Inmaculada Concepción de la Virgen María
La Iglesia celebra hoy a María concebida sin pecado original, por singular
gracia de Dios y en previsión de los méritos de Jesucristo. Este privilegio no
la separa de nuestra humanidad, sino que la presenta como primicia de la
redención y signo del proyecto de Dios para todos: una vida santa y
plenamente libre para amar.
Las lecturas iluminan este misterio: la promesa de
victoria sobre el mal (Gn 3), la elección amorosa de Dios que nos destina a la
santidad en Cristo (Ef 1) y el anuncio del ángel a la “llena de gracia” (Lc 1).
Esta solemnidad invita a contemplar la belleza de la gracia, renovar la
esperanza y acoger con fe la voluntad de Dios, como María.
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Hoy
la Iglesia celebra con gozo la Solemnidad de la Inmaculada Concepción
de la Virgen María. En María, preservada de toda mancha de
pecado desde el primer instante de su existencia, contemplamos la victoria
anticipada de la gracia y el destino luminoso al que Dios nos llama en Cristo:
ser santos por el amor.
En
el marco
del Año Jubilar, esta fiesta nos recuerda que la esperanza no
es un deseo ingenuo, sino una promesa sostenida por la misericordia de Dios.
Celebremos esta Eucaristía con corazón agradecido, dejando que la pureza y la
fe confiada de María renueven nuestro camino de conversión y nos conduzcan con
alegría hacia su Hijo, Salvador del mundo.
Primera lectura
DESPUÉS de comer Adán del árbol, el Señor Dios lo llamó y le dijo:
«¿Dónde estás?».
Él contestó:
«Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí».
El Señor Dios le replicó:
«¿Quién te informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del árbol del que te prohibí comer?».
Adán respondió:
«La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí».
El Señor Dios dijo a la mujer:
«¿Qué has hecho?».
La mujer respondió:
«La serpiente me sedujo y comí».
El Señor Dios dijo a la serpiente:
«Por haber hecho eso, maldita tú
entre todo el ganado y todas las fieras del campo;
te arrastrarás sobre el vientre
y comerás polvo toda tu vida;
pongo hostilidad entre ti y la mujer,
esta te aplastará la cabeza
cuando tú la hieras en el talón».
Adán llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.
Salmo
Segunda lectura
BENDITO sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en Cristo
con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos.
Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo
para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor.
Él nos ha destinado por medio de Jesucristo,
según el beneplácito de su voluntad,
a ser sus hijos,
para alabanza de la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido en el Amado.
En él hemos heredado también,
los que ya estábamos destinados por decisión
del que lo hace todo según su voluntad,
para que seamos alabanza de su gloria
quienes antes esperábamos en el Mesías.
Aclamación
Evangelio
EN aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo:
«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».
Y María dijo al ángel:
«¿Cómo será eso, pues no conozco varón?».
El ángel le contestó:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, “porque para Dios nada hay imposible”».
María contestó:
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Y el ángel se retiró.
Homilía
Hoy, en
la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, celebramos el misterio de una
gracia que nos precede y nos sostiene: Dios soñó a María limpia de toda mancha
para que fuera casa digna del Verbo, y en ella nos mostró lo que quiere
hacer con toda la humanidad. Y esta alegría se vuelve aún más cercana para
nosotros porque coincidimos con el noveno día de la novena de nuestra
Patrona Santa María Estrella del Mar, en el marco del Año Jubilar:
peregrinos de esperanza, guiados por una Madre que conoce las mareas del alma y
no deja que se hunda la fe del pueblo.
1. “¿Dónde estás?”: la pregunta que Dios no deja de
hacer
La
primera lectura nos lleva al corazón del drama humano (Gn 3). Después del
pecado, Dios pregunta: “¿Dónde estás?” No es la voz de un juez frío,
sino la de un Padre que busca al hijo escondido. El pecado nos desubica: nos
roba la confianza, nos distorsiona la mirada, nos vuelve extraños de nosotros
mismos y de los demás.
La
Inmaculada no niega que exista la herida del mundo; más bien proclama que la
gracia es más fuerte que la herida.
2. Bendecidos “antes de la creación del mundo”
3. Nazaret: la libertad de una mujer llena de Dios
María no
es un adorno devocional; es la creyente valiente que deja que Dios
escriba historia en su carne. Por eso la Inmaculada no nos aleja del mundo
real: nos enseña a vivirlo desde la obediencia confiada, desde la pureza de
intención, desde la disponibilidad.
4. Estrella del Mar: una Madre para los días de
tormenta
Celebrar
hoy a la Inmaculada en el noveno día de nuestra novena a Santa
María Estrella del Mar es un regalo pastoral inmenso.
Así es
María para nuestra comunidad:
- cuando hay cansancio espiritual,
ella nos recuerda la alegría del Evangelio;
- cuando hay tensiones
familiares, ella enseña la ternura firme;
- cuando hay heridas sociales,
ella inspira el compromiso por la paz y la dignidad;
- cuando la esperanza se vuelve frágil, ella repite con su vida:Dios cumple lo que promete.
5. Claves jubilares para vivir esta fiesta
En este
Año Jubilar, la Inmaculada nos ofrece caminos concretos:
6. Para cerrar: el sueño de Dios sobre nosotros
Hoy, bajo
el manto de Santa María Estrella del Mar, digámosle al Señor:
Y con
María, renovemos nuestra entrega:
“Hágase
en mí según tu palabra.”
Amén.
Ineffabilis
Deus comienza
afirmando que la creación de la Santísima Virgen María estaba en la mente de
Dios desde toda la eternidad. Ella es el “singular deleite” del Padre y, “bajo
Dios, no se puede siquiera imaginar nada mayor, y que, fuera de Dios, ninguna
mente puede llegar a comprender plenamente”. Esta afirmación debería dejarnos
una fe profunda en la Inmaculada Concepción y un reconocimiento del gran e
incomprensible misterio que celebramos. Solo en el Cielo, cuando contemplemos
la Visión Beatífica, nuestra mente contemplará también la belleza y el profundo
misterio del acto creador más grande de Dios en la persona de la Madre de Dios.
Su vida no es un fin en sí misma. Ella no es adorada. Ella no es Dios. Sin
embargo, debe ser amada y honrada de un modo singular y único, porque es la
creación más gloriosa de Dios y será honrada como tal para siempre.
Lo
primero que debemos saber acerca de nuestra Madre Inmaculada es que ella
necesitó un Salvador, como todos los seres humanos. Su Salvador es su Hijo, así
como Él es nuestro Salvador. Sin embargo, en ella la salvación fue otorgada
“por singular gracia y privilegio”. Nosotros somos salvados por el lavado del
pecado original mediante el bautismo. La Santísima Virgen María fue preservada
del pecado original desde el primer instante de su concepción. Su salvación
trascendió el tiempo en cuanto que los méritos de la salvación ganados por la
Encarnación, muerte y resurrección de su Hijo Jesús la salvaron del pecado
original en el mismo momento de su creación.
El papel
de María se insinúa por primera vez en el libro del Génesis. Leemos sobre la
caída de Adán y Eva, introduciendo el pecado original en la naturaleza humana y
haciendo necesario un Salvador. Génesis 3:15 presenta lo que muchos han llamado
el Protoevangelio o “Primer Evangelio”, porque, con lenguaje misterioso,
presenta a Cristo como el Nuevo Adán y a la Santísima Virgen María como la
nueva Eva: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y la
suya; ella te herirá en la cabeza, mientras tú la herirás en el talón”. La
“enemistad” entre la serpiente y la “mujer” revela la completa oposición de
María al maligno y al pecado. La “descendencia” es Jesús, y Él aplastará la
cabeza de Satanás, destruyendo el pecado y el mal para siempre. Este pasaje
también revela que Jesús invita a su Madre a participar en este acto de
salvación de un modo único. “Ellos te herirán en la cabeza…” implicando que
tanto Jesús como la Santísima Virgen María vencieron juntos al pecado y a
Satanás, por el poder de Dios, pero a través de la maternidad de María, la
nueva madre de todos los vivientes y madre de quienes pertenecen al nuevo orden
de la gracia.
La
Santísima Virgen María también ha sido vista tradicionalmente como la nueva
Arca de la Alianza. La primera Arca era un vaso sagrado que contenía los Diez
Mandamientos, el maná y la vara de Aarón. El Arca era un símbolo de la
presencia divina de Dios, a la cual solo el Sumo Sacerdote podía acercarse una
vez al año tras rigurosos rituales de purificación. La Santísima Virgen María,
siendo la nueva Arca de la Alianza, debe ser tratada también con la mayor
veneración, pues llevó lo divino en su seno y Él salió de su propio cuerpo.
Solo el Gran Sumo Sacerdote, Jesús su Hijo, pudo atreverse a acercarse y
habitar en ella.
En la
Anunciación, el arcángel Gabriel vino a la Virgen y dijo: “¡Alégrate, llena de
gracia, el Señor está contigo!” (Lucas 1:28). Este pasaje apunta a la
naturaleza inmaculada de la Santísima Virgen María. Ser “llena de gracia”
confirma el hecho de que la gracia impregnó de tal modo el alma de María que el
pecado no tuvo lugar en ella. No solo fue creada libre de pecado, sino que
también permaneció sin pecado durante toda su vida por el mérito de su continuo
asentimiento a Dios. Su respuesta orante al arcángel no fue solo su respuesta
en aquel momento, sino su respuesta permanente a Dios a lo largo de toda su
vida: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lucas
1:38).
Desde al
menos el siglo VII, las iglesias de Oriente celebraban en la liturgia la
concepción de María en el seno de santa Ana. La Iglesia en Occidente pronto
siguió ese camino, enfatizando el carácter inmaculado de su concepción. En el
siglo XV, el Papa Sixto IV aprobó una celebración litúrgica para la Fiesta de
la Inmaculada Concepción y luego la extendió a toda la Iglesia de Occidente. En
los siglos siguientes, los papas sucesivos emitieron enseñanzas más claras en
apoyo de la definición de la Inmaculada Concepción. Debido a esta definición
continua y cada vez más profunda de la Inmaculada Concepción, el Papa Pío IX
elevó esta enseñanza al nivel más alto posible cuando promulgó Ineffabilis
Deus en 1854.
Si
volvemos de nuevo al comienzo de esa constitución en la que el Santo Padre dijo
que “ninguna mente puede llegar a comprender plenamente” a la Santísima Virgen
María, entonces nos daremos cuenta de que lo poco que conocemos y entendemos de
ella sigue siendo un misterio profundo que solo comprenderemos plenamente en el
Cielo. Por lo tanto, al honrar la Inmaculada Concepción y la naturaleza
inmaculada de María, también debemos esperar un despliegue continuo de quién es
ella. El dogma de la Inmaculada Concepción no fue el final, sino el comienzo.
Después de esa proclamación, los papas posteriores han seguido profundizando su
enseñanza sobre ella. En 1904, el Papa Pío X habló de María como Mediadora de
las Gracias. En 1950, el Papa Pío XII definió el dogma de la Asunción de la
Santísima Virgen María al Cielo; en 1954, estableció la Fiesta de la Realeza de
María. El Concilio Vaticano II habló de María como Madre de la Iglesia y
Mediadora de la Gracia.
Mientras
celebramos esta gran Solemnidad de la Inmaculada Concepción, intentemos
ponderar la naturaleza incomprensible de la Madre de Dios. Saber que ella es un
misterio impenetrable nos ayudará a honrarla con la reverencia y el asombro que
merece. La mejor noticia de todas para meditar es que esta creación perfecta de
Dios no es un icono distante para admirar: es nuestra Madre solícita, mediadora
de la gracia de Dios. Su cuidado tierno por sus hijos jamás vacilará, y su
intercesión siempre nos traerá todos los bienes que necesitamos para alcanzar
la salvación.
Oración:


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