Un
amor de siempre
(2 Samuel 7, 1-5.8b-12.14a.16; Lucas 1, 67-79) La estabilidad de la
alianza de Dios con su pueblo no depende de un arca. Está fundada en el amor
que el Señor le tiene, “un amor edificado para siempre”,
dice el salmista.
Zacarías
reconoce la descendencia prometida a David —que libera de los enemigos— en ese “amor
que muestra hacia nuestros padres”: su hijo Juan Bautista
prepara sus caminos. Sí, Jesús es esa misericordia en persona
que nos trae la paz.
Nicolas Tarralle, prêtre assomptionniste
Primera lectura
El reino de
David se mantendrá siempre firme ante el Señor
Lectura del segundo libro de Samuel
CUANDO el rey David se asentó en su casa y el Señor le hubo dado reposo de
todos sus enemigos de alrededor, dijo al profeta Natán:
«Mira, yo habito en una casa de cedro, mientras el Arca de Dios habita en una
tienda».
Natán dijo al rey:
«Ve y haz lo que desea tu corazón, pues el Señor está contigo».
Aquella noche vino esta palabra del Señor a Natán:
«Ve y habla a mi siervo David: “Así dice el Señor: ¿Tú me vas a construir una
casa para morada mía?
Yo te tomé del pastizal, de andar tras el rebaño, para que fueras jefe de mi
pueblo Israel. He estado a tu lado por donde quiera que has ido, he suprimido a
todos tus enemigos ante ti y te he hecho tan famoso como los grandes de la
tierra. Dispondré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré para que resida
en él sin que lo inquieten, ni le hagan más daño los malvados, como antaño,
cuando nombraba jueces sobre mi pueblo Israel. A ti te he dado reposo de todos
tus enemigos. Pues bien, el Señor te anuncia que te va a edificar una casa.
En efecto, cuando se cumplan tus días y reposes con tus padres, yo suscitaré
descendencia tuya después de ti. Al que salga de tus entrañas le afirmaré su
reino. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo.
Tu casa y tu reino se mantendrán siempre firmes ante mí, tu trono durará para
siempre”».
Palabra de Dios.
Salmo
R. Cantaré
eternamente tus misericordias, Señor.
V. Cantaré
eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dijiste: «La misericordia es un edificio eterno»,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad. R.
V. «Sellé una
alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades». R.
V. «Él
me invocará: “Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora”;
Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable». R.
Aclamación
V. Sol que
naces de lo alto, resplandor de la luz eterna, sol de justicia, ven ahora a
iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. R.
Evangelio
Nos visitará
el Sol que nace de lo alto
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
EN aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, se llenó de Espíritu Santo y
profetizó diciendo:
«Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán para
concedernos
que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos
nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación
por el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz».
Palabra del Señor.
______
En este 24 de diciembre, cuando el corazón de la
Iglesia late con una emoción especial —la puerta misma de la Navidad— la
Palabra de Dios nos regala una certeza para sostener la vida: Dios ama con
un amor que no caduca. Un amor que no depende de objetos sagrados, ni de
escenarios perfectos, ni de nuestra fuerza; depende de Él, de su fidelidad.
1) Dios no “habita” en lo que
nosotros controlamos
David tiene una idea buena: “Yo vivo en un palacio…
¿y el arca de Dios en una tienda?” Quiere construirle una casa al Señor. Suena
generoso, suena piadoso. Pero Dios lo sorprende: “¿Tú me vas a construir una
casa?” (cf. 2S 7).
Detrás de esa corrección hay una pedagogía
preciosa: no somos nosotros quienes “instalamos” a Dios en nuestras
seguridades; es Dios quien toma la iniciativa y nos “instala” en su promesa.
A veces también nosotros, sin darnos cuenta,
queremos “organizar” a Dios: que bendiga nuestros planes, que encaje en
nuestras agendas, que funcione como un “seguro espiritual”. Y el Señor, con
ternura, nos dice hoy: “Yo soy el que te he sostenido; yo soy el que te he
traído hasta aquí; yo soy el que edifico.”
2) La casa que Dios construye es
una historia de misericordia
El Señor le promete a David una descendencia, un
reino estable: “Tu casa y tu reino durarán para siempre” (cf. 2S 7,16).
Esto no es simple política ni nostalgia monárquica: es promesa mesiánica.
Dios está diciendo: la salvación no será improvisación; tendrá raíces,
historia, rostro.
Por eso el salmo canta: “Tu amor es eterno”
(Sal 89). En la Biblia, cuando Dios promete, se compromete. Y cuando se
compromete, no se cansa. Puede haber noches largas, exilios, silencios… pero su
amor no se derrumba.
Y aquí, en el umbral de la Navidad, esta es una
noticia inmensa para quien está cansado, para quien siente que su vida se
desordenó, para quien teme el futuro: Dios no se retira de tu historia.
3) Zacarías nos enseña a leer la
vida con gratitud y esperanza
El Evangelio nos pone en la boca el canto de
Zacarías (el Benedictus). Es impresionante: Zacarías bendice a Dios no
porque todo esté resuelto, sino porque Dios ha visitado a su pueblo. Y
lo describe con palabras que curan:
- “Nos
salva de nuestros enemigos”: no solo enemigos externos; también esos
enemigos interiores que nos roban la paz: el miedo, la desesperanza, el
rencor, la culpa paralizante.
- “Por
la entrañable misericordia de nuestro Dios”: la salvación viene del
corazón de Dios, no del mérito humano.
- “Nos
visitará el Sol que nace de lo alto… para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz”: cuando llega Jesús, no llega una idea: llega una luz, una presencia,
una paz que orienta.
Y Zacarías mira a su hijo Juan y entiende su
misión: preparar caminos. En la víspera de Navidad, la Iglesia nos dice:
el mejor regalo que podemos ofrecer al Niño Dios es un camino despejado
en el corazón: reconciliación, sencillez, oración, verdad.
4) Último día de la novena:
Navidad es “Dios con nosotros”… también en la enfermedad
Hoy queremos orar especialmente por los enfermos. Y
aquí la Palabra se vuelve más concreta: si el amor de Dios es “para siempre”,
entonces la enfermedad no tiene la última palabra.
A un enfermo, muchas veces lo hiere no solo el
dolor físico, sino la sensación de ser “carga”, de estorbar, de quedar al
margen. La Navidad proclama lo contrario: Dios no se queda lejos del
sufrimiento; entra en él. Nace vulnerable. Necesita brazos. Se deja cuidar.
Y así nos revela un misterio: la fragilidad no quita dignidad; puede
volverse lugar de encuentro con Dios.
En este Año jubilar, somos peregrinos de
esperanza: no negamos la cruz, pero creemos que la misericordia en
persona —Jesús— viene a guiarnos “por el camino de la paz”. Y esa paz, a
veces, no significa ausencia de problemas, sino presencia de Dios en medio
de ellos.
5) Tres gestos sencillos para
vivir este 24 de diciembre
Para aterrizar el Evangelio, propongo tres gestos,
muy concretos:
1. Bendecir: como Zacarías. Hoy, antes de la
cena o antes de dormir, bendice a Dios por algo pequeño y real. La bendición
abre los ojos y sana el corazón.
2. Visitar: si no puedes físicamente, al
menos una llamada, un audio, una oración con nombre propio por un enfermo. La
Navidad se vuelve verdadera cuando “Dios visita” a través de nosotros.
3. Preparar el camino: perdona algo, suelta una pelea,
pide perdón, apaga un juicio duro. No hay pesebre más digno que un corazón
reconciliado.
Oración final (por los enfermos)
Señor
Jesús,
Sol que nace de lo alto,
visita a nuestros enfermos: a los de casa y a los que están solos,
a quienes sufren en el cuerpo y a quienes se cansaron en el alma.
Que tu misericordia sea medicina,
tu Palabra sea consuelo,
tu presencia sea paz.
Y a nosotros, tu Iglesia, concédenos manos para servir,
tiempo para acompañar
y fe para esperar,
porque tu amor es para siempre. Amén.
Misa
de la Vigilia
Dios cumple sus promesas
(Is 62,1-5 / Sal
89 (88),4-5.16-17.27 y 29 (R. cf. 2a) / Hch 13,16-17.22-25 / Mt
1,1-25) En esta Vigilia de Navidad la
Iglesia abre su corazón a la alegría de un Dios que cumple sus promesas.
Con Isaías contemplamos a Sión
vestida de fiesta: Dios se goza en su pueblo como el esposo en la esposa.
El salmo nos hace cantar la
certeza de un amor edificado para siempre.
En los Hechos, san Pablo
recorre la historia santa y nos recuerda que Dios guía los caminos humanos
hasta llevarnos al Salvador.
Y en el Evangelio, Mateo nos
presenta la genealogía
y el misterio del nacimiento de Jesús: en una familia concreta, con nombres,
luces y sombras, Dios entra en nuestra historia para llamarnos “su alegría” y
regalarnos la paz.
Vigilia de Navidad – Esquema litúrgico
Primera lectura
Is 62,
1-5
Tema: Jerusalén/Sión renovada; Dios se goza en su pueblo “como esposo”.
Salmo responsorial
Sal 89
(88), 4-5. 16-17. 27 y 29
R/. Cantaré eternamente las misericordias del Señor. (cf. v. 2)
Tema: alianza con David; fidelidad y misericordia para siempre.
Segunda lectura
Hch 13,
16-17. 22-25
Tema: Pablo resume la historia de la salvación: elección, David, promesa, Juan,
Jesús Salvador.
Evangelio
Mt 1,
1-25 (forma larga) o Mt
1, 18-25 (forma breve)
Tema: genealogía y nacimiento; José, obediencia de fe; “Jesús” (salva) y
“Emmanuel” (Dios con nosotros).
**********
Homilía de la Vigilia
Esta
noche la Iglesia no nos da primero una idea bonita, ni una moraleja
sentimental: nos da una historia. Y eso es
decisivo. Porque la Navidad no es un cuento de hadas: es Dios
entrando en la historia real, con nombres y apellidos, con
acontecimientos, con heridas y esperanzas.
Por eso el Evangelio de
Mateo puede comenzar de una manera que a muchos les cuesta: una
genealogía. Una lista de generaciones. ¿Y por qué la liturgia
nos pone esto en la Vigilia? Porque la fe cristiana no dice: “Dios apareció de
la nada”. Dice: “Dios se hizo carne en una historia concreta”.
Y esa historia —como la nuestra— no es perfecta.
1) Un amor “edificado
para siempre”: Dios no se arrepiente de amar
El salmo repite una
frase que sostiene la noche y el día: el amor del Señor es para siempre.
Ese amor no es capricho; es alianza. Y cuando Dios hace alianza, no
se desdice.
Eso explica la primera
lectura: Isaías contempla a Jerusalén como una esposa renovada. Cambia el
nombre de la ciudad, como quien cambia la etiqueta de una vida: ya no
“abandonada”, ya no “desolada”, sino “mi predilecta”, “mi
gozo”. Dios se alegra en su pueblo como un esposo se alegra con su esposa
(Is 62).
Navidad es esto: Dios vuelve a pronunciar sobre nosotros palabras de
dignidad.
Y aquí cabe una
pregunta pastoral: ¿cómo te llama Dios esta noche? Tal vez tú te llamas a ti
mismo “fracasado”, “cansada”, “no doy más”, “no valgo”… Y el Señor te dice: “Mi
alegría”.
2) La historia de la
salvación: Dios escribe recto sobre renglones torcidos
En los Hechos, san
Pablo hace memoria: Dios eligió, liberó, condujo, sostuvo… y finalmente dio
un Salvador (Hch 13).
Esto nos enseña algo para la vida: cuando miramos solo el momento presente,
parece que todo es casualidad o caos. Pero cuando miramos con fe, aparece un
hilo: Dios
conduce la historia, incluso cuando nosotros no entendemos el
mapa.
Navidad no niega el
dolor del mundo; pero proclama que el mundo no está huérfano.
Dios no abandonó la humanidad a su suerte: la visitó desde dentro.
3) La genealogía: tu
familia también puede ser lugar de Dios
Mateo nombra a David, a
Abraham, a generaciones enteras… y, con una valentía impresionante, también
deja ver historias difíciles: pecados, rupturas, exilios.
Es como si el Evangelio dijera: Dios no escogió una “familia de
vitrina”. Escogió una familia real.
¿Cuántas familias
llegan a esta Vigilia con tensiones, distancias, silencios, heridas antiguas?
La genealogía nos consuela: Dios no espera que todo esté perfecto
para nacer. Nace en medio de lo humano, y lo va sanando desde
dentro.
4) José: la santidad
silenciosa que salva una casa
Si se proclama la forma
breve (Mt 1,18-25), el foco cae sobre José. Y José es una de las figuras más
actuales para nuestra época: un hombre que vive una crisis, un dolor, una
confusión… y decide no actuar desde el impulso, sino desde la justicia
y la misericordia.
José pensaba “resolver”
el asunto discretamente. Pero Dios lo detiene con un sueño:
“No
temas… lo engendrado en ella viene del Espíritu Santo”.
Y le confía una misión: poner el nombre. En la
Biblia, poner el nombre es asumir responsabilidad, acoger, dar identidad. José,
obedeciendo, hace posible que Jesús entre legalmente en la casa de David.
Aquí está la grandeza
de José: no
entiende todo, pero confía; no controla todo, pero obedece.
Y en un mundo donde muchos huyen cuando llega la complicación, José enseña una
valentía distinta: la fidelidad.
5) “Dios salva” y “Dios
con nosotros”: los dos nombres de la Navidad
El ángel revela dos
nombres que resumen todo:
·
Jesús: “Dios salva”. No solo
de enemigos externos; salva del pecado, del vacío, del miedo, de la
desesperanza.
·
Emmanuel: “Dios con nosotros”.
No “Dios arriba”, no “Dios lejos”, sino Dios en medio.
Y esta es la noticia
para esta Vigilia: tal vez no se arregle todo hoy, pero no
estás solo. Dios está contigo. Y su amor no se acaba.
6) Aplicación jubilar:
peregrinos de esperanza
En el marco del Año
jubilar, esta noche se nos regala una consigna sencilla:
si
Dios es fiel, entonces se puede caminar.
La esperanza cristiana no es optimismo ingenuo; es memoria de la fidelidad de
Dios. Por eso cantamos: “Tu amor es eterno”. Por eso Isaías sueña una ciudad
renovada. Por eso Pablo recorre la historia y encuentra sentido. Por eso José
se levanta y hace lo que el ángel le mandó.
7) Tres gestos
concretos para vivir la Vigilia
1.
Ponle nombre a tu
esperanza:
como José. Nombra una intención concreta: “Señor, hoy te pido por…”.
2.
Reconcíliate con tu
historia:
como la genealogía. No reniegues de tu pasado: entrégalo a Dios. Él sabe
redimirlo.
3.
Sé “Emmanuel” para
alguien:
una visita, un mensaje, un perdón, un plato compartido. Navidad es que Dios se
haga cercano… también a través de ti.
Conclusión
Hermanos: esta noche Dios no viene a admirar nuestras decoraciones; viene a habitar
nuestra vida.
Que esta Vigilia nos encuentre como José: con el corazón dispuesto a creer, a
obedecer y a cuidar.
Y que podamos escuchar para nosotros, como un susurro del cielo, el nombre que
salva y la presencia que acompaña: Jesús,
Emmanuel. Amén.

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