Santo del día:
San Juan Damasceno
San Juan Damasceno (c. 675–749),
sacerdote y doctor de la Iglesia, fue uno de los grandes teólogos de Oriente.
Originario de Damasco, creció en una familia cristiana de gran prestigio y se
formó tanto en ciencias sagradas como en filosofía. Más tarde ingresó en el
monasterio de San Sabas, cerca de Jerusalén, donde desarrolló una intensa labor
intelectual y espiritual.
Defendió con claridad la
veneración de las imágenes sagradas durante la crisis iconoclasta, afirmando
que, por la Encarnación, el Hijo de Dios asumió un rostro visible y tocable. Su
obra más conocida, “La Fuente del Conocimiento”, es una de las grandes síntesis
teológicas del cristianismo oriental.
Hombre de oración, amante de
la liturgia y de la Virgen María, murió hacia el año 749. Su pensamiento sigue
iluminando la fe de la Iglesia con equilibrio, profundidad y belleza.
No es suficiente
(Isaías 26, 1-6 / Salmo 118(117),1.8-9.19-20.21+25.26-27a (R. Is 26,2) /
Mateo 7, 21.24-27) En este día, la liturgia nos invita a revisar
el fundamento sobre el que edificamos nuestra vida de fe.
Isaías proclama que Dios mismo es nuestra
ciudad fuerte, roca firme donde el justo encuentra seguridad. El salmo abre las
puertas del corazón al Señor que viene. Y Jesús, en el Evangelio, nos recuerda
que no basta llamarlo “Señor”: solo permanece quien escucha su Palabra y la
pone en práctica.
En este Adviento, la Palabra nos urge a
construir sobre lo esencial, a dejarnos sostener por Dios y a caminar con una
fe que se convierte en obediencia y vida concreta.
G.Q
Primera lectura
Is
26, 1-6
Que
entre un pueblo justo, que observa la lealtad.
Lectura del libro de Isaías.
AQUEL día, se cantará este canto en la tierra de Judá:
«Tenemos una ciudad fuerte,
ha puesto para salvarla murallas y baluartes.
Abran las puertas para que entre un pueblo justo,
que observa la lealtad;
su ánimo está firme y mantiene la paz,
porque confía en ti.
Confíen siempre en el Señor,
porque el Señor es la Roca perpetua.
Doblegó a los habitantes de la altura,
a la ciudad elevada;
la abatirá, la abatirá
hasta el suelo, hasta tocar el polvo.
La pisarán los pies, los pies del oprimido,
los pasos de los pobres».
Palabra de Dios.
Salmo
Sal
118(117),1.8-9.19-20.21+25.26-27a (R. Is 26,2)
R. Bendito el que viene
en nombre del Señor.
O
bien:
R. Aleluya
V. Den gracias al Señor
porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los jefes. R.
V. Ábranme las
puertas de la salvación,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación. R.
V. Señor, danos la
salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
los bendecimos desde la casa del Señor.
El Señor es Dios, él nos ilumina. R.
Aclamación
R. Aleluya, aleluya,
aleluya.
V. Busquen al
Señor mientras se deja encontrar, invóquenlo mientras está cerca. R.
Evangelio
Mt
7, 21.24-27
El
que hace la voluntad del Padre entrará en el reino de los cielos.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino
el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel
hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron
los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió,
porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel
hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron
los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su
ruina fue grande».
Palabra de Señor.
1
Queridos
hermanos, en este Año Jubilar, signo de gracia y renovación, la Palabra
de Dios vuelve a hablarnos con fuerza sobre la solidez de nuestra fe,
sobre la esperanza que se edifica y sobre la urgencia de construir la
vida sobre Cristo, la Roca que no falla.
Hoy,
mientras celebramos con gozo el sexto día de la novena a Nuestra Señora
Santa María Estrella del Mar, la liturgia nos invita a mirar cómo estamos
edificando nuestra existencia espiritual y pastoral, especialmente en aquello
que Dios nos ha confiado: la obra evangelizadora de la Iglesia y las vocaciones
que sustentan su misión.
1. “Tenemos una ciudad
fuerte” (Is 26,1): La esperanza que nos sostiene
El
profeta Isaías anuncia que Dios coloca “muros y almenas para salvar”. En
medio de un pueblo que ha experimentado el exilio, la incertidumbre y la
fragilidad, el Señor revela que la verdadera fortaleza no está en lo humano,
sino en su presencia fiel.
En
Adviento, este anuncio resuena con especial fuerza:
Dios mismo es la muralla que protege nuestra esperanza.
No estamos sostenidos por estrategias humanas, sino por la fidelidad del
Señor, que siempre cumple sus promesas.
La
Palabra dice:
“Confíen en el Señor por siempre, porque el Señor es la Roca eterna.”
(Is 26,4)
Esto nos
invita a mirar nuestra vida, nuestra comunidad y nuestro Vicariato:
¿Estamos edificando nuestra misión sobre la roca firme de Cristo, o sobre
nuestras fuerzas que a veces se agotan?
2. La puerta de los justos
(Is 26,2): La evangelización nace de la fidelidad
El
estribillo del salmo retoma esta imagen:
“Abran las puertas para que entre un pueblo justo.”
La
evangelización no comienza con grandes eventos ni estrategias; comienza con
un corazón justo, humilde, obediente a Dios, un corazón que se deja habitar
por Cristo.
El
Jubileo nos recuerda que la Iglesia solo es fecunda cuando vive en
conversión permanente, cuando escucha la Palabra, cuando rompe su cerrazón,
cuando “abre las puertas” para que el Señor entre y haga nuevas todas las
cosas.
Nuestra
intención orante hoy, por la Obra Evangelizadora y por las Vocaciones, debe
nacer de ahí:
de pedir al Señor que purifique nuestro corazón para que la evangelización
sea auténtica, transparente y llena del Espíritu Santo.
3. “No todo el que dice
Señor, Señor…” (Mt 7,21): Fe que se vuelve vida
En el
Evangelio, Jesús hace una advertencia que nos sacude:
No basta con invocarlo; hay que cumplir la voluntad del Padre.
Adviento
no es tiempo de palabras, sino de decisiones.
No es tiempo de discursos piadosos, sino de coherencia de vida.
Jesús
distingue dos tipos de creyentes:
✦ El que solo repite fórmulas
religiosas
—pero no
deja que el Evangelio transforme su vida.
✦ Y el que “escucha la Palabra y
la cumple”
—y por
eso edifica sobre roca.
A veces
podemos caer en la tentación de decir “Señor, Señor” en nuestras oraciones, en
nuestras liturgias, en nuestras actividades pastorales… pero sin permitir que
Cristo modele nuestro carácter, nuestros gestos, nuestra vida concreta.
La
verdadera evangelización siempre nace de una vida coherente.
No se puede evangelizar desde la superficialidad.
4. La casa sobre roca (Mt
7,24-27): El llamado a la perseverancia
El Señor
nos enseña que:
La lluvia
cae.
Los ríos crecen.
Los vientos soplan.
Todos
enfrentamos tempestades.
También la Iglesia, las parroquias, las familias, las vocaciones, los procesos
pastorales.
La
diferencia no está en las tormentas, sino en el fundamento.
Si Cristo
es la roca, nada nos derriba.
Si la roca es frágil o hecha de arena, todo se desmorona.
Este
pasaje es profundamente vocacional:
El Señor sigue llamando, pero solo quienes edifican en la roca de la oración,
del discernimiento y de la obediencia perseveran en su fidelidad.
5. Santa María Estrella del
Mar: la Madre que guía, acompaña y sostiene
En este sexto
día de la Novena, miramos a nuestra Madre como la Estrella que orienta a
los navegantes.
Ella conoce los vientos, las corrientes y las tempestades del alma humana.
Ella sabe acompañar a quienes se sienten perdidos, confundidos o desanimados.
Y hoy le
pedimos:
✦ Que sostenga a quienes realizan
la obra evangelizadora:
Catequistas,
misioneros, sacerdotes, religiosas, líderes de comunidad, agentes de pastoral.
✦ Que ilumine el corazón de
quienes sienten la inquietud vocacional:
Jóvenes
que buscan un camino, adultos que desean consagrar su vida, familias que
ofrecen a sus hijos al servicio del Evangelio.
✦ Que nuestro Vicariato crezca en
vocaciones santas y generosas.
En este
territorio rodeado de mar, que la Estrella del Mar sea la guía de quienes
Dios está llamando a ser luz en medio de su pueblo.
6. Conclusión: Edificar con
María sobre la roca que es Cristo
Queridos
hermanos:
- Dejemos que la Palabra de
Isaías nos fortalezca: Dios es nuestra ciudad fuerte.
- Permitamos que el Salmo abra
nuestras puertas interiores para que Él entre.
- Aceptemos la corrección de
Jesús: no basta decir “Señor”; hay que vivir como Él.
- Y caminemos con María,
Estrella del Mar, hacia ese puerto seguro que es Cristo.
En este Año
Jubilar, construyamos una Iglesia que evangeliza desde la solidez del
Evangelio.
Pidamos con humildad vocaciones santas.
Y renovemos nuestro compromiso de ser piedras vivas en la obra
evangelizadora del Señor.
Oración final (breve)
Señor
Jesús, Roca eterna,
haz que nuestra vida y nuestra Iglesia se edifiquen sobre tu Palabra.
Bendice la obra evangelizadora de nuestro Vicariato
y suscita vocaciones santas para tu servicio.
Que Santa María Estrella del Mar nos acompañe,
nos sostenga en la esperanza
y nos guíe siempre hacia Ti.
Amén.
2
Queridos
hermanos:
La
Palabra de Dios hoy nos conduce al corazón mismo del Adviento: la necesidad de
edificar la vida sobre lo esencial, sobre lo que permanece, sobre aquello que no
se derrumba cuando llegan las pruebas. Jesús no nos engaña: las tormentas vendrán. Pero también nos
promete que quienes construyen sobre Él, sobre su Palabra, jamás serán
derrotados por el viento ni por la lluvia.
1. Isaías anuncia: “Tenemos una ciudad
fuerte”
La
primera lectura presenta una imagen cargada de esperanza:
Dios
es la ciudad fuerte donde su pueblo encuentra protección.
No es la fuerza humana la que sostiene la vida espiritual, sino la fidelidad
del Señor.
“Confíen en el Señor por siempre, porque el Señor es la
Roca eterna”,
proclama Isaías.
Este
mensaje se vuelve profundamente jubilar:
el Año Santo nos invita a reconstruir nuestra existencia desde la raíz, a
purificar el corazón, a entrar por las puertas de la justicia y a vivir en la
confianza plena de que Dios cuida a su pueblo.
2. El salmo: abrir las puertas para que
entre el Señor
El
salmo retoma el mismo espíritu:
“Abran
las puertas para que entre el pueblo justo.”
Adviento
es tiempo de abrir:
abrir el alma, abrir la historia, abrir los procesos personales y comunitarios
para dejar que Dios entre, restaure, purifique y renueve.
El
pueblo justo es el que confía, el que acoge, el que se deja moldear.
Es el que hace de Dios su defensa, su guía y su horizonte.
3. “No todo el que dice Señor, Señor…”:
la fe que se vuelve obediencia
El
Evangelio es exigente y luminoso. Jesús distingue entre dos tipos de
discípulos:
✦ El
que escucha la Palabra y la pone en práctica
✦ Y el
que la escucha, pero no la vive
Ambos
oyen el Evangelio, pero sólo uno lo convierte en decisiones concretas.
Solo uno edifica sobre roca.
El
Señor advierte:
no
basta la religiosidad superficial,
no bastan los gestos devocionales,
no basta repetir “Señor, Señor”.
La
verdadera fe se ve en la obediencia, en la coherencia, en la capacidad de
transformar la vida según el Evangelio.
4. Las tormentas llegarán: estar preparados
Hay
que subrayar una verdad innegociable:
las
tormentas no son opcionales, son seguras.
Llegarán:
– sufrimientos,
– crisis afectivas o familiares,
– fragilidades personales,
– enfermedades,
– luchas espirituales,
– decepciones y silencios de Dios.
Lo
decisivo no es la tormenta, sino el fundamento.
Quien
vive apoyado en Cristo resiste, aunque tiemble.
Quien vive apoyado en sus propias fuerzas, en el pecado o en la
autosuficiencia, se derrumba.
5. Jesús mismo: nuestro modelo de casa
edificada sobre roca
La
vida de Jesús es la prueba más bella de esta enseñanza.
Vivió la tormenta de la traición, de la mentira, del rechazo, de las heridas
injustas, de la cruz.
Y nunca perdió la paz.
¿Por qué?
Porque
había
edificado todo sobre la voluntad del Padre.
Su fundamento era perfecto.
Su obediencia era total.
Su amor era indestructible.
Nada
robó su serenidad interior.
Ni siquiera la muerte.
6. Adviento: tiempo para revisar el
fundamento interior
Hoy
el Señor nos invita a un autoexamen sincero:
–
¿Desde qué fundamento decido?
– ¿Me mueve la fe o me mueve el miedo?
– ¿Respondo como discípulo o reacciono como persona sin esperanza?
– ¿Construyo sobre roca o sobre arenas como el materialismo, la comodidad
espiritual, el ego o el resentimiento?
Adviento
es tiempo de reconstrucción, de volver a la Roca
eterna.
7. Marco Jubilar: Obra Evangelizadora y
Vocaciones
En
este Año Santo, esta Palabra adquiere un eco misionero.
La Iglesia solo evangeliza con fecundidad cuando está firmemente fundada en
Cristo.
No en estrategias, no en apariencias, no en proyectos humanos, sino en la
fuerza del Espíritu.
Por
eso oramos hoy:
–
por los misioneros,
– por catequistas y agentes pastorales,
– por nuestros sacerdotes, consagradas y religiosos,
– por las familias que transmiten la fe,
– por los jóvenes llamados al sacerdocio o a la vida consagrada.
Una
Iglesia con firmes cimientos produce vocaciones firmes.
Una comunidad edificada sobre Cristo es capaz de resistir tormentas y de
irradiar luz en la oscuridad del mundo.
8. María, Estrella del Mar: guía en medio
del camino
María,
nuestra Madre y Estrella en el mar de la vida, es quien señala siempre el rumbo
hacia Cristo.
Ella edificó su existencia sobre la Palabra:
“Hágase
en mí según tu Palabra.”
Que
ella interceda por nosotros para que sepamos escuchar, creer y actuar, no sólo
escuchar.
Conclusión
Hermanos:
Las
tormentas llegarán, pero no nos vencerán.
La clave está en el fundamento:
si
Cristo es nuestra roca, permaneceremos de pie.
Que
este Adviento y este Año Jubilar sean tiempo de reconstrucción seria, de volver
a la Palabra, de fortalecer la misión evangelizadora y de suplicar por
vocaciones santas.
Que la Roca eterna nos sostenga hoy y siempre.
Oración final breve
Señor
Jesús, Roca eterna,
fortalece nuestra vida en tu Palabra.
Haz fecunda la obra evangelizadora de tu Iglesia
y suscita vocaciones generosas para tu servicio.
Que la Madre Estrella del Mar
nos conduzca siempre hacia Ti,
fundamento firme de nuestra esperanza.
Amén.
4 de
diciembre:
San Juan
Damasceno, presbítero, religioso y doctor de la Iglesia — Memoria opcional
c. 676–749
Patrono de los farmacéuticos, pintores de iconos y estudiantes de teología
Declarado Doctor de la Iglesia por el papa León XIII en 1890.
Cita:
En otros tiempos Dios no había sido representado en imágenes, siendo incorpóreo
y sin rostro. Pero como ahora Dios ha sido visto en la carne y ha vivido entre
los hombres, represento aquella parte de Dios que es visible. No venero la
materia, sino al Creador de la materia, que se hizo materia por mi causa y se
dignó vivir en la materia y realizar mi salvación a través de la materia… ¡Pero
no la venero absolutamente como a Dios! ¿Cómo podría aquello que, de la no
existencia, ha recibido la existencia, ser Dios?… ¿No es acaso la madera de la
Cruz, tres veces bendita, materia?… ¿Y la tinta, y el Santísimo Libro de los Evangelios,
no son materia? ¿El altar redentor que dispensa el Pan de Vida, no es materia?…
Y, antes que nada, ¿no son materia la carne y la sangre de nuestro Señor? O
bien debemos suprimir la naturaleza sagrada de todas estas cosas, o debemos
conceder a la tradición de la Iglesia la veneración de las imágenes de Dios y
de los amigos de Dios que son santificados por el nombre que llevan, y que por
ello poseen la gracia del Espíritu Santo.
~ San
Juan Damasceno
Reflexión:
A comienzos del siglo VII, Damasco, Siria, era una
ciudad floreciente dentro del Imperio Romano de Oriente (Bizantino). Siendo una
de las ciudades habitadas de manera continua más antiguas del mundo, gozaba de
una rica herencia cultural y diversidad. Como parte del Imperio Romano, era
principalmente cristiana, con presencia de judíos, pequeños focos de paganismo
y algunas sectas cristianas heréticas. Tras la muerte de Mahoma en el año 632,
los conquistadores islámicos avanzaron sobre el Imperio Romano, capturando y
ocupando Damasco en 635. En 661, Damasco se convirtió en la capital del
Califato Omeya, aumentando aún más la influencia islámica en la región.
Aunque los derechos de los cristianos fueron
restringidos, se les permitió practicar su religión bajo ciertas condiciones y
limitaciones, como pagar un impuesto especial y usar vestimenta distintiva.
También ocupaban un estatus legal inferior al de los musulmanes. Sin embargo,
algunos cristianos recibieron roles importantes en el gobierno, especialmente
en la administración financiera, gracias a su educación griega y romana y a sus
habilidades administrativas, altamente valoradas por muchos líderes musulmanes.
Fue en este contexto histórico que nació San Juan de Damasco (Juan Damasceno).
Juan nació de padres cristianos que no permitieron
que sus gobernantes musulmanes afectaran su fe. De hecho, su padre era uno de
los cristianos más estimados por las autoridades locales y fue encargado de
importantes tareas administrativas por el Califato. Se cree que Juan recibió
una excelente educación desde su niñez. Posiblemente fue instruido en la fe por
clérigos locales, y aprendió también filosofía griega y romana. En algún
momento, su padre encontró en el mercado a un esclavo llamado Cosmas. Algunos
documentos indican que Cosmas era un monje muy instruido de Sicilia que había
sido capturado durante una incursión. El padre de Juan logró su liberación
—quizás comprándolo a un precio elevado— y confió la educación de su hijo al
monje. Otro joven, posiblemente un huérfano cuidado por el padre de Juan,
estudió junto a él.
Cosmas no solo era experto en teología, sino
también en filosofía, música, astronomía y diversas disciplinas. Bajo su guía,
Juan progresó enormemente. Dado el dominio musulmán de Damasco, Juan también se
volvió muy versado en la ley islámica, la cultura y la teología.
Cuando el padre de Juan murió, el Califato
reconoció en Juan a un hombre de gran virtud y formación. Como su padre, se le
asignó un cargo importante en la administración de la ciudad. Sin embargo, Juan
comenzó a sentirse cada vez más inquieto en un ambiente no cristiano y temía su
influencia. Así, en algún momento entre sus veintitantos y treinta años,
renunció a su cargo, vendió sus bienes y se retiró al monasterio desértico de
Mar Saba, cerca de Jerusalén, llevándose consigo a Cosmas.
Como monje, Juan dedicó sus dos primeras décadas a
crecer en la perfección espiritual. Bajo la guía de su director espiritual,
abrazó las disciplinas monásticas: renunciar a la propia voluntad, evitar los
apegos mundanos, dedicar todas sus acciones a Dios, arrancar de sí el orgullo,
rechazar la búsqueda de experiencias espirituales extraordinarias, eliminar
pensamientos mundanos y cultivar el silencio. Cumplió con humildad todas las
tareas asignadas por sus superiores. Estudió, oró, hizo penitencia y se entregó
continuamente a la misericordia de Dios. Avanzó tanto en la vida espiritual, en
la humildad y en la ciencia, que sus superiores lo consideraron digno del
sacerdocio, algo poco común entre los monjes. También creyeron que, como
sacerdote, podría servir grandemente a la Iglesia mediante el ministerio y la
escritura. Así, Juan fue ordenado e instruido para abordar importantes
cuestiones teológicas dentro del Califato y del Imperio Bizantino.
Según diversas fuentes antiguas, el primer
conflicto surgió con Yazid ibn Abd al-Malik, califa omeya, quien se oponía al
uso de iconos e imágenes sagradas en las iglesias cristianas. Una historia
relata que un mago judío de Tiberíades prometió a Yazid una larga vida de buena
fortuna si prohibía los iconos cristianos en su territorio. Los judíos seguían
la Torá, que prohibía el uso de imágenes de Dios. Yazid aceptó el consejo y, en
721, promulgó un edicto por el cual se destruyeron iconos cristianos en las
iglesias del califato.
Poco después, entre 726 y 729, el emperador
bizantino León III, hombre profundamente religioso, también se convenció de que
la veneración de imágenes sagradas era idolatría. Por tanto, emitió una serie
de edictos prohibiendo los iconos y las imágenes sagradas en todo el Imperio
Bizantino. El Patriarca de Constantinopla se opuso a León, así que el emperador
nombró un nuevo patriarca por su propia autoridad. El papa también se opuso a
León, generando graves tensiones entre Oriente y Occidente.
Bajo obediencia, el padre Juan escribió su primera
gran obra: Tratados apologéticos contra los que rechazan las imágenes
sagradas, en los cuales expuso en tres escritos la justificación del uso de
iconos de manera profundamente teológica, pero también accesible al pueblo sencillo.
En estos tratados, el padre Juan fue el primero en distinguir entre latreía
(adoración), debida solo a Dios, y proskynesis (veneración), que puede
dirigirse a imágenes sagradas que representan figuras divinas. Como en el
Antiguo Testamento estaba prohibido adorar ídolos o cualquier imagen de Dios,
la explicación del padre Juan ayudó a reconciliar el uso cristiano de imágenes
con las antiguas prohibiciones. Argumentó que la veneración de imágenes es
legítima debido a la Encarnación del Hijo de Dios. En el Antiguo
Testamento, la Encarnación no había tenido lugar; por eso se prohibía
representar mediante materia al Dios invisible. Pero en Cristo, el Dios
invisible se hizo visible y material, santificando así el mundo físico y
permitiendo que la materia refleje la majestad de Dios. El padre Juan extendió
esta lógica a la veneración de imágenes de los santos, que ahora participan de
la gloria de la vida divina (véase la cita anterior).
La tradición sostiene que el emperador bizantino se
indignó tanto por la condena de Juan a sus decretos que falsificó una carta en
nombre del monje, implicándolo en un supuesto ataque planeado contra Damasco.
Cuando el Califa recibió la carta, ordenó cortar la mano del padre Juan y
exponerla en una estaca. Una vez ejecutado el castigo, el padre Juan suplicó a
la Madre de Dios que intercediera para que pudiera seguir escribiendo. Al día
siguiente, su mano fue milagrosamente restaurada.
Cinco años después de su muerte, su tratado fue
condenado por el Concilio de Hieria en 754, convocado por el emperador
bizantino. Pero en 787, en el II Concilio de Nicea, Juan fue plenamente
reivindicado. El Concilio apoyó la veneración de los iconos y declaró ilegítimo
el Concilio de Hieria, ya que ninguno de los cinco patriarcas estuvo presente.
Además de sus escritos contra los iconoclastas, San
Juan Damasceno es conocido por su síntesis doctrinal de las enseñanzas de los
Padres de la Iglesia, titulada De Fide Orthodoxa (Exposición exacta de
la fe ortodoxa). También escribió contra diversas herejías, y sobre lógica y
filosofía. Entre sus obras adicionales se encuentran himnos, cartas,
comentarios y sermones, entre ellos una serie dedicada a la Santísima Virgen
María. También fue crítico del islam, señalando muchos de sus errores.
San Juan Damasceno dejó una clara exposición de la
fe de la Iglesia que se convirtió en norma de estudio para los siglos
posteriores. Sin embargo, nada de eso habría sido posible si antes no hubiera
ingresado al monasterio y perfeccionado su vida espiritual como ermitaño. Al
honrar a este gran santo, reflexiona sobre el fundamento que tú mismo
necesitas establecer en tu vida espiritual. Sin ese sólido fundamento de unión
profunda con Dios, la acción de Dios en ti será limitada. Con ese fundamento,
en cambio, grandes cosas puede realizar Dios en ti y a través de ti, para
salvación de las almas y gloria de su Nombre.
Oración
San Juan
Damasceno,
percibiste el llamado de Dios a salir del mundo para entrar en profunda
comunión con Él.
En aquel santo monasterio fuiste formado en la virtud y en la santa doctrina.
Dios te usó luego de manera admirable para el bien de la Iglesia y la gloria de
su Nombre.
Te ruego que ores por mí, para que abrace la conversión que necesito
y así pueda servir mejor a Dios según su voluntad.
San Juan Damasceno, ruega por mí.
Jesús, en Ti confío.


No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por visitar mi blog, Deje sus comentarios que si son hechos con respeto y seriedad, contestaré con mucho gusto. Gracias. Bendiciones