquier cosa inútil, pero suficientemente
espectacular para confortar su fe que tiende a fallar…y así no es como las
cosas funcionan.
Pero,
quien te crees tú Pedro para que Dios, por la mano de Jesús contradiga sus
propias leyes, para ti, para ti solo?
Todos nos identificamos acá.
En los momentos tal cual como los evocamos aquí, nos gustaría que el
milagro deseado se transformara en prodigio.
Nos gustaría que el dinero que
nos falta, entrara o se inscribiera instantáneamente en nuestra cuenta del
banco…Es más, nos gustaría que la enfermedad hasta este momento incurable,
desaparezca sin dejar rastros. Es esto lo que esperamos de Dios, pero cuando
esas ocasiones se producen, ocurren, son raras… No digo que no se produzcan y
que si suceden no son por la intervención de Dios! ¿Quién sería yo
para negar la posibilidad? Pero la experiencia nos muestra que a pesar de la fe
inmensa de millones de personas, no es esta la respuesta que Dios escoge
habitualmente para manifestar su presencia en el mundo.
Volvamos a Pedro, si ustedes
de verdad quieren. Cuando él estaba en la barca compartía la misma
angustia con sus amigos y no estaba en más o un mayor peligro que
ellos, pero él se creía con más capacidad que ellos de obligar a Jesús
a manifestar su poder divino. Él cree que puede atraer al señor para
que le siga en sus caminos y para que cumpla sus deseos. ÉL piensa que el Señor
por afecto (amor) a él, puede ponerse al servicio de su falta de fe.
Y no es el caso, el prodigio
no sucede. Por tanto si Pedro se libra de ahogarse es porque el Señor vigila.
Pedro saldrá, pero va a salir todo mojado. Es decir, que la experiencia no lo
dejará indemne, ileso. No ha sido abandonado, pero la intervención divina que
deseaba no se ha dado, su vida ha sido preservada, no por un prodigio, sino por
la mano solida de Jesús. Su vida ha sido preservada y ha tenido la experiencia
al precio de una gran desilusión que habría podido evitar.
Pedro había confundido
Prodigio y milagro. El deseo de prodigio, lo hemos visto, conduce al fracaso y
a la desilusión. El milagro, al contrario lleva con él la certeza que nuestra
vida entera está en las manos de Dios y que su presencia en nosotros es siempre
real, mismo cuando no se siente. Esta presencia provoca en nosotros la
esperanza, y la esperanza funciona en nosotros como un maravilloso motor que
nos permite reaccionar con sabiduría bajo la inspiración del Espíritu Santo.
La esperanza nos empuja a
creer que ninguna salida está definitivamente tapada, que ninguna puerta está
cerrada con llave, y que la muerte, mismo si parece llevarse con ella la
esperanza, nunca tendrá la última palabra.
En los momentos en que parece
perdemos el sentido de la vida, cuando las pruebas y la angustia son muy
fuertes, no es fácil apegarse a la fe y dejar que la esperanza guíe nuestras
acciones. A pesar de todo, nos hace falta buscar percibir la voz de Dios que
nos dice: “Resiste, persevera, no
claudiques”.
Es por ello que el texto del
evangelio de este domingo nos dice que la intervención de
Jesús ocurre en la cuarta vigilia, en el momento cuando el día va
despuntar, porque la presencia de Jesús en nosotros, es siempre como una luz
nueva que se instala en nuestra vida.
En cada momento de nuestra
existencia., cuando invocamos al señor, es como si el día que no vemos todavía,
comenzara a despuntar. El Señor viene, desafiando nuestros miedos. Es una
ilusión? Ninguna respuesta afirmativa, porque es eso la fe. La fe nos dice en cuál
dirección es necesario mirar, y esto es ya el comienzo del milagro...
OTRO COMENTARIO MUY INCLUSIVE!
¡ÁNIMO,
NO TENGÁIS MIEDO!
Hace poco me contaron de un joven que se iba
a ir como voluntario durante un mes en compañía de su novia y que había escrito
una carta a un amigo diciéndole que aquello iba a ser la “prueba de fuego”.
Para él era todo un riesgo la convivencia con su novia durante un mes. ¿Qué
pensaría del matrimonio? Otro joven, más joven que el otro, que conocí deseaba
ir como voluntario a un país en desarrollo. Su padre no le dejó porque “¿y si
le pasaba algo?”.
La realidad es que nuestra capacidad
de asumir riesgos es cada vez menor. Nuestro mundo, nuestra cultura, está
obsesionada por la seguridad. Seguridad frente a la amenaza terrorista.
Seguridad frente a los peligros de la naturaleza. Seguridad en las relaciones
interpersonales. Seguridad frente a todo lo imaginable. Multiplicamos las
medidas de protección hasta límites inimaginables.
El Evangelio de hoy es todo lo contrario.
Jesús invita a Pedro a salir de la seguridad de la barca y adentrarse en el
mar, en lo desconocido, allí donde no tiene la seguridad de la tierra firme
debajo de sus pies. Jesús invita a Pedro a arriesgarse, a saltar sin red, a
confiar simplemente en la presencia y en la fuerza de Jesús.
Fuera de la barca está Jesús que ofrece a
Pedro, y a todos nosotros, una forma diferente de vivir caminando sobre las
aguas. Se trata de salir de las pequeñas fronteras que nos hemos marcado, de lo
habitual, de los prejuicios, de la forma común de pensar y de abrirnos a lo
desconocido, al Padre de Jesús que envía su lluvia sobre todos, buenos y malos,
que es compasivo y misericordioso, que nos convoca y compromete a hacer de este
mundo su Reino, su familia, su casa, donde todos encuentren un lugar donde
sentirse acogidos.
No es fácil salir de lo nuestro, de nuestra
casa, de lo de siempre. No es fácil asumir el riesgo de poner los pies fuera de
la tierra firme, en la que nos sentimos seguros. Hay que confiar. En el fondo
es una vieja historia. Ya se lo pidió Dios a Abraham, cuando le dijo: “Sal de
tu tierra y vete a la tierra que yo te mostraré”. Por esa experiencia pasó el
pueblo de Israel al salir de la tierra segura de Egipto (eran esclavos pero
tenían seguros los ajos y las cebollas) y meterse en una peregrinación por el
desierto que les llevaría a la tierra prometida.
Hoy el Evangelio nos llama a confiar en Jesús, a salir de nuestra tierra
firme, dejar de lado nuestros prejuicios y abrirnos a la vida comprometidos a
formar con todos la familia de Dios, la comunidad cristiana. Hoy el
Evangelio nos invita a asumir riesgos, a vivir sin temor, a relacionarnos
con las manos abiertas en signo de amistad. Sin dudar, porque Jesús
está con nosotros.
Asumir riesgos es parte de la vida. El que
sólo busca la seguridad renuncia a lo mejor de la vida.
Como me dijo un sacerdote cuando era
seminarista y había roto un montón de platos preparando las mesas del comedor,
“sólo el que trabaja con platos los rompe”. Asumir riesgos es también asumir
que nos podemos equivocar, que podemos cometer y cometeremos errores, pero es
mucho mejor que quedarnos arrinconados en el fondo de la barca. Jesús no nos
quiere ahí sino que nos invita a salir, a caminar sobre las aguas, a poner
nuestra confianza y seguridad en él y no en nuestras ideas o fuerzas.
Asumir riesgos no es sólo una idea
bonita. Significa, por ejemplo, asumir el riesgo de comprometerse con otro/a a
formar una familia y ser testigos del amor de Dios o dedicar nuestro tiempo
libre a servir a los hermanos desde una asociación o entrar en política para
intentar mejorar nuestra sociedad u optar por la vida religiosa para ser
testigos del Evangelio de una manera diferente.
Siempre con la confianza
puesta en Jesús que nos invita a salir de la barca y a ir más allá de donde
nuestras fuerzas y nuestras prudencias nos aconsejarían.
Referencias:
1. Pequeño misal “Prions
en Eglise”.
2. HÉTU, Jean-Luc. Les
options de Jesús.
3. (traducción del p.
Jean Drome) tomado de su blog sermón du dimanche matin
4. Fernando Torres en su
blog
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