miércoles, 2 de agosto de 2023

3 de agosto del 2023: jueves de la decimoséptima semana del tiempo ordinario

 

Como a los destinatarios del Evangelio de Mateo puede que nos pase que nuestro fervor religioso y la vitalidad de nuestros compromisos con la vida nueva del Evangelio hayan perdido fuste y arrastremos una vida cristiana apagada o mediocre o anodina.

El aguijón del Evangelio se dirige con potencia a ese punto “desvitalizado” y medio muerto de nuestra confesión creyente. Y pone ante nuestros ojos esta verdad: acostumbrarse al mal lleva a la propia ruina. Así pues: despertemos. Porque siempre es posible enderezar el rumbo, siempre es posible avivar el fervor, siempre es posible intensificar la vitalidad.

 

 

(Mateo 13, 47-53) En la red del pescador, hay toda clase de peces: aquellos que alimentarán y aquellos que no alimentarán. Así, ciertos gestos apoyan la vida y la sostienen, otros no lo hacen. La alegría y verdadera felicidad consiste en revelarle al mundo el amor incondicional de Dios y su presencia que hace surgir la vida y la alimenta.

 

 

En esa red de la vida vamos recogiendo muchas experiencias diferentes. Es necesario que nos tomemos el tiempo de seleccionar lo que sirve de lo que hay que descartar.

Fray Edgardo César Quintana O.P.

 



Primera lectura

Lectura del libro del Éxodo (40,16-21.34-38):

En aquellos días, Moisés hizo todo ajustándose a lo que el Señor le había mandado. El día uno del mes primero del segundo año fue construido el santuario. Moisés construyó el santuario, colocó las basas, puso los tablones con sus trancas y plantó las columnas; montó la tienda sobre el santuario y puso la cubierta sobre la tienda; como el Señor se lo había ordenado a Moisés. Colocó el documento de la alianza en el arca, sujetó al arca los varales y la cubrió con la placa. Después la metió en el santuario y colocó la cortina de modo que tapase el arca de la alianza; como el Señor se lo había ordenado a Moisés. Entonces la nube cubrió la tienda del encuentro, y la gloria del Señor llenó el santuario. Moisés no pudo entrar en la tienda del encuentro, porque la nube se había posado sobre ella, y la gloria del Señor llenaba el santuario. Cuando la nube se alzaba del santuario, los israelitas levantaban el campamento, en todas las etapas. Pero, cuando la nube no se alzaba, los israelitas esperaban hasta que se alzase. De día la nube del Señor se posaba sobre el santuario, y de noche el fuego, en todas sus etapas, a la vista de toda la casa de Israel.

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 83,3.4.5-6a.8a.11

R/. ¡Qué deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!


Mi alma se consume
y anhela los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. R/.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío. R/.

Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza;
caminan de baluarte en baluarte. R/.

Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,47-53):

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?»
Ellos les contestaron: «Sí.»
Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»
Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.

Palabra del Señor

 

 

1

 

Imaginemos por un instante la emoción de Moisés, de Aarón, de los ancianos, de todo el pueblo, al ver ya ubicados y bien dispuestos en la morada para Dios, todos los objetos que han sido elaborados por los mejores artesanos.

Es de destacar el corazón del santuario donde está el Arca de la Alianza…Todo está listo, todos están en asamblea. Sólo una cosa falta, la presencia de Dios. Pero una vez terminada lo que será la morada de Dios, Él viene…Él está tan presente que no hay más lugar ya para alguien dentro de la tienda.

Por ahora el pueblo puede partir…Dios les asegura su presencia permanente…Dios no los dejará más…


En el Evangelio escuchamos otra parábola de Jesús que a primera vista puede tener el mismo objetivo o una enseñanza idéntica a la del buen trigo y la cizaña, pero no.

La diferencia es que la cizaña es, ha sido y será y siempre una mala planta; en cambio los peces por alguna razón pasaron a ser malos peces…en algún momento fueron buenos.

En el momento actual, en el Reino de Dios, una parte está conformada por individuos que son aparentemente buenos discípulos, pero que no tendrán un sitio, un lugar en el Reino después del juicio final, tal es entonces el misterio.

El pescado malo es rechazado, botado. El buen pescado se guarda.

¿A qué tipo de individuo corresponde el buen pescado? Es aquel a quien Dios declara justo, es aquel cuya fe en Cristo lo ha hecho justo, y esta fe perseverará hasta el final…

Por la fe, actualmente nosotros estamos dentro del Reino, pero este Reino al final de los tiempos tendrá un proceso de separación de lo bueno y de lo malo…habrá una selección y será en función de sus obras que los hombres serán declarados buenos o malos.

La parábola termina subrayando que la condición de quienes serán rechazados es absolutamente miserable.

No seamos negligentes ante esta advertencia.

Por la gracia de Dios, permanezcamos siempre fieles a Aquel que nos ha salvado por su sacrificio en la cruz.

 

2

 

Entendiendo la Voz de Dios

 

“¿Entendéis bien todo esto?»
Ellos les contestaron: «Sí.»
Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»


Mateo 13:51–52

 

A veces, las palabras de Jesús son difíciles de entender. ¿Qué tan bien entiendes lo que Él te enseña? A menudo enseña en figuras retóricas, así como con parábolas. 

El pasaje de hoy concluye una sección en la que habla de tres parábolas subsiguientes. 

La tercera de estas parábolas, la parábola de la red, está contenida al comienzo del pasaje evangélico de hoy. Pero justo antes de esa parábola están las parábolas sobre la perla de gran precio y el tesoro enterrado en un campo. Al concluir estas tres parábolas, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Entendéis bien todo esto?»

Después de que afirmaron que habían entendido, Jesús hizo un resumen de la misión que les había sido encomendada. Estos futuros obispos se convertirían en los nuevos escribas que serían instruidos en el Reino de los Cielos.

Muchos Padres de la Iglesia identifican lo “nuevo y lo viejo” como una referencia al Antiguo Testamento y al Nuevo Testamento. Por lo tanto, a los Doce se les ha confiado la misión de ser los escribas de la revelación completa contenida en lo que se convertirá en la Biblia completa tal como la tenemos hoy. 

Otros comentaristas sugieren que lo “viejo” se refiere a la vieja vida de pecado y lo “nuevo” se refiere a la nueva vida de gracia. Será misión de los Doce instruir a las personas en el mensaje evangélico pleno, para sacarlas de su antigua vida de pecado a la nueva vida de gracia.

Aunque las palabras de Jesús pueden ser difíciles de entender desde la perspectiva de un erudito bíblico, la primera de sus palabras citadas hoy es muy directa. “¿Entendéis bien todo esto?»

Mientras reflexionas sobre esa pregunta en particular, trata de escuchar a nuestro Señor haciéndote esa pregunta. 

Aunque muchos eruditos y santos de la antigüedad han ofrecido mucha claridad sobre lo que realmente significan las enseñanzas de Jesús, la pregunta que Jesús planteó a los Doce debe responderse de una manera más personal para cada uno de nosotros. 

Cuando escuchas a Jesús pregúntate si entiendes estas cosas, la respuesta que das no se basa principalmente en si has estudiado suficientemente el texto de Su enseñanza y si puedes explicarlo racionalmente como un erudito. 

En cambio, la respuesta que Él está buscando es si puedes o no responder desde la fe. Él quiere que digas: “Sí, te escucho hablarme, Señor. Sí, mi corazón está convencido por las palabras que has hablado. Sí, entiendo lo que debo hacer. Sí, Señor, yo creo”. 

La Palabra de Dios está viva y solo puede ser “entendida” apropiadamente cuando permitimos que nuestro Señor Viviente nos hable, personalmente, mientras escuchamos Su santa Palabra.

Reflexiona, hoy, sobre esta pregunta que Jesús planteó a los Doce. Mientras lo haces, escúchalo haciéndote esta pregunta. ¿Qué tan completamente entiendes lo que Dios te está diciendo, ahora mismo en este momento de tu vida? Al leer las Escrituras, ¿siente que Dios se te revela? ¿Entiendes lo que Él quiere de ti? 

Si escuchar la voz de Dios es un desafío a veces, entonces pasa más tiempo meditando en oración sobre Su santa Palabra para que Su Voz Viva resuene más claramente dentro de tu alma.

 

Mi revelador Señor, Tú me hablas día y noche, revelándome continuamente Tu amor y misericordia. Que aprenda a estar más atento a Tu voz que habla en lo más profundo de mi alma. Mientras te escucho hablar, dame el don de la comprensión para conocer tu voluntad y abrazarla con todo mi corazón. Jesús, en Ti confío.

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