jueves, 4 de diciembre de 2025

Hora santa Jueves 4 de diciembre del 2025 a la luz de la liturgia del primer jueves de Adviento

  



1. Oración homilética introductoria ante el Santísimo

(Después del canto de exposición y un breve silencio)

Señor Jesús, presente en este Santísimo Sacramento, en este primer jueves de Adviento venimos a Ti como pueblo peregrino, “ciudad fuerte” que Tú mismo construyes sobre la roca firme de tu Palabra. Hemos escuchado en Isaías la promesa de unas puertas que se abren para el pueblo justo y fiel, y en el Evangelio nos has recordado que no basta decir “Señor, Señor”, sino construir la casa de la vida sobre la roca que eres Tú.

En este tiempo de gracia jubilar, queremos presentarte la obra evangelizadora de tu Iglesia: tantas comunidades, parroquias, misioneros, catequistas y laicos que anuncian tu nombre en medio de luces y sombras. Queremos interceder de manera especial por las vocaciones sacerdotales, diaconales, consagradas y laicales, para que no falten hombres y mujeres dispuestos a cimentar su vida en Ti y a entregar sus días al servicio del Reino.

Te adoramos, Jesús, Roca eterna. Mira nuestra pobreza y nuestra fragilidad. Cuántas veces hemos construido sobre arena: sobre la comodidad, el egoísmo, la indiferencia, el miedo. Pero hoy, delante de Ti, queremos renovar la decisión de apoyarnos sólo en tu amor, de escuchar tu Palabra y ponerla en práctica. Haz de esta Hora Santa un verdadero taller del corazón, donde tu Espíritu vaya demoliendo lo viejo y levantando una casa nueva, firme en la fe, viva en la esperanza y ardiente en la caridad.



2. Momento de alabanza

Breve reflexión homilética

El profeta Isaías nos hablaba de una “ciudad fuerte”, con murallas de salvación. El salmo nos invitaba a entrar por las puertas del Señor, las puertas de la justicia. Al comenzar esta Hora Santa, lo primero es alabar. Cuando alabamos, dejamos de mirarnos sólo a nosotros mismos y levantamos la mirada hacia Dios, que es fiel, poderoso y misericordioso.

En un tiempo donde tantas casas se caen porque fueron levantadas sobre la arena del éxito fácil, del placer inmediato y de la mentira, nosotros venimos a reconocer que sólo Tú, Señor, eres la verdadera roca. Al alabarte, proclamamos que tu amor es más fuerte que nuestras inseguridades; que tu fidelidad es más fuerte que nuestras infidelidades; que tu promesa es más fuerte que nuestras dudas.

Oración de alabanza

Dirigente:
Señor Jesús, presente en la Eucaristía, te alabamos porque eres la Roca firme donde puede descansar nuestro corazón.

Todos: Te alabamos y te bendecimos, Señor.

Dirigente:
Te alabamos porque en medio de las tormentas de la historia, tu Iglesia sigue en pie, sostenida sólo por tu gracia.

Todos: Te alabamos y te bendecimos, Señor.

Dirigente:
Te alabamos por todos los misioneros, catequistas y servidores del Evangelio que, aun en su pobreza, confían en tu fuerza y no en la suya.

Todos: Te alabamos y te bendecimos, Señor.

Dirigente:
Te alabamos por el don del Año Jubilar, signo de tu misericordia que nos invita a volver a Ti y a abrir caminos de esperanza para el mundo.

Todos: Te alabamos y te bendecimos, Señor.

(Se puede dejar un momento de silencio, seguido de un canto de alabanza eucarística.)


3. Momento penitencial

Breve reflexión homilética

En el Evangelio, Jesús nos ha dicho con fuerza que no entrará en el Reino quien sólo le dice “Señor, Señor”, sino quien cumple la voluntad del Padre. Nuestro pecado muchas veces ha sido éste: escuchar la Palabra, pero no dejar que se convierta en obra; construir proyectos, planes y pastorales, pero sobre la arena de nuestro orgullo o del protagonismo personal.

La casa construida sobre arena cae cuando llegan la lluvia, los ríos y el viento. ¿Cuántas veces nuestra fe se tambalea ante una prueba, una crítica, una crisis, porque no estaba bien cimentada en Ti? Este momento penitencial es un acto de humildad: reconocer que necesitamos tu perdón y suplicar la gracia de un corazón nuevo.

Oración penitencial

Dirigente:
Señor Jesús, muchas veces hemos dicho “Señor, Señor”, pero hemos cerrado el oído a tu Palabra.

Todos: Perdón, Señor, ten piedad de nosotros.

Dirigente:
Hemos construido sobre la arena cuando hemos puesto nuestra seguridad en el dinero, en el éxito pastoral, en los números, en la apariencia, y no en la fuerza de tu Espíritu.

Todos: Perdón, Señor, ten piedad de nosotros.

Dirigente:
Hemos descuidado la oración, la escucha silenciosa, el trato íntimo contigo, y así nuestra casa espiritual se ha debilitado.

Todos: Perdón, Señor, ten piedad de nosotros.

Dirigente:
Hemos sido indiferentes ante los pobres, los alejados, los heridos por la vida. No hemos anunciado tu Evangelio con la pasión y la ternura que Tú nos pides.

Todos: Perdón, Señor, ten piedad de nosotros.

(Silencio prolongado. Se puede concluir con un canto suave de perdón o un Kyrie.)


4. Momento de acción de gracias

Breve reflexión homilética

Después de reconocer nuestro pecado, la gracia del Jubileo nos invita a la gratitud. Allí donde nosotros vemos sólo ruinas, Dios ve un terreno donde empezar de nuevo. Él es la Roca eterna que no se cansa de sostenernos. Demos gracias por la fe recibida, por la Iglesia, por los sacramentos, por las vocaciones que ya existen, por los sacerdotes que nos han acompañado en nuestro camino, por las comunidades que se reúnen en torno a la Palabra y a la Eucaristía.

En cada Eucaristía, la casa de la Iglesia se reconstruye. En cada comunión bien vivida, el corazón se vuelve un poco más firme. En cada gesto de caridad, el mundo se hace más habitable. Agradezcamos, porque todo es gracia, todo es don.

 

Oración de acción de gracias

Dirigente:
Te damos gracias, Señor Jesús, por la fe que hemos recibido a través de nuestros padres, catequistas, sacerdotes y comunidades.

Todos: Gracias, Señor, porque eres fiel.

Dirigente:
Te damos gracias por tu Iglesia, extendida por toda la tierra, que anuncia el Evangelio en medio de dificultades y persecuciones.

Todos: Gracias, Señor, porque eres fiel.

Dirigente:
Te damos gracias por el don del sacerdocio, por aquellos que nos han bautizado, confesado, alimentado con tu Cuerpo y tu Palabra.

Todos: Gracias, Señor, porque eres fiel.

Dirigente:
Te damos gracias por el Año Jubilar que vivimos, por todas las puertas que Tú estás abriendo en nuestras comunidades: puertas de reconciliación, de misión, de servicio, de ternura hacia los más pequeños.

Todos: Gracias, Señor, porque eres fiel.

(Se puede entonar un canto de acción de gracias.)


5. Preces – Oración universal ante el Santísimo

Breve introducción

Habiendo alabado, pedido perdón y dado gracias, presentamos ahora nuestras súplicas. Como pueblo que camina en Adviento, en oración jubilar, elevemos nuestro clamor por la Iglesia, por el mundo, por la obra evangelizadora y por las vocaciones.

Respuesta sugerida:
R/. Señor, sé la Roca que sostiene nuestra vida.

1.    Por la Iglesia extendida en todo el mundo, por el Papa León XIV, por nuestros obispos y sacerdotes: para que, firmes en la roca de Cristo, anuncien el Evangelio con valentía y ternura, y hagan de la Iglesia una casa de puertas abiertas.
R/. Señor, sé la Roca que sostiene nuestra vida.

2.    Por la obra evangelizadora en nuestras parroquias, comunidades y movimientos: para que el Espíritu Santo renueve la creatividad pastoral y nos haga salir al encuentro de los alejados, de los que no conocen a Cristo o se sienten decepcionados de la Iglesia.
R/. Señor, sé la Roca que sostiene nuestra vida.

3.    Por las vocaciones sacerdotales, diaconales, religiosas y laicales: para que muchos jóvenes escuchen la llamada a construir su vida sobre la roca firme de tu Palabra y respondan con generosidad, sin miedo a entregar su vida por el Reino.
R/. Señor, sé la Roca que sostiene nuestra vida.

4.    Por los sacerdotes cansados, tentados o heridos: para que Tú mismo los sostengas, los consueles y los renueves, y para que encuentren en sus comunidades y hermanos el apoyo necesario para reconstruir, si es preciso, la casa de su vida ministerial.
R/. Señor, sé la Roca que sostiene nuestra vida.

5.    Por las familias, especialmente las que atraviesan crisis y dificultades: para que no se construyan sobre la arena del egoísmo o la violencia, sino sobre el amor fiel, el perdón diario y la confianza en Dios.
R/. Señor, sé la Roca que sostiene nuestra vida.

6.    Por los pobres, los enfermos, los migrantes, los que sufren la guerra, la soledad o la injusticia: para que encuentren en la Iglesia un hogar y en nuestras manos un sostén concreto y cercano.
R/. Señor, sé la Roca que sostiene nuestra vida.

7.    Por nuestra comunidad, que vive este Año Jubilar: para que se convierta en ciudad construida sobre la roca, lugar de encuentro, de reconciliación y de envío misionero, donde cada bautizado se descubra peregrino de esperanza.
R/. Señor, sé la Roca que sostiene nuestra vida.

(Se puede dejar un breve silencio para peticiones espontáneas.)


6. Oración por las vocaciones

Breve reflexión homilética

Cada vocación es una casa que Dios sueña construir. Él llama, pero respeta la libertad. En Adviento, la Iglesia se hace madre que espera: espera nuevos sacerdotes, nuevos consagrados, nuevos matrimonios santos, nuevos laicos misioneros. Nuestra oración por las vocaciones es parte de la obra evangelizadora: sin vocaciones, la casa se queda vacía; con vocaciones santas, la casa se llena de luz.

Oración

Señor Jesús, Buen Pastor,
que llamaste a los apóstoles a dejarlo todo para seguirte,
mira hoy a tantos jóvenes que buscan sentido a su vida.

Toca sus corazones con la fuerza de tu Espíritu,
hazles escuchar tu voz en medio del ruido del mundo,
y dales valentía para poner su vida sobre la roca firme de tu amor.

Te pedimos vocaciones sacerdotales santas,
capaces de gastar su existencia
anunciando tu Palabra y partiendo el Pan de la Eucaristía.

Te pedimos vocaciones a la vida consagrada,
que muestren al mundo la alegría de vivir sólo para Ti,
en pobreza, castidad y obediencia,
como signo vivo del cielo que esperamos.

Te pedimos laicos y laicas comprometidos,
matrimonios que sean iglesias domésticas,
jóvenes que misionen en las fronteras de la cultura,
en las redes sociales, en las universidades, en las periferias.

Haz de nuestras parroquias y comunidades
verdaderos semilleros de vocaciones,
casas construidas sobre la roca,
donde la oración, la fraternidad y el servicio
hagan brotar generosas respuestas a tu llamada.

María, Estrella del Mar y Madre de la Iglesia,
cuida con ternura cada vocación
y enséñanos a decir con confianza:
“Hágase en mí según tu Palabra”. Amén.


7. Oración por los sacerdotes

Breve reflexión homilética

Los sacerdotes son, de manera muy particular, casas levantadas sobre la roca de Cristo para sostener la fe de otros. Pero también ellos son frágiles, también sienten el peso del cansancio y de la soledad. En este Año Jubilar, recemos con más intensidad por los sacerdotes que nos han acompañado, por los que están en crisis, por los ancianos, por los enfermos, por los que trabajan en lugares difíciles.

Oración

Señor Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote,
te presentamos a todos los sacerdotes de tu Iglesia.

Tú los has llamado por su nombre,
los has ungido con tu Espíritu
y los has enviado a ser palabra viva,
pan partido, misericordia derramada.

Sostén, Señor, a los sacerdotes cansados;
consuela a los que se sienten solos o incomprendidos;
cura las heridas de los que han sido golpeados
por la crítica, la ingratitud o el propio pecado.

Dales un corazón humilde y fuerte,
capaz de pedir perdón y de comenzar de nuevo;
un corazón enraizado en la oración,
que no construya sobre la arena del activismo,
sino sobre la roca firme de tu presencia.

Te pedimos por los sacerdotes jóvenes,
para que no se dejen seducir por la superficialidad
y aprendan cada día a edificarse sobre tu Palabra.

Te pedimos por los sacerdotes ancianos,
por los enfermos y por quienes ya no pueden ejercer plenamente su ministerio:
que experimenten la ternura de tu abrazo
y la gratitud de tu Pueblo.

Haz, Señor, que nuestras comunidades
sean también casa para sus sacerdotes:
espacio de acogida, de oración, de cercanía,
para que, sostenidos por la fe de los fieles,
puedan seguir sosteniendo la fe de muchos.

María, Madre de los sacerdotes,
cúbrelos con tu manto,
enséñales a permanecer siempre junto a Jesús,
como tú permaneciste al pie de la Cruz. Amén.


8. Cierre de la Hora Santa

(Puedes concluir con un breve momento de silencio, seguido de un canto mariano y luego el Tantum Ergo, las letanías eucarísticas y la Bendición con el Santísimo. Después de la reserva, una jaculatoria jubilar, por ejemplo:)

Señor Jesús, Roca de nuestra salvación,
haz de nuestra comunidad una casa firmemente construida sobre tu Palabra,
misionera, orante y abierta,
para que, como peregrinos de la esperanza,
sepamos llevar tu luz
a todos los rincones donde nos envíes. Amén.

 

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