martes, 23 de diciembre de 2025

24 de diciembre del 2025: Feria Privilegiada- miércoles de la cuarta semana de Adviento- Misas del día y de la Vigilia

 

Un amor de siempre

(2 Samuel 7, 1-5.8b-12.14a.16; Lucas 1, 67-79) La estabilidad de la alianza de Dios con su pueblo no depende de un arca. Está fundada en el amor que el Señor le tiene, “un amor edificado para siempre”, dice el salmista.

Zacarías reconoce la descendencia prometida a David —que libera de los enemigos— en ese “amor que muestra hacia nuestros padres”: su hijo Juan Bautista prepara sus caminos. Sí, Jesús es esa misericordia en persona que nos trae la paz.

Nicolas Tarralle, prêtre assomptionniste

 


Primera lectura

2S 7,1-5.8b-12.14a.16

El reino de David se mantendrá siempre firme ante el Señor

Lectura del segundo libro de Samuel

CUANDO el rey David se asentó en su casa y el Señor le hubo dado reposo de todos sus enemigos de alrededor, dijo al profeta Natán:
«Mira, yo habito en una casa de cedro, mientras el Arca de Dios habita en una tienda».
Natán dijo al rey:
«Ve y haz lo que desea tu corazón, pues el Señor está contigo».
Aquella noche vino esta palabra del Señor a Natán:
«Ve y habla a mi siervo David: “Así dice el Señor: ¿Tú me vas a construir una casa para morada mía?
Yo te tomé del pastizal, de andar tras el rebaño, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. He estado a tu lado por donde quiera que has ido, he suprimido a todos tus enemigos ante ti y te he hecho tan famoso como los grandes de la tierra. Dispondré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré para que resida en él sin que lo inquieten, ni le hagan más daño los malvados, como antaño, cuando nombraba jueces sobre mi pueblo Israel. A ti te he dado reposo de todos tus enemigos. Pues bien, el Señor te anuncia que te va a edificar una casa.
En efecto, cuando se cumplan tus días y reposes con tus padres, yo suscitaré descendencia tuya después de ti. Al que salga de tus entrañas le afirmaré su reino. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo.
Tu casa y tu reino se mantendrán siempre firmes ante mí, tu trono durará para siempre”».

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 89(88),2-3. 4-5.27 y 29 (R. cf. 2a) 

R. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.

V. Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dijiste: «La misericordia es un edificio eterno»,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad. 
R.

V. «Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades». 
R.

V. «Él me invocará: “Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora”;
Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable». 
R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Sol que naces de lo alto, resplandor de la luz eterna, sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. R.

 

Evangelio

Lc 1,67-79

Nos visitará el Sol que nace de lo alto

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, se llenó de Espíritu Santo y profetizó diciendo:
«Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán para
concedernos
que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos
nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación
por el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz».

Palabra del Señor.

 

______

 

En este 24 de diciembre, cuando el corazón de la Iglesia late con una emoción especial —la puerta misma de la Navidad— la Palabra de Dios nos regala una certeza para sostener la vida: Dios ama con un amor que no caduca. Un amor que no depende de objetos sagrados, ni de escenarios perfectos, ni de nuestra fuerza; depende de Él, de su fidelidad.

1) Dios no “habita” en lo que nosotros controlamos

David tiene una idea buena: “Yo vivo en un palacio… ¿y el arca de Dios en una tienda?” Quiere construirle una casa al Señor. Suena generoso, suena piadoso. Pero Dios lo sorprende: “¿Tú me vas a construir una casa?” (cf. 2S 7).

Detrás de esa corrección hay una pedagogía preciosa: no somos nosotros quienes “instalamos” a Dios en nuestras seguridades; es Dios quien toma la iniciativa y nos “instala” en su promesa.

A veces también nosotros, sin darnos cuenta, queremos “organizar” a Dios: que bendiga nuestros planes, que encaje en nuestras agendas, que funcione como un “seguro espiritual”. Y el Señor, con ternura, nos dice hoy: “Yo soy el que te he sostenido; yo soy el que te he traído hasta aquí; yo soy el que edifico.”

2) La casa que Dios construye es una historia de misericordia

El Señor le promete a David una descendencia, un reino estable: “Tu casa y tu reino durarán para siempre” (cf. 2S 7,16). Esto no es simple política ni nostalgia monárquica: es promesa mesiánica. Dios está diciendo: la salvación no será improvisación; tendrá raíces, historia, rostro.

Por eso el salmo canta: “Tu amor es eterno” (Sal 89). En la Biblia, cuando Dios promete, se compromete. Y cuando se compromete, no se cansa. Puede haber noches largas, exilios, silencios… pero su amor no se derrumba.

Y aquí, en el umbral de la Navidad, esta es una noticia inmensa para quien está cansado, para quien siente que su vida se desordenó, para quien teme el futuro: Dios no se retira de tu historia.

3) Zacarías nos enseña a leer la vida con gratitud y esperanza

El Evangelio nos pone en la boca el canto de Zacarías (el Benedictus). Es impresionante: Zacarías bendice a Dios no porque todo esté resuelto, sino porque Dios ha visitado a su pueblo. Y lo describe con palabras que curan:

  • “Nos salva de nuestros enemigos”: no solo enemigos externos; también esos enemigos interiores que nos roban la paz: el miedo, la desesperanza, el rencor, la culpa paralizante.
  • “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios”: la salvación viene del corazón de Dios, no del mérito humano.
  • “Nos visitará el Sol que nace de lo alto… para guiar nuestros pasos por el camino de la paz”: cuando llega Jesús, no llega una idea: llega una luz, una presencia, una paz que orienta.

Y Zacarías mira a su hijo Juan y entiende su misión: preparar caminos. En la víspera de Navidad, la Iglesia nos dice: el mejor regalo que podemos ofrecer al Niño Dios es un camino despejado en el corazón: reconciliación, sencillez, oración, verdad.

4) Último día de la novena: Navidad es “Dios con nosotros”… también en la enfermedad

Hoy queremos orar especialmente por los enfermos. Y aquí la Palabra se vuelve más concreta: si el amor de Dios es “para siempre”, entonces la enfermedad no tiene la última palabra.

A un enfermo, muchas veces lo hiere no solo el dolor físico, sino la sensación de ser “carga”, de estorbar, de quedar al margen. La Navidad proclama lo contrario: Dios no se queda lejos del sufrimiento; entra en él. Nace vulnerable. Necesita brazos. Se deja cuidar. Y así nos revela un misterio: la fragilidad no quita dignidad; puede volverse lugar de encuentro con Dios.

En este Año jubilar, somos peregrinos de esperanza: no negamos la cruz, pero creemos que la misericordia en persona —Jesús— viene a guiarnos “por el camino de la paz”. Y esa paz, a veces, no significa ausencia de problemas, sino presencia de Dios en medio de ellos.

5) Tres gestos sencillos para vivir este 24 de diciembre

Para aterrizar el Evangelio, propongo tres gestos, muy concretos:

1.    Bendecir: como Zacarías. Hoy, antes de la cena o antes de dormir, bendice a Dios por algo pequeño y real. La bendición abre los ojos y sana el corazón.

2.    Visitar: si no puedes físicamente, al menos una llamada, un audio, una oración con nombre propio por un enfermo. La Navidad se vuelve verdadera cuando “Dios visita” a través de nosotros.

3.    Preparar el camino: perdona algo, suelta una pelea, pide perdón, apaga un juicio duro. No hay pesebre más digno que un corazón reconciliado.

Oración final (por los enfermos)

Señor Jesús,
Sol que nace de lo alto,
visita a nuestros enfermos: a los de casa y a los que están solos,
a quienes sufren en el cuerpo y a quienes se cansaron en el alma.
Que tu misericordia sea medicina,
tu Palabra sea consuelo,
tu presencia sea paz.
Y a nosotros, tu Iglesia, concédenos manos para servir,
tiempo para acompañar
y fe para esperar,
porque tu amor es para siempre.
Amén.

 

Misa de la Vigilia

 

Dios cumple sus promesas

(Is 62,1-5 / Sal 89 (88),4-5.16-17.27 y 29 (R. cf. 2a) / Hch 13,16-17.22-25 / Mt 1,1-25) En esta Vigilia de Navidad la Iglesia abre su corazón a la alegría de un Dios que cumple sus promesas.

Con Isaías contemplamos a Sión vestida de fiesta: Dios se goza en su pueblo como el esposo en la esposa.

El salmo nos hace cantar la certeza de un amor edificado para siempre.

En los Hechos, san Pablo recorre la historia santa y nos recuerda que Dios guía los caminos humanos hasta llevarnos al Salvador.

Y en el Evangelio, Mateo nos presenta la genealogía y el misterio del nacimiento de Jesús: en una familia concreta, con nombres, luces y sombras, Dios entra en nuestra historia para llamarnos “su alegría” y regalarnos la paz.

 

Vigilia de Navidad – Esquema litúrgico

Primera lectura

Is 62, 1-5
Tema: Jerusalén/Sión renovada; Dios se goza en su pueblo “como esposo”.

Salmo responsorial

Sal 89 (88), 4-5. 16-17. 27 y 29
R/. Cantaré eternamente las misericordias del Señor. (cf. v. 2)
Tema: alianza con David; fidelidad y misericordia para siempre.

Segunda lectura

Hch 13, 16-17. 22-25
Tema: Pablo resume la historia de la salvación: elección, David, promesa, Juan, Jesús Salvador.

Evangelio

Mt 1, 1-25 (forma larga) o Mt 1, 18-25 (forma breve)
Tema: genealogía y nacimiento; José, obediencia de fe; “Jesús” (salva) y “Emmanuel” (Dios con nosotros).

 

**********


Homilía de la Vigilia


Esta noche la Iglesia no nos da primero una idea bonita, ni una moraleja sentimental: nos da una historia. Y eso es decisivo. Porque la Navidad no es un cuento de hadas: es Dios entrando en la historia real, con nombres y apellidos, con acontecimientos, con heridas y esperanzas.

Por eso el Evangelio de Mateo puede comenzar de una manera que a muchos les cuesta: una genealogía. Una lista de generaciones. ¿Y por qué la liturgia nos pone esto en la Vigilia? Porque la fe cristiana no dice: “Dios apareció de la nada”. Dice: “Dios se hizo carne en una historia concreta”. Y esa historia —como la nuestra— no es perfecta.

1) Un amor “edificado para siempre”: Dios no se arrepiente de amar

El salmo repite una frase que sostiene la noche y el día: el amor del Señor es para siempre. Ese amor no es capricho; es alianza. Y cuando Dios hace alianza, no se desdice.

Eso explica la primera lectura: Isaías contempla a Jerusalén como una esposa renovada. Cambia el nombre de la ciudad, como quien cambia la etiqueta de una vida: ya no “abandonada”, ya no “desolada”, sino “mi predilecta”, “mi gozo”. Dios se alegra en su pueblo como un esposo se alegra con su esposa (Is 62).
Navidad es esto: Dios vuelve a pronunciar sobre nosotros palabras de dignidad.

Y aquí cabe una pregunta pastoral: ¿cómo te llama Dios esta noche? Tal vez tú te llamas a ti mismo “fracasado”, “cansada”, “no doy más”, “no valgo”… Y el Señor te dice: “Mi alegría”.

2) La historia de la salvación: Dios escribe recto sobre renglones torcidos

En los Hechos, san Pablo hace memoria: Dios eligió, liberó, condujo, sostuvo… y finalmente dio un Salvador (Hch 13).
Esto nos enseña algo para la vida: cuando miramos solo el momento presente, parece que todo es casualidad o caos. Pero cuando miramos con fe, aparece un hilo: Dios conduce la historia, incluso cuando nosotros no entendemos el mapa.

Navidad no niega el dolor del mundo; pero proclama que el mundo no está huérfano. Dios no abandonó la humanidad a su suerte: la visitó desde dentro.

3) La genealogía: tu familia también puede ser lugar de Dios

Mateo nombra a David, a Abraham, a generaciones enteras… y, con una valentía impresionante, también deja ver historias difíciles: pecados, rupturas, exilios.
Es como si el Evangelio dijera: Dios no escogió una “familia de vitrina”. Escogió una familia real.

¿Cuántas familias llegan a esta Vigilia con tensiones, distancias, silencios, heridas antiguas? La genealogía nos consuela: Dios no espera que todo esté perfecto para nacer. Nace en medio de lo humano, y lo va sanando desde dentro.

4) José: la santidad silenciosa que salva una casa

Si se proclama la forma breve (Mt 1,18-25), el foco cae sobre José. Y José es una de las figuras más actuales para nuestra época: un hombre que vive una crisis, un dolor, una confusión… y decide no actuar desde el impulso, sino desde la justicia y la misericordia.

José pensaba “resolver” el asunto discretamente. Pero Dios lo detiene con un sueño:
“No temas… lo engendrado en ella viene del Espíritu Santo”.
Y le confía una misión: poner el nombre. En la Biblia, poner el nombre es asumir responsabilidad, acoger, dar identidad. José, obedeciendo, hace posible que Jesús entre legalmente en la casa de David.

Aquí está la grandeza de José: no entiende todo, pero confía; no controla todo, pero obedece.
Y en un mundo donde muchos huyen cuando llega la complicación, José enseña una valentía distinta: la fidelidad.

5) “Dios salva” y “Dios con nosotros”: los dos nombres de la Navidad

El ángel revela dos nombres que resumen todo:

·        Jesús: “Dios salva”. No solo de enemigos externos; salva del pecado, del vacío, del miedo, de la desesperanza.

·        Emmanuel: “Dios con nosotros”. No “Dios arriba”, no “Dios lejos”, sino Dios en medio.

Y esta es la noticia para esta Vigilia: tal vez no se arregle todo hoy, pero no estás solo. Dios está contigo. Y su amor no se acaba.

6) Aplicación jubilar: peregrinos de esperanza

En el marco del Año jubilar, esta noche se nos regala una consigna sencilla:
si Dios es fiel, entonces se puede caminar.
La esperanza cristiana no es optimismo ingenuo; es memoria de la fidelidad de Dios. Por eso cantamos: “Tu amor es eterno”. Por eso Isaías sueña una ciudad renovada. Por eso Pablo recorre la historia y encuentra sentido. Por eso José se levanta y hace lo que el ángel le mandó.

7) Tres gestos concretos para vivir la Vigilia

1.    Ponle nombre a tu esperanza: como José. Nombra una intención concreta: “Señor, hoy te pido por…”.

2.    Reconcíliate con tu historia: como la genealogía. No reniegues de tu pasado: entrégalo a Dios. Él sabe redimirlo.

3.    Sé “Emmanuel” para alguien: una visita, un mensaje, un perdón, un plato compartido. Navidad es que Dios se haga cercano… también a través de ti.

Conclusión
Hermanos: esta noche Dios no viene a admirar nuestras decoraciones; viene a habitar nuestra vida.
Que esta Vigilia nos encuentre como José: con el corazón dispuesto a creer, a obedecer y a cuidar.
Y que podamos escuchar para nosotros, como un susurro del cielo, el nombre que salva y la presencia que acompaña: Jesús, Emmanuel. Amén.

 

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