sábado, 27 de diciembre de 2025

28 de diciembre del 2025: La Sagrada Familia de Jesús, María y José- Fiesta-ciclo A

 

Santo del día:

Los santos inocentes

Hoy son honrados todos los niños de Belén y sus alrededores, menores de dos años que fueron asesinados, por orden del rey Herodes, tras el nacimiento de Jesús.

 

 

Sagrada Familia… familias santas

La Sagrada Familia que honramos en este día pone de relieve las misiones divinas de cada uno, en una vida familiar toda santa. Y, al mismo tiempo, presentada como un modelo de amor y de entrega, ¡nos parece tan diferente de nuestras familias humanas, frágiles y a veces heridas! Es para nosotros una ocasión de volver a la fuente: aquella que nos recuerda que también nosotros hemos sido santificados, elegidos por Dios para vivir la ternura, la compasión, la bondad, la humildad, la mansedumbre y la paciencia.

Se nos invita a soportarnos unos a otros, perdonándonos unos a otros si tenemos reproches que hacernos. “El Señor los perdonó: hagan ustedes lo mismo”, dice el apóstol Pablo; o también: “Corríjanse unos a otros con toda sabiduría […]; todo lo que digan o lo que hagan, que sea siempre en el nombre del Señor Jesús”. Pistas para avanzar en nuestra santidad.

La Sagrada Familia vivió, desde el comienzo, el drama de la amenaza contra su propia vida. José vivió el miedo y la confianza. Jesús mismo ya estaba amenazado. Y José se levantó, tomó al niño y a su madre y los condujo donde pudieran vivir fuera de la amenaza. Será poniendo en práctica las recomendaciones de san Pablo como también nosotros podremos crecer en santidad, poniendo nuestra confianza en el Señor. Día tras día, ¡mantengamos los consejos de san Pablo en mente!

¿Me atreveré a releer los consejos de Pablo mirando mi vida, la sociedad, el mundo?


Si tuviera que desear buenos deseos para 2026, ¿cuáles serían mis prioridades?

Tommy Scholtes, prêtre jésuite, Prions en Église Belgique

 


Primera lectura

Eclo 3, 2-6. 12-14

Quien teme al Señor honrará a sus padres

Lectura del libro del Eclesiástico.

EL Señor honra más al padre que a los hijos
y afirma el derecho de la madre sobre ellos.
Quien honra a su padre expía sus pecados,
y quien respeta a su madre es como quien acumula tesoros.
Quien honra a su padre se alegrará de sus hijos
y cuando rece, será escuchado.
Quien respeta a su padre tendrá larga vida,
y quien honra a su madre obedece al Señor.
Hijo, cuida de tu padre en su vejez
y durante su vida no le causes tristeza.
Aunque pierda el juicio, sé indulgente con él
y no lo desprecies aun estando tú en pleno vigor.
Porque la compasión hacia el padre no será olvidada
y te servirá para reparar tus pecados.

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 127, 1bc-2. 3. 4-5 (R.: cf. 1bc)

R. Dichosos los que temen al Señor
y siguen sus caminos.

V. Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. 
R.

V. Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. 
R.

V. Esta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sion,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. 
R.

 

Segunda lectura

Col 3, 12-21

La vida de familia en el Señor

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses.


HERMANOS:
Como elegidos de Dios, santos y amados, revístanse de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia.
Sobrellévense mutuamente y perdónense cuando alguno tenga quejas contra otro.
El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo.
Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta.
Que la paz de Cristo reine en su corazón: a ella han sido convocados en un solo cuerpo.
Sean también agradecidos. La Palabra de Cristo habite entre ustedes en toda su riqueza; enséñense unos a otros con toda sabiduría; exhórtense mutuamente.
Canten a Dios, dando gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados.
Y todo lo que de palabra o de obra realicen, sea todo en nombre de Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Mujeres, sean sumisas a sus maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amen a sus mujeres, y no sean ásperos con ellas.
Hijos, obedezcan a sus padres en todo, que eso agrada al Señor. Padres, no exasperen a sus hijos, no sea que pierdan el ánimo.

Palabra de Dios

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya. 
V. La paz de Cristo reine en su corazón; la Palabra de Cristo habite entre ustedes en toda su riqueza. R.

 

Evangelio

Mt 2, 13-15. 19-23

Toma al niño y a su madre y huye a Egipto

Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

CUANDO se retiraron los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
«Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».
José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta:
«De Egipto llamé a mi hijo».
Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo:
«Levántate, coge al niño y a su madre y vuelve a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño».
Se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a la tierra de Israel.
Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes tuvo miedo de ir allá. Y avisado en sueños se retiró a Galilea y se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo dicho por medio de los profetas, que se llamaría nazareno.

Palabra del Señor.

 

 

1

 

1) Comentario y claves para predicar (Fiesta de la Sagrada Familia – Eclo 3 / Sal 127 / Col 3 / Mt 2)

Hermanos y hermanas: celebrar la Sagrada Familia no es contemplar un “cuadro perfecto” lejos de la realidad, sino volver a la fuente: Dios ha querido entrar en la historia a través de una familia, y desde ahí nos enseña que la santidad no se fabrica con familias “sin problemas”, sino con corazones que confían, se perdonan y se levantan.

A. Eclesiástico: honrar a los padres, sanar la raíz

Eclo 3 nos recuerda que el hogar es escuela de humanidad y de fe: honrar, cuidar, sostener, agradecer. En clave jubilar, esto es un llamado a reparar vínculos, a pedir perdón si hace falta, a acompañar la fragilidad de quienes envejecen, y a reconocer que muchas veces la paz social empieza por una paz doméstica: palabras cuidadas, gestos sencillos, presencia.

B. Salmo 127: la bendición de lo cotidiano

El salmo canta la felicidad de quien camina con el Señor: trabajo, mesa compartida, hijos, futuro. No idealiza: simplemente proclama que, cuando Dios está en el centro, lo cotidiano se vuelve sacramento: la mesa, la conversación, el respeto, el descanso, la paciencia.

C. Colosenses: “vístanse” de Cristo… y practíquenlo en casa

San Pablo no propone teorías: propone un estilo. Ternura, compasión, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Y remata con dos medicinas indispensables:

·        Soportarse (sin humillar, sin “facturar” todo, sin sacar listas).

·        Perdonarse (como el Señor nos perdona).

Y añade algo precioso: “todo… en el nombre del Señor Jesús”. Es decir: antes de hablar, reaccionar o decidir, preguntarnos: ¿esto suena a Jesús? ¿esto huele a Evangelio?

D. Evangelio: la familia que huye… José, el hombre que se levanta

Mateo nos muestra una verdad fuerte: la Sagrada Familia conoció la amenaza, el miedo, el desarraigo. No fue una familia de vitrina. Fue una familia que vivió la prueba… y eligió confiar.

José aparece con un verbo decisivo: “se levantó”. Se levantó de noche, se levantó en medio de la incertidumbre, se levantó para proteger, se levantó para conducir a un lugar seguro. En tiempos donde tantas familias viven inseguridad, migración, heridas internas, crisis económicas o afectivas, José nos enseña que la santidad no es no tener problemas, sino levantarse y obedecer a Dios con amor valiente.


2) Aplicación jubilar: Peregrinos de esperanza en familia

En este Año Jubilar, la Sagrada Familia nos da tres pasos de “peregrinos”:

1.    Volver a la fuente: recuperar la oración sencilla en casa (un Padrenuestro, un Avemaría, una bendición de la mesa, un salmo breve).

2.    Recomenzar el amor: perdón real, no maquillado; diálogo sin gritos; límites sanos; ternura concreta.

3.    Levantarse como José: proteger lo que Dios confía: los niños, los mayores, los frágiles; y también la fe, el tiempo en familia, la dignidad.


3) Dos preguntas para cerrar (como en el texto)

·        ¿Me atrevo a releer hoy a san Pablo mirando mi familia, mi comunidad, mi país, el mundo?

·        Si debo desear “buenos deseos para 2026”, cuáles serán mis prioridades?

o   ¿Más paz en casa?

o   ¿Más tiempo de calidad?

o   ¿Más perdón?

o   ¿Más fe compartida?

o   ¿Más escucha y menos juicio?


5) Oración final breve (para concluir la homilía o la monición)

Señor Jesús, que quisiste crecer en el hogar de Nazaret:
visita nuestras familias, especialmente las frágiles y heridas.
Vístelos de tu ternura, enséñanos a perdonarnos,
y danos la valentía de José para levantarnos y proteger la vida.
Haz de nuestros hogares una escuela de esperanza
y una casa abierta para el bien.
Amén.

 

2

 

Hermanos y hermanas:

Hoy la Iglesia nos pone ante los ojos a la Sagrada Familia de Nazaret: Jesús, María y José. Y es importante decirlo desde el inicio: no es una estampita para decorar, sino una Palabra viva que nos invita a volver a la fuente, a la raíz de lo que hace santa a una familia. Porque, cuando miramos bien el Evangelio, descubrimos una verdad que consuela: la familia de Jesús no fue una familia “sin problemas”; fue una familia que supo vivir los problemas con Dios en el centro.


1) Volver a la fuente: también nosotros somos “elegidos”

San Pablo, en la carta a los Colosenses, nos regala una llave para entender la fiesta:
Vístanse de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia…; sobrelleven y perdónense…; y por encima de todo, el amor” (cf. Col 3).

Aquí está el corazón de la espiritualidad familiar: no se trata solo de tener una estructura bonita, sino de vestir el alma con actitudes concretas. Porque la santidad en casa no empieza con grandes discursos; empieza con lo pequeño:

·        una palabra suave cuando el ambiente está tenso,

·        un “perdón” a tiempo antes de dormir,

·        un “gracias” sincero,

·        un silencio que evita herir,

·        un gesto de ternura cuando el otro está frágil.

En el Año Jubilar, esto es una invitación a hacer del hogar un lugar de misericordia en práctica, un taller de esperanza.


2) Eclesiástico: honrar a los padres es sanar la historia

La primera lectura (Eclo 3) nos habla de honrar a padre y madre; y no lo dice como una norma fría, sino como un camino de bendición y de reparación. Honrar es:

·        cuidar,

·        acompañar,

·        comprender límites,

·        no humillar,

·        no abandonar.

Y también, para muchos, honrar puede significar algo más profundo: sanar la memoria. Porque hay familias heridas: ausencias, violencias, distancias, palabras que quedaron clavadas. La fiesta de hoy no niega esas heridas; más bien las pone delante de Dios. Y nos recuerda que la gracia de Cristo puede hacer lo que nosotros solos no logramos: reconciliar, recomenzar, reconstruir.


3) Salmo 127: Dios bendice lo cotidiano

El salmo canta la bendición de quien teme al Señor: el trabajo, la mesa, el hogar. ¡Qué hermoso! Dios no solo se revela en el templo; Dios se revela también en la mesa, en el pan compartido, en la conversación, en el cuidado diario.

Por eso, una familia creyente no es la que nunca discute, sino la que aprende a discutir sin destruirse; la que aprende a llorar sin perder la fe; la que aprende a caminar aun cuando no entiende todo. Eso es esperanza.


4) Evangelio: la familia que huye… y el hombre que se levanta

El Evangelio de hoy es fuerte: “Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto” (Mt 2).
Aquí no hay romanticismo: hay amenaza, hay persecución, hay desplazamiento, hay incertidumbre.

Y aparece José con un verbo decisivo: “se levantó”.

·        Se levantó en la noche.

·        Se levantó con miedo, pero también con fe.

·        Se levantó sin saber todos los detalles, pero obedeciendo.

·        Se levantó para proteger la vida.

José es el santo de las decisiones valientes. No hace discursos: actúa. Y eso nos enseña algo crucial: cuando el mal amenaza la vida, cuando la familia está en peligro, cuando la fe se enfría, cuando la convivencia se quiebra… el Evangelio nos dice: levántate. No te quedes paralizado. No te acostumbres a la violencia. No te resignes a la fractura. Levántate y toma en serio lo que Dios te confía.

En muchos hogares de hoy también hay “Herodes”:

·        adicciones,

·        violencia intrafamiliar,

·        infidelidades,

·        pobreza y desempleo,

·        migraciones forzadas,

·        indiferencia religiosa,

·        heridas psicológicas no atendidas.

La Sagrada Familia nos dice: Dios no abandona, Dios guía, Dios abre caminos, Dios sostiene.


5) Nazaret: lo pequeño donde Dios forma lo grande

Después del miedo viene Nazaret. Un lugar sencillo, incluso despreciado. Y sin embargo, allí el Salvador fue preparado: trabajo, obediencia, humildad, silencio fecundo.

Esto tiene un mensaje precioso para nosotros: quizá tu casa no es “perfecta”, quizá es pequeña, quizá hay carencias, quizá hay rutinas pesadas… pero si en ese Nazaret cotidiano hay fe, perdón, esfuerzo y amor, entonces esa casa puede volverse tierra sagrada.

Dios forma santos en lo escondido.


6) Aplicación jubilar: tres pasos para “peregrinar” en familia

En este Año Jubilar, hagamos tres compromisos sencillos y concretos:

1.    Oración breve diaria en casa
No tiene que ser larga: un Padrenuestro, una Ave María, una jaculatoria, un salmo corto, una bendición de la mesa. La casa sin oración se seca por dentro.

2.    Un acto de perdón cada semana
No esperar “a que el otro cambie”: comenzar yo. Un mensaje, una conversación serena, una disculpa, un abrazo. “El Señor los perdonó: hagan ustedes lo mismo.”

3.    Proteger la vida como José
Proteger a los niños, a los mayores, al cónyuge, la dignidad del hogar, la paz. Si algo está haciendo daño, no lo normalices: busca ayuda, rompe el silencio, pide acompañamiento.


7) Dos preguntas para el corazón (al estilo del comentario)

·        ¿Me atrevo a releer hoy Colosenses 3 mirando mi familia, mis relaciones más cercanas, mi manera de hablar y reaccionar?

·        Si tuviera que desear lo mejor para 2026, cuáles serían mis prioridades familiares?
¿Más tiempo juntos? ¿Más escucha? ¿Menos gritos? ¿Más fe? ¿Más ternura? ¿Más responsabilidad?


Oración final

Sagrada Familia de Jesús, María y José:
ustedes conocieron el camino, la prueba, la noche y el exilio,
y aun así hicieron de su casa un santuario de amor.
Enseñen a nuestras familias a “levantarse” como José,
a guardar la fe como María,
y a poner a Jesús en el centro de todo.
Que nuestros hogares sean escuelas de misericordia
y talleres de esperanza,
para gloria de Dios y bien del mundo.
Amén.

 

3

 

Hermanos y hermanas:

1) Hablar de familia sin miedo: ni retrógrados ni ingenuos

¿No es triste que hoy, en tantos ambientes, hablar de la familia se vuelva casi “peligroso”? A veces, basta pronunciar esa palabra para que a uno lo etiqueten: “retrógrado”, “moralista”, “anticuado”. Y, sin embargo, la pregunta honesta no es ideológica, sino profundamente humana: ¿dónde aprende una persona a ser persona? ¿Dónde se aprende a confiar, a pedir perdón, a convivir con la diferencia, a sostener y a dejarse sostener?

La evidencia de la vida cotidiana es clara: la familia —como sea que esté conformada— sigue siendo una célula vital, el primer “taller” donde el ser humano se construye, aprende un lenguaje de amor, se ubica en el mundo y se abre a la sociedad.

Y esto hay que decirlo con una gran delicadeza evangélica: no estamos aquí para culpabilizar a nadie, ni para idealizar un modelo “perfecto”. Sabemos que hay familias heridas, rotas, reconstituidas, migrantes, con ausencias, con duelos, con luchas silenciosas; y también sabemos que incluso las familias “más normales”, vistas desde fuera, llevan dentro sus batallas. La fiesta de hoy no es un juicio; es una luz y una medicina.

Porque todo ser humano necesita una base: un sostén, una estructura afectiva, relaciones sanas, referencias confiables, un lugar donde ser mirado con misericordia y educado con firmeza. La familia —cuando se deja tocar por la gracia— es ese trampolín de vida desde el cual el futuro se vuelve posible.


2) La Sagrada Familia: no una vitrina, sino un camino

El Evangelio de hoy nos desmonta cualquier visión romántica: la Sagrada Familia no vivió en una burbuja. Vivió lo que tantas familias viven hoy: incertidumbre, amenaza, desplazamiento, decisiones urgentes, miedo y esperanza.

José recibe una palabra en sueños y actúa: “levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto…” (Mt 2,13-15). Aquí se revela algo esencial: el amor familiar verdadero no es solo emoción; es responsabilidad. José aparece como guardián de la vida. No se pierde en quejas, ni se paraliza en la angustia. Se levanta. Protege. Conduce. Trabaja. Confía.

Este episodio muestra la importancia del papel del padre y de la madre —y de quienes hacen de “padre” o “madre” en muchos hogares—: velar por los suyos, asegurar lo esencial, custodiar la vida y la fe. A veces eso exige opciones duras: renunciar a planes, cambiar de lugar, recomenzar desde cero. Como tantas familias que hoy migran, se desplazan, se endeudan, trabajan doble jornada, luchan por estudiar, por sanar, por sobrevivir.

Aquí aparece una verdad que vale oro: no existe familia sin don de sí. Quien ama de verdad, un día tiene que elegir entre su comodidad y el bien del otro. Y muchas veces esa elección duele. Pero también dignifica.


3) La fe marca la diferencia: dar sentido al sacrificio

Ser padre o madre —o ser sostén en la familia— implica sacrificios. La cuestión es: ¿para qué? ¿con qué sentido? Ahí la fe lo cambia todo.
Cuando uno se sabe parte de un proyecto más grande que su propio confort, el sacrificio se transforma: ya no es una pérdida estéril; es una entrega con significado.

José no habría podido vivir su obediencia y su coraje sin una fe real: la fe de quien intuye que la vida del niño es misterio de Dios, y que su tarea no es controlar, sino custodiar. En tiempos donde muchos hogares sufren por falta de rumbo, por cansancio emocional, por presiones económicas, por crisis de pareja o por adicciones, necesitamos recuperar esto: la fe no elimina las pruebas, pero da fuerza para atravesarlas sin perder el alma.


4) San Pablo en Colosenses: una espiritualidad familiar para hoy

La carta a los Colosenses nos ofrece un “vestuario” del corazón:
ternura, compasión, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia; sopórtense y perdónense; y por encima de todo, el amor (cf. Col 3,12-14).

Este texto es sorprendentemente actual. Porque hoy las familias no solo enfrentan problemas “de antes”. Enfrentan desafíos nuevos:

·        La hiperconexión que nos junta en casa pero nos separa por dentro.

·        Las pantallas que roban conversación, sueño, ternura y presencia.

·        La prisa y el estrés que vuelven todo funcional, sin tiempo para el corazón.

·        La polarización que entra a la sala a través de redes y noticias y rompe la paz.

·        La fragilidad emocional: ansiedad, depresión, duelos no elaborados.

·        La violencia que a veces se esconde detrás de puertas cerradas.

Por eso, “vístanse de misericordia” no es poesía: es una urgencia.
Y cuando Pablo habla de relaciones en la casa, es importante comprenderlo a la luz del Evangelio completo: la autoridad cristiana no es dominio; es servicio. El estilo de Cristo no es imponer; es amar hasta el extremo. La lógica del hogar cristiano no es “yo mando”, sino “yo me dono”. No es humillación, sino dignidad. No es miedo, sino confianza. No es grito, sino escucha.

Así se parece un hogar a Nazaret.


5) Nazaret hoy: el milagro de lo pequeño

Nazaret era pequeño, poco valorado. Y sin embargo, allí creció el Salvador. Eso significa algo precioso: Dios no necesita escenarios perfectos para obrar. Dios trabaja en lo escondido: en la mesa, en el trabajo, en la reconciliación silenciosa, en la paciencia diaria, en el abrazo que no se publica, en el perdón que cuesta.

Una familia se vuelve “Nazaret” cuando:

·        hay espacio para hablar y ser escuchado,

·        se corrige sin humillar,

·        se cuida sin controlar,

·        se reza aunque sea un minuto,

·        se pide perdón sin orgullo,

·        se protege la vida y la dignidad de cada uno.


6) En clave jubilar: la familia como santuario de esperanza

En este tiempo de Jubileo, estamos llamados a ser peregrinos de esperanza. Y una de las peregrinaciones más exigentes es la que se hace dentro de casa: pasar del “yo” al “nosotros”, del reclamo al diálogo, de la herida al perdón, del cansancio a la ternura.

Que la fiesta de hoy nos dé una convicción: el Reino de Dios comienza en casa, cuando la casa se deja evangelizar.


Proyecto de vida para estos días (actualizado)

1.    Un gesto concreto de cercanía:
Hoy mismo me pongo en contacto con un familiar (o alguien “familia” para mí) a quien pueda darle alegría: una llamada sin prisa, una visita, un favor, una palabra de ánimo.

2.    Un acto de reconciliación o reparación:
Si hay distancia, doy un primer paso: pido perdón, aclaro con respeto, o al menos decido no alimentar el rencor. Si no es posible hablar, oro y bendigo.

3.    Una decisión de “Nazaret digital”:
Establezco un pequeño pacto en casa: durante la comida o una hora al día, pantallas fuera para recuperar conversación, escucha y presencia.

4.    Un compromiso comunitario:
Me vinculo o refuerzo mi participación en la comunidad: catequesis, grupos, visita a enfermos, apoyo a familias en dificultad, para que más personas encuentren a Cristo, Buena Noticia que sana y reúne.


Oración-meditación renovada

Señor,
haz de nuestras familias un lugar de alegría serena y paz verdadera.
Al ejemplo de José y María,
danos la fuerza que nace de confiar en tu amor
cuando no entendemos todo,
cuando la vida nos exige decisiones difíciles,
cuando el miedo toca la puerta.

Enséñanos la escucha profunda:
escuchar antes de juzgar,
comprender antes de responder,
abrazar antes de condenar.

Vístennos con tu Espíritu:
ternura que no humilla,
humildad que no se rinde,
paciencia que no explota,
bondad que no calcula,
perdón que no factura.

Que en nuestras mesas haya pan y gratitud;
que circule la palabra con libertad y respeto;
que sepamos celebrar los dones de cada uno
y acompañar con amor las fragilidades.

Señor,
que nuestras casas sean un pequeño Nazaret,
un santuario de esperanza,
un anticipo de la armonía de tu Reino.

Arranca de nosotros el orgullo y el egoísmo,
y haz que la oración más bella
sea la calidad de nuestra vida en común.
Amén.


Referencias:


htttp://prionseneglise.ca


https://catholic-daily-reflections.com/2025/12/27/family-life-and-the-holy-family/


http://padregusqui.blogspot.com, antigua entrada

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