lunes, 8 de diciembre de 2025

8 de diciembre del 2025: Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, Solemnidad


Inmaculada Concepción de la Virgen María


La Iglesia celebra hoy a María concebida sin pecado original, por singular gracia de Dios y en previsión de los méritos de Jesucristo. Este privilegio no la separa de nuestra humanidad, sino que la presenta como primicia de la redención y signo del proyecto de Dios para todos: una vida santa y plenamente libre para amar.

Las lecturas iluminan este misterio: la promesa de victoria sobre el mal (Gn 3), la elección amorosa de Dios que nos destina a la santidad en Cristo (Ef 1) y el anuncio del ángel a la “llena de gracia” (Lc 1). Esta solemnidad invita a contemplar la belleza de la gracia, renovar la esperanza y acoger con fe la voluntad de Dios, como María.


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Hoy la Iglesia celebra con gozo la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. En María, preservada de toda mancha de pecado desde el primer instante de su existencia, contemplamos la victoria anticipada de la gracia y el destino luminoso al que Dios nos llama en Cristo: ser santos por el amor.

En el marco del Año Jubilar, esta fiesta nos recuerda que la esperanza no es un deseo ingenuo, sino una promesa sostenida por la misericordia de Dios. Celebremos esta Eucaristía con corazón agradecido, dejando que la pureza y la fe confiada de María renueven nuestro camino de conversión y nos conduzcan con alegría hacia su Hijo, Salvador del mundo.

 


Primera lectura

Gen 3, 9-15. 20

Pongo hostilidad entre tu descendencia y la descendencia de la mujer

Lectura del libro del Génesis.

DESPUÉS de comer Adán del árbol, el Señor Dios lo llamó y le dijo:
«¿Dónde estás?».
Él contestó:
«Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí».
El Señor Dios le replicó:
«¿Quién te informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del árbol del que te prohibí comer?».
Adán respondió:
«La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí».
El Señor Dios dijo a la mujer:
«¿Qué has hecho?».
La mujer respondió:
«La serpiente me sedujo y comí».
El Señor Dios dijo a la serpiente:
«Por haber hecho eso, maldita tú
entre todo el ganado y todas las fieras del campo;
te arrastrarás sobre el vientre
y comerás polvo toda tu vida;
pongo hostilidad entre ti y la mujer,
esta te aplastará la cabeza
cuando tú la hieras en el talón».
Adán llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 97, 1bcde. 2-3ab. 3c-4 (R.: 1bc)

R. Canten al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.

V. Canten al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R.

V. El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R.

V. Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
griten, vitoreen, toquen. R.

 

Segunda lectura

Ef 1, 3-6. 11-12

Dios nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios.

BENDITO sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en Cristo
con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos.
Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo
para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor.
Él nos ha destinado por medio de Jesucristo,
según el beneplácito de su voluntad,
a ser sus hijos,
para alabanza de la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido en el Amado.
En él hemos heredado también,
los que ya estábamos destinados por decisión
del que lo hace todo según su voluntad,
para que seamos alabanza de su gloria
quienes antes esperábamos en el Mesías.

Palabra de Dios.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres. R.

 

Evangelio

Lc 1, 26-38

Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo:
«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».
Y María dijo al ángel:
«¿Cómo será eso, pues no conozco varón?».
El ángel le contestó:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, “porque para Dios nada hay imposible”».
María contestó:
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Y el ángel se retiró.

Palabra del Señor.

 

 

Homilía

Hoy, en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, celebramos el misterio de una gracia que nos precede y nos sostiene: Dios soñó a María limpia de toda mancha para que fuera casa digna del Verbo, y en ella nos mostró lo que quiere hacer con toda la humanidad. Y esta alegría se vuelve aún más cercana para nosotros porque coincidimos con el noveno día de la novena de nuestra Patrona Santa María Estrella del Mar, en el marco del Año Jubilar: peregrinos de esperanza, guiados por una Madre que conoce las mareas del alma y no deja que se hunda la fe del pueblo.

1. “¿Dónde estás?”: la pregunta que Dios no deja de hacer

La primera lectura nos lleva al corazón del drama humano (Gn 3). Después del pecado, Dios pregunta: “¿Dónde estás?” No es la voz de un juez frío, sino la de un Padre que busca al hijo escondido. El pecado nos desubica: nos roba la confianza, nos distorsiona la mirada, nos vuelve extraños de nosotros mismos y de los demás.

Y allí, en medio del desorden, aparece una promesa:
la mujer y su descendencia serán signo de victoria sobre el mal. En la tradición de la Iglesia, esa mujer se contempla plenamente en María. Ella es el anticipo luminoso de lo que Dios quiere restaurar en la historia.

La Inmaculada no niega que exista la herida del mundo; más bien proclama que la gracia es más fuerte que la herida.

2. Bendecidos “antes de la creación del mundo”

San Pablo, en la carta a los Efesios, nos regala un himno de esperanza (Ef 1):
Dios nos eligió en Cristo “para que fuéramos santos e irreprochables por el amor.”

Aquí está una clave preciosa para el Año Jubilar:
la santidad no es un premio para los perfectos, sino un proyecto de amor para los rescatados.
María es la primera redimida de manera singular, preservada por los méritos de Cristo. En ella vemos que Dios no improvisa nuestra vida: nos sueña, nos llama, nos prepara caminos de gracia.

Si alguna vez hemos pensado: “yo no puedo cambiar”, “ya es tarde para mí”, “mi historia está demasiado enredada”, hoy la Iglesia responde:
la gracia puede ir más rápido que tu pasado.

3. Nazaret: la libertad de una mujer llena de Dios

El Evangelio nos conduce a la escena de la Anunciación (Lc 1).
El ángel la saluda con un nombre nuevo: “Llena de gracia.”

Y es hermoso notar algo muy humano:
María se turba, pregunta, discierne.
La fe auténtica no es ingenuidad; es confianza lúcida.

Luego llega la frase que abre el cielo en la tierra:
“Hágase en mí según tu palabra.”

María no es un adorno devocional; es la creyente valiente que deja que Dios escriba historia en su carne. Por eso la Inmaculada no nos aleja del mundo real: nos enseña a vivirlo desde la obediencia confiada, desde la pureza de intención, desde la disponibilidad.

4. Estrella del Mar: una Madre para los días de tormenta

Celebrar hoy a la Inmaculada en el noveno día de nuestra novena a Santa María Estrella del Mar es un regalo pastoral inmenso.

La estrella no detiene la tormenta, pero orienta.
No sustituye al timonel, pero indica el norte.
No apaga las olas, pero promete costa.

Así es María para nuestra comunidad:

  • cuando hay cansancio espiritual, ella nos recuerda la alegría del Evangelio;
  • cuando hay tensiones familiares, ella enseña la ternura firme;
  • cuando hay heridas sociales, ella inspira el compromiso por la paz y la dignidad;
  • cuando la esperanza se vuelve frágil, ella repite con su vida:
    Dios cumple lo que promete.

5. Claves jubilares para vivir esta fiesta

En este Año Jubilar, la Inmaculada nos ofrece caminos concretos:

1.    Volver a la fuente de la gracia.
Si María fue preservada del pecado, nosotros somos sanados por la misericordia.
Una buena confesión bien preparada puede ser hoy un verdadero paso de peregrino.

2.    Reconciliar el corazón.
La pureza cristiana no es solo moral; es un corazón unificado, sin doblez, sin máscaras, con verdad.

3.    Ser esperanza para otros.
María no guardó su fe para sí: la llevó a la historia.
La devoción auténtica siempre termina en misión.

4.    Caminar como comunidad.
Una parroquia mariana no es la que solo canta a María,
sino la que se parece a María:
servicial, humilde, orante, cercana a los pequeños.

6. Para cerrar: el sueño de Dios sobre nosotros

La Inmaculada es el anuncio de lo que seremos cuando Dios termine su obra en nosotros.
María es memoria de la promesa y profecía de nuestra meta.

Hoy, bajo el manto de Santa María Estrella del Mar, digámosle al Señor:

“Gracias por una Madre sin mancha para un mundo herido.
Gracias por una Estrella que guía nuestra parroquia.
Gracias porque en ella nos muestras que la última palabra no es el pecado,
sino la gracia;
no es la oscuridad, sino la luz;
no es el miedo, sino la esperanza.”

Y con María, renovemos nuestra entrega:

“Hágase en mí según tu palabra.”

Amén.

 

 

8 de diciembre: 

Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María—Solemnidad
Fiesta patronal de los Estados Unidos
Patrona de los Estados Unidos, de los fabricantes de telas, trabajadores del textil, toneleros, tapiceros, la selva amazónica, y de numerosas diócesis, ciudades y países.


Cita:

Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio concedidos por Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano, fue preservada inmune de toda mancha del pecado original, es una doctrina revelada por Dios y, por tanto, debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles.

~De la Constitución Apostólica promulgada por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854

Reflexión:

En 1854, el Papa Pío IX promulgó una constitución apostólica llamada Ineffabilis Deus, mediante la cual declaró la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María como dogma de fe. Esta definición fue una respuesta a la antigua devoción y al consenso teológico que habían ido creciendo a lo largo de los siglos. Al declarar un dogma de fe, el Santo Padre empleó su autoridad magisterial papal más alta, obligando a todo católico a aceptar esta enseñanza.

Ineffabilis Deus comienza afirmando que la creación de la Santísima Virgen María estaba en la mente de Dios desde toda la eternidad. Ella es el “singular deleite” del Padre y, “bajo Dios, no se puede siquiera imaginar nada mayor, y que, fuera de Dios, ninguna mente puede llegar a comprender plenamente”. Esta afirmación debería dejarnos una fe profunda en la Inmaculada Concepción y un reconocimiento del gran e incomprensible misterio que celebramos. Solo en el Cielo, cuando contemplemos la Visión Beatífica, nuestra mente contemplará también la belleza y el profundo misterio del acto creador más grande de Dios en la persona de la Madre de Dios. Su vida no es un fin en sí misma. Ella no es adorada. Ella no es Dios. Sin embargo, debe ser amada y honrada de un modo singular y único, porque es la creación más gloriosa de Dios y será honrada como tal para siempre.

Lo primero que debemos saber acerca de nuestra Madre Inmaculada es que ella necesitó un Salvador, como todos los seres humanos. Su Salvador es su Hijo, así como Él es nuestro Salvador. Sin embargo, en ella la salvación fue otorgada “por singular gracia y privilegio”. Nosotros somos salvados por el lavado del pecado original mediante el bautismo. La Santísima Virgen María fue preservada del pecado original desde el primer instante de su concepción. Su salvación trascendió el tiempo en cuanto que los méritos de la salvación ganados por la Encarnación, muerte y resurrección de su Hijo Jesús la salvaron del pecado original en el mismo momento de su creación.

El papel de María se insinúa por primera vez en el libro del Génesis. Leemos sobre la caída de Adán y Eva, introduciendo el pecado original en la naturaleza humana y haciendo necesario un Salvador. Génesis 3:15 presenta lo que muchos han llamado el Protoevangelio o “Primer Evangelio”, porque, con lenguaje misterioso, presenta a Cristo como el Nuevo Adán y a la Santísima Virgen María como la nueva Eva: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y la suya; ella te herirá en la cabeza, mientras tú la herirás en el talón”. La “enemistad” entre la serpiente y la “mujer” revela la completa oposición de María al maligno y al pecado. La “descendencia” es Jesús, y Él aplastará la cabeza de Satanás, destruyendo el pecado y el mal para siempre. Este pasaje también revela que Jesús invita a su Madre a participar en este acto de salvación de un modo único. “Ellos te herirán en la cabeza…” implicando que tanto Jesús como la Santísima Virgen María vencieron juntos al pecado y a Satanás, por el poder de Dios, pero a través de la maternidad de María, la nueva madre de todos los vivientes y madre de quienes pertenecen al nuevo orden de la gracia.

La Santísima Virgen María también ha sido vista tradicionalmente como la nueva Arca de la Alianza. La primera Arca era un vaso sagrado que contenía los Diez Mandamientos, el maná y la vara de Aarón. El Arca era un símbolo de la presencia divina de Dios, a la cual solo el Sumo Sacerdote podía acercarse una vez al año tras rigurosos rituales de purificación. La Santísima Virgen María, siendo la nueva Arca de la Alianza, debe ser tratada también con la mayor veneración, pues llevó lo divino en su seno y Él salió de su propio cuerpo. Solo el Gran Sumo Sacerdote, Jesús su Hijo, pudo atreverse a acercarse y habitar en ella.

En la Anunciación, el arcángel Gabriel vino a la Virgen y dijo: “¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo!” (Lucas 1:28). Este pasaje apunta a la naturaleza inmaculada de la Santísima Virgen María. Ser “llena de gracia” confirma el hecho de que la gracia impregnó de tal modo el alma de María que el pecado no tuvo lugar en ella. No solo fue creada libre de pecado, sino que también permaneció sin pecado durante toda su vida por el mérito de su continuo asentimiento a Dios. Su respuesta orante al arcángel no fue solo su respuesta en aquel momento, sino su respuesta permanente a Dios a lo largo de toda su vida: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lucas 1:38).

Desde al menos el siglo VII, las iglesias de Oriente celebraban en la liturgia la concepción de María en el seno de santa Ana. La Iglesia en Occidente pronto siguió ese camino, enfatizando el carácter inmaculado de su concepción. En el siglo XV, el Papa Sixto IV aprobó una celebración litúrgica para la Fiesta de la Inmaculada Concepción y luego la extendió a toda la Iglesia de Occidente. En los siglos siguientes, los papas sucesivos emitieron enseñanzas más claras en apoyo de la definición de la Inmaculada Concepción. Debido a esta definición continua y cada vez más profunda de la Inmaculada Concepción, el Papa Pío IX elevó esta enseñanza al nivel más alto posible cuando promulgó Ineffabilis Deus en 1854.

Si volvemos de nuevo al comienzo de esa constitución en la que el Santo Padre dijo que “ninguna mente puede llegar a comprender plenamente” a la Santísima Virgen María, entonces nos daremos cuenta de que lo poco que conocemos y entendemos de ella sigue siendo un misterio profundo que solo comprenderemos plenamente en el Cielo. Por lo tanto, al honrar la Inmaculada Concepción y la naturaleza inmaculada de María, también debemos esperar un despliegue continuo de quién es ella. El dogma de la Inmaculada Concepción no fue el final, sino el comienzo. Después de esa proclamación, los papas posteriores han seguido profundizando su enseñanza sobre ella. En 1904, el Papa Pío X habló de María como Mediadora de las Gracias. En 1950, el Papa Pío XII definió el dogma de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo; en 1954, estableció la Fiesta de la Realeza de María. El Concilio Vaticano II habló de María como Madre de la Iglesia y Mediadora de la Gracia.

Mientras celebramos esta gran Solemnidad de la Inmaculada Concepción, intentemos ponderar la naturaleza incomprensible de la Madre de Dios. Saber que ella es un misterio impenetrable nos ayudará a honrarla con la reverencia y el asombro que merece. La mejor noticia de todas para meditar es que esta creación perfecta de Dios no es un icono distante para admirar: es nuestra Madre solícita, mediadora de la gracia de Dios. Su cuidado tierno por sus hijos jamás vacilará, y su intercesión siempre nos traerá todos los bienes que necesitamos para alcanzar la salvación.


Oración:


Santísima Madre, tú eres la Inmaculada Concepción, el tesoro más precioso de Dios y su singular deleite. A tu intercesión y mediación encomiendo mi vida. Llévame a tu Hijo y derrama su gracia sobre mí y sobre el mundo entero. Te confío toda preocupación, angustia, confusión, lucha y cruz. Acudo a ti por cada gracia de fe, esperanza y amor del Cielo, para que pueda conformarme más plenamente a la imagen de tu Hijo, que solo Él es el Salvador del mundo. Madre María, Inmaculada Concepción, ruega por mí. Jesús, en Ti confío.

 

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