Santo del día:
San Nicolás de Myra
Siglos III-IV. El obispo de Myra
(actual Türkiye) sufrió la persecución de Diocleciano. Asistió al Concilio de
Nicea en 325. La leyenda se afianzó orándole, pidiendo su intercesión, llegando
a ser muy popular, convirtiéndose en patrón de los niños y de los marineros.
Inclinado sobre sus hijos
(Isaías 30, 19-21.23-26) Dios es este rostro
de compasión, inclinado sobre cada uno de sus hijos, tal como es, donde
está.
Escuchemos y dejémonos guiar: “Éste
es el camino, camina por él”.
Es para ti hoy. Él escucha tu llanto,
tu hambre, tu sed, tus lágrimas, tu angustia, tus heridas. Él no se asusta, te
cuida.
¡Así que no te asustes! Es a través de
aquellos a quienes envía que Dios consuela y sana.
Colette Hamza, Javiera
Primera
lectura
Se apiadará
de ti al oír tu gemido
Lectura del libro de Isaías.
ESTO dice el Señor, el Santo de Israel:
«Pueblo de Sion, que habitas en Jerusalén,
no tendrás que llorar,
se apiadará de ti al oír tu gemido:
apenas te oiga, te responderá.
Aunque el Señor te diera
el pan de la angustia y el agua de la opresión
ya no se esconderá tu Maestro,
tus ojos verán a tu Maestro.
Si te desvías a la derecha o a la izquierda,
tus oídos oirán una palabra a tus espaldas
que te dice: “Este es el camino, camina por él”.
Te dará lluvia para la semilla
que siembras en el campo,
y el grano cosechado en el campo
será abundante y suculento;
aquel día, tus ganados pastarán en anchas praderas;
los bueyes y asnos que trabajan en el campo
comerán forraje fermentado,
aventado con pala y con rastrillo.
En toda alta montaña,
en toda colina elevada
habrá canales y cauces de agua
el día de la gran matanza, cuando caigan las torres.
La luz de la luna será como la luz del sol,
y la luz del sol será siete veces mayor,
como la luz de siete días,
cuando el Señor vende la herida de su pueblo
y cure las llagas de sus golpes».
Palabra de Dios.
Salmo
R. Dichosos
los que esperan en el Señor.
V. Alaben al
Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel. R.
V. Él sana los
corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre. R.
V. Nuestro
Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados. R.
Aclamación
V. El Señor
nos gobierna, nos da leyes, es nuestro rey: él es nuestra salvación. R.
Evangelio
Al ver las
muchedumbres, se compadecerá de ellas.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo
EN aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus
sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda
dolencia.
Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y
abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor».
Entonces dice a sus discípulos:
«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rueguen, pues, al Señor
de la mies que mande trabajadores a su mies».
Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus
inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
«Vayan a las ovejas descarriadas de Israel. Vayan y proclamen que ha llegado el
reino de los cielos. Curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos,
arrojen demonios. Gratis han recibido, den gratis».
Palabra del Señor
Homilía
Hermanos y hermanas:
Hoy la
Palabra nos lleva de la mano hacia un Adviento muy concreto: el Señor ve, se
compadece, sana y envía; y María nos enseña a acoger esa mirada de Dios y a
convertirla en servicio humilde y alegre.
1. Dios no es indiferente al dolor
Isaías
nos ofrece una de esas promesas que en Adviento suenan como campanas de
esperanza:
“El Señor tendrá piedad… te responderá”. El profeta no pinta un Dios
lejano, sino un Dios que educa el corazón del pueblo y lo reorienta:
“Este es el camino, caminen por él” (Is 30, 19-21).
Hay una
ternura muy fuerte en este texto: Dios no solo consuela; acompaña, corrige y
guía. En tiempos de confusión —cuando uno no sabe qué decisión tomar, cómo
sanar una herida, cómo recomenzar— la voz del Señor no grita: susurra con
fidelidad.
Adviento
es esto: volver a oír la voz. Volver a fiarse del camino de Dios cuando
nuestros caminos se vuelven borrosos.
2. La misericordia se vuelve pan, lluvia y luz
El
profeta usa imágenes hermosas: lluvia, cosecha, abundancia, luz que crece (Is
30, 23-26). Más que un discurso agrícola, es un lenguaje de alianza:
cuando el pueblo regresa al Señor, la vida florece.
Esto
tiene una lectura muy realista para nosotros:
- cuando una familia se
reconcilia,
- cuando un corazón deja la
amargura,
- cuando una comunidad decide
sanar heridas,
algo “llueve” por dentro.
Dios no nos promete una vida sin lucha; nos promete una vida con sentido, con luz, con futuro.
3. El salmo: Dios levanta a los heridos
El Salmo
147 lo resume con un verso que hoy debería quedarse en la memoria del corazón:
“Él sana los corazones destrozados y venda sus heridas.”
Este es
el Dios del Adviento:
el médico de lo profundo, el artesano que no descarta nuestras ruinas,
sino que las reconstruye con paciencia.
4. Jesús mira la multitud… y se conmueve
En el
Evangelio, Jesús recorre ciudades y aldeas, enseña, anuncia y cura. Y el texto
revela el secreto de su misión:
“Al ver a la multitud, se compadeció de ella, porque estaban extenuados y
abandonados.”
Antes de
la misión, hay una mirada.
Antes del envío apostólico, hay compasión.
Esto es decisivo: la Iglesia no nace de una estrategia, sino de la ternura
de Cristo.
Después
Jesús llama a los Doce y los envía con un programa claro:
“Vayan… curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, expulsen
demonios. Gratis lo recibieron, denlo gratis.”
La misión auténtica no es propaganda religiosa:
es restauración de la dignidad humana,
es sanación del dolor,
es anuncio de un Reino que ya está cerca.
5. El Año Jubilar: peregrinos de esperanza que
sanan el mundo
En el
marco del Año Jubilar, este Evangelio nos pone una pregunta directa:
¿qué significa ser “peregrinos de la esperanza”?
Significa
al menos tres cosas:
1.
Caminar hacia Cristo con el corazón atento a su voz:
“Este es el camino…”
2.
Mirar como Él mira:
no con juicio rápido, sino con compasión activa.
3.
Servir como Él sirve:
“Gratis lo recibieron…”
El
Jubileo no es solo una celebración; es una conversión del estilo de vida
cristiano.
La esperanza cristiana no es optimismo ingenuo:
es caridad en movimiento.
6. María en sábado: la primera discípula de la
compasión
En esta
memoria mariana del sábado, María aparece como la mujer del Adviento
permanente:
la que escuchó la voz de Dios,
la que guardó la Palabra,
la que convirtió la fe en disponibilidad.
Si hoy
queremos aprender a evangelizar como Jesús, miremos a María:
- Ella cree antes de
comprender del todo.
- Ella no se pone en el
centro.
- Ella lleva a Jesús a los
demás
—como en la Visitación— donde la esperanza se vuelve canto y ayuda
concreta.
María nos
enseña que la misión se hace con dos actitudes inseparables:
escucha y prontitud,
oración y servicio,
humildad y valentía.
7. Mensaje final para la comunidad
Hermanos,
en este Adviento:
- Si alguien está cansado
de luchar,
Dios le dice: “Yo te responderé.” - Si alguien está confundido,
Dios le susurra: “Este es el camino.” - Si alguien está herido
por dentro,
el salmo nos consuela: “Él sana los corazones destrozados.” - Y si como Iglesia queremos
vivir el Jubileo con verdad,
Jesús nos encarga una misión sencilla y enorme:
mirar con compasión y servir con gratuidad.
Que
María, Madre de la esperanza, nos acompañe en este camino de Adviento.
Y que en cada gesto nuestro —una palabra que anima, una visita, un perdón, un
servicio discreto—
muchos puedan sentir lo mismo que aquellos enfermos del Evangelio:
que el Reino de Dios está cerca.
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6 de diciembre:
San Nicolás, obispo — Memoria opcional
c. 270–c. 346
Santo patrono de los niños, marineros, mercaderes,
arqueros, ladrones arrepentidos, cerveceros, prestamistas, personas solteras,
Rusia y numerosos países y ciudades
Cita:
“Si quieres ser perfecto, ve, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y
tendrás un tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme.”
~Mateo 19, 21
Reflexión:
San Nicolás de Myra, también conocido como Nicolás
de Bari, Nicolás el Taumaturgo y San Nick, fue un obispo del siglo IV en Myra,
Asia Menor, la actual Demre, Turquía. Su vida es también el origen de la
leyenda de Santa Claus. Para el siglo VI, su tumba ya era ampliamente venerada
debido a los numerosos milagros atribuidos a su intercesión. En el siglo XI, su
cuerpo fue trasladado a Bari, Italia, donde permanece hoy. Hasta el día de hoy,
sus restos corporales exudan un líquido, que al principio se pensó que era
aceite, pero que ahora se cree que es agua, la cual se recoge, se mezcla con
agua bendita y se distribuye a los fieles en botellas cada 9 de mayo, día en
que sus reliquias llegaron a Bari. A este líquido se le suele llamar la “Maná
de San Nicolás” y se cree que contiene un poder milagroso de sanación. Por esta
razón, junto con el personaje mítico de Santa Claus, sigue siendo un santo muy
venerado dentro de la Iglesia.
Muy poco se sabe sobre San Nicolás que sea
históricamente verificable. Lo que sí sabemos es que fue obispo de Myra, que
muy probablemente sufrió encarcelamiento durante la persecución del emperador
romano Diocleciano y que fue uno de los obispos que asistieron al Concilio de
Nicea en 325. Además de estos datos históricos, muchas leyendas posteriores han
surgido sobre su vida.
Nicolás nació en el seno de una familia cristiana
acomodada y devota. Cuando era joven, sus padres murieron por una epidemia,
dejándolo huérfano y heredero de la fortuna familiar. Consciente de la
exhortación que Jesús hizo al joven rico de “vender lo que tienes y dárselo a
los pobres”, Nicolás hizo exactamente eso. Vendió su herencia y la distribuyó
entre los necesitados. Algunos relatos de su vida afirman que su tío era el
obispo de Myra y que lo ordenó sacerdote.
Una leyenda popular cuenta que, entre los beneficiados
por su riqueza, había tres muchachas cuyo padre no podía pagar las dotes para
que pudieran casarse. Su futuro era sombrío e incluía la posibilidad de
recurrir a la prostitución para sobrevivir. Cuando Nicolás se enteró de esta
dramática situación, arrojó por la ventana de su casa una bolsa de oro, que el
padre utilizó como dote para su primera hija. Nicolás hizo lo mismo una segunda
vez. Cuando la segunda hija se casó, el padre permaneció despierto toda la
noche esperando una tercera bolsa de dinero. Cuando Nicolás arrojó la tercera
bolsa por la ventana, el padre salió corriendo y le dio las gracias. Nicolás le
pidió que no se lo dijera a nadie. Una versión del relato afirma que, cada
noche, la bolsa de oro caía en medias colgadas junto al fuego para secarse,
dando origen a la tradición navideña de colocar medias para San Nicolás, quien
las llena en secreto.
En otro relato popular, Nicolás viajaba por mar
hacia Tierra Santa. De repente se desató una tormenta y la tripulación temió
por su vida. Nicolás oró y la tormenta cesó. Por este motivo, San Nicolás es
patrono de los marineros y de quienes hacen travesías por mar.
Cómo llegó Nicolás a ser obispo es un misterio. Una
versión del relato dice que, poco después del regreso del padre Nicolás de
Tierra Santa, el obispo de Myra murió. Entonces el clero de Myra se reunió para
escoger a un sucesor. Durante la reunión, Dios los inspiró a elegir a la
primera persona que entrara en la iglesia a la mañana siguiente. Como el padre
Nicolás había pasado toda la noche en oración, fue la primera persona en llegar
al templo y fue elegido obispo.
Durante su tiempo como obispo de Myra, estalló una
gran persecución en el Imperio romano bajo el emperador Diocleciano. En 303,
Diocleciano, Maximiano, Galerio y Constancio —quienes formaban una tetrarquía
que gobernaba todo el Imperio— emitieron una serie de edictos que ilegalizaban
el cristianismo e imponían penas de tortura y muerte a quienes practicaran la
fe. Esta fue la última y más violenta persecución de cristianos en el Imperio
romano. En algún momento entre los años 303 y 306, el obispo Nicolás estuvo
entre los arrestados y torturados. En 305, Diocleciano renunció al trono y, en
306, el César Constancio murió. Su hijo Constantino pasó a ser César en su
lugar y ordenó la liberación del obispo Nicolás. En 312, se dice que
Constantino tuvo una visión de la Cruz con las palabras: “Con este signo
vencerás”. En 313, él y su coemperador Licinio emitieron el Edicto de Milán,
concediendo tolerancia religiosa a los cristianos.
Una lista antigua de los obispos que asistieron al
Concilio de Nicea en 325 incluye al obispo Nicolás. Aquel concilio fue
convocado para abordar la herejía del arrianismo, que negaba la plena divinidad
de Cristo, afirmando que el Hijo era un ser creado y no coeterno con el Padre.
Algunas leyendas cuentan que el obispo Nicolás se indignó tanto ante los
arrianos en el concilio que abofeteó a uno de ellos; por ese acto fue
encarcelado, pero luego fue liberado por Jesús y la Santísima Virgen María.
Otros relatos afirman que el hereje a quien abofeteó fue el propio Arrio. La
bofetada es un motivo frecuente en el arte sagrado, incluida la iconografía
ortodoxa.
Abundan otras leyendas sobre San Nicolás. Se dice
que logró la liberación de varias personas injustamente condenadas a muerte,
llegando incluso a detener la espada del verdugo. Durante una hambruna, un
carnicero malvado mató a tres niños y conservó sus restos en salmuera para
venderlos como jamón. El obispo Nicolás intervino y resucitó a los niños
conservados en salmuera. Aunque impactante para el oyente moderno, esta
historia fue ampliamente difundida en la Edad Media. Una imagen de ese milagro
aparece en el arte sagrado y es una de las razones por las que muchos llegaron
a considerar a San Nicolás patrono de los niños. Otro relato cuenta que,
durante una nueva hambruna, un barco cargado de trigo destinado al emperador
llegó a Myra. El obispo Nicolás convenció a los marineros de darle suficiente
trigo para alimentar al pueblo durante dos años, prometiéndoles que el
emperador recibiría todo su trigo. Cuando los confiados marineros entregaron el
resto del trigo al emperador, pesaba lo mismo que cuando había sido cargado, a
pesar de que gran parte se había dado al pueblo de Myra.
El obispo Nicolás murió el 6 de diciembre del año
346, aproximadamente (la fecha exacta varía según la fuente), y fue canonizado
por aclamación popular. Su fiesta se convirtió en un día en el que los fieles
realizaban obras de caridad, especialmente hacia los niños, una costumbre que
continúa hoy. En 1054, la Iglesia católica se dividió entre Oriente y
Occidente, dando origen a las Iglesias católica y ortodoxa. Esto dejó los
restos de San Nicolás en manos de los ortodoxos. En 1071, los turcos selyúcidas
capturaron Myra, controlada por los ortodoxos. En 1087, temiendo que los turcos
maltrataran las reliquias de su venerado santo, marineros católicos italianos
de Bari tomaron parte de los restos de San Nicolás de su tumba en Myra y los
llevaron a Bari, Italia, donde más tarde el papa hizo construir una iglesia en
honor del santo.
Aunque la mayor parte de lo que sabemos sobre la
vida de San Nicolás es legendario más que históricamente cierto, esas leyendas
han enriquecido mucho la fe del pueblo de Dios a lo largo de los siglos. Estas
narraciones han inspirado fe y esperanza y han dado lugar a numerosos milagros
reportados.
Al honrar hoy a este santo obispo de hace 1.700
años, contemple la fe del pueblo de Dios a lo largo de estos siglos, que se ha
visto beneficiado por el arte sagrado, las peregrinaciones a su tumba y la
milagrosa Maná de San Nicolás. Permita que la antigua devoción a él lo inspire,
confiándose más plenamente a su intercesión, así como a la intercesión de todos
los santos del Cielo.
Oración:
San Nicolás, por tu intercesión Dios ha tocado
muchas vidas. Las leyendas de tu vida han inspirado la fe a lo largo de los
siglos, así como tu ministerio sacerdotal y episcopal marcó a la gente de tu
tiempo. Por favor ruega por mí, para que llegue a ser un verdadero santo y
cumpla la misión que Dios me ha confiado. San Nicolás de Myra, ruega por mí.
Jesús, en Ti confío.

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