martes, 9 de diciembre de 2025

10 de diciembre del 2025: miércoles de la segunda semana de Adviento- Bienaventurada Virgen María de Loreto, memoria libre

 

Santo del día:

Bienaventurada Virgen María de Loreto

La tradición de Loreto nos conduce a la Santa Casa de Nazaret, lugar humilde donde María acogió la Palabra y donde el Verbo quiso habitar entre nosotros. Esa casa, signo del hogar cristiano, recuerda que Dios se hace cercano en lo cotidiano y transforma lo simple en santuario.

María de Loreto acompaña a quienes buscan un refugio interior: viajeros, familias, enfermos y quienes atraviesan momentos de incertidumbre. Bajo su protección aprendemos que la verdadera fuerza nace de la confianza; y que, como en Nazaret, el Señor sigue entrando en nuestras vidas para hacerlas espacio de gracia y de paz.

 

El descanso que renueva

(Is 40,25-31 / Sal 103(102),1-2.3-4.8+10 (R. Is 40,29) /Mt 11,28-30) Las lecturas de hoy nos presentan a un Dios que no permanece distante frente al cansancio humano. Isaías proclama que el Señor renueva las fuerzas del que ya no puede más, y el salmista responde con confianza: “Él rescata tu vida del abismo y te colma de gracia y ternura”.

En el Evangelio, Jesús hace visible esa promesa:
“Vengan a mí los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré.”
Él no ofrece teorías, sino compañía. Se une al sufrimiento de quienes la vida ha golpeado, se vuelve pilar firme para el que vive ansiedad, heridas o cruces cotidianas.

Hoy, en medio de nuestras luchas, podemos repetir con fe:
“Señor, renueva mis fuerzas y mi esperanza; sé Tú mi descanso y mi sostén.”

G.Q


No estamos solos

Mateo 11, 28-30

¿Es posible una vida sin cargas? Quizá lo soñamos. Sin embargo, el Señor mismo no nos alimentó de ilusiones: «Carguen con mi yugo y aprendan de mí».
Tomar el yugo de Cristo es aceptar llevar nuestras propias cruces en unión con la suya; es descubrir su presencia reconfortante y amorosa en el corazón de nuestras grandes y pequeñas preocupaciones.

Bertrand Lesoing, sacerdote de la Comunidad San Martín

 


Primera lectura

Is 40,25-31

El Señor todopoderoso fortalece a quien está cansado.

Lectura del libro de Isaías

«¿CON quién podrán compararme,
quién es semejante a mí?», dice el Santo.
Alcen los ojos a lo alto y miren:
¿quién creó todo esto?
Es él, que despliega su ejército al completo
y a cada uno convoca por su nombre.
Ante su grandioso poder, y su robusta fuerza,
ninguno falta a su llamada.
¿Por qué andas diciendo, Jacob,
y por qué murmuras, Israel:
«Al Señor no le importa mi destino,
mi Dios pasa por alto mis derechos»?
¿Acaso no lo sabes, es que no lo has oído?
El Señor es un Dios eterno
que ha creado los confines de la tierra.
No se cansa, no se fatiga,
es insondable su inteligencia.
Fortalece a quien está cansado,
acrecienta el vigor del exhausto.
Se cansan los muchachos, se fatigan,
los jóvenes tropiezan y vacilan;
pero los que esperan en el Señor
renuevan sus fuerzas,
echan alas como las águilas,
corren y no se fatigan,
caminan y no se cansan.

Palabra de Dios

 

Salmo

Sal 103(102),1-2.3-4.8 y 10 (R. Is 40,29) 

R. Bendice, alma mía, al Señor.

V. Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.
 R.

V. Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura. 
R.

V. El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
No nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. 
R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Miren que llega el Señor, para salvar a su pueblo; bienaventurados los que están preparados para salir a su encuentro. R.

 

Evangelio

Mt 11,28-30

Vengan a mi todos los que están cansados

Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, Jesús tomó la palabra y dijo:
«Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré.
Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor.

 

1

 

1. Introducción: Adviento, tiempo de levantar el ánimo cansado

En este miércoles de la segunda semana de Adviento, la Palabra nos regala un bálsamo para el corazón cansado. Dios conoce nuestras fatigas: las visibles y también esas que nadie ve. En el marco del Año Jubilar, cuando la Iglesia peregrina como comunidad de esperanza, somos invitados a redescubrir la fuerza que viene únicamente del Señor.
Hoy, además, celebramos la memoria de la Virgen de Loreto, la Virgen de la Casa, aquella que acompaña nuestra vida cotidiana y que hizo de su hogar un santuario donde Dios quiso habitar. Ella nos enseña a dejar que Cristo entre en nuestras realidades más simples y más frágiles, especialmente en los momentos de enfermedad.


2. Primera lectura: Dios fortalece a quien no puede más

El profeta Isaías, en un contexto de exilio y abatimiento, proclama hoy una verdad que sigue siendo actual:

“Él da fuerza al cansado y acrecienta el vigor del que está exhausto.”
Israel se sentía olvidado, agotado por la larga noche de la prueba. Pero Dios responde no con reproches, sino con ternura:
“Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas… echan alas como de águila… no se fatigan.”

Hay una psicología espiritual hermosa en este texto:

·        El cansancio no es pecado.

·        La vulnerabilidad no es derrota.

·        La debilidad puede ser lugar de encuentro con Dios.

Hoy, cuando nuestra oración se dirige especialmente por los enfermos —por quienes sufren en el cuerpo, en la mente o en el espíritu—, esta promesa se vuelve más luminosa:
Dios se vuelve cercanía para quien ya no puede sostenerse por sí mismo.

Adviento es precisamente ese anuncio: Dios viene, y cuando Él viene, lo primero que hace es levantar al abatido.


3. Salmo 102: Recordar es sanar

El Salmo nos invita a “bendecir al Señor” no desde la euforia, sino desde la memoria agradecida:

“Él perdona… Él sana… Él rescata… Él colma de gracia y ternura.”

La memoria es medicina. Cuando recordamos cómo Dios ha intervenido en otras etapas dolorosas de nuestra vida, el corazón vuelve a respirar esperanza.
El salmo es una oración perfecta para quienes atraviesan la enfermedad: es un acto de confianza que no niega la fragilidad, pero proclama que Dios siempre actúa para salvar.


4. Evangelio: “Vengan a mí…” — Jesús no ofrece cargas nuevas, sino descanso

Pocas palabras del Evangelio contienen tanta consolación como estas:

“Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo los aliviaré.”

Jesús no pregunta por qué estamos cansados; solo nos pide venir.
No exige explicaciones; basta con traer el corazón tal como está.
Aquí la medicina no es una idea ni una técnica espiritual: es Él mismo.

El “yugo” de Jesús no aplasta; acompaña.
Su carga es ligera porque es compartida: Él lleva la mayor parte, y a nosotros nos sostiene.
En el Año Jubilar —año de gracia, de alivio, de retorno al corazón del Padre— este Evangelio resuena como una invitación abierta a todos, especialmente a quienes viven alguna enfermedad o dolor crónico:

No estás solo.
No tienes que ser fuerte todo el tiempo.
Cristo mismo quiere caminar contigo, llevar tu peso, sostener tu alma.


5. Memoria de la Virgen de Loreto: La Casa donde Dios descansa

La tradición de Loreto nos recuerda la Santa Casa de Nazaret, el hogar donde María recibió al Verbo y donde la vida diaria se volvió lugar de salvación.
Por eso, en esta memoria libre, contemplamos a María como:

·        La Madre del consuelo, que acompaña a los enfermos en la noche oscura.

·        La Mujer de la escucha, que oye los suspiros y las oraciones balbuceadas desde una cama de hospital.

·        La Casa que cobija, la que hace espacio en su corazón para cada enfermo, cada familia que cuida, cada persona agotada por el dolor.

Ella nos enseña que la fe no es evasión, sino lugar donde el sufrimiento encuentra sentido.


6. Aplicación pastoral y jubilar: Sanar es también levantar, acompañar, abrazar

En este tiempo de gracia jubilar, el Señor nos llama a ser instrumentos de alivio para quienes están agobiados.
¿Qué significa esto?

·        Escuchar más y juzgar menos.

·        Acompañar a los enfermos sin miedo a su fragilidad.

·        Ofrecer esperanza donde otros solo ven desgaste.

·        Ser comunidades que sostienen, no que exigen.

La Iglesia debe ser casa de Loreto: una casa donde el cansado se siente acogido, y el enfermo se sabe amado.


7. Conclusión orante

Señor Jesús,
Tú que conoces nuestras fatigas,
que viste el cansancio de tus discípulos,
que lloraste, que te angustiaron los tuyos,
míranos hoy con compasión.

Te presentamos a todos los enfermos de nuestra comunidad,
los que están en hospitales, en sus casas,
los que viven dolores silenciosos,
los que batallan contra la tristeza o el desgaste interior.

Dales tu descanso,
cárgalos con tu yugo amable,
renueva sus fuerzas como alas de águila,
y que, acompañados por la Virgen de Loreto,
puedan descubrir que Tú nunca los abandonas.

En este Año Jubilar, haznos peregrinos de esperanza
y mensajeros de tu consuelo.

Amén.

 

 

2

 

1. Introducción: Jesús nos mira por dentro

En medio del ritmo acelerado de la vida, donde muchas veces mostramos hacia afuera una imagen de estabilidad o alegría, la Palabra de hoy nos invita a mirar más profundo. En redes, en nuestras conversaciones, incluso en ambientes familiares, solemos guardar silencio sobre lo que pesa el alma. Sin embargo, Jesús no se deja impresionar por apariencias: Él mira el corazón y pronuncia una de las frases más tiernas que el Evangelio ha dejado para todos los tiempos:
“Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo los aliviaré.”

Adviento es un tiempo para escuchar esta invitación con el corazón abierto. No se trata solo de un consuelo emocional, sino de un camino espiritual de liberación.


2. Primera lectura: Dios renueva desde adentro (Is 40,25-31)

Isaías habla a un pueblo abatido, cansado, frustrado. Y es entonces cuando revela la gran verdad: Dios no abandona a nadie, ni siquiera cuando todo parece oscuro.

“Él da fuerza al cansado… renueva el vigor del que está exhausto… los que esperan en el Señor alzan el vuelo como las águilas.”

Este texto es profundamente pastoral y psicológico:

·        No niega el cansancio.

·        No minimiza el sufrimiento.

·        Pero afirma que nuestras fuerzas más auténticas nacen cuando dejamos que Dios entre en nuestra fragilidad.

En este Año Jubilar, cuando la Iglesia nos invita a volver a la fuente, Isaías nos recuerda que la verdadera renovación no es solo exterior: es una obra interior del Espíritu en quienes se entregan al Señor.


3. Salmo 102: La memoria que sana

El salmo nos enseña a bendecir al Señor desde la verdad de nuestra historia:

·        Él perdona.

·        Él sana.

·        Él rescata.

·        Él colma de gracia y ternura.

Aquí se revela un camino espiritual: la memoria agradecida desarma la desesperanza. Recordar lo que Dios ha hecho abre paso a la confianza para lo que aún no comprendemos.


4. Evangelio: El yugo que libera (Mt 11,28-30)

Las palabras de Jesús no son para quienes “se sienten bien”, sino para quienes cargan con pesos visibles e invisibles.
Pero el comentario que tomamos de referencia señala una verdad decisiva:
el peso más grande que carga el ser humano es el peso del pecado.

A veces pensamos que lo que nos fatiga son circunstancias externas: trabajos exigentes, crisis familiares, enfermedades, preocupaciones materiales. Y sí, todo eso duele.
Pero Jesús apunta más hondo:
Cuando el corazón está herido por el pecado—por falta de amor, por egoísmos, por soberbia, por heridas no sanadas—todo se vuelve más pesado.

Por eso su invitación es doble:

a) “Vengan a mí… y yo los aliviaré.”

Nos alivia porque perdona, porque rompe cadenas, porque devuelve inocencia interior.

b) “Tomen mi yugo… y aprendan de mí.”

El yugo de Jesús es el amor sacrificial:

·        El amor que no controla, sino que entrega.

·        El amor que no exige, sino que se dona.

·        El amor que no pesa, porque se comparte.

Quien aprende a amar así descubre un secreto espiritual:
amar es más liviano que cargar el propio yo.


5. Memoria de la Virgen de Loreto: La Casa que recibe a Dios

La memoria de hoy nos conduce a la Santa Casa de Nazaret, que la tradición asocia con Loreto. Allí, en el silencio de lo cotidiano, María acogió la Palabra y permitió que la vida de Dios entrara en su historia.

La Virgen de Loreto nos recuerda que Dios busca un hogar sencillo donde descansar:

·        Un corazón humilde que no pretende tenerlo todo resuelto.

·        Una vida abierta a la gracia.

·        Una casa interior capaz de albergar a Cristo incluso en medio del cansancio.

Ella nos acompaña especialmente cuando el pecado nos pesa o cuando el alma se siente agobiada. Como Madre, nos conduce suavemente hacia su Hijo, el único que puede dar descanso.


6. Aplicación pastoral y jubilar

En este camino de Adviento, y dentro del Año Jubilar:

·        Dejemos que Cristo ilumine nuestras cargas más íntimas.

·        Reconozcamos con sinceridad aquello que pesa: pecados, heridas, rencores, adicciones, miedos.

·        Permitamos que su perdón nos haga libres.

·        Aprendamos a cargar el yugo del amor, que nunca aplasta, porque se lleva entre dos.

·        Seamos también nosotros descanso para otros, especialmente para los cansados de la vida.

El Jubileo es un tiempo de puertas abiertas: puertas a la misericordia, al perdón, a la reconciliación interior.


7. Conclusión orante

Señor Jesús,
Tú que conoces la raíz de nuestras cargas,
entra hoy en lo más profundo de nuestro corazón.
Haznos conscientes de aquello que nos pesa
y libéranos del peso del pecado.

Enséñanos a llevar tu yugo de amor,
a vivir con mansedumbre,
a encontrar descanso en tu corazón humilde.

Que la Virgen de Loreto nos abra el hogar interior
donde Tú deseas habitar.
En este Año Jubilar,
haznos peregrinos de libertad,
y que, al aprender a amar con tu amor,
encontremos la alegría que no se apaga.

Amén.

 

¨************

 

10 de diciembre:

Nuestra Señora de Loreto — Memoria libre

Patrona de los aviadores y de los constructores

 


Cita:


“Me sentí verdaderamente feliz cuando iba camino a Loreto. Nuestra Señora había escogido un lugar ideal para poner su Santa Casa. Todo es pobre, sencillo y primitivo; las mujeres aún llevan el gracioso vestido del país y no han adoptado, como en las grandes ciudades, la moda parisina moderna. Encontré encantadora a Loreto. ¿Y qué decir de la Santa Casa? Quedé abrumada de emoción cuando comprendí que estaba bajo el mismo techo que había cobijado a la Sagrada Familia. Contemplé las mismas paredes que Nuestro Señor había mirado. Pisé el suelo que un día se empapó con el sudor del trabajo de San José, y vi la pequeña habitación de la Anunciación, donde la Santísima Virgen María sostuvo a Jesús en sus brazos después de haberlo llevado allí en su seno virginal. Incluso puse mi Rosario en el pequeño cuenco que había usado el Niño Dios. ¡Qué dulces recuerdos!”


~Autobiografía de Santa Teresa del Niño Jesús


Reflexión:

La memoria de hoy celebra una de las reliquias más veneradas del mundo cristiano: la Santa Casa de Loreto. Esta pequeña casa, que mide aproximadamente 9,5 × 4 metros, se conserva hoy en Loreto, Italia, dentro de la Basílica de la Santa Casa. En el siglo I, los Apóstoles veneraban esta Casa Santa cuando aún estaba unida a la abertura de una cueva que completaba la vivienda de Jesús, María y José en Nazaret. También se cree que allí tuvo lugar la Anunciación, siendo el lugar donde el Verbo se hizo carne en el seno de la Santísima Virgen María. Algunas tradiciones afirman también que la Virgen María nació y creció en esta casa, mientras que otras señalan que nació en Jerusalén y se crió en el Templo.

En su interior se encuentra el “Altar de los Apóstoles”, que la tradición atribuye a una construcción hecha por los Apóstoles tras la Ascensión del Señor al Cielo, siendo san Pedro el primero en celebrar allí la Eucaristía. También está la estatua de madera de la Santísima Virgen María con el Niño Jesús. La imagen actual de Nuestra Señora de Loreto es una réplica de una estatua más antigua que fue destruida en un incendio a principios del siglo XX.

La Santa Casa posee una historia larga y legendaria, cuya verdad completa solo se conocerá en el Cielo. En el siglo IV, según una tradición, el emperador Constantino el Grande, con la ayuda de su madre santa Helena, mandó construir una basílica sobre la Santa Casa de Nazaret al mismo tiempo que se edificaban la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén y la Basílica de la Natividad en Belén. Al menos hacia finales del siglo V, ya había peregrinaciones a la Santa Casa en Nazaret.

En el siglo VII, los musulmanes invadieron Tierra Santa y destruyeron la iglesia que cubría la Santa Casa. Sus ruinas permanecieron hasta que los cruzados retomaron la región en el siglo XI y construyeron un nuevo templo sobre ella. Los musulmanes recuperaron Nazaret a finales del siglo XII, pero permitieron que los franciscanos custodiaran la Santa Casa. En 1260, sin embargo, los invasores destruyeron nuevamente la basílica. Los combates continuaron hasta que los cruzados fueron expulsados definitivamente en 1291.

Justo antes de que los cruzados abandonaran el puerto de San Juan de Acre, la leyenda sostiene que el 12 de mayo de 1291, los ángeles trasladaron la Santa Casa desde Nazaret a la pequeña localidad de Tersatto —hoy Trsat, Croacia—, donde permaneció tres años y medio. Los habitantes quedaron sorprendidos con su llegada. Al entrar, encontraron un altar con una estatua de cedro de la Virgen María sosteniendo al Niño Jesús. Algunos días después, la Santísima Virgen se apareció a un sacerdote en la Santa Casa y le reveló su origen sagrado. Luego lo sanó de una enfermedad que padecía como prueba de la veracidad de sus palabras. La Santa Casa se convirtió rápidamente en un lugar de peregrinación y un objeto de profunda devoción.

La leyenda continúa afirmando que el 10 de diciembre de 1294, la casa fue nuevamente levantada por ángeles y trasladada a Italia. Los habitantes de Tersatto, desconsolados, construyeron una réplica e inscribieron las palabras: “La Santa Casa de la Virgen María vino de Nazaret el 10 de mayo de 1291 y permaneció aquí hasta el 10 de diciembre de 1294”. Hoy, el lugar está marcado por el Santuario de Nuestra Señora de Trsat y un monasterio franciscano, uno de los centros de peregrinación más importantes de Croacia.

Al llegar la Santa Casa a Italia, la tradición dice que aterrizó en una colina con vista al puerto de Ancona, donde permaneció nueve meses. Hoy, ese lugar tiene un santuario y la localidad se llama Posatora, del latín posat et ora, que significa “posarse y orar”. La leyenda continúa relatando que en 1295 la Santa Casa se movió unos 30 kilómetros al sur, a un bosque de laureles cerca de Recanati. Ocho meses después, fue trasladada a una granja propiedad de dos hermanos de la familia Antici, y cuatro meses más tarde se movió por última vez al centro de un camino público, donde permanece hasta hoy, en la actual Loreto, Italia. El nombre “Loreto” podría derivar de lauretum, “lugar de laureles”.

Tras su llegada definitiva, los habitantes no sabían de dónde provenía la casa hasta que la Santísima Virgen se apareció a un ermitaño y le contó su historia y significado. El ermitaño lo comunicó a los pobladores, quienes verificaron el relato viajando a Tersatto y luego a Nazaret. Hoy, la Santa Casa está enmarcada por un revestimiento de mármol dentro de la gran Basílica de Loreto.

En 1900, un miembro de la casa pontificia afirmó haber descubierto documentos en los archivos vaticanos que ofrecían otra explicación sobre el traslado de la Santa Casa. Según esos escritos, en 1291, justo antes de la retirada de los cruzados, una noble familia bizantina llamada los Angeli financió la remoción y transporte de la reliquia, probablemente por barco, primero hacia Croacia y luego a Italia. El nombre “Angeli”, que significa “ángeles”, podría explicar el origen de la tradición del traslado angélico. Esta teoría es plausible. Sin embargo, es interesante notar que la mística del siglo XVIII, la beata Ana Catalina Emmerick, declaraba: “He visto muchas veces en visión el traslado de la Santa Casa a Loreto. Durante mucho tiempo no pude creerlo, pero seguía viéndolo. Vi la Santa Casa llevada sobre el mar por siete ángeles. No tenía cimientos, pero debajo de ella había una superficie luminosa…”

Antes de descartar el traslado milagroso de la Casa, conviene considerar algunas evidencias científicas:

1.    El mortero y las piedras de las paredes provienen de la región de Nazaret y no se encuentran en Italia.

2.    No hay grietas en los muros, señal de que nunca fueron desmontados para ser reconstruidos.

3.    El tamaño de la casa coincide perfectamente con los cimientos de Nazaret, y hubiera sido muy difícil reconstruirla con las medidas exactas.

4.    En el siglo XIII, trasladar una casa entera sin desmontarla habría sido casi imposible.

5.    La casa aterrizó sobre un camino público, y aún hoy se ve la calzada bajo la construcción; en aquella época no era permitido edificar sobre un camino, por lo que no tendría sentido reconstruirla allí.

6.    La fuerte tradición de devoción tanto en Croacia como en los lugares de Italia donde la casa “llegó” apoya la veracidad del traslado milagroso.

Por todo esto, algunos sostienen que la hipótesis angélica podría ser incluso más probable que un traslado físico dirigido por la familia Angeli.

Sea como fuere, la Santa Casa permanece hasta hoy como un lugar de profunda devoción. Más de 150 santos canonizados han peregrinado allí a lo largo de los siglos. Muchos papas, reyes, reinas y personas ilustres han visitado la Casa, y innumerables fieles han sido inspirados por su historia.

Al celebrar hoy esta Santa Casa y venerar la imagen de Nuestra Señora de Loreto, contemplemos a Jesús, María y José viviendo allí. Esa casa debe entenderse como imagen de nuestra alma, en la que el Niño Jesús desea habitar. Cuando Cristo vive dentro de nosotros, nuestros hogares reflejan mejor el ambiente del Hogar de la Sagrada Familia. La caridad y todas las demás virtudes que se vivieron dentro de esas paredes deben impregnar también nuestra vida, nuestras familias y el mundo entero. Solo mediante las oraciones de la Santísima Virgen María y la gracia de su divino Hijo esto será posible.

 

Oración:

Nuestra Señora de Loreto, tu casa fue un lugar sagrado. En ella, el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. En esa casa criaste a tu divino Hijo y lo viste crecer en gracia y virtud. El amor que compartiste con Él en ese hogar fue puro y perfecto en todo sentido.

Ruega por mí, para que mi casa refleje más plenamente la gracia y la virtud que abundaron en la tuya, y para que mi hogar se asemeje cada vez más a tu Santa Casa.

Nuestra Señora de Loreto, ruega por mí.
Jesús, en ti confío.

 

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