viernes, 25 de agosto de 2023

23 de agosto del 2020: Domingo 21º del Tiempo Ordinario (Ciclo A)




Como a sus discípulos en otro tiempo, Jesús nos lanza hoy la pregunta: “Para ustedes, ¿quién soy yo?” La respuesta a dar no tiene nada de académico. Ella interpela todo nuestro ser.


La entrega de las llaves


Jesús confía las llaves del Reino de los cielos a Pedro y, por él, a todos sus discípulos que llegarán a ser su Iglesia y aportarán al mundo la libertad y la paz.


En este día del Señor, dejémonos iluminar por la fe de Pedro quien, bajo la inspiración del Padre, ha proclamado que Jesús es "el Cristo, el Hijo de Dios vivo". 

Piedras vivas en la Iglesia y depositarios de las llaves del Reino de los Cielos, dejemos que el amor misericordioso del Padre inunde nuestros corazones.




Primera lectura


Lectura del libro de Isaías (22,19-23):

Así dice el Señor a Sobná, mayordomo de palacio: «Te echaré de tu puesto, te destituiré de tu cargo. Aquel día, llamaré a mi siervo, a Eliacín, hijo de Elcías: le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda, le daré tus poderes; será padre para los habitantes de Jerusalén, para el pueblo de Judá. Colgaré de su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá. Lo hincaré como un clavo en sitio firme, dará un trono glorioso a la casa paterna.»

Palabra de Dios



Salmo


Sal 137,1-2a.2bc-3.6.8bc

R/. 
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos


Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a tu nombre. R/.

Por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama;
cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R/.

El Señor es sublime,
se fija en el humilde
y de lejos conoce al soberbio.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R/.





Segunda lectura


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (11,33-36):

¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos! ¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién fue su consejero? ¿Quién le ha dado primero, para que él le devuelva? Él es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria por los siglos. Amén.

Palabra de Dios





Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,13-20):

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.»
Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.


Palabra del Señor

                        




A guisa de introducción:

Este Jesús mal conocido



El nombre de Jesús está inmensamente extendido.

Pero esta fama y conocimiento corren el riesgo de quedar superficiales, si ellos no se apoyan en una búsqueda interior profunda.

En la vida corriente, no es tan fácil conocer a los otros. Nosotros nos hacemos ideas sobre ellos. Repetimos lo que dicen los otros, los juicios sumarios, a veces los malos rumores o las calumnias. Sobre todo, ahora, que no faltan las indiscreciones con las redes sociales en internet.

Uno olvida fácilmente que cada persona es un misterio a descubrir y a respetar. ¡Uno manipula los objetos preciosos con delicadeza, pero a la gente la tratamos con tanta negligencia!

Para Jesús, es todavía más difícil. Él era un profeta, con toda seguridad. Él era un hombre extraordinariamente bueno. Él se ha preocupado inmensamente por los pobres y los pequeños. Él hablaba con autoridad. Él ha afrontado a los fariseos y a otros que hacían pesada la práctica religiosa en la época. ¡Pero Él es mucho más que todo esto! Y Él nos interroga a nosotros, como lo ha hecho con sus apóstoles: “Para ustedes, ¿quién soy yo?”

Pedro comprende que Dios está enteramente presente en Jesús. «¡Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo!” Y Jesús le declara entonces: “Feliz, bienaventurado, eres tú Simón”. Y nosotros, ¿qué respondemos ante esta pregunta?




Aproximación psicológica al texto del Evangelio:



De la selva densa a la roca solida




En el espacio de 3 versículos se nos exponen 3 expresiones de gran complejidad a saber: EL HIJO DEL HOMBRE, CRISTO y EL HIJO DE DIOS. Estas expresiones llamadas títulos mesiánicos, corresponden a maneras bien precisas con las cuales los primeros cristianos comprendieron y expresaron su fe en Jesús.


Los exegetas continúan discutiendo entre ellos, la cuestión de saber si Jesús se aplicó esto títulos a sí mismo, y la respuesta aun no es bien clara.


Una cosa cierta es que estos títulos estaban estrechamente ligados al contexto religioso judío, y desaparecieron cuando la fe fue trasladada al mundo grecorromano. Así, nosotros los conocemos hoy más bajo la forma de nombres propios: El Mesías, Jesucristo.


En verdad, no hay nada que lamentar en esta evolución, ya que estos títulos logran bastante mal expresar la identidad de Jesús, a dar una buena concepción o toma de significado sobre su misterio.


Jesús se opone en alguna parte a “dar signos” de su autoridad (Mt 12,38-39), dejando a sus oyentes la tarea de evaluar por ellos mismos el conjunto de su acción (su práctica).  Se podría hablar de igual manera de su rechazo a dar definiciones teológicas de su identidad, rechazo que llevaría a sus contemporáneos a descubrir por ellos mismos quien era Él.


Esto de ninguna manera, significa que todo nos resbale entre los dedos, y que Jesús quede para siempre como una figura fugitiva e inalcanzable. Pero la crítica textual y el análisis teológico de los títulos mesiánicos es representada como una selva densa en la cual se perderían de modo seguro los más pequeños (Mt 11,25). Ahora, Jesús declara que justamente son estos últimos quienes tienen acceso a su misterio.


Es menester entonces decir que tenemos acceso directo a lo que importa saber sobre Jesús, y esto tiene dentro algunas convicciones de fondo, que toda persona sincera puede  tener después de una lectura atenta del evangelio.


Ante todo, Jesús se muestra convencido de que Dios se ha acercado a todo ser humano, y que Él está presente como un Padre en su vida de cada día.


Enseguida, Él está plenamente convencido de tener una causa común con Dios, y deja entender que la actitud que se asuma de cara él (Jesús) es la misma actitud que se asume ante Dios mismo. 

Finalmente, él está convencido, que los pobres y los oprimidos son los primeros en recibir la ternura de Dios, que la fiesta que viene será ante todo su fiesta, y que es con ellos que es necesario construir nuestras primeras solidaridades.


He aquí algunas de las convicciones de Jesús. Es reflexionando sobre ellas y acerca de la manera como Jesús vivió toda su vida en conformidad con ellas, que nosotros podremos comprometernos en una búsqueda espiritual auténtica.



Reflexión Central:



Suscitados por Dios



Los tres textos bíblicos que se nos proponen en este domingo 21o del domingo ordinario, nos presentan hombres que han sido llamados por Dios para una misión precisa. 

En la primera lectura, es Eliacin que es llamado. Él recibe la investidura para reemplazar un servidor de la realeza que se ha tornado muy ambicioso. No sabemos nada de Eliacin, su nombre significa "Dios lo ha suscitado". En adelante el hace parte del grupo de aquellos que Dios ha elegido para conducir a su pueblo y protegerlo.

En la segunda lectura, vemos que el apóstol Pablo también ha sido suscitado por Dios. En un comienzo, él era un fariseo que perseguía a los cristianos: actuando así, él creía salvar el honor de Dios. Pero un día, él encuentra a Jesús en el camino de Damasco. Este encuentro fue para él, el punto de partida hacia un verdadero cambio. El perseguidor encarnizado fue llamado a convertirse en un gran testigo de la fe en el mundo pagano. En el texto de hoy, le vemos proclamando con entusiasmo las maravillas de Dios a lo largo de todos los siglos. Todos los hombres, judíos y paganos son llamados "hijos de Dios". Si Dios ha suscitado el pueblo de Israel, es para compartir con la humanidad entera esta alegría de ser amada por Dios.


En el Evangelio, es Pedro quien ha sido suscitado por Cristo. El es llamado a convertirse en esta piedra sobre la cual Jesús edificará su Iglesia. Esta promesa es hecha después de la pregunta que Él acaba de hacer a sus discípulos: «Y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?» y es Pedro precisamente quien hace esta bella profesión de fe: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios…» Él reconoce en Jesús al Hijo de Dios vivo. Y es así como Pedro es elegido para ser el fundamento o base de esta Iglesia que Él edificará, construirá a lo largo de los siglos (20 exactamente). Esta Iglesia desafiará las fuerzas de la muerte; se buscará destruirla por todos los medios. Pero el "poder de la muerte" no  la derrotará.


Vemos entonces tres hombres (Eliacin, Pablo y Pedro) que han respondido al llamado del Señor en pro de la salvación del mundo. 

En esta semana vocacional  que estamos comenzando, también tendremos  la oportunidad de saber de  Rosa de Lima (23 o 30 agosto), del apóstol Bartolomé (24), de José de Calasanz (25), de Luis IX, rey de Francia (25), de Teresa de Jesús Bornet (26), de San Juan Bautista en su martirio (29), modelo e inspiración para todos ellos…


El mismo Señor hoy continúa llamando a hombres, mujeres y niños. Somos convocados a participar activamente en esta misión.

La Buena Noticia debe ser anunciada a todos. hombres, mujeres y niños.

Debemos volver a encontrar este entusiasmo misionero que tenía Pablo.

Nosotros, cristianos de hoy, como testigos y mensajeros de esta Buena Noticia, somos enviados a nuestras familias, a nuestros pueblos, barrios y veredas, a todo el mundo. El Señor cuenta con nosotros para que demos lo mejor de nosotros en esta misión.


"Te daré las llaves del reino de los cielos…" Este poder consiste en abrir el Reino a todos los hombres. Este Reino ha sido confiado a la Iglesia por mediación de Pedro y sus sucesores. Esta misión nos une en un mundo donde muchas puertas son cerradas. Ciertos medios de comunicación aquí y allá, nos han infligido una campaña de denigración, que deshonra a muchas personas. Pensemos en todos aquellos que son hundidos en su pasado y su mala reputación. El mundo desconfía de ellos; no se les da ninguna oportunidad. Todas esas críticas malvadas, esos comentarios negativos, esas calumnias no hacen más que encerrar las personas en la exclusión.


El Papa Francisco no cesa de reaccionar contra tales comportamientos. Si nosotros somos llamados y enviados, no es para hacer sentir más mal a los pecadores o culpables, torturarles, sino para testimoniar cercanos a ellos el amor que Dios les tiene. Con Jesús y con nosotros todos, la Buena Noticia debe ser anunciada a los pequeños, a los pobres y a los excluidos.


Somos enviados para decirles que ellos son preciosos ante los ojos de Dios. Es necesario que esto se vea en nuestra manera de acogerlos y de escucharlos.


Es para responder mejor a este llamado del Señor que nos reunimos el domingo para celebrar la Eucaristía. Es aquí donde nos alimentamos de la Palabra y del Cuerpo de Cristo. Y después al final de la misa, somos enviados hacia todos aquellos que el Señor pondrá en nuestro camino.

Pidámosle al Señor Jesús, por la intercesión de la Virgen María, Estrella de la Evangelización, que Él nos ayude a ser verdaderos testigos de su amor en todos nuestros ambientes…Amén!





Oración-meditación



Señor, Tú nos has alimentado
de tu Palabra y tu Pan de vida,

Tú el Hijo de Dios vivo.


Gracias por congregarnos en la Iglesia

para encontrarte y compartir con otros

tu amor y tu libertad.


Tú que les has dado a Pedro,

las llaves de tu Reino y,

por medio de él

a nosotros todos los que te seguimos,

ayúdanos a construir tu Iglesia

en la paz y la fidelidad a tu nombre


¡Amén!





Referencias:

prionseneglise.ca

HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.

dimancheprochain.org

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