Esperanza que no decepciona
(Is 4,2-6 / Sal
122(121),1-2.3-4a.6-7. 8-9 (R. cf. 1) /Mt 8,5-11) En
este día de Adviento, la Palabra nos abre a una esperanza que no decepciona.
El profeta Isaías anuncia un tiempo nuevo: el Señor hará brotar un renuevo de
vida que purificará a su pueblo y lo protegerá bajo la claridad de su
presencia. El salmo nos invita a caminar con alegría hacia la casa de Dios,
buscando la paz que Él mismo ofrece a los que confían en su nombre. En el
Evangelio, la fe humilde del centurión sorprende a Jesús y se convierte en
signo de que el Reino se abre para todos los que creen, aun viniendo de lejos.
Que este anuncio despierte en
nosotros una fe viva, capaz de reconocer al Señor que viene a restaurar, sanar
y salvar.
G.Q
Primera lectura
Será
ornamento para los redimidos
Lectura del libro de Isaías.
AQUEL día, el vástago del Señor será el esplendor y la gloria,
y el fruto del país será orgullo y ornamento para los redimidos de Israel.
A los que queden en Sion y al resto en Jerusalén
los llamarán santos: todos los que en Jerusalén están inscritos
para la vida.
Cuando el Señor haya lavado la impureza de las hijas de Sion
y purificado la sangre derramada en Jerusalén,
con viento justiciero, con un soplo ardiente,
creará el Señor sobre toda la extensión del monte Sion y
sobre su asamblea
una nube de día, un humo y un resplandor de fuego llameante
de noche.
Y por encima, la gloria será un baldaquino
y una tienda, sombra en la canícula,
refugio y abrigo de la tempestad y de la lluvia.
Palabra de Dios.
Salmo
R. Vamos
alegres a la casa del Señor.
V. ¡Qué
alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. R.
V. Jerusalén
está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor. R.
V. Según la
costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R.
V. Deseen la
paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios». R.
V. Por mis
hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo».
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien. R.
Aclamación
V. Ven a
librarnos, Señor, Dios nuestro; que brille tu rostro y nos salve. R.
Evangelio
Vendrán
muchos de oriente y occidente al reino de los cielos
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
EN aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó
rogándole:
«Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho».
Le contestó:
«Voy yo a curarlo».
Pero el centurión le replicó:
«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de
palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y
tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: “Ve”, y va; al otro: “Ven”, y
viene; a mi criado: “Haz esto”, y lo hace».
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían:
«En verdad les digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Les digo
que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y
Jacob en el reino de los cielos».
Palabra del Señor.
Hermanos
y hermanas, al iniciar esta primera semana del Adviento, la Palabra de Dios nos
ofrece un mensaje que combina esperanza, purificación y una profunda invitación
a renovar la fe. El Adviento inaugura un nuevo año litúrgico; es la hora de
volver a empezar, de afinar la mirada interior, de abrir de nuevo las puertas
del corazón al Dios que viene. El Año Jubilar, además, nos impulsa a vivir este
tiempo como verdaderos peregrinos de la esperanza, confiados en que el
Señor no deja inconclusa ninguna obra buena.
Hoy la
liturgia nos deja tres imágenes luminosas:
1.
El renuevo que brota y purifica a Jerusalén (Isaías).
2.
La alegría de caminar hacia la Casa del Señor (Salmo 122).
3.
La fe sorprendente del centurión pagano, que conmueve a Jesús
(Evangelio).
Vamos por
partes.
1. Isaías: Dios prepara un refugio para su pueblo
Dice el
profeta Isaías: “Aquel día, el vástago del Señor será joya y gloria… Él
extenderá sobre todos una nube durante el día y un resplandor de fuego durante
la noche.”
Isaías
anuncia un tiempo en que Dios renueva la tierra desde dentro, cuando todo
parece estéril o herido. Habla de un “renuevo”, una planta pequeña, frágil, que
brota de un tronco aparentemente muerto. Ese renuevo —que la Iglesia contempla
como figura del Mesías— es la señal de que Dios no abandona jamás a quienes
confían en Él. Aun cuando nuestras vidas, nuestras comunidades o nuestras historias
personales parezcan marcadas por el desgaste, el Señor hace brotar algo nuevo.
Hoy,
cuando oramos especialmente por nuestros hermanos difuntos, la profecía de
Isaías nos asegura que el Señor es refugio también en la muerte. La nube
protectora y el fuego luminoso se convierten en consuelo para quienes lloran y
en esperanza para quienes han partido. El Señor no abandona a su pueblo en la
noche de la muerte: Él mismo sale a su encuentro.
2. “Qué alegría cuando me dijeron”: caminar hacia
la paz
En este
Año Jubilar, el salmo nos recuerda que todo cristiano es peregrino: caminamos
hacia la plenitud, hacia el encuentro definitivo con el Señor. Y esa caminata
siempre la hacemos con otros: con los hermanos de la comunidad, con quienes
comparten la vida cotidiana, con los que han fallecido y nos han precedido en
la Casa del Padre.
Por eso,
cuando rezamos hoy por los difuntos, lo hacemos pidiendo para ellos “la paz de
Jerusalén”: la paz definitiva, la plenitud del Reino, el gozo de habitar para
siempre en la Casa del Señor.
3. El centurión: una fe que sorprende a Jesús
Lo que
conmueve a Jesús no es una fórmula perfecta sino un corazón sincero. El
centurión reconoce dos verdades esenciales de toda vida espiritual:
1.
No soy digno:
confiesa la humildad. No se apoya en méritos, no presume religiosidad, no
pretende pedir desde la fuerza sino desde la fragilidad humana.
2.
Pero basta tu Palabra: confía totalmente. Sabe que Jesús tiene una
autoridad que va más allá del espacio, de la distancia o de las fronteras.
En él se
une la verdad del corazón humano y la verdad del corazón de Dios: quien se
reconoce pequeño abre espacio para que Dios haga cosas grandes.
4. Fe que incluye, fe que invita: nadie queda fuera
del Reino
El
centurión nos regala dos enseñanzas esenciales para este Adviento:
- La fe sencilla y confiada
tiene poder para abrir puertas que parecían cerradas.
- El Reino es para todos, también para los que
creíamos lejos, para los que no han tenido una vida perfecta, para quienes
regresan después de mucho tiempo, para los que nunca se sintieron dignos,
para los que murieron buscando una luz que los sostuviera.
5. La Eucaristía: lugar donde repetimos las
palabras del centurión
El
Adviento es una escuela para recuperar el asombro:
- Asombro de que Dios se haga
carne.
- Asombro de que venga a
nosotros.
- Asombro de que se quede en
la Eucaristía.
- Asombro de que entre en
nuestra casa interior aunque no somos dignos.
En este
Año Jubilar, pidamos que nuestra fe pueda también “asombrar” a Jesús, no por
grande, sino por humilde, por confiada, por sincera.
6. Orar por los difuntos: un acto de fe y esperanza
Presentamos
hoy, de manera especial, a nuestros hermanos difuntos. Los encomendamos al
Señor como el centurión lo hizo con su siervo enfermo: con fe, con humildad,
con confianza.
Porque
creemos que una sola palabra de Cristo basta para sanar, liberar, perdonar y
levantar.
Conclusión: Peregrinos de la esperanza
En este
Adviento y en este Año Jubilar, el Señor nos invita a caminar como el
centurión:
- Humildes, reconociendo nuestra
fragilidad.
- Confiados, sabiendo que basta una
palabra suya.
- Misioneros, llevando al Señor las
necesidades de otros.
- Esperanzados, sabiendo que la gloria que
Isaías anuncia también es para nosotros y para nuestros difuntos.
Amén.

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